viernes, 6 de marzo de 2009

Alfa Romeo MiTo, pequeño gran coche

Me van a permitir que la introducción surrealista o, en principio, fuera de contexto de este artículo, con objeto de hacer un giro y pasar a hablar del coche en sí, me la salte. Porque lo sucedido con Europcar hace unas semanas supera cualquier cosa que pueda inventarme ahora mismo.

Por ponerles en situación, hace tiempo planeé una escapada a Ljubljana, que además de ser una ciudad muy pequeña con un par de J en su nombre, es un sitio muy bonito y que queda realmente lejos de mi Oviedo actual. Viendo las combinaciones de transporte, me decidí por volar desde Santander a Bergamo (véase artículo sobre Ryanair, el bus con alas), conduciendo entonces desde Bergamo hasta Eslovenia con un coche de alquiler. Resumiré lo ocurrido con Europcar de forma esquemática:

Alquilo por Internet un VW Tiguan; me entero de que Europcar no permite sacar a Eslovenia al Tiguan, so pena de quedarme sin cobertura de seguro por incumplir condiciones de contrato; llamo a Europcar para confirmar, no me confirman; envío un e-mail; vuelvo a llamar, me dicen que sí; envío un fax a Bergamo para que me lo digan por escrito; envío otro e-mail; llamo a Europcar y me dicen que no; nadie responde ni a fax ni a e-mails; cambio el alquiler a un Alfa MiTo; hago todo lo posible, y lo imposible, por confirmar que el MiTo sí puede circular por Eslovenia; me lo confirman; pido que me den cualquier cosa excepto un Astra si el MiTo no estuviese disponible; llego a Bergamo y pregunto qué coche tengo: “it’s an Opel Astra, sir”; la desesperación es en mí; peleo por otro coche; me dan un Nissan Xtrail, pese a negarme a pagar suplementos; el Nissan tiene 96.000km; no lo cojo y vuelvo a pelear; salgo finalmente de allí, una hora más tarde, con un Alfa MiTo al que le quito las pegatinas de la fábrica: el coche tiene 9 kilómetros en el marcador y 6 días de edad.














Campo de batalla…

Bien, al coche. Alfa Romeo MiTo 1.6 JTDm de 120cv, de un color terriblemente homosexualín, o no. Pequeño gran coche he titulado este artículo, pero esto sólo se puede entender cuando pasemos a comentar el modo D del sistema DNA que incorpora. Antes vamos con todo lo demás.

Por fuera es atractivo, es cuco, es molón. Eso es un hecho, está claro. A la gente le llama la atención, no es un coche con paragolpes y protecciones, tiene un aspecto relativamente dinámico y, a la vez, parece un osito de peluche al que estrujar. Sé de varios a los que la mera presencia de ese coche les provoca ganas de estrujarlo… en una prensa de desguace. Pero eso no quita para que el coche resulte mono a la inmensa mayoría de la gente. Eso sí, no es tan pequeño como parece en las fotos (afortunadamente).














Perdido cerca de Ursna Sela, en un sitio llamado Hudičev, en Soteska (por lo visto).

Por dentro, seamos realistas, es un coche bien terminado, con una visibilidad relativa bastante normal, unos materiales aparentes y bien rematados, unas plazas traseras que no probé (así que no hablaré de ellas), y unos asientos delanteros que, como siempre con Alfa Romeo, resultan realmente buenos. Y es que uno se pregunta por qué Alfa lleva haciendo asientos tan buenos desde hace tantos años (hablo de los años 80, ya), y otras marcas siguen poniendo esos sillones de banquetas cortas y respaldos blandos que resultan insoportables para cualquier persona de dimensiones humanas y gusto por la conducción.














Foto de catálogo, no le hice fotos por dentro.

