martes, 24 de abril de 2007

Hotel M, Oviedo - España

Hace tiempo, durante unas brevísimas vacaciones en Asturias, tuve la oportunidad de probar este hotel. Bueno, oportunidad… más bien obligación por motivos logísticos en mi apartamento ovetense, que se pueden resumir en “no hay cama”. Así, tras intentar dormir en un sofá, a los 15 minutos agarré las Páginas Amarillas y llamé al hotel, en el que me presenté al poco rato para pasar la noche y dormir, fundamentalmente dormir.

Esto puede ser algo normal, cierto. No lo es tanto cuando se hace a las 2 de la mañana y sin poder avisar a nadie más, así que tuve que dejar notas escritas indicando mi paradero.

Pues bien, allí llegué y se me dio la habitación 608, sexta planta. El hotel ocupa un edificio construido en un solar sobre el que antes se levantaba un bloque de pisos. Es un hotel muy pequeño, moderno, con una fachada “de diseño”, y un aspecto interior que pretende mezclar el Louis XV con la modernidad más absoluta. En parte, recuerda a grandes hoteles “boutique” como el Sanderson londinense o el Pershing Hall parisino, aunque es evidente que tira de materiales y acabados algo más contenidos, adaptados a los precios que cobra por habitación. Dos cosas en el hall son mejorables, así a primera vista. Una el luminoso de Sushi-Bar con los colores de la bandera italiana, que la verdad no pega ni con cola. Otro, más sutil y menos notable, son las bombillas de las lámparas de lágrimas de su hall. Parecerá una tontería, pero unas bombillas tipo Baccarat, de cristal transparente, dan una luz mucho más bonita y no rompen la armonía de la lámpara, dándole un aspecto mucho más lujoso y ostentoso que con esas bombillas de cristal traslúcido que transforman una lámpara y objeto de decoración en un mero porta-bombillas.





















Exterior del hotel, llama la atención junto a las terribles edificaciones colindantes...

La habitación es minúscula, cierto, pero muy correcta y funcional. Hay dos cosas que busco en una habitación de hotel cuando lo que necesito es pasar una noche: una buena cama y una buena ducha. El resto… es accesorio, y me gusta que pase desapercibido por su buen funcionamiento, como es el caso en el Hotel M. Con respecto a la cama, se trata de una queen-size (una matrimonial española clásica, para entendernos) con colchón de latex, de una firmeza muy correcta y con unas sábanas confortables y adecuadas. ¿Qué más se puede pedir? Evidentemente, una cama un poco más alta es preferible (tanto por facilidad para subir y bajar, como para hacerla considerando la salud de las camareras de pisos), pero en una habitación tan pequeñita ocuparía demasiado volumen. Otros equipamientos como la televisión, el DVD, el minibar, la caja fuerte… resultan imprescindibles y en su caso hicieron lo que mejor deben de hacer: funcionar y estar a mi disposición.

Hablando de la ducha, sólo puedo decir una cosa: es quizá la mejor ducha de hotel que he probado nunca (y he probado unas cuantas). De forma oval y amplia, muy amplia, para tener plena libertad de movimientos. En azulejo bonito pero con suelo de madera de teka, que ni patina, ni enfría ni calienta. La grifería excelente, que hace lo que tiene que hacer una grifería: funcionar. Un chorro de agua amplio y agradable, con una presión correcta. En definitiva, una joya en la que relajarse antes de dormir o espabilarse por la mañana, o cualquier otra cosa que se le ocurra a la pareja de turno, porque el tamaño lo permite. Quizá los productos de baño no estén a la altura… A ver, me explico, no están a la altura del equipamiento, pero sí van en concordancia por lo que pagamos por la habitación. ¿Es preferible pagar 20 euros más, que en este caso es un incremento importante, por unos jaboncitos de Bvlgari o de Chanel? Creo que no, la verdad, aunque haya gente dispuesta a pagarlos eso no debe de ser lo habitual en la clientela del hotel.















Panorámica de la suite del séptimo piso

El hotel no dispone de restaurante, aunque sí de un “sushi-bar” que supongo funciona por el día, aunque ni tuve tiempo de verlo ni tampoco me interesó por mi alergia al pescado crudo. Eso sí, los desayunos son muy correctos. Delicioso zumo de naranja, sin duda. Es el producto que más destaco. Me habría gustado más variedad en zumos, quizá una jarra de zumo de pomelo, pero tampoco lo eché en falta y me parece que al resto de clientes les sucede lo mismo. Los productos del desayuno eran buenos, y el precio cargado muy honesto. Uno sabe que paga un precio limitado y que obtiene una variedad limitada. El servicio en el desayuno fue igualmente correcto, discreto, sencillo. Quizá no habría estado de más el proponer un periódico a aquellos clientes que, como yo, bajamos solos a desayunar.

Y es que, en España, el personal de los hoteles de lujo está todavía por pulir, y les faltan esos reflejos que hacen la diferencia. Proponer un periódico en lugar de dejarlos sobre una mesa; preguntar si se ha dormido bien al verte por la mañana, antes de preguntarte si has usado el minibar, o si se ha hecho buen viaje al verte llegar, antes de pedirte el pasaporte y la tarjeta de crédito; dado que mi llegada fue un poco precipitada, y conocidas las circunstancias de mi reserva, quizá un pequeño apunte en el perfil de mi reserva hubiese servido para que el personal de mañanas se interesase por mi noche, al tiempo que me podría haber propuesto el volver esa misma noche si no se arreglaba el tema en mi piso, propiciando una venta de forma discreta y eficaz; plegar la factura y entregarla en un sobre; despedir por el nombre del cliente de forma natural, elegante y a la vez “informal” (en el sentido de naturalidad, no en plan “enga, hasta otra Andrew, a ver si nos vemos y tomamos unas cañas!”); o acompañar a los clientes a las habitaciones, porque lo de “habitación 570, quinto piso, el ascensor está allí”, tratándose de un establecimiento pequeño y supuestamente “de lujo”, como que no (aunque no es el caso en el Hotel M).





















Recepción del hotel, espectacular

El hotel dispone de un Spa urbano, situado en el sótano e incluyendo un pequeño circuito de deporte y relajación. La decoración y el ambiente conseguido es excelente, aunque el equipamiento tiene algunos fallos realmente importantes. La sauna no estaba a temperatura, y al ser eléctrica por resistencia, calienta mucho en un punto concreto en lugar de hacerlo en toda la cabina; el baño turco carecía de aromas; el jacuzzi era una “simple” bañera de hidromasaje que hay que llenar, como la que se pueda tener en casa; la “ducha de niebla” no logré hacerla funcionar, y el plato de ducha era mejor en mi habitación. No creo que merezca la pena pagar el suplemento de uso del Spa.

