domingo, 30 de julio de 2017

Fiat 500 Lounge 69cv, quiero un Abarth ya


Generalmente suelo escribir una introducción más o menos larga sobre un tema que poco parece tener que ver, antes de ponerme en faena y acabar contando cuatro impresiones personales del coche en cuestión. Sucede que no se me ocurre nada personal que comentar y que pueda hilar con el Fiat 500, por lo que iré directamente al grano: quiero comprarme un Abarth.

Tal que así

Como segundo coche durante las vacaciones, una vez se dejó de necesitar el espacio, había alquilado un Fiat 500. Nuevamente Avis intentó colarme otra cosa, en este caso un Opel Adam, pese a haberles pedido expresamente que me guardaran el 500, haber alquilado antes un coche carísimo (no voy a poner lo que costó el A4 porque prefiero olvidarlo), y sobre todo tener dos Fiat 500 aparcados en el garaje. De verdad, yo ya no sé si es que son tontos, o si lo hacen a mala fe. Pero en fin, conseguí que me dieran el 500, en mi caso una unidad nueva de paquete con escasos 2.000 kilómetros en el contador. Y qué maravilla, qué juguete.

Viniendo de un A4, lo primero que llama la atención, mucho más que la diferencia de tamaño, es la postura al volante. Y es que parece que vas de pie. Tardé unos treinta y cuatro segundos en hacerme a ella, no nos vamos a engañar. Lo segundo es la risa tremenda que te da al ver lo pequeñísimo de todo. Y es que no recuerdo haber conducir un coche tan pequeño nunca, si eso el Smart Roadster, o que dé esa sensación de pequeñez. 


Abro la cortinilla del techo solar y dejo entrar aún más luz en el habitáculo, luz que se amplifica con ese salpicadero y ese volante en color crema. Es algo que no he escrito en la prueba del A4, pero ciertamente por dentro todo era muy oscuro en el Audi, quizá demasiado. En el Fiat es todo lo contrario, tremendamente desenfadado y clásico a la vez, en mi caso con unos asientos en tejido de cuadros con la parte superior en polypiel crema, y cielo también en tonos claros. 

  
Nos ponemos en marcha, el motor 1.2 de 69 caballos anda… lo que puede andar el pobre. Pero suena bien y es voluntarioso. Acelerar en primera se puede hacer dejando la marcha y estirándola, o con muy buena suavidad cambiando pronto. De ambas formas el coche anda poco, pero en la primera te da así como sensación deportiva, que no es más que la sensación de querer el Abarth cuanto antes. En carretera se deja ir muy bien, y una vez lanzado tampoco resulta una potencia tan escasa como podría parecer. En autopista alcanza los 130 ó 140 con relativa facilidad, incluso con tres pasajeros a bordo. Como el coche es tan canijo y uno va adelantando a prácticamente todo el mundo, la sensación es la de ir mucho más rápido pero sin riesgo de multas. Eso sí, mejor que no le frene a uno nadie porque volver a ganar velocidad cuesta un rato, aún tirando de cuarta.

En curvas el coche es muy ágil, fallándole lógicamente la respuesta del motor. Es decir, volvemos a pedir el Abarth a gritos. En ciudad es delicioso, suave, silencioso, sin vibraciones, pequeño, ágil, capaz de meterse en cualquier lado. He dicho silencioso en ciudad, porque en carretera uno va con una escandalera dentro que no es ni medio normal, siendo muy notable el ruido del aire en el parabrisas. El ruido es tal que, a ritmo de autopista y pese a la escasa distancia entre mi mujer (detrás) y yo, tenemos que hablarnos a voces. No creo que sea esto algo ajeno a otros mini-coches, no obstante.


Subiendo un puerto de montaña como es el Angliru, las rampas obligan a meter primera. Eso te da igual, estás ahí para disfrutar de las vistas, cosa muy sencilla pues el coche tiene una visibilidad excelente. Se nota que el coche podría ir mucho más rápido, como seguramente vaya el Abarth. ¿He dejado ya claro que quiero uno? 

A ver, entendámonos. Estos coches tienen unos precios, hablando tanto del 500 como del Abarth, relativamente asequibles. Son caros para lo poco coche que son, sin duda, pero no hablamos en ningún caso de unas cantidades de dinero exageradas o inasumibles. El tacto (del Fiat) es delicioso en todo momento y permiten llevar a tres pasajeros mientras todo el mundo se muere de risa. Si incluso fuimos de picnic y a la playa con él. Trato de pensar en otros coches que me permitan eso con tanto nivel de risas y se me ocurren el Toyota GT86 y algún Porsche viejuno. O un Ferrari Mondial, por ejemplo. Claro que tampoco los voy a comparar, sólo hablo de comicidad del asunto. Aunque si estuviese hablando del Abarth…


¿Cosas negativas? Dejando de lado lo inherente al coche, creo que los dos únicos detalles que no me gustaron fueron los mandos de intermitentes y limpias, que quedan demasiado lejos del volante, y el propio mando de las luces, de una calidad bastante escasa. Porque lo demás es sencillamente esperable en un coche tan pequeñajo y a priori simple. Ni el equipo de sonido suena a gloria, ni la pantalla multimedia es excelente, ni las puertas van forradas en plásticos blandos. Porque el coche es lo que es.