El maletero, mi amado maletero, resulta suficiente pero tiene un acceso incómodo, por la excesiva altura del borde de carga, y la profundidad brutal del propio hueco, que hace que dejar una maleta dentro suponga elevarla mucho, para luego dejarla caer dentro. Me he acostumbrado al maletero con fondo plano y portón hacia abajo del XC90, con lo cómodo que resulta para dejar cosas, sentarse o meterse dentro, y éste del MiTo me resultó bastante inconveniente. Pero vamos, que mi historia con los maleteros es de sobra conocida… Como curiosidad, el Volkswagen Scirocco sufre del mismo mal de “las profundidades del maletero”.

El tacto de los mandos es bueno, con la dureza y precisión justas, si bien detesté el sistema del limpia-parabrisas, cuya regulación de intensidad es por rosca en vez de por posición de la palanca. Mi coche no traía sensor de lluvia, no obstante, y si lo traía no fui capaz de activarlo. Un buen volante terminado en cuero hacían olvidar el asqueroso (o normal, debería decir) tacto de la palanca de cambios. Que no, que a mí estas cosas no me terminan de convencer. O me ponen una caja dura como la de mi Mazda, o un buen cambio automático, porque lo que es disfrutar manejando el palitroque ese como que no. No obstante, sí es cierto que a un conductor habituado a coches “normales” le puede parecer precisa y directa. Desde luego que tiene un tacto mejorado respecto a un, por ejemplo, Nissan Qashqai, por hablar de otro coche que he estado viendo últimamente.














El hombre sin cabeza… (Photoshop mediante)

La amplitud interior, delante, es considerable. Ciertamente se viaja bien en el coche, pero a esto contribuye más el tacto del propio cacharro sobre las carreteras que otra cosa. Y es que se sujeta muy bien, independientemente de la velocidad que llevemos, y con la posición D del sistema DNA la dirección se vuelve tan dura que en las rectas autopistas del norte de Italia uno casi puede ir con las manos fuera del volante.

Eso sí, estos motores de gasoleo podrían ser, si por mi fuese, eliminados del planeta. Y no porque no funcionen bien, o porque sean ruidosos (que no lo son tanto), o porque no estiren… No, el problema viene por la gestión del acelerador, con ese recorrido pesado y largo que hace que el motor se sienta pesado y torpe en arrancadas. Quienes están de conducir estos coches no lo notan, pero cuando habitualmente te subes en coches con motores hipersensibles al acelerador, de esos que acaricias el pedal y ya lo tienes a 3.000 vueltas, de esos siempre dispuestos a acelerar, de esos que se sienten ligeros… pues estas cosas aceitosas no terminan de convencer. O al menos el MiTo no lo hizo en los modos de conducción normal. He podido ir comprobando, con el tiempo, que los coches con cambio automático disimulan muy bien esta característica (o defecto, según se mire) de acelerador y motor pesado. En un coche de pretensiones dinámicas, la verdad, me resulta difícil acostumbrarme a ello.














Con el control de tracción loco tras sacarlo de veinte centímetros de nieve.

El sistema DNA del que he hablado ya dos veces es un interruptor que, en sus tres posiciones, modifica los parámetros de gestión del acelerador y de la dirección (y creo que de los controles electrónicos de tracción y demás). D corresponde a un modo dinámico, N es un punto neutro, y A supuestamente es una gestión orientada a condiciones de baja adherencia. La realidad es que entre N y A no se aprecian diferencias en conducción normal aunque, por si acaso, en cuanto aparecen montones de nieve en los bordes de la carretera y el cielo se cae sobre uno, lo pones rápidamente y te sientes más seguro. En N y A el acelerador es lento y pesado, como digo, y el coche se muestra torpe. ¿Torpe? Bueno, mejor dicho se muestra normal, utilitario, insulso. Eso sí, la dirección se vuelve blanda y eso es de agradecer en las maniobras. Desconozco si en estos dos modos el coche entrega menos potencia, pero desde luego que lo parece.














El botón mágico.