En definitiva, me pareció un hotel a precios honestos con servicios y equipamientos correctos, pero mucho más bonito y personal que la competencia que tienen en Oviedo. ¿Recomendaría este hotel? Sin duda alguna, sí. ¿Recomendaría el Spa? La verdad, no. ¿Recomendaría este hotel como hotel con Spa? No, pues para clientes que buscan un Spa con hotel sin importarles la situación, el Hotel M se ve superado por el Palacio de la Llorea, del que hablaré en otra entrega más adelante. Pero eso no hace peor al Hotel M, y entre alojarme en los nuevos Tryp o AC, o hacerlo en éste, la elección es clara: un hotel más pequeño, más personal, igualmente equipado y bien situado, y muchísimo más bonito.

Precios: unos 100 euros por noche entre impuestos y desayunos.

Hotel M , C/ Comandante Vallespín, 33013 Oviedo – Asturias.
http://www.mhotel.es/
tel: +34 985 27 40 60

miércoles, 18 de abril de 2007

La Experiencia Norauto

Que Dios nos coja confesados....

Hace unas semanas fuí al Norauto. Atención, esa empresa no tiene franquicias en París mismo, por lo que hay que ir a las afueras. Primera consideración: ¿a qué afueras? Como los departamentos del Norte tienen fama de conflictivos, puede imponerse el evitarlos. Pero por otra parte, hay mucho más (_*sE_´`TuN1Ng´`_Wap00o0*_) por allí... De cualquier forma, dado que yo sólo iba a por ruedas, me decidí por las afueras sureñas.

Así, hacia las 2 de la tarde, arrancaba dirección "La Ville du Bois", departamento 91, Centro Comercial Carrefour.... Vamos, una especie de Parque Principado a la francesa. Con bastante dificultad naveguil logré llegar hasta allí. El TomTom es cojonudo, pero a veces sus distancias son tipo "mujer", y no hay quien se aclare cuando te dice "a 200 metros" y ves que en realidad son escasos 50.

Pues bien, la compra de los neumáticos fue muy sencilla. "Hola, tengo tal coche que monta tales ruedas.... ¿cuáles quiero? las mejores que tenga en stock... ¿cuántas? cuatro.... vale, me llama cuando lo tenga"






















Michelin E3A Energy. ¿Por qué? Porque me las recomendó el chico de la tienda, asegurándome que eran unas ruedas excelentes y tal y tal y tal…

Efectivamente, las primeras opiniones de otros colegas conductores se resumían en: “menuda mierda”. Y es que, al parecer, esas ruedas son justo lo contrario a lo que yo quería, buscaba y había pedido. Dado que no hago muchos kilómetros, tengo un coche “deportivo” de tracción trasera sin controles, ligero, biplaza y delicadillo de conducir bajo la lluvia, lo que me interesaba eran unas ruedas de excelente agarre, independientemente de la durabilidad y precio. Y el chavalote de Norauto me puso unas que priorizan durabilidad a cualquier otra cosa. Vamos, ideal de la muerte.

Desesperado, publiqué el tema en varios foros, y obtuve mi salvación: me habían colocado unas ruedas no homologadas para mi coche. Al parecer, las ruedas que debo montar son de código de velocidad V (hasta 240km/h), y ellos me habían puesto código H (hasta 210km/h). Rápidamente llamé a la central de atención al cliente de Norauto, donde una señorita muy amable, tras haber comprobado datos y demás, se excusó al tiempo que me pedía no rodar con el coche. Normal, me habían puesto en una situación de ilegalidad. Al final, me montaban unas GoodYear F1 en las medidas requeridas, pagando yo el suplemento de precio (y muy gustosamente), aunque pretendían cobrarme el montaje que no me habían cobrado con las otras ruedas debido a una oferta puntual… Una negociación consistente en...

- “Se lo vamos a cobrar”
- “¡NO!”
- “Pues nada, no se lo cobramos...”

...sirvió para aclarar conceptos, costes y demás. A los dos días ya tenía mis nuevas ruedas instaladas, y ahí siguen, esperando a que las desgaste.




















Pinta tremenda que tienen estas ruedas, oiga...

Al final la factura fue elevada, pero la contrarresté con unos cheques-regalo que tenía desde Navidad. Por cierto, Norauto me prometió como compensación un cheque de 15 euros a gastar en sus tiendas… que sigo en espera de recibir. Mejor, porque sinceramente no pienso volver. El trato fue excelente, y del precio no me puedo quejar. Pero claro, de nada me sirve tener un médico extremadamente amable, servicial, simpático, etc… que al final no sabe ni poner una tirita.

Sobre las ruedas en sí, la verdad es que casi no he rodado desde que las tengo, y el viaje que tenía planeado para estrenarla (unos 3.000km) al final lo haré en avión por falta de tiempo. Pero vamos, sea efecto placebo o no, yo las noto mejores. Me siento más seguro con ellas que con las "Federal" que tenía el coche montadas cuando lo compré.

Norauto, una experiencia más, perfecta para no repetir.

martes, 17 de abril de 2007

Restaurante La Pétaudière, París - Montmartre

"¡Comer en París es carísimo!" ¿Quién no ha escuchado eso mil veces? Y la verdad es que sí, comer en París puede ser muy caro… salvo que alguien te dé una o dos pistas, consejos y direcciones.

La Place du Tertre es uno de los sitios más conocidos de París. Llamada “plaza de los pintores”, está situada arriba de la colina de Montmartre, junto a la basílica del Sacré Coeur. Pretender comer allí, entre tanto barullo y ante tanta oferta terracil puede ser bonito, pero también un poco pesadilla. Demasiado turista suelto, demasiado grupo siguiendo paraguas, demasiado caricaturista… Si continuamos un poco por la rue Norvins, en ese plan desesperado del que huye hambriento y desencantado del bullicio, damos con este pequeño restaurante llamado La Pétaudière.















Place du Tertre, sin gente! En verano por ahí uno no cabe.

Ocupa un viejo edificio minúsculo en chaflán, con un micro-bar en la planta baja acompañado de un piano, y dos pisos llenos de esas mesas minúsculas típicamente parisinas, en las que no resulta fácil comer sin chocar con la mesa de al lado o la de detrás. La cocina es muy sencilla: carnes, sopas, pizzas, ensaladas básicas y postres normales. Vale, ¿y? A fin de cuentas vamos a comer en un sitio con ambientillo, de forma agradable y relativamente rápida, y sobre todo pagando “poco”. El servicio es también muy amateur, pero ¿qué más da? Lo interesante aquí es comer en compañía, en un buen ambiente, con la música del piano de fondo, conversar con los de la mesa de al lado, reírse con el camarero, y pasar un buen rato.

















Se come, se bebe y se simpatiza. La propia pared lo dice todo.