Pero la diversión al volante, el tacto de la palanca de cambios, la visibilidad, la agilidad y la risa que provoca la situación hace que el precio pagado merezca la pena. Es que además el coche es bien cuco. Creo que esta unidad que tuve yo tiene una combinación de colores ideal, sin caer en demasía en una estética femenina pero conservando el look clásico que requiere el coche.

Por lo demás, el coche gastó poca gasolina, o quizá no. No lo sé, rellené una vez a tope y luego otra un pelín para completar. Da igual, la diversión que proporcionó lo compensa todo. Creo que es un clásico “smile car”, uno de esos coches en los que sólo abrir la puerta y sentarte en él ya te provoca una sonrisa. Conduciéndolo, esa sensación, al menos para mí, se confirma. Siempre y cuando uno sea consciente de en lo que va, claro, porque a fin de cuentas es una pelotilla con materiales básicos, asientos que terminan por resultar considerablemente incómodos, y un motor con menos potencia que la generada por un ratón en una rueda de esas que les ponen en las jaulas.

  
Poco importa si te lo estás pasando bien, y eso es lo que hicimos con él mi familia y yo. Así que vayan trayendo el Abarth. Me da igual la versión e incluso el color (pero si puede ser azul oscuro, pues que sea azul oscuro, que es más mejor).

Y, para terminar, el maletero.


Audi A4 2.0 TDI, la opción

Singapore Airlines es otro mundo en las compañías aéreas, y más si comparamos con las asiáticas tirando a domésticas, que son las que más uso. De hecho, había escrito que es “prácticamente otro mundo”, pero creo conveniente eliminar cualquier tipo de duda a este respecto. Y me explicaré.


La amabilidad del personal de facturación, un embarque perfectamente ordenado, la bienvenida a bordo, el cómo pasan revisando que todo el mundo haya hecho lo que nadie escucha cuando te dicen que lo hagas antes de despegar, el servicio una vez en vuelo… Bueno, pongo esto ahora que voy volando y esperemos que no me echen por encima el café o algo…

Singapore Airlines

En esta ocasión vuelo en Turista, qué se le va a hacer. Porque la clase Business es realmente carísima, y a fin de cuentas hago un vuelo solo, sin familia, y de dos horas. Lo que se tarda de Bangkok a Singapur. El espacio es suficiente y, pese a ir el avión prácticamente lleno, viajando solo como viajo no me han puesto a nadie a mi lado, lo que es bastante de agradecer. Ahora mismo están empezando a servirnos la comida, han traído unos sándwiches de jamón y queso para el par de niños pequeños que van en los asientos de al lado, menú infantil, y han pasado también menús especiales. Lo que me traigan me debería de ser un poco indiferente, son poco más de las diez de la mañana y ya he desayunado en casa antes de salir. 

Lo que pasa es que luego viene el personal tan atento, y te ofrecen bien sean noodles con marisco o huevos revueltos con cerdo, la fruta, el zumo, etc… y caes, claro que caes. Porque todo bien servido y con cubertería de verdad, pues como que sabe mejor. Del café no hablaré, ni me gusta ni soy capaz de apreciarlo, esa es una asignatura pendiente que me queda (junto con la de apreciar el cognac).

Desayuno, foto real

Un vistazo al interior del avión termina por convencerme. La moqueta está en perfectas condiciones, la pantalla da mil posibilidades de entretenimiento, casi no hay ruido ni barullo de gente (repito que el avión va prácticamente lleno). Y esto sin haber entrado hasta ahora en los uniformes del personal y lo exageradamente perfecto de la educación y estética de los hombres y, especialmente, de ellas. Con tanta perfección, a uno le da un poco de coraje recordando otros vuelos en compañías europeas. Las comparaciones son, en este caso, ciertamente odiosas.

Dentro de un rato aterrizaremos en Singapur. Me tocan dos horas de espera para conectar con mi próximo vuelo, con SilkAir. El aeropuerto de Singapur es el único del mundo en el que la policía del inmigración me ha llamado siempre por mi nombre, y eso sin haber sido detenido, claro. Permítanme contar cómo fue mi última vez aquí, saliendo de Singapur hacia Hong Kong, porque merece la pena. Decir de entrada que Singapur no es precisamente un aeropuerto pequeño, como comprenderán. Pues bien, está organizado de tal manera que, en aquella ocasión y volando con Cathai Pacific, el coche me dejó a menos de 20 metros del mostrador de facturación, en donde no pasé más de cinco minutos. De ahí, unos pocos pasos a un control policial en el que el agente de Policía me dijo “Buenas tardes, Sr. Conde, ¿qué tal se encuentra hoy?” mientras examinaba mi pasaporte, inmediatamente seguido de un “que tenga usted un buen viaje, y hasta la próxima”. Tremendo. Y ya estás dentro, pero dentro de un lugar tan limpio como la propia ciudad, pero climatizado. De nuevo, tanta perfección llega incluso a asustar.

