martes, 24 de junio de 2008

Logan II

"La gente compra el Logan porque les parece el producto adecuado a sus necesidades, tanto físicas como económicas, incluyendo en estas últimas unas valoraciones del dinero algo particulares, sin olvidar el motivo pasional de estrenar un coche".

Esa frase la escribí en respuesta a la pregunta de por qué se compran los Dacia Logan, planteada en un famoso foro automovilístico. Creo que resume bastante bien y de forma correcta y respetuosa los motivos que pueden llevar a alguien a comprar un Logan, pero lo cierto es que suena a definición científica o social, de esas que te dejan exactamente igual que como estabas al principio.

Las necesidades físicas quedan descritas directamente en la publicidad del Logan: “hace lo mismo que los demás coches, pero por sólo siete mil y pico euros”. El tema es que esa frase, en un examen tipo test, acepta tanto la respuesta de Verdadero como la de Falso.

















Y es que el coche hace lo que los demás, en tanto en cuanto te lleva de un sitio a otro con la libertad y movilidad que da el transporte privado. Lo que sucede es que no hace las cosas como los demás, y he ahí el punto diferenciador. Terminaba la primera parte de la entrada sobre el Dacia Logan, con una duda planeando sobre mi cabeza: ¿realmente necesitamos más de lo que nos da Logan? Como con cualquier producto, cuando la función está cumplida, todo lo demás podría ser prescindible. Es muy loable que alguien prescinda de todas esas otras cosas para, así, poder permitirse otras que considera más importantes. De hecho, es incluso estúpido no seguir ese comportamiento. Sin embargo, se suele dar entre los defensores y compradores de Logan un componente de crítica feroz ante cualquier otro producto, así como una justificación constante de su compra.

Yo no soy quién para negar las razones personales de cada uno en sus adquisiciones, pero de la misma forma que ellos hacen esas consideraciones, espero que me permitan no comulgar con ellas. Esas manidas excusas de “yo no compro por aparentar”, de llamar pijo a quien ha decidido gastar más dinero en otro producto, de creer que cualquier otro producto se compra por “ser más”… lo siento, pero nunca podré aceptarlas. Evidentemente hay gente que compra lo que no puede pagar. De la misma forma que hay gente que puede pagar lo que compra... y aún así ha de aguantar las consideraciones morales y pseudo-económicas del vecino que, como siempre, asegura haber hecho la mejor adquisición. Pero son consideraciones que están fuera de lugar, y que, además, se desmontan rápidamente desde el momento en el que se desmonta la supuesta economía del Logan. Y sí, este párrafo es además aplicable a cualquier cosa que se pueda comprar, desde un tarro de mermelada a una camisa, pasando por la grifería de los cuartos de baño o algo tan común como un teléfono móvil.
















Pero antes de pasar a comentar el ahorro mágico que parece suponer comprar un Logan, déjenme responder aquí a alguien que aseguró que su Logan era un señor coche.

Evidentemente, es un error pensar así. Un coche que hace su función es un coche, punto. Si no la hace, no es un coche, sino un desastre. Los coches han de servir para lo que se diseñan. Lograr ese objetivo no ha de ser tomado como un triunfo, o una excepción merecedora de halagos y piropos. Porque digo yo que cuando haces algo, lo haces para hacerlo bien....

Que para ellos sea magnífico, pues tanto mejor. Sucede que yo tengo un televisor Philips realmente bonito, plano, de 23 pulgadas. Un buen televisor de una mejor estética, porque en temas de características técnicas imagino que será como cualquier otro del mismo rango. De ahí a decir que es un señor televisor, dista lo que hay entre mi aparato y una Bang-and-Olufsen de 853 pulgadas con passepartout aerodinámico, sonido maxi-surround y mando por telekinesia. ¿Qué hay cosas peores? Pues claro, pero…















Y sin embargo, que exista el Chateau Petrvs o los Muton Rothschild de a cinco mil euros la botella en tienda, no hace que el Vega Sicilia Tinto Valbuena sea precisamente malo. Y todos coincidiremos en que un Enate Carbenet-Suavignon de poco más de 30 euros la botella tampoco es malo, así como en que un Condestable o demás vinillos de 2 euros son, una vez que se conocen el resto, infumables.