Y lo mejor viene a la hora de pagar: un menú de plato y postre o entrante y plato por 10 euros es, a día de hoy, algo casi impensable en París, y mucho menos en un sitio tan típico como es la colina de Montmartre. Y a la carta no sale mucho más caro, ojo. Sí, el vino de la casa es un tintorro simpático perfectamente bautizable o mejor bebible a temperatura fresca; las patatas fritas son congeladas… como lo son en la inmensa mayoría de los restaurantes parisinos, desde el McDonald’s al servicio de habitaciones del Hotel Ritz; las pizzas no son nada del otro mundo, nada extraordinario, etc etc… Pues vaya un problema, tampoco hay que ser tan tiquismiquis.

En definitiva, un sitio antítesis del pijerío de la brasserie de luxe del distrito financiero, pero que es perfectamente válido como opción baratilla de un mediodía turístico.

Atención: el menú de mediodía se sirve muy temprano, como en todo París, así que olvídense de ir a comer a las 2 y media. Y sí, conviene llamar antes para reservar, aunque dos o tres personas no encontrarán problema para entrar y encontrar mesa.

La Pétaudière. 7, rue Norvins, Paris XVIII.
Teléfono : +33 (0)1 42 54 03 49

lunes, 16 de abril de 2007

Zafio

Recuerdo mi clase de Octavo de EGB, lo que sería Segundo de la ESO para los hijos de la Logse. Éramos un grupo de unos 40 chavales normales, estudiando asignaturas normales en un colegio normal. No se trataba del colegio de un barrio, ni tampoco del colegio privado a los que iban los más adinerados. No llevábamos uniforme, pero tampoco había enormes diferencias entre nosotros. Lo cierto es que no sé si las había… pero no nos importaban. Nuestras preocupaciones sociales no pasaban más allá de si tal se había liado con cual, de si habría partido en el patio, de si habría pelea a la salida, o de si era el cumpleaños de uno y esa tarde habría reparto de caramelos en clase. Ciertamente éramos un aula sencilla para los profesores, imagino.

Al no estar en barrio conflictivo, no teníamos más que tres o cuatro pequeños delincuentes en todo el colegio. Al no ser un colegio privado carísimo, no estábamos contaminados del cotilleo, la envidia y la ostentación del preadolescente de madre teñida y todo-terreno, con su pelo largo, sus aires arrogantes, su look de “cantante de Parchís”. Y ellas… ellas eran exactamente como nosotros. O al menos así las veía yo. Nada tenían que ver con las pijitas que me encontré más tarde haciendo el BUP.

Pero como en todo, había quienes destacaban. Algunos lo hacían por encima. Pedro era el más alto, María y Paula las más estudiosas, Beatriz tenía las tetas más grandes, pero Eva era la más mayor, la que salía con chicos del Instituto. David no era más que un cachondo, Arcadio era el “rural”, y Miguel jugaba bien al fútbol. El resto… pasábamos desapercibidos.

En el mercado actual del automóvil las cosas no son muy diferentes. Pedro sería un Range-Rover, y Arcadio una Berlingo. Uno es alto y da clase y distinción, porque lo cierto es que Pedro tenía estilo, y además era listo. El otro es el coche utilitario del currante, que además de simple y duro, es capaz de hacer todo. Más que una Berlingo, quizá fuese una C15 de Telefónica, si es que queda alguna. El resto teníamos cada uno nuestras características, como las tienen todos los coches del mercado, pero no es plan de ponerse a analizar a cada uno y buscarle su representante de cuatro ruedas, más que nada porque hace años de aquello y no me acuerdo de mucho más que lo expuesto.

¿Y Miguel? ¿Qué nos aportó Miguel? Jugaba relativamente bien al fútbol. Y digo relativamente porque no acabó jugando en el equipo local, ni mucho menos en las pruebas para el Real Madrid. Vamos, que no se dedicó a ello, creo. Era guapete y tal, pero tampoco el rey entre las niñas. No ligaba mucho más que el resto. Sacaba malas notas, muy malas, casi no sabía leer, y cuando salía a la pizarra sencillamente no tenía ni idea de nada. Ni idea de ninguna asignatura. Tampoco vestía especialmente bien, y tengo la impresión de que su pelo algo largo no iba siempre muy limpio (normal, cuando juegas al fútbol con jerseys anudados a modo de pelota). Cuando ganábamos algún partido de los de 8ºA contra 8ºB, él corría gritando “ganeeemos, ganeeemos”. Ganemos. Supongo que desconocía los tiempos verbales y esas cosas. Era, en una palabra, zafio. Llegó a nuestras vidas, y desapareció cuando cada uno tiró por su lado. Nunca más supe de él.

Miguel era un Hyundai Coupé de segunda generación. De hecho, me lo imagino con ese coche. Y me explicaré. Hablamos de un coche que, en términos de diseño, en calidades y en cualidades, nunca ha aportado nada a la historia del automovilismo. Tampoco es un deportivo, ni tiene unas prestaciones fulgurantes, ni ofrece mucha capacidad para su tamaño, ni da nada diferenciador, y ni siquiera es barato. No tiene más que vulgaridad, zafiedad. Es un producto de usar y tirar, que nunca ocupará un lugar en los libros de la historia del automóvil, tal y como hacen ahora coches populares como los Alfa Romeo Giulia, o los Seat Bocanegra, los Mehari, los Audi TT, o los MX5.
















Da incluso miedo de eso...

Una carrocería relativamente bonita. Mejor dicho, resultona. Unas cualidades supuestamente “molonas” a un precio que quiere ser asequible. Llega al mercado del automóvil, da la nota y, afortunadamente, pasa al olvido. Y parece que ya está pasando al olvido, para bien de todos. ¿Quién compra esos coches? ¿Dónde y cómo terminan? He intentado hablar con propietarios… pero casi todos se ofenden con mis opiniones, tomando partido por una máquina como si fuese un ser vivo. Nada más lejos de la realidad… no quisiera que se entendiesen mis palabras sobre Miguel como una descripción del propietario del coche. ¿Qué lleva a alguien a comprarse ese coche? Cualquier compacto ofrece lo mismo, de forma más útil para el conductor medio. Estoy intentando pensar como alguien que se compra un Astra GTC, por ejemplo, pero o no lo consigo, o no soy lo suficientemente listo como para llegar a una conclusión. ¿Placer de conducción? ¡Mentira! Ese coche no da más placer de conducción que un Focus. ¿Look deportivo? Iba a escribir una respuesta, pero sólo me salen carcajadas. ¿Qué inquietudes puede tener alguien que se compra ese coche? Me refiero a qué busca, qué pretende encontrar, qué imagen pretende dar, qué rol quiere jugar, etc… ¿Qué inquietudes tenía Miguel el de mi clase?

















3.700 euros que piden por esto... como para pedir más!