Con el modo D el coche pasa de tener 120cv a 7.800cv, aproximadamente. De hecho, a igualdad de presión sobre el acelerador, en cuanto se pasa a D el coche acelera, echándonos el cuerpo hacia atrás si no estamos prevenidos. La respuesta del gas es mucho más directa, más parecida a los aceleradores de coches de gasolina. El coche está siempre voluntarioso para acelerar, y si lo llevamos entre 2.000 vueltas y unas 3.000, lo cierto es que la reserva de potencia es espectacular. Lástima que por debajo no haya tanta respuesta, pero es que si así fuese estaría escribiendo sobre un Bentley, no sobre un coche pequeño con un motor de poca cilindrada. Y lástima que en el modo D la dirección se vuelva tan sumamente dura. Y es que la respuesta del gas es ideal y adictiva, y maniobrando por ciudad uno quisiera tener esa respuesta de motor pero sin renunciar a una dirección cómoda y blanda. Porque, como digo, en modo D el volante queda demasiado rígido, forzadamente rígido me atrevería a decir. Sí, hay tacto directo en carretera de curvas, pero puede incluso llegar a fatigar.














En la gasolinera más vieja de Italia, antes de devolverlo.

En los 1.400 kilómetros que le hice al coche, más o menos, la conclusión a la que llegué me dejó un poco mosqueado. Y es que, dejando de lado consideraciones estéticas, el único atractivo que le veo al coche es su sistema DNA.
Tendría que probar una versión de gasolina, porque desde luego que en esta versión, pese a ser como digo lo que realmente te llama del coche, no parece del todo bien resuelto. Sí, el comportamiento del coche es muy bueno, es divertido, anda bien y gasta poco, y no es un coche por el que haya que pagar mucho dinero, pero… Hombre, es diferente al Grande Punto, con el que comparte plataforma y muchas cosas, y la diferencia se nota y se siente (y se ve), pero… Sí, un Clio es mejor, tan simple como eso. Mejor porque, además, es más barato, pero no es un coche que mole como sí mola el MiTo. No es un coche guay en versiones normales. No es un coche con “alma”.

Es que le falta ese punto final, ese toque definitivo en el ajuste del coche. Es bueno, pero la posible mejora se hace tan palpable que duele, que fastidia que lo hayan hecho “mal”. Mal, o no como a mí me gustaría. No se entiende que ayer, circulando con un Tiguan TDI de 140cv (20 más que el MiTo), automático, voluminoso y pesado, el coche se sintiese muchísimo más cómodo para maniobrar en cruces y desviaciones, con una dirección suave y mucha respuesta al acelerador, y no excesivamente más torpe en una conducción normal.

Por otra parte, también pude comprobar que, sin faros de Xenon, el coche no alumbra absolutamente nada. Tampoco es que frene de manera gloriosa, o como me gustaría esperar en un coche moderno y de talante supuestamente deportivo. Eso sí, como digo a alta velocidad se tiene sobre la carretera más que bien. El Pasante de Mestre, que es una autopista recién inaugurada entre Venecia y Padua, y que recuerdo elevada sobre pilares en su práctica totalidad, lo convertí en mi circuito de velocidad aprovechando la idiosincrasia italiana. Pocas veces circulé por debajo de 180 kilómetros por hora, y las sensaciones se correspondían con algo más grande que un MiTo. Básicamente por la dureza de la dirección, imagino, que me hacía partícipe de cada giro que abordaba.













Mini Clubman, el furgoneto.

En definitiva, se trata de un coche atractivo, con el componente pijo del Mini pero con más gusto a Italia que una pizza Margherita y una birra Peroni. El problema está en que, aunque la pizza y la birra son ricas y a veces apetecen, hay comidas mejores y, fundamentalmente, cervezas mucho mejores. Eso sí, son más caras, como más caro es el Mini Clubman, que es el que realmente me gusta. Que no tiene DNA, vale, pero me gusta más. Que es más caro ya lo sé, ya lo he dicho. Es mejor (o al menos para mí).

