jueves, 29 de noviembre de 2007

Audi A3 2.0 TDI, entendiendo el fenómeno.

El caso es que acabo de devolver en la oficina de Avis un Audi A3, y sentado frente al ordenador para escribir algo, no se me ocurre cómo empezar el artículo. ¿Por qué? Porque si hubiese sido un coche asqueroso, me habría inventado alguna historia con la que enlazar esa penuria, pero curiosamente no es el caso.

El fenómeno de los TDI no es que me llame la atención hasta el punto de quitarme el sueño o hacer que me ponga a investigar cual sociólogo de barba y chaqueta de tweed. Es algo que está ahí, y dada mi repugnancia por el gasoleo, siempre he preferido mantenerme al margen. Y es que es un combustible grasiento, sucio y con mal olor, y los motores que lo usan son todo menos finos y suaves al ralentí. Pero como gastan poco y andan mucho, triunfan. Ese es el motivo que siempre imaginé, y ahora, tras mil kilómetros en un Audi A3 2.0 TDI de 140cv, lo he terminado de corroborar: andan como el demonio, y gastan relativamente poco, bastante menos que mis coches de gasolina. O mejor dicho, la mitad en coste efectivo. Pero me siguen dando mucho asco.
















El coche, como siempre, fue alquilado con cargo a puntos de Iberia. Esto es ciertamente estupendo, y muy conveniente, aunque se empeñen luego en cobrarte estúpidas tasas como la de aeropuerto, o una más ridícula aún de estación de tren. Pero es lo que hay, y por dos duros te llevas un coche asegurado a todo riesgo y sin límite de kilometraje. Los coches de Avis, además, suelen estar bastante nuevos, que es algo de agradecer. Mi Sportback estaba equipado con el acabado Ambition, que se entiende más deportivo. Y bueno, dependiendo de lo que uno entienda por “deportivo”, se puede terminar de creer, más o menos. Lo que es indiscutible es la excelente calidad aparente de cada una de las piezas del interior. Todos los mandos tienen un tacto sólido, ajustado y eficaz que siempre es de agradecer, y parecen terminados en un material blando que, aunque puede que no dure toda la vida, lo cierto es que es muy agradable. Por mucho que se empeñen algunos, realmente en este punto no tiene nada que ver con el interior del Skoda Octavia, por ejemplo. Claro, costando lo que cuesta… faltaría más, aunque tampoco es que lo tenga que ver en el resto de cosas que uno siente al conducir.
















El espacio trasero es más que suficiente para el tamaño del coche. El Sportback es más un pequeño familiar que un compacto de 5 puertas al uso, y sorprende por su habitabilidad, altura de las plazas traseras, capacidad del maletero, anchura interior trasera… Le falta, no obstante, un apoyabrazos central trasero que se convierta en bolsa porta-esquís. ¿Y por qué digo esto? Porque ya puestos, anoche me traje mi equipo de esquí a casa, y tuvo que venir cruzado con medio asiento trasero reclinado, y eso no es ni apropiado ni cómodo ni bonito. Desconozco, sin embargo, si es una opción disponible esto que pido. El acceso a las plazas traseras es infinitamente más cómodo que en el BMW Serie 1, coche que considero su más auténtico rival, pudiendo uno instalarse sin necesidad de amputarse los pies antes de entrar.





















El maletero, como digo, resulta amplio y bien configurado, de formas muy regulares y con un tapizado agradable. El otro gran hueco porta-objetos es la guantera, que destaca por su solidez y capacidad. Bueno, quizá yo venga muy malacostumbrado, así que no me lo tengan muy en cuenta. El coche dispone de más huecos, bolsas y recovecos, de entre los que me gustó mucho el porta-tarjetas integrado en el salpicadero. Imagino que puede ser sustituido por uno de esos terribles posavasos, pero quien opte por ello y encima lo use como tal, seguramente no estará leyendo este artículo.
















En temas estéticos, personalmente me resulta atractivo. No me sucede lo mismo con su hermano de 3 puertas, ni tampoco con muchos otros Sportbacks que se ven por la calle, con sus colores fuertes y sus acabados deportivos. Pese a ser un coche con una estética y un concepto que puede caer en el macarrismo más asqueroso, también es posible hacerlo sobrio y discreto. Pero aún así, si es conducido por un joven de pelo corto y gafas de sol, puede que dé una imagen no recomendable. Poco ha de importar, no obstante, cuando se conduce.

Y es que en conducción el coche me ha gustado. Además de ayudarme a comprender el fenómeno TDI por algunas cosas que comentaré, la verdad es que no me lo esperaba tan bueno. No llega al tacto de coche grande grande, pero no se queda lejos. En ciudad resulta cómodo sin caer en el horror de taxi del Volvo S40. Cómodo y con carácter, además de maniobrable. En carretera de montaña prefiero no opinar, teniendo yo lo que tengo, pero donde me ha parecido que realmente brilla es en autopistas o vías rápidas, especialmente si hay curvas. A ritmos bastante elevados, el coche muestra un aplomo muy conseguido, transmitiendo lo que pasa en la carretera en el equilibrio justo entre aislamiento e incomodidad. Traza las curvas con mucha seguridad, casi sin inclinar, pero sus suspensiones no te dejan lisiado con los baches o las juntas de dilatación. Pese a ser un tracción delantera, lo cierto es que se siente muy neutro a la salida de las curvas en aceleración.
