De cualquier forma, sé que en esta vida ha de haber de todo. De todo para que todo el mundo pueda compararse y situarse, como hacemos todos los animales. Así, habrá quien se considere Hyundai Coupé y sea feliz, por cualesquiera sean los motivos que encuentre. Yo lo seguiré viendo como una zafiedad sobre cuatro ruedas. No es que me sienta mejor por no estar en esa zafiedad, pero bueno… un poquito sí. Aunque lo mejor viene cuando algunos propietarios "se defienden" poniendo por delante el precio que han pagado por el coche, o echando en cara el que el coche de su "agresor" sea de segunda mano. Presumir de haber gastado X dinero en eso es triste. Peor es cuando encima se presume de haberse gastado 3X en "prepararlo". Pues nada, a seguir yendo los fines de semana de paseo a la Gran Superficie y a ver cámaras de fotos y teléfonos al MediaMarkt.

domingo, 15 de abril de 2007

Arc Hotel sur Mer, Arcachon

El verano pasado, de la que viajaba hacia España, decidí quedarme una noche en ese pueblecito tan agradable que es Arcachon, cerca de Burdeos. Aunque gran parte de su atractivo ha quedado prohibido (ostras y mariscos de la bahía de Arcachon) debido a su toxicidad, lo cierto es que el pueblo sigue siendo precioso, tranquilo, agradable, y cuenta con la maravilla que es la Duna de Pyla justo al lado.

De cara a alojarse, hay mucha gente que alquila casas, otros van de camping (excelentes, todo sea dicho, a pie de la duna), pero puestos a ir de hotel mi recomendación es el Arc Hotel sur Mer
(web: http://www.arc-hotel-sur-mer.com/)
















Aparcado frente a la puerta, los dueños tienen uno igual.

De tamaño pequeño, es un establecimiento familiar muy bien equipado. Quizá se note un poco viejo, sobre todo en decoración y algunas calidades, pero sirve perfectamente. Las habitaciones ideales son sin duda las que tienen vistas al mar. El amanecer desde sus terrazas es una maravilla, como lo es la puesta del sol, que veremos en todo su esplendor debido a la orientación del edificio.
















Vista desde una de sus habitaciones, por la mañana.

El parking, cerrado por las noches, ofrece plena seguridad, y su situación algo apartada del centro (5 minutos andando hasta el Casino) le da tranquilidad al hotel. La piscina, abierta durante el verano, es un atractivo más, aunque yo no la usé. En el hall hay una especie de salón, con su piano y sus butacas, ideal para esperar al compañero de viaje que siempre se retrasa antes de ir a cenar…
















Saloncito decadente.

Los desayunos, 14 euros por persona, son bastante completos, incluyendo café o chocolate, zumo, ensalada de frutas, yogur, fiambres, croissants y panes con mantequilla y mermelada. Se sirven sea al borde de la piscina, o en los comedores interiores, pequeños y coquetos, aunque también se pueden pedir en la habitación.

Cabe destacar una sauna, un hammann y un jacuzzi, reservables cada uno para uso personal por 12 euros (45 minutos), perfectamente instalados. Debido a una cena que me sentó terriblemente mal, reservé el jacuzzi para relajarme por la mañana, antes de emprender viaje hacia Biarritz. Maravilla absoluta, un jacuzzi octogonal totalmente disponible para mí solo, por lo que se puede disfrutar como se ha de hacer en estas instalaciones: en pelota!

En definitiva, un pequeño 4 estrellas algo anticuado, pero con clase y a precio excelente, con un servicio agradable y discreto, como suele ser en estos hoteles familiares.

Y ya que vamos a Arcachon, dos recomendaciones: la primera está fuera de lugar, pues ya han prohibido la comercialización, y se trata de las ostras. Sí, serán todo lo ricas que quieran, pero son excesivamente tóxicas. Lo siento por los pescadores y cultivadores de la zona, pero… a evitar totalmente; la segunda es evidentemente una visita a la duna más grande de Europa: la duna de Pyla. 500 metros de ancho, 2,7 kilómetros de longitud, 60 millones de metros cúbicos de arena, y una altitud que varía entre los 100 y los 117 metros, algo impresionante si tenemos en cuenta que se levanta realmente sobre el nivel del mar. Atravesarla es como hacer el desierto, y los tramos descendentes hacia la playa son brutales, como lo es bajarla a saltos o haciendo “sand-board”. Hay actividades de parapente disponibles, y la vista desde arriba, dominando toda la bahía de Arcachon es alucinante. Una puesta de sol desde allí es inolvidable.
















Vista aera de la Duna de Pyla.















Subiendo por ahí, uno no sabe si es Laurence de Arabia, Moisés, o Carlos Sainz con el coche averiado.


Y todo esto a muy poca distancia de la frontera con España. Eso sí, ojito por la “autopista” que sube desde Irún, que de autopista no tiene nada, está limitada a 110, y plagada de radares dispuestos a cobrarse las multas al instante.

Precios: entre 130 y 230 euros, muy variables según las temporadas.

Arc Hotel sur Mer, 89 Boulevard De La Plage, Arcachon 33120, France.

sábado, 14 de abril de 2007

Steak Diana

Vamos a preparar hoy una especialidad típica de aquellos restaurantes que sirven “en gueridón”, que significa servir algo que se cocina y emplata delante del cliente. La verdad es que el resultado es espectacular, tanto por sabor como por todo lo que rodea al gueridón, el fuego del flambeado, el calor, etc… Esta especialidad se enseña en muchas escuelas de hostelería, y se trata de algo cocinado por el camarero, y no por el cocinero, aunque sea aquel el encargado de la “mise en place” de cada ingrediente. Los gueridones tradicionales, al ser de cobre y grandes, sobe una mesa con ruedas, llaman mucho la atención al resto de comensales, por lo que de pedir algo así, en el caso de que algún restaurante lo siga haciendo, es importante no tener vergüenza o miedo al público. De cualquier forma, esto lo prepararemos en casa, en la cocina, tranquilamente.




















Ojo al chinorri, cómo flambea sin problemas con la corbata.

Decir que hay por Internet muchísimas recetas del Steak Diana, que varían en el momento del flambeado, tipo de carne, tiempos de cocción, etc… Creo haber puesto la más ortodoxa, aunque siempre puede servir de base para recetas más sencillas, de cara a hacer una carne con salsa.

Ingredientes para dos personas:

- Cuatro filetes (dos por barba) de solomillo de ternera, cortados finos, aunque no extremadamente finos. Si son pequeños o hacemos plato único, quizá tres filetes por persona.

- Champiñones en láminas para la salsa. Una cantidad que estimemos “suficiente”, que será seguramente poca. Quizá con un cuenco lleno haya más que de sobra, pues la estrella del plato es el filete, no el champiñón.

- Una cebolla mediana, picada fina.

- Ajo picado, un diente es suficiente.