Con los coches pasa algo similar. Un Petrvs sería un Supercar como un Enzo; los buenos deportivos y descapotables más populares, tipo 911, Boxster, Elise, Z4, etc... podrían ser ese Vega Sicilia, sea un Único o sea un Valbuena; mi MX5 pasaría por un Pesquera o ese Enate, o qué coño, un Viña Esmeralda de Torres, que es una delicia al alcance de cualquiera (sea para diario en caso de disponer de posibles, o sea para una fiesta ocasional); el Logan es un Don Simón. Y un Don Simón no es un señor vino, aunque los pueda haber peores (Tata Índico, como ejemplo automovilístico, o muchas chatarras rodantes de decimocuarta mano).

Así que lo siento, no es un señor coche. Y es que tampoco es eso lo que pretendían sus creadores, ni mucho menos quienes se decidieron a comercializarlo en nuestro país, en nuestro mercado. Porque nuestro mercado tiene un nivel de exigencia que sitúa lo bueno a una altura que Logan no alcanza en el cómo lo hace, aunque sí lo logre en el qué hace.
















Es cuestión de cada uno el valorar si le gusta el cómo lo hace de las opciones asequibles (más caras) de la oferta automovilística. Habrá quien no lo haga y se decidirá por un Logan, y a mí me parecerá perfecto. Pero que no venga luego a decir nada, con esa manía tan hispánica de justificar cada gasto ante cualquier crítica que pueda surgir.

Volviendo al tema de la supuesta economía o ahorro loganiano, y así cerrando este artículo, decir que alguien en unas condiciones normales se compra un Logan por ahorrar, es (y permítanme recurrir a esta analogía tan vulgar pero tan cierta) como decir que folla por la virginidad. Partamos de la base de que un coche normal nunca es una inversión, sino un gasto. Y que es un producto que, en cuanto se matricula y sale del concesionario, viene a perder aproximadamente un 20 por ciento de su valor, a lo que hay que sumar una devaluación constante hasta un mínimo irrisorio, generalmente superado por los gastos que generaría la venta.

Siempre habrá quien diga que no piensa vender el coche en muchísimos años. Enhorabuena, si además vive en un entorno rural y lo que está haciendo es sustituir un viejo Alfasud por el Logan, habrá encontrado la compra perfecta. O quizá no.












¡Ya va siendo hora de cambiarlo, abuelo!

Pongamos algunos ejemplos de otros productos, y pensemos en una economía doméstica justa, en la que se ingresa lo que se gasta (que no al revés, observen el matiz), salvo en los meses en los que los gastos son superiores. Bien. Si los recursos son escasos, lo que habrá que hacer es maximizarlos, gastándolos de la forma más eficiente posible. Si la leche Carrefour me sienta igual que la Pascual, ahorraré 30 céntimos por litro comprándola. Si los pantalones de GAP en rebajas me duran lo mismo que los Diesel o los Armani Jeans, y no son feos ni pasados de moda, tendré que conformarme con ellos y ahorrar ahí, y seguiré yendo a la moda. O si eso tampoco puedo, compraré los más baratos y, si voy a la moda, será de casualidad.

Lo que no puede ser es ir tan justo tan justo, y pretender estrenar coche. El coche nuevo es un lujo, no un artículo de primera necesidad, porque es de las pocas cosas que nada más haber sido comprado, su precio baja un 20%, como he dicho. Si en vez de 10.000 euros y un coche nuevo me gasto 5.000 y me llevo uno usado, he ahorrado un buen pico. Pensando en la gente que cambia de coche cada cierto tiempo (no cada ciertas décadas), y que además justifica su compra por su escasa capacidad económica o de ahorro, ¿qué hacen comprándose un coche nuevo?

La compra de un coche nuevo es un acto totalmente pasional, pues existe un amplísimo mercado de segunda mano lleno de coches que no pierden mucho valor y que funcionan perfectamente, siendo generalmente mejores productos que los Logan. Parece que Mr. Ahorro Sensato de Compramaestra se nos vuelve un poco hipócrita cuando mira hacia el lado de los coches nuevos, en vez del lado de los usados. ¿No quedamos en que queríamos ahorrar dinero?















