lunes, 19 de noviembre de 2007

Límite de velocidad, II

Mientras abro unos documentos en el ordenador, miro a la televisión y observo a un personaje de gafas haciendo gestos inequívocos de “darse el piro”, largarse, desaparecer, huír, mientras se ríe de la situación. Bajo su imagen, un texto interroga sobre lo que habría hecho un concursante de televisión en el caso de que su compañera de programa hubiese realmente estado encinta. Sonrío.

Me asomo a la ventana y puedo ver a dos operarios sobre el tejado de un edificio, inspeccionando lo que debe de ser el sistema de climatización. Mientras uno permanece quieto con los brazos en jarra, el otro no para de señalar de un lado al otro. No parecen muy de acuerdo, y de repente, uno de ellos se da la vuelta, agarra sus útiles de soldador y se pone manos a la obra mientras el otro operario observa quieto asintiendo con la cabeza. Tenía razón.

Salgo a la calle y frente a mi portal atraviesa la plaza un Fiat Stilo muy negro, con ruedas muy grandes, luces muy azules y conductor muy imbécil demostrando su nula inteligencia pero extrema habilidad esquivatoria frente a un vecino que se incorpora a la circulación con su pequeño Chevrolet Matiz. Tras él, otro vecino sale del garaje en su Mercedes CL65 AMG, gris e inmaculado. Como en los dos casos anteriores, a veces las apariencias no engañan, y por los gestos de cada uno, se suele ser capaz de interpretar lo que dicen o dirán: “patán”, “animal”, “vende”.
















Es realmente brutal.

Cuando hablamos de límites de velocidad y esas cosas que tanto preocupan sobre el tráfico, solemos encontrarnos con personajes muy curiosos. Ya he hablado de Don Categórico “Legal” de Findesemana y López, pero hoy hablaré de Johnatan Sánchez Racing. Probablemente ya lo estén identificando con uno de esos tres conductores, ¿verdad? Y es que los límites de velocidad actuales son ridículos, las carreteras son una mierda, la DGT sólo quiere recaudar, yo practico conducción deportiva, tengo un tatuaje tribal (que no “trigal”, como le pidieran a un conocido tatuador en cierta ocasión, para risión absoluta del personal cada vez que lo cuenta), etc, etc…

Johnny, Jony o Yoni está cortado por un patrón único al que se le añaden accesorios diferenciadores en cada caso. Pero la base sigue siendo la misma. Para él, dado que practica una conducción deportiva en toda circunstancia, las causas de los accidentes están claras: los conductores que van lentos y les provocan para hacer maniobras incorrectas, el estado de las vías, y la falta de circuitos en los que poder meterse a practicar su pilotaje, así como el elevado precio de éstos. Y es que Johnny es un ser perfecto en todo lo relativo a la conducción, que para él es pilotaje, pero generalmente ni tiene muchas luces, ni mucho presupuesto. Y si dispone de algo de dinero, inmediatamente lo “invierte” en supuestas mejoras de su auto.











Racing... como el de Santander.

Su nivel de conducción es muy superior a la media, y prueba de ellos y de sus gustos, tenemos sus vehículos habituales: compactos o coupés de tracción delantera, generalmente de gasoleo. El Leon FR, el Astra GTC, el Golf TDI… son hoy en día lo que en su época fueron los Kadett GSI, Golf GTI, Seat Fura, Fiesta XR2, etc… Paradigmas de la deportividad y de las sensaciones “racing” al volante, qué duda cabe, supongo. Su forma de conducir es permanentemente en alerta, a la búsqueda del pique o de la trazada. Porque ellos no dan curvas ni las toman, las trazan. Y lo más curioso es que disfrutan trazándolas con sus compactos de gasoil… temo que sufran descomposición cerebral si llegase el caso de que dieran esas curvas con un pequeño deportivo de tracción trasera, aunque probablemente la solventarían recordando los tiempos de aceleración y de vuelta al circuito del Nürburgring de su coche. No debemos olvidar que, en caso de estar en desacuerdo sobre algún aspecto de sus autos, como lo estoy yo en la totalidad sobre el concepto y concepción de los mismos, los ataques serán feroces, con alardes de educación y buenas maneras, tal y como me sucediera hace unos días por parte de algunos usuarios de cierto Citroën quienes, enfadados por mis comentarios supuestamente despectivos – y que ahora ya no son “supuestamente” – dejaron comentarios en el blog como los siguientes:

“a mi me parece que un xsara le saco la puta a tu mini verga en la carreteera y ahora estas recentido... es entendible, consejo comprate un xsara”

“jajaja, payaso, y tu ke te lo crees. ooooo un golf, una caja cerillas, ten cuidao no se te prenda xavalote!!! yo no digo ke sea feo, a mi me gusta, a mi lo ke me parece patetico es tu forma de ablar,”

Saber estar, es como se llama.




