Alfa Romeo Mito 1.6 JTDm 120cv. Realmente va muy bien y anda como un cañón. Lástima que yo prefiera otra cosa. Y no es caro, creo que por 18.000 euros o así se compra.

miércoles, 4 de marzo de 2009

El imbécil

¿Nunca han pensado que hay gente que, además de vivir en la más absoluta vulgaridad, presume de ello con ese orgullo que no es más que un menosprecio supremo hacia cualquier cosa elevada?

Hace tiempo hablaba de El Perfecto, un personaje realmente odioso pero que, dentro de lo insoportable que puede resultar, no deja de ser una persona con cierta capacidad e inteligencia, con cierta educación y, básicamente, una conversación que puede resultar amena si no se entra en ciertos temas con los que El Perfecto es intransigente. El imbécil está a otro nivel, muy por debajo.














Esto no tiene nada que ver, pero esta foto me gusta cómo me salió. Es en Tetuán, Marruecos.

El imbécil, que no merece ni la mayúscula, es un tipo simple. Pero simple en el peor sentido de la palabra, aquel que no sólo implica vulgaridad y nulo interés por salir de ella, pues todo lo que la gente con clase entiende que es por encima, él lo ve como una estupidez, sino ese menosprecio por lo que se sale de su norma. El imbécil no va a rebatirte nunca nada con argumentos válidos, principalmente por ser incapaz de siquiera imaginar que hay cosas más allá de su mundo. Y en su mundo, todo aquello que ustedes mis lectores, y yo, vivimos y hacemos no tiene lugar. Su mundo es vulgar.

El imbécil responde “tu madre, por si acaso” ante cualquier palabra extranjera, y se ríe por ello. Y no habla idiomas, claro. Bueno, igual él dice que sí, y se atreverá a decir “con un nivel medio”. ¿Medio? Sí, mediocre. A un imbécil nunca se le ha de insinuar que uno habla mejor tal o cual lengua, pues lo tomará a fanfarronada, intentará reírse del “contrario”, y pondrá como ejemplo supuestas situaciones que pongan de manifiesto la tristeza de la vida del otro (tristeza para él, se entiende), aunque no tengan nada que ver con lo discutido.














Pelirrojo: Hey girls, do you know how to get to Sörgheinltrg square?

Rubia: Tu madre, por si acaso.
Teñida: Tú eres imbécil, ya no pillamos
Moreno: ¿tendrán Coca Cola o Pepsi en la cafetería?


El imbécil, como el perfecto, sabe lo que conviene a todo el mundo en cualquier tema, porque lo que conviene es siempre lo más mesurado y sencillo (dentro de su exclusivo criterio). Él cree que su sencillez es la buena, la que debe imperar. No es consciente de la diferencia entre ser un tipo sencillo, y vivir y opinar con sencillez, y ser un imbécil.

Para un imbécil, una mera foto inocente puede ser la muestra global de la vida del criticado. Sirva como ejemplo una vez que mostré unas fotografías de una excursión a los Lagos de Covadonga, excursión realizada cómodamente con un Volvo XC90. Pues bien, de ahí se dedujo que no hacía falta tanto coche, que con un Skoda Octavia Scout se iba mejor, que para qué un supuesto todo terreno si no hay nieve en toda la carretera (pese a que la carretera no se veía en las fotos), que no hay dinero para mantenerlo, que seguro que lleva unas ruedas gastadas y malas, que sólo es por presumir, que mejor se pagaba el piso, que no sabía conducir y que iba estorbando por la carretera, que la tenía pequeña (lo sé, ya lo dije aquí), y cosas aún más inverosímiles.














Análisis vital absoluto, ni Grissom.