La cuenta es sencilla: un Logan vale unos 9.000 euros, y con cinco años igual logramos venderlo por 4.000 euros. Habremos ido perdiendo mil euros anuales, sin contar con el coste de oportunidad de dicha cantidad, es decir, lo que podría haber generado en inversiones seguras. No olvidemos que estamos hablando de una economía en la que mil euros supone una cantidad muy importante (tanto como para mirar coches baratos del mercado). Si hubiésemos comprado un Megane Classic, por no salirnos de la marca, con unos 10 años, habríamos gastado unos 4.000 euros, que supondrían un ahorro de 5.000 euros con respecto al Logan, sin contar con los costes de la más que probable financiación de la compra del coche nuevo. Vendido a los cinco años, todo lo que nos dieran sería pura ganancia con respecto a la compra del Logan. Vendidos ambos a los 10 años, seguiría habiendo una diferencia considerable, más si hemos aprovechado la diferencia inicial de compra para generar intereses.

Pero claro, no se quiere renunciar al hecho de estrenar coche nuevo. Eso, le pese a quien le pese, no es economía ni es ahorro. Y lo mismo sucedería de irnos a por coches más modernos de la misma gama. Creo que un Logan es una magnífica compra a largo plazo, y más cuando se compra usado y uno se ahorra esa devaluación inicial. Es cuestión de cada economía el mirar si el thrill de estrenar coche compensa el gasto extra.

Quienes compran barato para poder invertir en otras cosas, puede que estén cometiendo el mismo error, aunque en su caso se entiende que sí están en condiciones de pagar ese suplemento por estreno de coche.

Y digo esto porque, a día de hoy, el mercado de usados tiene coches lo suficientemente baratos como para que el ahorro sea importante, lo suficientemente modernos como para que no sean unas cascarrias insufribles, y lo suficientemente sencillos mecánicamente para que sean reparados en cualquier lado.















Que no son así todos…

Volviendo al ejemplo de los vinos, en este sentido vemos que no es válido, en tanto en cuanto no existe el vino de segunda boca… aunque lo cierto es que hay bebidas más baratas que hidratan igualmente, siendo una muy conocida… llamada agua.

A mí no me la dan con queso, aunque sea queso rumano. Y como no vivo en los Cárpatos y me gusta tanto conducir como velar por mis intereses económicos, como darme caprichos, prefiero otras cosas. Allá cada cual con sus gastos y sus dineros, de cualquier forma.

Dacia Logan. Todas estas consideraciones son pura y llanamente personales. Queda claro que ese producto no se adapta a mis necesidades. Como ha de quedar claro que no niego el derecho a disfrutar de un coche nuevo a nadie, y que hablo de ahorro en términos económicos, ya que a veces el ahorro en preocupaciones y tiempo que supone un coche nuevo (a veces), puede llegar a compensar el gasto extra que supone su compra.

viernes, 13 de junio de 2008

Fuera de lugar

Me he apuntado nuevamente a la piscina. Meses de (casi) nula actividad física o deportiva se terminan notando, no ya en el aspecto físico (que sí), sino sobre todo en el estado de forma tan patético en el que termina cayendo uno. Vale, no es tan, tan patético, hay gente mucho peor. Y en absoluto se puede decir que yo esté gordo, pero sí un poco “fondón”. Y claro, eso es muy peligroso, que uno ya tiene una edad en la que las barriguillas llegan para no marcharse nunca…

Nadar es seguramente el único deporte in-door que me gusta. El gimnasio me aburre demasiado como para querer volver, el futbito y demás sencillamente no me gustan, el squash siempre me ha dado miedo (por el peligro de recibir un pelotazo o, peor aún, un raquetazo)… ¿Hay alguno más? Debería de probar eso que llaman spinning, y que consiste en dejarse los hígados sobre una bicicleta estática mientras el monitor se desgañita para dejarse oír por encima de música techno. Habrá que probarlo, lo dicho, pero mejor más adelante, cuando esté un poco más en forma.