- Cognac, Brandy. Aquí siempre hay el debate del maldito “brandy para cocinar”. Yo recomiendo sin embargo usar el mejor que tengamos. Cuanto mejores sean los ingredientes, mejor saldrá el plato, es así de simple. Tampoco digo de echarle un Samalens o un Hennessy XO, ojo, pero sí algo “bueno”. A fin de cuentas, estamos cocinando algo extraordinario. ¿Qué menos que usar productos a la altura?

- Salsa Perrin’s o Worcestershire.

- Una taza de jugo de carne, que podremos preparar en casa utilizando Bovril, por ejemplo, licuándolo de forma bastante concentrada.

- Nata líquida, de preferencia relativamente densa. Por desgracia, en España la “nata para cocinar” que se suele vender es bastante líquida. Buscad una entre 30 y 45% de materia grasa.

- Mostaza, a ser posible sin granos. Una buena mostaza de Dijon será ideal.

- Mantequilla.

- Sal y pimienta.

- Un mechero o pequeño soplete de cocina para flambear.

- Un plato llano a nuestra disposición, sobre el que reservar los filetes.


Atención: es importante asegurarse de tener absolutamente todos los ingredientes preparados antes de ponerse a cocinar, así como de preparar a los comensales, pues este plato se cocina en un momento, y ha de comerse relativamente rápido. De esta manera, lo primero a hacer será picar la cebolla en daditos y los champiñones en láminas, y ponerlos a nuestro alcance en pequeños recipientes. Que no os preocupe manchar utensilios. Si antes de empezar a cocinar fregamos todo aquello que ya no necesitemos, habremos avanzado bastante trabajo.

El primer paso consiste en untar los filetes en mostaza, sal y pimienta. Lógicamente empezamos por el salpimentado, siempre discreto para que la carne sepa a carne y no a especias, y untamos bien con la mostaza, sin contemplaciones. Al mismo tiempo, ponemos a calentar una sartén con una nuez de mantequilla. Cuando ésta esté ya caliente y empiece a tostarse, aunque antes de que se queme, ponemos los filetes al fuego y los “sellamos”, que significa hacerlos mucho por fuera pero nada por dentro. Un vuelta y vuelta rápido sobre una sartén muy caliente servirá.

Con los filetes ya sellándose por la segunda cara, añadimos una copita discreta de cognac, y le prendemos fuego con el soplete. Atención a la llamarada, que puede ser bastante alta. El proceso de flambeado dura muy poco, así que en cuanto la llama se extinga (de ahí la necesidad de usar relativamente poco cognac, pues si no estaría ardiendo un buen rato), sacaremos los filetes y los dejaremos uno sobe el otro en un plato, para que guarden calor.













Hennessy y Solomillo, mmmm....

En esa misma sartén, sin limpiar nada, añadimos más mantequilla y echaremos la cebolla picada fina, el ajo y los champiñones. Si hay que añadir más mantequilla, se añade. Es importante que no nos quede la sartén seca. Bajaremos el fuego ligeramente para que no se nos queme, añadiremos la salsa Worcestershire o Perrin’s y el jugo de carne, y cuando ya se vaya haciendo, añadiremos la nata líquida. Un ratito cociendo, y volveremos a meter en la sartén los filetes, subiendo el fuego hasta reducir la salsa a la densidad deseada. Hay quien gusta de salsas muy líquidas, otros prefieren más concentradas… No conviene añadir sal a la salsa, pues ya lleva bastante en el jugo de carne.

El plato estará listo para servir y comer en cuanto la salsa esté a nuestro gusto. Serviremos en plato llano dos filetes por persona. La forma de servir… ya depende del gusto de cada uno, y de su imaginación. Lógicamente, merece la pena esmerarse y servirlo de una forma bonita sobre una vajilla bonita.

Lo acompañaremos con un buen tinto reserva, según nuestras preferencias. Yo recomiendo un vino que no tenga muchos taninos, como puede ser un buen rioja o un Borgoña, para evitar que el vino le robe protagonismo al plato, y de cara a buscar un vino que no nos deje la boca seca, sino que más bien la “lave”.

¿Dificultad? Si lo hacen alumnos de hostelería sin experiencia previa, y les sale más o menos bien, quiere decir que lo podremos hacer en casa con bastantes posibilidades de éxito. Eso sí, atención a la llamarada del flambeado, si no queremos acabar la cena antes de tiempo.


jueves, 12 de abril de 2007

Air Nostrum

¿Quién no ha escuchado nunca a gente despotricando contra el transporte aéreo? Incluso muchos especifican, y hablan del transporte aéreo “actual”. Supongo que han viajado mucho en avión en tiempos pasados, o que ahora hacen los viajes de forma diferente (una forma que explicaré más adelante).

Retrasos y pérdidas de equipajes. Esos vienen a ser los motivos de protesta fundamentales. Yo tengo otros, por supuesto. De hecho, en todo el tiempo que llevo viajando en avión, nunca me han perdido el equipaje y tan sólo he sufrido un ligero retraso cuando, tras aterrizar en Madrid, no podíamos bajar del avión dado que faltaba la escalerilla.





















La pesadilla del transporte aéreo: la facturación.

Cierto, viajo relativamente poco. Y digo relativamente porque, si bien está claro que hay gente que vuela 5 veces por semana a destinos lejanos, la inmensa mayoría de la gente toma, si acaso, un par de aviones al año. Aún hay muchas personas que nunca han montado en avión, pero que bien absorben todas esas protestas. ¿Lo mío será suerte? Nunca he coincidido con una huelga de pilotos, ni con una de controladores. Pero si yo he tenido buena suerte en ese sentido, aún volando prácticamente cada tres meses o menos, también podríamos decir que la señora de la maleta enorme en los pasillos de Barajas ha tenido mucha mala suerte, yendo a coincidir precisamente su viaje con la maldita huelga.

Ayer Carlos Herrera dedicó una parte de su programa a hablar sobe problemas con el tráfico aéreo, al que calificó sin ningún miramiento como “desastroso”. Se ve que por ahí hay gente que se cree capacitada para criticar algo cuyo control desconocen. Yo, que también desconozco cómo se organizan esas cosas, me limito a cerrar mi boca. Digo yo que si fuese desastroso habría cientos de accidentes y ya estaría prohibido.

Como digo, llevo viajando en avión desde pequeño, y desde hace unos 7 años de forma mucho más habitual. En 2006 hice tres vuelos París-Asturias (uno con escala en Barcelona), otro París-Pisa, y otro París-Barcelona. En un par de semanas volveré a viajar a Asturias. Cierto, es “poco”. ¿Seguro? Podemos entonces sumar los viajes de mi familia a Méjico, si de millas aéreas se trata. Problemas: CERO.

Otra gente, como Carlos Herrera decía ayer, sufren retrasos, anulaciones, pérdidas de equipaje… algunos en compañías de renombre, y otros en las famosas low-cost, entre cuyas características figura la imposibilidad de reclamar cualquier cosa, dado que “a fin de cuentas, has pagado muy poco”.