No precisamente en este caso, claro.

Todo eso no debería de sorprenderme, ya que a fin de cuentas se trata de un buen coche, y no es nada en lo que influya el motor siempre y cuando éste sea potente. Pero mentiría si dijese que no me sorprendió. La verdad es que me ha gustado mucho, no sé si más que el BMW Serie 1, pero mucho. Me quedo con las ganas de probarlo con caja automática y motor de gasolina, pero temo perder la gran característica de este coche, que creo ha de venir siempre unida al concepto: el motor TDI.
















El motor...

Su arrancada en ciudad es desesperante. La primera se termina muy pronto si se pretende acelerar fuerte, pero si se va despacio también, teniendo que buscarse la segunda rápidamente. O se dispara, o queda trabado. El ruido es terrorífico, aunque al interior no llegan vibraciones. Si bien maniobrando resulta como un coche de autoescuela de sencillo, esa falta de suavidad me desespera. Quizá con una caja automática se solucionaría la inconsistencia de su aceleración cuando ésta se hace lentamente, pero no lo tengo muy claro. En marchas cortas es un TDI, con su fuerza a la entrada del turbo y su ruido de camión, autobús o camioneta de reparto, tan alto y contundente, y siempre interrumpido por los constantes cambios de marcha que uno ha de hacer si no quiere llegar al corte. Sin embargo, la aceleración es rápida.

El comportamiento una vez lanzado es de sencillez absoluta, permitiendo unas recuperaciones rápidas y con potencia que parece estar siempre disponible. Y todo con un consumo indicado por el ordenador de 6,3 litros en 500 kilómetros, a una media de unos 100 km/h pero con puntas de 180 y trayectos largos sin bajar de 150, muchas curvas, subidas, bajadas y circulación densa en las entradas y salidas de ciudades, además de respeto estricto de límites en las rondas de los pueblos y con el coche cargado. Eso es un consumo que me resulta bajo, ya que como he dicho, en dinero es simplemente la mitad que en mis coches de gasolina, que encima no son más potentes.

El fenómeno del TDI queda explicado por esa sensación de potencia siempre disponible que tienen. La gente, por lo general, no estira sus motores de gasolina como debieran, con lo que sus coches nunca están dando ni toda la potencia que tienen, ni toda la que el conductor cree estar disponiendo. Estos coches de gasoil se llenan de fuerza hacia las 2.000 revoluciones por minuto, y no la sueltan hasta que el ruido te hace necesitar cambiar. Y eso entiendo que llama mucho. Lo cierto es que por autopista resultan cómodos, pues al menos en este A3 el motor a penas se escucha. Pero la verdadera realidad es que resultan muy sencillos de cara a sacarle prestaciones instantáneas en cuanto el coche va lanzado, sin necesidad de escuchar un motor por encima de las 5.500 revoluciones por minuto, y además gastando menos. ¿Qué más se puede pedir?

Pues se puede pedir suavidad, silencio, progresividad, un combustible que no maree al olerlo y que no manche ni deje las manos grasientas… pero a igualdad de reacciones a las solicitudes de potencia al motor, los gasolina no sólo gastarán más, sino que serán más caros, porque serán también bastante más potentes. Un gasolina normal que a 4.000 rpm genera 170cv como lo hacen estos TDI, de todos es sabido que seguirá subiendo esa cifra hasta pasadas las 6.000 vueltas como mínimo, cuando no sean las siete mil o incluso las ocho mil, salvo que hablemos de un Bentley, en cuyo caso estará rondando los 300cv. Y eso es, por así decirlo, más que en el diesel.

Personalmente, creo que me gustan estos coches compactos con estos motores de gasoleo, dentro de lo que me pueda gustar a mí un coche compacto y un motor diesel. Creo que es lo que más les conviene, considerando que nunca un compacto dará el placer de conducción de un roadster, pero sí dará una utilidad práctica inherente a su carrocería. Y ya que buscamos esa practicidad, qué menos que buscarla del todo.

¿Mejor que el BMW? Sigo sin saberlo. Me parece que cuestan más o menos lo mismo en cuanto se equipan como entiendo han de equiparse: bien. Seguramente optase por el Audi, precisamente por contar con una carrocería más práctica, movido por esa necesidad de espacio que sería siempre el único motivo que me llevase a este producto. Pero el coche es bonito… y se viaja muy bien en él cuando hay que llevar cosas de un sitio a otro.

Audi A3 2.0 TDI 140cv Ambition, con un precio base cercano a los 25.000 euros al que meterle perfectamente otros 10.000 en extras, que bienvenidos serán. Demasiado dinero si no se tiene.

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