Mi sistema piscinero es sencillo: calentamiento a base de cuatro o seis largos, para luego machacar músculo a base de hacer largos sólo con las piernas, o sólo con los brazos, todo sin usar ningún tipo de flotador (que bastante tengo con el que se aprecia por encima de mi traje de baño). La piscina a la que voy ahora no tiene jardín, en plan solarium, como sí tenía la anterior. A cambio, tengo jacuzzi, sauna y baño turco. Se agradece terminar la sesión con una buena batida en el jacuzzi, que se ve está pensado para megagordos, para auténticos cachalotes capaces de quedar inmóviles entre las burbujas, porque yo floto de un lado a otro de tal manera que necesito agarrarme a lo que sea. Espero no agarrarme ningún día al cuerpo lozano de la jubilada de turno.

En esta piscina uno no se siente fuera de lugar. De hecho, no sé si existen piscinas cubiertas en las que alguien pueda sentirse fuera de lugar. La gente va a nadar a su ritmo (generalmente lento), y lo que menos abunda es la belleza corporal Danone de los parroquianos. Magnífico para ir y conseguir alcanzar un cierto grado de forma física. Además, da igual que se vaya con el Meyba, el Turbo, o las bermudas surferas. Bueno, probablemente en este caso, si el look californiano se acompaña de barriga abundante, espalda peluda y alopecia craneal, la cosa resulte un poco ridícula. Pero dudo que alguien lo comente. Estamos todos más o menos igual (de mal) como para cotillear sobre el resto. Les ahorraré detalles de los vestuarios masculinos, por motivos estéticos (además, debería de incluirme en ello, pues como ya escribí, la tengo pequeña –o eso creo – ).



Aquí iba la foto de un bañador Turbo de esos, convenientemente censurada por el servidor...

Fuera de lugar sería ir vestido de lagarterana, o con mobiliario de oficina al hombro, pero no se da el caso. Donde sí se da el caso, y a ver si empiezo ya con el tema del artículo, es en el entorno en el que paso buena parte del día en estos momentos. Yo, que me creía amante de los coches y de la buena conducción, siento cómo me quedo desplazado en cualquier conversación sobre el tema. Siento cómo todo el mundo parece ser un gran piloto y conducir excelsas máquinas, mientras yo me limito a ir de un lado a otro con un pequeño biplaza poco potente. Impresionante paradoja, en la que ñordos utiliarios se convierten en ejemplos, por encima de un roadster biplaza “de libro”.

Estoy rodeado de maravillas de la automoción que ofrecen las mejores sensaciones de la conducción más pura. Y lo peor, encima la mayoría son más potentes que mi coche. Máquinas deportivas a gasoil como SEAT León, VW Golf o Ford Focus, junto con auténticas balas casi de competición como Renault Clio 1.5 Dci, o Citroën Saxo, o Hyundai (o Hiunday, me niego a aprenderme semejante marca, y mucho más a buscar la escritura correcta) i30. Todos, absolutamente todos, montan ruedas más grandes que las mías. Y claro, entre lo del pito (y no me refiero al claxon), lo de los motores y lo de las ruedas, uno acaba sintiéndose inferior.



Pues sí, soy inferior, al menos cuando voy sentado en mi coche, pues voy bastante más abajo que ellos. Qué se le va a hacer. Y seguramente esos conductores tengan la poca cabeza como para circular mucho más rápido que yo… Y lo conseguirán, pues a fin de cuentas el SEAT León del que hablo tiene sus 140cv o así, que son “más” que los que yo tengo. Da igual que mi coche pese un tercio menos, yo ya estoy convencido de que anda menos. Andará mejor, sin duda, pero menos. Y eso frustra.

El caso es que ayer tuve que llamar a un amigo a la desesperada. No aguantaba más el stress de haber visto cómo presentaba un empleado su nuevo coche: León Cupra, blanco. Cuprarrrr, como digo yo que se leerá, a la vista de todas las R que hay desperdigadas por el coche. Señores, qué agobio! Doscientos cuarenta caballos que da el aparato en cuestión, a las ruedas delanteras, por supuesto. “Hombre, lo mismo que un S2000, pues ya debe de andar”, sucedió que yo dije de forma muy poco acertada. “Te aseguro que con un S2000 a éste no le sigues”, respondió el dueño del otro León. Estos domadores se ve que son la hostia. Y yo, que ya iba arrastrando complejos, me callé como un perro y llamé desesperado a mi amigo. Lástima que éste sea un ROBOC, y claro, poco pudo decirme.