Es magnífico. Y lo mejor de todo es que se lo cree. El imbécil se cree su mentira, está por encima del bien y del mal. Piensen en algo, lo primero que se les ocurra. Pues no, están equivocados y sólo pretenden presumir y aparentar, deberían de pensar en lo que les dirá el imbécil.

¿Saben qué pasa? Que resulta muy sencillo pasar de ellos e ignorarles. Sencillo, pero a la vez duro porque, a fin de cuentas, resultan molestos y tienden a perseguir a su objetivo, para mofarse en su vulgaridad. Es a las personas de bien como Escenas de Matrimonio a la televisión de entretenimiento.












“Clarkson es un estúpido”

Como el imbécil tiene un sentido del humor tan simple, las sutilezas o ironías se le escapan. Jeremy Clarkson es un ejemplo de víctima de los imbéciles. Me alegra saber, pues, que yo a veces también lo soy. No está mal ser comparado, aunque sea remotamente y en estas tonterías, al maestro Clarkson, genio de la provocación elaborada y premio en muchas ocasiones al personaje británico peor vestido (es el de la izquierda, por cierto).

Un día insulté a uno, hace años. Ya saben que para el imbécil quien insulta es porque no tiene argumentos. Claro, yo es que soy incapaz de argumentar con una tablilla de tarima de madera, y si la piso, se rompe y me hago daño me cagaré en lo que haga falta. Pero recuerden una cosa: hay gente que, sencillamente, no merece otras respuestas.

Recuerden otra cosa: mandar a recibir por el recto a alguien no es vulgar. Bueno, reconozco que hay formas más finas de decirlo, pero no es vulgar, sino una simple realidad de lo que algunos merecen. Pueden siempre sustituirlo por el surrealista pero magnífico “que te folle un pez”. Y es que sólo de imaginar la situación uno esboza una abultada sonrisa. Un rodaballo no, piensen en algo así con más cuerpo, en plan lubina gigante. Una lubina, sí.














Está preparada para ello….

Procuren mantenerse alejados de los imbéciles, y nunca crucen palabra con ellos. Y si lo hacen, a palabras necias oídos sordos. Ellos son los de los oídos necios, y nuestras palabras les resultarán sordas.

lunes, 2 de marzo de 2009

Hotel Antiq, Ljubljana

Me da la sensación, por lo que he ido viendo en páginas Web, que los países del Este, miembros del antiguo bloque comunista, todavía tienen mucho de aquello en sus establecimientos hoteleros de lujo. Esos grandes bloques de hormigón, al más puro estilo del ya desaparecido Hotel Russia de Moscú, con sus habitaciones cuadradas equipadas con una cama incómoda, un ventanal, dos mesitas, un escritorio, una butaca, una tele… y poco más. Una pomposidad similar a la de los grandes coches Volga o ZIL, con sus imitaciones relativamente conseguidas de los Cadillac y Buick americanos. Y seguramente una falta de calidad similar a la de aquellos coches.














Ljubljana, foto no contractual porque me pilló muy mal tiempo.

Ljubljana es la capital de Eslovenia, que aunque parezca mentira no es ningún país báltico, ni ninguna escisión de Prusia o de Polonia. Eslovenia fue la primera república en separarse de la antigua (y grandiosamente artificial) Yugoslavia. El General Tito, por nombrar una curiosidad, murió en Ljubljana. Y seguramente esquiase y pasase días invernales y veraniegos en Bled. Sirva esto para ilustrar el por qué Eslovenia siempre fue la zona pija de Yugoslavia, por lo que Ljubljana cuenta con tres o cuatro grandes hoteles comunistas. Uno de ellos está catalogado como cinco estrellas, y se llama Hotel Lev. No merece la pena, se lo digo yo. Un hall propio de los años 60, lo mismo que las habitaciones, pero con unos precios sorprendentemente occidentales y capitalizados. Grand Hotel Union Executive y Business, Premier Hotel, Central Hotel, Austria Trend… Sinceramente, tras haber estado viendo sus precios y sus páginas Web, tras haber pasado por allí a verlos, y tras valorar mucho las diferentes opciones sigo sin encontrar motivos para ir. Bueno, más que para ir debería decir para gastar el dinero allí.