Yo sólo vuelo con Air Nostrum, y si no es posible, me busco un vuelo de otra compañía regional, o de gran compañía nacional, como Air France. No pago mucho más (dependiendo de cuándo reserve), pero generalmente los horarios me vienen mejor, y el servicio me compensa, aunque sólo sea por tener un asiento asignado, que en el caso de Air Nostrum siempre ha sido, y espero siga siendo, el 1A. En esta compañía valenciana me dan de comer un menú que, generalmente, no es malo (teniendo en cuenta que hablamos de un avión). Dado que no estoy en absoluto lo que se dice “gordo”, entro en los asientos perfectamente. Al ir en primera fila, nunca me ponen a nadie al lado (no hablamos de unos vuelos que vaya precisamente completos). Mi equipaje siempre llega conmigo, los horarios se cumplen de forma bastante precisa, las azafatas son guapas y educadas, tengo prensa (se agradece leer en papel la prensa regional cuando regresas a casa después de varios meses, te hace sentirte ya “allí”), el embarque y el desembarque se hacen de forma ordenada, y bueno… el avión es monísimo, tan pequeñajo él. Que me dejen en tierra por cierre, falta de aviones u otras causas que tanto hemos visto con las low-cost es altamente improbable. Y yo, como cualquier otro, lo último que quiero es quedarme en tierra.
















Hombre, no es que te pongan la alfombra roja, pero se va bien.


Una vez volé con Easy-Jet. Embarque en una fría terminal del aeropuerto de Charles de Gaulle, en la que cualquier cosa de comer cuesta casi tanto como mi billete. No hay asiento numerado, por lo que te sientas donde más o menos puedas. En un avión que generalmente sería de filas de 3 y 2, se habían puesto filas de 3 y 3. Azafatas mal vestidas e incluso bordes, desembarque de aquella manera… Y luego me entero de que, como no tienen no sé qué convenio, no puedes reclamar un equipaje perdido pues no tienen medios para localizarlo (vamos, puedes reclamar, pero que sirva de algo ya es otra cosa). Y luego la gente… señores, qué gente! “Todo el mundo tiene derecho a viajar” te dicen. ¿Cómo que “derecho a viajar”? Tendrás el derecho a viajar si te lo puedes permitir y lo pagas, que para algo hablamos de transporte privado. Pero claro, bajo esa frase se escuda cada tipo que da cuanto menos miedo, si no asco. Como borregos entrando al avión, nula educación tanto dentro como fuera, gritos, voces… Impresentable. Normal que la gente proteste, si encima se producen retrasos y demás. Sumémosle los aeropuertos, generalmente lejanos, y los inverosímiles horarios. Eso sí que es desastroso, como bien dijo Carlos Herrera.

Y sin embargo, mi experiencia no puede ser más positiva, siempre viajando en otras compañías de tipo “high-cost”, o quizá debería llamarlas “normal-cost”. Al fin y al cabo, pagar 300 euros por volar (señores, volar) de París a Asturias, reduciendo el tiempo de viaje con respecto al coche en aproximadamente 10 horas (que se dice pronto), no lo veo descabellado.

Y por eso quiero, desde aquí y aún sabiendo que a poca gente llegará, romper una lanza a favor de esa compañía que, hasta la fecha, no me ha dado más que satisfacciones. Bueno, quizá sea algo exagerado… dejémoslo en “me ha llevado perfectamente, sin complicaciones, y cumpliendo con lo que yo he pagado”. Recordad: si algún día tenéis que hacer un vuelo, y entre las opciones figura Air Nostrum o cualquier compañía de las llamadas “business regional”, no lo dudéis. Si no estáis gordos (los asientos son pequeños, lo reconozco), y los horarios convienen, puede que sea la mejor opción.

Yo lo tengo clarísimo.

miércoles, 11 de abril de 2007

El maletero

Suena el despertador del móvil. Más o menos uno atisba a darse cuenta de que es hora de levantarse. De hecho, vuelve a sonar, pero en mi cabeza mi cerebro me torea de buena manera, haciéndome creer que todo sigue siendo ese sueño del que no me acordaré durante el resto del día. Tercera vez que suena, efectivamente llegaré tarde si sigo así.

Ducha, afeitado, desayuno, obligaciones familiares propias de cada individuo, y de camino al garaje. Ahí la primera decisión del día: cuatro plazas o biplaza. Se impone el biplaza por convicción personal. Solo, sin más compañía que un ordenador portátil, un abrigo y un paraguas, me dirijo a la oficina. Independientemente de lo que haya hecho durante el día, salgo de trabajar a una hora indeterminada, e inicio el trayecto de vuelta. Y así durante toda la semana.

¿Soy una persona única? En absoluto. Un día de esos que no tenía que trabajar, decidí apostarme al borde de una carretera y contar coches. Continué la experiencia observando coches y ocupantes en una concurrida calle de mi ciudad. Los resultados, aunque muy poco científicos, fueron cuanto menos clarificadores: todo el mundo va solo. Si eso, van dos… o como mucho va uno de los progenitores (sean A o B) con los correspondientes infantes, que muchas veces se reducen a… uno.

Los fines de semana los centros comerciales se llenan de gente normal con sus coches normales, que van a hacer compras normales, a pasear, al cine a ver una película normal, a comer o a cenar a la franquicia asquerosa de turno con locales decorados con cartón-piedra… Algunos abandonan la gran ciudad y se van a los pueblos, a la casa de veraneo, a la Sierra, a la masía, a la Campagne Française, al interior de la Toscana, a pasear por Windsor o Canterbury, o a ver al abuelo que vive en el chalet de la urbanización con los tíos… Otros pocos realmente hacen actividades que requieren espacio, para lo que disponen de remolques, coches grandes, bacas, etc… Y otros sencillamente se mueven en transporte público para ir a tal o cual sitio de la ciudad, o van andando o en bici.

No entro a valorar los trayectos vacacionales, pues a fin de cuentas suponen un porcentaje bajísimo del tiempo (que no kilometraje) de utilización de un vehículo.

¿Y bien? Cuando hablas con conocidos, o lees a la gente discutir sobre coches en Internet, las opiniones sobre tales o cuales autos suelen dirigirse a algo que parece ser fundamental. No se trata de la potencia, o del chasis, o de la cantidad absurda de air-bags que incorpora, o de si el mantenimiento es caro o no… No, la gente se fija en el maletero. El maletero, señores… Es que el Z4 tiene poco maletero… es que el Alfa 147 tiene un maletero demasiado pequeño… es que el Volvo C30 casi no tiene maletero… es que con la tercera fila de asientos el maletero se te queda en nada… es que pese a ser tan grande tampoco tiene tanto maletero…














Ahí cabe mi apartamento, casi.