Lo que realmente asusta es sentirse como un auténtico inútil, como un ignorante de todo aquello que es lo que más te gusta del mundo, en unas conversaciones que te son ajenas pues nada de lo que digas será tomado en consideración. Da igual que hayas conducido un Honda NSX, por ejemplo, o que te hayas subido en los mejores coches del mundo, que lleves toda la vida apreciando los coches. Nada de eso importa, pues a fin de cuentas no tienes “uno de esos”, no serás capaz nunca de apreciar lo que dan (afortunadamente, pienso).

Antes de irme pude preguntarle por las ruedas que llevaba. “De 18”. Sí, de 18 pulgadas. Creo que es lo único que saben decir sobre unas ruedas. Y yo con 14 pulgadas… voy mal, muy mal. Si es que hasta el Clio ese de mierda (sí, de mierda, como –casi- todos los Clios) tiene más rueda que mi coche… Sniff, será que soy pobre.



Definitivamente soy pobre. El propietario de ese León Cuprarrr es una bellísima persona. De verdad, tiene muy buen trato, es agradable, no es en absoluto presumido sino que destila modestia en lo que dice… es todo lo contrario a lo que se podría esperar. Bien, es albañil. A sus veintipocos años ya está casado y tiene un hijo. Trabaja de albañil durante el día, y por la noche o los fines de semana da extras de camarero en banquetes y eventos. Calculo que saque sus 2.000 euros netos al mes, que sumado a lo que pueda ganar su mujer, entiendo les ha dado para comprar el Cuprarrrr. Me alegro muchísimo por él. Yo sería la persona más feliz del mundo si tuviese esas aspiraciones y las viese cumplidas. Qué gozada.

Pero sigo sin explicarme por qué a mí no me ha dado para más que un MX5. Seamos realistas, si tengo el MX5 es porque creí sensato no querer llegar al Boxster. Y si tuviese un Boxster, sería por no llegar al 911. Y de tener un 911, sería por no poder llegar al 911 Turbo y al Ferrari (a la vez). Y si tuviese esos dos, sería por no poder llegar a esos dos más los dos supercars de turno. Y si…. Ad infinitum.



De cualquier forma, eso son consideraciones personales que, pasado el mal rato, dejan de tener importancia. Como debería dejar de tener importancia la exclusión en temas de coches que se siente en este entorno. De hecho, va a dejar de tener importancia tras el siguiente párrafo. Allá voy.

Todas esas putas mierdas con ruedas no producen más que asco absoluto en todos los sentidos. No se trata de envidia, sino de verdadero asco por la máquina, como se tiene asco por los excrementos humanos ajenos en cualquier sitio, o las vomitonas. Nunca existirá ningún compacto cutre-guay de esos que pueda proporcionar las sensaciones de un descapotable biplaza, nunca. Y como son esas sensaciones las que todo el mundo reconoce como las más placenteras de la conducción “normal”, siempre estarán a la altura de los faldones del tunero de turno en la escala mundial del placer automovilístico. Da igual que puedan transportar gente y bultos, da igual que puedan hacer eso a ritmos de vértigo. Nada de eso importa. Sólo queda, pues, conseguir como sean los 156.000 euros que cuestan un Porsche 911 Turbo y unas orejeras… o renunciar a casi cualquier tipo de relación social automovilística en España. Como lo primero es harto complicado, y lo segundo también cuando realmente te gustan los coches, creo que voy a optar por guardar respetuoso silencio y dejar de compararme. Pero es que es tan difícil…



Nota: ahora entiendo cuando en una revista compararon un SEAT Ibiza TDI y un Porsche 911 Carrera. Si es que es normal.

lunes, 9 de junio de 2008

Logan

¿Han jugado alguna vez al Solitario Spider del Windows? Si no lo han hecho aún, por favor, no lo hagan. Llevo aproximadamente una hora esperando que se me dé una mano de cartas decente con la que poder terminar el juego, pero es imposible. A veces aparecen a la primera, y si ello sucede antes de ir a hacer lo que sea, uno sale con una confianza mayúscula, a la vista de la habilidad demostrada para crear escaleras del mismo palo con el menor número de movimientos posibles. La realidad es bien distinta: no salen buenas cartas aunque sea sin quererlas. El vicio se acumula, y uno termina solicitando nuevas manos con sólo ver las cartas iniciales. Una y otra vez, veinte partidas solicitadas, ninguna terminada… se pasa el tiempo y, oh sorpresa, ya es incluso demasiado tarde. El horror.