Estudió en Eton, sin duda.

Jhoni puede resultar un buen chaval en ocasiones a bordo de su coche, pero generalmente será por pura condescendencia. A fin de cuentas, incluso los grandes estadistas de la humanidad hacen favores al pueblo. No es difícil ver como uno de ellos te cede el paso, de la misma forma que 500 metros más adelante te va a cerrar en un alarde de destreza circulatoria urbana.

Pero volviendo al tema de los límites de velocidad, que es lo que nos ocupa, las opiniones de Yonnhi son equivalentes por antítesis a las de Don Categórico. La radicalidad de las mismas, y la forma de manifestarlas, no difieren en exceso. Y es que esta pandilla de indocumentados, sin oficio ni beneficio, muchas veces recién bajados del andamio y a la espera de la llegada del fin de semana en el que enharinar sus fosas nasales, saben de lo que hablan. Ellos controlan, y algunos lo demuestran en carreras ilegales como aquellas que hemos visto por televisión. Otros, afortunadamente para la sociedad, y por desgracia para sus allegados, lo demostraron días atrás contra un muro, contra un árbol, contra un guardarraíl… y sus “coleguitas” acabarán por hacer lo propio.




















Game over

Resulta curioso que el mayor grupo de riesgo sean los conductores jóvenes con coches potentes, y que sean generalmente éstos quienes más protestan por las normas actuales. Resulta curioso, igualmente, que si tan aficionados son y tanto controlan, se sigan matando en las carreteras. En la primera parte de esta entrada, nombré a un miembro de cierto foro que, no contento con haber destrozado ya tres coches en su escasísima experiencia, era el primero en apuntarse a manifestaciones contra la DGT y sus normas. La ausencia de cerebro debe de ser la única explicación científica ante tales despropósitos. A mí, desde luego, no me cabe en la cabeza.

Lo malo es cuando hay que compartir las vías con estos energúmenos tan absolutamente flipados. Y lo que es peor, cuando hay que compartir alguna parte de sus “ideas”. Lo siento, he de poner ideas entre comillas, pues tengo serias dudas de si les surgen de un cerebro o de una patata. Cuando uno se manifiesta a favor de ciertos límites variables, cuando considera que tanto su vehículo como la carretera, como él mismo, están preparados para circular a ritmos superiores a ciertos límites bajo determinadas circunstancias, y cuando critica de forma feroz a los Categóricos “Legal” de Findesemana y López, uno se siente en ligera coincidencia con Johnny… pero es que esa coincidencia es vista como plena por ambos grupos antagónicos, y la sensación es de incomprensión, pérdida de razón e inutilidad del pensamiento. ¿Qué hacer? Se suele optar por lo más fácil, que es hacer oídos sordos a los Categóricos, quienes aunque sea por el miedo a la multa no acostumbran a liarla, y distanciarse de los Johnnys lo más lejos posible, al tiempo que se disimula con discreción el 240 del último viaje a Ginebra. Uno se lo toma con resignación, dándose cuenta de que esta gente no dejará de existir, ni por tanto de incordiar, por muchos años que pasen y muchas reformas que se hagan de las normas de circulación. Sí, ellos que tanto protestan por la falta de educación vial y que son los primeros en carecer de educación general. Esos que llaman “boxter” al Porsche Boxster. Esos que te la juegan al volante si pueden, pero que luego te piden que tengas "sensibilidad" al referirte a su gente en caso de accidente.

¿Solución? Yo desde luego no la conozco, pero sí sé que no siento pena ninguna cuando se suicidan por “accidente de tráfico”, llevándose por delante a amiguitas menores o coleguitas sin cinturón. La misma pena que respeto mostraron ellos a lo largo de su (corta) vida. Pero como esto último es políticamente incorrecto, mejor no lo pongo. O mejor lo matizo: siento pena, pero luego se me pasa.

2 comentarios:

countach dijo...

¡Grande, como siempre!

Anónimo dijo...

A todos ellos les debería caer una señora nominación a los premios Darwin, a ver si se animan a presentarse más y más a menudo...

Te sigo, Pyrus. ;-)

 
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