Y es que, rebuscando por Internet, la opción preferente apareció de una forma con la que se hacía inevitable elegir otro. Podría haber ido al Hotel Mons, con un aire muy moderno y londinense, pero luego resultó estar realmente lejos del centro (todo lo lejos que se puede estar en una ciudad de 600.000 habitantes, claro), y ser más un motel que un hotel.















Hotel Mons, por ejemplo. Si tan solo estuviese en el centro...

Soy de la opinión de que, cuando se va de vacaciones a un país desconocido (aunque similar, no olvidemos que Eslovenia pertenece a la zona Euro), conviene olvidarse de las exigencias parisinas, madrileñas o londinenses. Primero porque estamos de vacaciones, y segundo porque hay que ser realista y consecuente con lo que se paga. Por ese motivo evité el Hotel Lev y su fastuosidad. Quería huir de tanta tontería a la que me he ido acostumbrando en estos cinco estrellas, y perdonar cualquier pequeño detalle por el hecho de pagar mucho menos o de estar en un establecimiento más familiar. No quiero decir que todo el mundo deba de perdonar el encontrar el teléfono desconectado en la habitación, o alguna lámpara desenchufada, o no lograr una conexión a Internet con el ordenador propio durante la estancia. No se confundan, no me he vuelto “blando” juzgando hoteles. Pero a veces hay que ser, cuanto menos, igual de honesto que el establecimiento. Y cuando el hotel no es honesto (sirva de ejemplo esa cantidad de grandes hoteles que actualmente viven de su nombre y facturan 7 ó 10 euros por un botellín de agua), entonces hay que ir a muerte exigiendo producto. Pero es que el Hotel Antiq no pretende esas cosas…














El lobby.

Una auténtica joyita, eso es lo que es este hotel. Puede resultar tremendamente kitsch, espantoso, excesivamente antiguo, lo que quieran, pero es una joya. Primero por su situación, en pleno casco antiguo de la ciudad, siendo el único de los hoteles de categoría en la zona. Es sencillamente imbatible, más si tenemos en cuenta que pese a no tener parking, el personal del hotel siempre parece dispuesto a facilitar lo que sea, como por ejemplo abrir el acceso a la zona peatonal donde (milagros de los países recién europeizados) aún se puede aparcar sin pagar. Abrir la ventana por la mañana y ver la colina del Castillo de Ljubljana, o no tener ningún ruido de tráfico ni de nada durante la noche y la mañana. Llegar andando por calles peatonales, o caminar treinta metros y estar en el río. O un acceso sencillísimo, una vez que el navegador lo localiza. Pleno casco histórico, sencillamente.














Acceso a internet gratuito, en la primera planta, patio interior. Bonito, ¿no?

Pero también es una joya por su trato personalizado, algo que podría parecer sencillo contando con sólo 16 habitaciones, pero que por experiencia sé que no siempre es así. Nejc, el chico rubio con aspecto de asesino balcánico de sangre fría que nos atendió todas las tardes, o Matjaz, otro chico igual de alto pero con menos pelo y que estuvo ahí todas las mañanas, te hacen sentirte en casa. Sí, es un cliché demasiado visto, el rollo americano clásico del “home away home”, pero es cierto. Sin olvidarme de los dos chicos que vi trabajando por las noches, con trato correctísimo y lo suficientemente internacional como para no inmiscuirse en mi vida privada ni tampoco comportarse como robots ausentes (cosa muy común de ver cuando se llega tarde a un hotel).














Como en casa.