La locura

A veces sucede que el demasiado tarde es una ventaja. Sí, sonará algo contradictorio, pero a ciertos sitios conviene llegar tarde y así pasar el menor tiempo posible. Hay quien lo hace en las bodas, o en los funerales (que viene a ser más o menos lo mismo para esta gente, sólo que en categoría individual y con otra ropa por parte de los allegados). A mí me gusta hacerlo a las comidas, pero no por pasar el menor tiempo posible, sino por alargarlas lo que sea y así, al volver a la oficina, ver que ya queda menos tiempo para marchar a casa. Iluso de mí… que sigo creyendo que me voy porque lo dice un reloj…

A lo que iba, un sitio excelente para llegar tarde es un concesionario Renault. Y no lo diré por el Clio Sport, magnífico coche para quien lo quiera, o por el resto de la gama. No podría, pues los veo como unos vehículos excelentes (mejor dicho, buenos), en una gama variada, con una calidad contrastada, etc., etc.… O sea, un asco.















Ganas locas de conducir.

Pues no, nada que lleve Renault en el capó es más terrible que los coches que venden al lado: Dacia. Sería feliz si aquí se vendiese la versión Dacia del mítico R-12, porque hablaríamos de un coche neoclásico, duro, extremo, amplio, simpático… una basura inmunda, cierto, pero ideal para gente sin complejo ninguno y que da malos tratos a sus coches. Violencia de parque móvil, que se llama. Pero no, aquí venden un vehículo llamado Logan, en diferentes versiones, catalogado como coche barato, low-cost, económico, y demás milongas de marketing que se le quieran aplicar.

Analizaré primero el coche, para luego pasar al concepto, si me lo permiten.

Pues bien, Logan (porque el catálogo lo llama “Logan”, y no “el Logan”) supone una especie de viaje en dos sentidos: hacia el Este, más allá de Varsovia, Ljubljana y Budapest, y hacia atrás en el tiempo. Es un vehículo absolutamente COMECON, y eso, quieran que no, me emociona.
















Estéticamente estamos ante una aberración, se mire por donde se mire. Imagino que hacerlo más bonito costará más dinero. Por fuera y por dentro, claro. El viaje en el tiempo se acentúa al abrir las puertas y ver el espesor de éstas, el tapizado interior, los plásticos, los mandos… Uno cree estar de nuevo frente a un Clio II 1.9d, pero eso es bueno. Muy bueno, de hecho, pues el Clio II de primera serie ha demostrado ser un vehículo asqueroso, sí, pero duro, resistente, inmortal y por el que no se siente ninguna pena ante las diversas manchas que puedan caer en su tapicería.

Llama la atención lo elevada de la posición de conducción. El acceso es, pues, muy sencillo y cómodo. Las personas mayores apreciarán esto, sin duda alguna, como también apreciarán el tamaño de los botones (tres botones) de la consola central: dos elevalunas y “warning”. Ciertamente son enormes, muy visibles, muy accesibles, imposible de ser confundidos. La ruralidad del conjunto es patente en todos los detalles. Echo de menos que las puertas no dejen chapa a la vista, algo siempre de agradecer cuando buscamos lo más básico. La visibilidad es buena en todos los sentidos, por desgracia. Y digo esto porque, cuando uno ve, uno es visto también… Entiendo que el propietario de Logan carece de complejos sociales, y eso le honra (espero que me permita no compartir una parte de su postura).