Pero vamos a ver, ¿qué demonios lleva la gente en el maletero? Si la inmensa mayoría de los conductores van solos entre semana. Cuando compras una nevera, en el supuesto caso de que comprases una nevera cada quince días, la propia tienda te la lleva. Con las camas pasa lo mismo. Con las teles inmensas, igual. Con todo. Y todavía no conozco a nadie que, teniendo un compacto de gasoil, se compre un par de somieres al mes, la verdad. Mis maleteros alojan de manera permanente lo siguiente: una toalla, el gato y la llave de las ruedas, el juego de lámparas, los triángulos y un paraguas. Tuve un coche clásico en el que además llevaba una lata de aceite, una botella de agua (vacía), y un bidón con gasolina. Fue una pena que nunca hubiese necesitado nada de aquello, pues el coche no funcionó en la vida. En el biplaza llevo además el manual del coche, que no cabe en la guantera. ¿Y ellos? ¿Llevan un muerto? ¿Llevan cajas, yunques, sillas, barriles o radiadores? “El coche es muy chulo, pero es que casi no tiene maletero”. Y eso los más optimistas… otros directamente te dicen que “no tiene maletero”. “Es que con la capota quitada el maletero se queda en nada”.

Qué tristeza tener que condicionar la compra de un coche por una capacidad de maletero que, en el 95% de las veces que se usa el coche, va desocupado. Pero qué tristeza aún más grande oír esas cosas de chavales solteros. “Es que me voy de fin de semana…” Seamos realistas: usted no se va de fin de semana; a juzgar por lo que pretende llevarse, se va usted a una expedición a Ulan-Bator. “Es que mi novia…” Volvemos a lo de antes. ¿Qué novia? Lo digo porque yo he llevado en mi biplaza el equipaje de fin de semana de una universitaria, junto con el mío. Sí, apretadísimo en los 150 litros de maletero, pero dentro. Usted no tiene una novia, tiene una sección de El Corte Inglés. “Es que si me voy de fin de semana…” ¿Cuántas veces se ha ido de fin de semana? Quienes acostumbran a hacerlo, saben lo que conviene llevar y lo que no. “Es que por si acaso…” Caray, ¡es que es que es que! Pero qué tristeza, qué agobio, qué suicidio verse condicionado de tal manera por suposiciones. “Es que no me caben las maletas” Pues cómprese una bolsa de viaje, que a fin de cuentas se acaba de gastar usted 20.000 euros en un coche. Ad infinitum.

Cuidado: esta es mi opinión personal, y como cada uno tiene la suya y cada uno hace con su dinero lo que le da la gana, lo mejor es responder “sí, es pequeño…”, bajar la cabeza y nada más. En el fondo sabes que esos reproches a tu capacidad de carga surgen de ese poquito de envidia que generan los sueños que no se cumplen. Sigan comprándose coches compactos con maletero grande siendo solteros. Sigan comprándose monovolúmenes compactos en cuanto se acerca el primer retoño. Yo seguiré mirándoles desde mi asiento, a pocos centímetros del suelo y con un maletero pequeñito, cuando vayan solos camino de la oficina, como cada mañana, con 4 hermosas plazas y un glorioso maletero sencillamente vacíos. Quizá sea una forma más de sentirse libre.

martes, 10 de abril de 2007

Hotel Oud Huis de Peellaert, Brujas – Bélgica

Quiero hablaros de un pequeño hotel que descubrí este verano durante una escapada a Bélgica y el Norte de Francia. Se trata del hotel con, probablemente, el nombre más difícil del mundo. Tan difícil era que incluso las recepcionistas tenían que decirlo varias veces para identificarse por teléfono.

Su Web… no doy con ella, pero una búsqueda en Google llevará a muchas páginas en las que verlo y reservarlo, aunque siempre recomiendo llamar al hotel personalmente y comprobar tarifas propias.


















El hotel es pequeño, 50 habitaciones nada más, y muy bien situado dentro del casco histórico de Brujas, en una pequeña calle adoquinada cercana a las principales atracciones. Las habitaciones ejecutivas, el tipo de habitación que yo había reservado este verano, no son nada del otro mundo en temas de decoración, pero su equipamiento funciona. Me recordaron a las clásicas Ejecutivas de Holiday Inn, que no destacan en nada pero que pasan desapercibidas por la ausencia de problemas. Una cama amplia y confortable, un espacio donde sentarse, un cuarto de baño amplio con ducha separada, un aire acondicionado funcional, y un Minibar increíblemente barato (2 euros por un refresco, por ejemplo). Ciertamente Brujas tiene mucho que ver como para quedarse en una habitación de hotel extasiado por su minimalismo y blanquitud, cosas que no se encuentran en este hotel.


















Si bien no tiene restaurante, sí dispone de un bar estupendo en el que tomar algo tranquilamente, y una gran sala de desayunos muy luminosa. Desayunos que son más que correctos para el precio pagado, con un buffet suficientemente amplio y un servicio de nuevo discreto y eficaz. Los productos servidos son de buena calidad.


















Uno de los mayores secretos del hotel es sin duda el Hammam y la Sauna. Situados en las viejas bodegas del edificio, perfectamente renovadas y equipadas, se acompañan de un pequeño gimnasio. La iluminación es excelente, la sauna aún mejor, el hammam es perfecto, y dispone también de una ducha de chorro potente para “intercambiar calores”, todo en un ambiente muy relajante. Realmente es todo lo que necesitas, sin pijadas superfluas de jacuzzi comunitario, masaje craneal y demás sacacuartos.


















En el caso de ir en coche, conviene reservar el parking con antelación, dado que es muy pequeño. De cualquier forma, hay un parking público subterráneo muy amplio a pocos metros del hotel.

Como consejo importante: reservad habitaciones hacia la parte trasera del hotel, o hacia el patio. Lo cierto es que del otro lado de la calle hay un hostal-bar de mochileros que, si bien a mí no me pasó, puede resultar ruidoso. Así mismo, intentad que la habitación esté dentro del edificio principal, ya que las otras tengo entendidas que son algo más pequeñas.

En definitiva, un sitio al que ir a pasar una o dos noches, a utilizar como base para visitar Brujas, y en el que tomarse una sauna bien por la tarde o bien por la mañana antes de emprender viaje. Evidentemente hay hoteles más bonitos, más románticos, mejor situados, más pequeños, más atractivos... Sí, y también o más caros o con menos disponibilidad. Dejo el Oud Huis de Peellaert como una alternativa segura.

Precios: sobre los 150 euros por noche.

Oud Huis de Peellaert, Hoogstraat 20, Brujas 8000, Bélgica

Avisador acústico del cinturón

Angel's Driver: un aparato que sirve para avisarte supuestamente de radares y puntos negros.

Chispis control: un alcoholímetro amateur que te indica si puedes conducir o no. Sí, se llama así.

Avisador acústico del cinturón: para que te acuerdes de ponértelo.