Por motivos que no logro comprender, logré reservar el apartamento número 13 a un precio ridículo, propio de las habitaciones más pequeñas. Este apartamento es duplex, con un piso inferior que incluye un amplio salón comedor, baño, un cuartito en el que hay un sofá-cama, y una cocina que, en mi caso, estaba cerrada. Arriba queda el dormitorio, con su tejado abuhardillado a dos aguas. Lo malo: sí, la cama no era la mejor del mundo, y la ropa de cama podría ser de un dos estrellas; el sofá del salón tampoco era el más cómodo del mundo, y la tele era algo antigua; el minibar era una simple nevera y no tenía mucha variedad (aunque llenísima de alcohol); la habitación no parecía estar verificada por una gobernanta, con algún detalle a mejorar; el baño no era muy amplio para dos personas, pero sí más que en muchos cinco estrellas españoles; el acceso a la suite se hace saliendo al exterior, y si llueve te mojas; la calidad general del mobiliario y de los equipamientos es bastante modesta.














Bien bonito, limpio y útil, y con buena presión de agua, como debe de ser.

Bueno, vale, ¿y? En la suite hacía el suficiente calor como para sentirse muy a gusto pese a los 5 grados bajo cero del exterior. La cama era suficientemente cómoda, sin caer en excesos de heavenly-bed de Ritz-Carlton por la que pagas 200 euros más por noche, y aunque la ropa de cama no era mejor que la de mi propia casa, ¿es eso tan importante para un fin de semana en Ljubljana? Sofá incómodo, pero sofá. Sofá y salón con mesa de comedor, espacio y amplitud, de hecho. Amplitud, eso tan olvidado en los hoteles modernos. La tele no la encendí, evidentemente, y aunque no pudiese verla desde la cama, ¿realmente importa dadas las circunstancias? Creo que no. Sí importa cuando estás una noche en un hotel al lado del aeropuerto, pero ¿teniendo un día y medio para visitar un país? Lo dudo. Tampoco me importó que en el minibar no hubiese doble ración de cada bebida, siendo una habitación doble, porque como digo, en este hotel uno ha de olvidarse de las consideraciones “cuatrocincoestrelleras” habituales. Porque el trato es magnífico, porque la situación es imbatible, porque el precio no puede ser mejor, y porque para hacer las dos cosas básicas de uso de un hotel (sin entrar en temas privados), como son dormir y desayunar, cumple con creces. Con creces porque se duerme bien, pero también porque se desayuna muy, muy bien. Y es que el último día, siendo mi suite la única habitación ocupada del hotel, el desayuno especial que prepararon fue magnífico.














Desayuno especial, que llaman, por persona. Más el café, claro.

Claro que eché de menos el entrar en una habitación moderna con mobiliario de diseño y calidad superlativos, con un conector de audio para hacer sonar mi Ipod por toda la suite, con cincuenta productos Hermès en el cuarto de baño, con una carta de servicio de habitaciones amplísima, o con una ducha o baño de vapor en la habitación. Normal, creo que todo el mundo es capaz de echar de menos un George V parisino, como de cara a una cena ligera en casa siempre se echan de menos la ración de angulas, el platito de caviar o algo entretenido en la tele. Pero volvemos a lo de antes, a ser consecuente con lo que se tiene y con lo que se paga.














Vistas desde la suite hacia la colina, ¿no es maravilloso?

Salvo que mi presupuesto para una próxima escapada a Ljubljana aumente de forma considerable, creo que ya tengo hotel de culto en esa ciudad. Porque por 100 euros la noche (que se convirtieron en bastante menos por el descuento que me aplicaron cortesía de la casa), sé lo que tengo, mientras que por los 200 euros de los demás, mucho me temo que tendré que llevarme sorpresas. Además, pese a ser yo de la teoría de por qué gastar X si por el doble puedes quedarte en el Ritz, no me cuesta nada cambiar a la teoría opuesta.

Hotel Antiq, Gornji trg 3, Ljubljana. Teléfono +386 1 421 3560. http://www.antiqhotel.si/ No tiene ascensor… pero en su web sale un señor hablando cosas.
 
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