Detrás la amplitud es palpable. Evidentemente no hablamos de un Mercedes Clase E, coche con el que algún iluminado quiso comparar a Logan en términos de amplitud trasera. Ante tal estupidez, prefiero hablar exclusivamente del vehículo rumano. Como digo, es amplio y capaz, con un asiento muy elevado y buen espacio para las piernas. No hablamos del asiento más cómodo del mundo, en el sentido en el que los de un Porsche 911 resultan menos confortables, por ejemplo, pero se puede ir en él. El maletero, mi amado maletero, es descomunal. Es una pena que nazcamos con piernas y cabeza, porque ahí detrás caben perfectamente seis o siete troncos adultos. No quiero ni imaginar la cantidad de legumbres y hortalizas que se pueden transportar. O sacos de sustrato, que es una carga muy agradecida también.















Comprendan que no pudiese ver nada más del coche en cuestión. Ante tal cantidad de horror, uno se bloquea y sólo piensa en salir cuanto antes, agarrar el coche que le haya traído hasta ahí, y conducir lo más lejos posible de aquello. Eso sí, antes de salir… catálogo. Glorioso catálogo, por cierto. Resulta muy curioso que cuando uno se interesa por un BMW, por ejemplo, la documentación se permita el lujo de tutearte, de tratarte con cercanía, confianza, amistad… con colegueo. Y digo que resulta curioso porque estás a punto de dejarte una fortuna en un coche. El catálogo del Logan (perdón, de Logan) trata de usted a sus lectores. Bueno, no siempre lo hace, pero al menos lo intenta. Leerlo te llena de optimismo, te hace ver la vida de otra forma y, sin duda alguna, apreciar muchísimo más lo que uno tiene.

Dentro de Logan todo está concebido para que sus viajes largos y cortos sean lo más placenteros posibles. La posición de conducción se puede regular con sus mandos fácilmente accesibles.

Grande.

Motores con buenas prestaciones, y una estabilidad ejemplar: Logan ofrece tranquilidad.

¡Magnífico!

Logan se ofrece en varios niveles de equipamiento. La unidad que yo vi (porque entiendan que no haya querido probarla, ya tuve un Clio II, no me hace falta más), creo que era el acabado Laureate. Si bien no me explico cómo puede existir una versión supuestamente lujosa de este automóvil, tampoco me explico por qué no se ven más las versiones Base, que ya no es que traiga poco equipamiento, sino que además incluye algo llamado “llanta de 15” con embellecedor medio”, y que no es ni más ni menos que un tapacubos central recién llegado desde el año 1973. Ese detalle es El Detalle, el no va más, la maravilla de las maravillas. Y puestos a tener un coche básico, se tiene básico de verdad.















Por cierto, Logan también dispone de una gama de accesorios de cara a hacerlo más útil o atractivo. “Para aportar una nota de deportividad al diseño de su Logan, elija el alerón aerodinámico. Disponible para las versiones Base y Ambiance”. ¿Es o no es maravilloso?

En definitiva, estamos ante un subproducto perfectamente válido para la movilización de países o regiones en desarrollo, y que proporciona un nivel de utilidad general bastante elevado, lo cual puede hacerle igualmente válido para zonas desarrolladas y/o con un nivel de vida más elevado. Fíjense, sin haberlo pensado antes, creo que me ha salido el argumento principal del plan de marketing de Logan. Curioso.

La siguiente conclusión es absolutamente personal, y como tal ha de ser tomada:

Logan podría parecerme la aberración absoluta dentro de lo que yo considero que ha de ser un automóvil. Y digo que podría porque, tras verlo y pensando las cosas fríamente, tras ver fotos de regiones rurales de Cracovia, Albania o Bielorrusia, uno se pregunta: ¿realmente necesitamos más de lo que nos da Logan? Yo personalmente sí, claro que sí, pero porque me da la gana, no porque realmente lo necesite. Es un sentimiento bipolar: por un lado es asco absoluto hacia el coche en sí, pero por otro es admiración por hacerme ver la falta de argumentos con la que puede dejar Logan a toda esa horda de compactos y “berlinillas” generalistas con llantas de 18 pulgadas, motores pseudos-potentes, estética “resshulona”, y precios de locura. Sinceramente, antes que comprar un… un…. Bueno, un coche de esos, me compro un Logan.

Qué va, mentira, no me compro un Logan. Lean la segunda parte del artículo…
 
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