Limitador de velocidad con avisador: sirve para cuando vas más rápido de lo debido, avisarte con un pitido.

En Regreso al Futuro, posiblemente una de las mejores películas de la historia, Marty le pregunta a Dock, sorprendido de que éste le pida a él y a Jennifer de ir al futuro:















¿Qué pasa en el futuro, Dock, nos volvemos gilipollas o algo así?


Definitivamente nos hemos vuelto gilipollas.

"No podemos conducir por ti". Eso dice la Dirección General de Tráfico en sus anuncios. Creo que es el mejor eslogan que jamás tuvieron, aunque a veces haya que añadir un "afortunadamente" al final. No pueden conducir por nosotros, pero el mercado muestra que hay muchos que necesitan de todos esos aparatitos. Curiosamente suelen ser los mismos que intentan convencerte de lo malas que son nuestras carreteras, de los puntos negros, del afán recaudatorio de los radares. Va a ser que Marty tenía razón.

El avisador del cinturón se anuncia en la radio, por parte de la DGT, como un accesorio que te salva la vida. El cinturón SI te salva la vida.... un avisador evidentemente no. ¿Quién necesita de un aparato así? Quien no entiende o asume el motivo del uso del cinturón, quien lo ve como una molestia, y quien, cual perro de Pavlov, asociará el ruido del avisador a cinturón no puesto. Cinturón puesto equivale a fin de ruido, y a conducir más tranquilo. ¿La seguridad? Ah, pero... ¿sirve para algo de eso el cinturón? Y luego la mayoría de las víctimas de accidentes no lo llevaban puesto. Hace tiempo vi un video de Fernando Alonso subiéndose a un coche y criticando a los periodistas por preguntarle por su novi.a en vez de por sus entrenos, argumentando que se había estado jugando la vida durante 4 horas y que lo lógico sería preguntarle por ello. Ese video fue utilizado como argumento para decir que Fernando es antipático y tal... Nadie, repito NADIE, quiso comentar o sencillamente vio que Fernando se ponía el cinturón de seguridad antes incluso de cerrar la puerta. Tenemos un Campeón del Mundo de F1... perdón, un Bi-Campeón del Mundo, y no somos capaces de usarlo como ejemplo para seguridad vial.

Los avisadores de puntos negros, curvas peligrosas y demás son aparatos que me fascinan. ¿La gente mira por el parabrisas cuando conduce? Lo digo porque por lo general las carreteras se ven, se intuyen, e incluso se adivinan. Y si no se ven, basta con ir más concentrado y, generalmente, más despacio. ¿Necesitamos que nos digan que la curva que se nos acerca, señalizada como peligrosa y que vemos perfectamente más pronunciada de lo normal, es peligrosa? También avisan de radares: "atención, zona de radar móvil". Entiendo pues que, quienes usan estos aparatos, circulan habitualmente a ritmos a los que salta el radar. Estupendo, o sea que además de requerir de algo que les diga si la curva es peligrosa o no, o si ese cruce es punto negro o no (se ve que si no lo es, el cruce deja de tener peligro), además de eso... van follaos. Así nos va.

¿Y el Chispis Control? Señores, que es un aparato llamado "Chispis Control"... ¿Quién necesita saber si da una tasa multable de alcohol? EL QUE BEBE. A ver, si no bebes cuando vas a conducir, no te preocupas de esas cosas... Pero no, reconocemos que la gente bebe. La gente bebe y necesita de esos aparatos para que no les multen... no por seguridad ni chorradas de esas, sino para evitar la multa. Recuerdo hace tiempo, la clásica cena familiar, y yo teniendo que conducir. Pues nada, se prueba un poco el vino por obligaciones profesionales y morales, y se bebe agua el resto de la cena. Ante la pregunta de por qué no bebo y mi respuesta de "porque tengo que conducir", la reacción es: tranquilo, que con una copa de vino no te multan.

Siempre es así. No corras que multan, no bebas que multan, ponte el cinturón que te multan, no hables por el móvil que multan... Luego no les digas que las multas te traen sin cuidado, claro, porque entonces te llaman pijo, sobrado, rico, "faltosu", fantasma, etc... Cuando es la pura verdad. Pocas cosas me inquietan menos que un control de alcoholemia. Es más, tengo ganas de que me hagan uno. Pocas cosas me importan menos que una multa por no llevar el cinturón. De hecho, creo que nada me importa menos que eso. ¿Por qué será? Porque ni bebo ni me dejo el cinturón sin poner. Eso sí, luego de cara a la masa circulante española, si haces eso es que eres un "flanders", en referencia al personaje moralista de los Simpson, o incluso un hipócrita! Sí, sí, me han llamado hipócrita por decir que cumplo a rajatabla ciertas normas. No se dan cuenta de que no las cumplo por evitar la multa, o porque lo contrario esté prohibido, sea pecado o motivo de lapidación... ¿Nadie cumple ciertas normas por convicción personal?

Imaginemos la experiencia de circulación en el coche modelo del cliente de estos productos. Nos encontramos pues en un compacto-berlina de gasoil... por ejemplo, un Megane Classic. El asiento bien arriba, cerca del volante, y bien blandito, con tapicería de tela normal de serie. Cadena Dial en la radio. Alfombrillas de goma, más fáciles de limpiar. Cenicero de tipo on/off: o rebosando, o virgen. Iniciamos la marcha cual taxista. Llueve, luego ponemos las luces de posición. De repente, un coro de voces nos habla:

Navegador TomTom: en la rotonda, siga recto, segunda salida.
Avisador: tin, tin, tin, tin...
Limitador: pi, pi, pi, pi...
Chispis: su tasa de alcoholemia es de 0,3, puede seguir conduciendo aunque le huela el aliento a vinazo.
Angel's Driver: atención, punto negro, zona peligrosa.
Mari Carmen: Jose, mira a ver si me llevas a Makrolux que hay rebajas en lámparas para el baño. Ah, el niño suspendió Lengua
Niño: Es k m tiene mania pk io studio xo m suspnde _se_pRofE_m@L0o0o0_
Radio: goooooool del Eibar.
Pensamiento: vaya imbécil el Vickerman, presumiendo de descapotable... no tiene maletero, sólo dos plazas, seguro que gasta un huevo... menudo imbécil. Convéncete, es un imbécil...
Motor: glo glo glo glo glo brrrrmmmmmmmmmmgl glo glo glo

Creo que me daría mal.

Bienvenidos

Bienvenidos a mi Blog.

Finalmente me he decidido a crear un espacio en el que reunir y publicar opiniones, que generalmente tratarán sobre coches, seguridad vial, hoteles, viajes, artículos de lujo, y cualquier otra cosa que se me vaya ocurriendo.

Espero que la lectura os resulte amena... y espero vuestros comentarios.

Un saludo,
Andrew Vickerman
 
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