Llevaba mucho tiempo conduciendo coches ya ajados, como mi anterior Nissan Gloria que, pese al lujo de su interior y la suavidad de su mecánica, así como a su potencia exagerada, no dejaba de tener ya 17 años con muchos de ellos circulando por Birmania. O los coches básicos de alquiler en Bangkok que, si bien son buenos coches y tienen su punto, no alcanzan niveles de refinamiento de las marcas europeas. O SUVs y Pick-ups de diversa procedencia. Necesitaba conducir algo moderno y europeo, lo echaba de menos. Por eso en mis recientes vacaciones en España no pude evitar alquilar un BMW Serie 3 con cambio manual. Lo que pasa es que, como siempre, las casas de alquiler en Asturias nunca tienen lo que dicen tener, como si fuesen proveedores de bebidas en Birmania (eso da para otro artículo…), y en su lugar me intentaron colar un Audi Q3 en un estado interior bastante lamentable. Coche rechazado, y de ahí salí con un Audi A4 2.0 TDI con cambio automático.

Lo Audi

Como ya llevo escrito bastante en esta prueba, intentaré ser breve en lo que respecta al coche en sí. Las cosas que no me han gustado, primero: el motor TDI, si bien es extremadamente silencioso en movimiento, sigue siendo tractoril al arrancar, por ciudad o en los parkings; el FAP asusta cuando se pone en marcha (suena a piezas rotas debajo de los pies y sale un horrible olor a goma quemada de la aleta delantera derecha); que el coche no es mío. Porque todo lo demás, y pese a la tapicería de tela del coche… Bueno, bueno, qué diferencia.

La postura al volante me ha parecido excelente. Mejor dicho, las posturas al volante, dadas las posibilidades de regulación de todo, especialmente el poder bajar tantísimo el asiento. Acostumbro a bajar el asiento al máximo en cuanto me siento en un coche, pero en este caso tuve que subirlo un poquito. El volante, los pedales y la palanca de cambios quedan a distancias perfectas, casi se diría que vas en un coupé deportivo. Y esto teniendo todos los demás mandos a mano y dejando un espacio más que suficiente en las plazas traseras. Plazas que resultan relativamente cómodas de acceso.

Al volante

Al frente, un volante de un tacto exquisito y un salpicadero perfectamente agenciado. Estoy tratando de describir una sensación, pero me es imposible. Quizá debería de llamarlo “aburrido”, por la simplicidad con la que todos los mandos caen a mano y la pulcritud del diseño, pero no quiero que nadie piense mal. Sobrio, quizás. Yo creo que es sencillamente excelente. Con el virtual-cockpit la cosa debe de ser ya magnífica. No tiene la estridencia de curvas y superficies del Serie 3, ni el lujo falsete pero aparente del Clase C, ni la enfermedad mental del Lexus IS. Es eso: sobrio y aburrido, pero al mismo tiempo perfecto. Como me resultaron sus acabados y sus materiales.

El tacto de la palanca de cambios me gustó mucho, es un mando agradable de coger y estéticamente mucho más conseguido que el plátano de los BMW. O eso creo. Sin embargo, la caja de cambios DSG no me terminó de convencer, siendo muy notables algunos cambios hechos bajo carga de acelerador o en reducciones algo fuertes. Confieso no obstante que era mi primera vez con un cambio de doble embrague. Se han confirmado mis sospechas: prefiero un buen convertidor de par. El sistema de conducción “a vela” sí me pareció algo interesante. En este punto no sé qué nota darle al coche, pues me parece que aquí debe de estar influyendo bastante el motor que, en mi caso, me resulta plenamente despreciable.

Por detrás

Dirección y suspensiones, muy bien. En ningún momento forcé el coche lo más mínimo, pero sí puedo decir que circulando por autopista a ritmos normales, se nota una conexión entre el volante y las ruedas a unos niveles nuevamente perfectos. En curvas, lógicamente, el coche se siente como lo que es: un tracción delantera montado con un motor de gasoil. Y ahí no podemos hacer nada. Pero el tacto en general del coche me resultó muy bueno, con ese punto superior a otros coches más “normales”. El aplomo es el que se espera de un coche de este tipo, es decir, excelente.

He nombrado primero de tres cosas que no me gustaron, voy a añadir otros dos detalles. Uno son los tiradores de las puertas, que me resultaron bastante incómodos de usar. El otro es el cielo del maletero, sin tapizar. Nimiedades en un coche con el que no encuentro motivos para pasar al modelo superior, pues tanto su tacto como su tamaño ya me resultan “suficientes”.

Maletero sin tapizar, pero sólo donde no se ve

El espacio interior es muy amplio, como lo es el maletero. De hecho, es tan amplio y el coche resulta tan grande por fuera que uno se pregunta qué sentido tendría comprar el A6 en su lugar. No me he puesto a comparar mediciones, pero si el A3 sedán actual es más o menos igual (si no más grande) que el primer A4, quizá este A4 actual haya superado ya a los Audi 100. Me da un poco igual, creo que tiene un tamaño perfecto.

Asientos traseros, sucios

En cuanto a consumos, pues un poco ni fu ni fa. No sé, esperaba unos consumos mucho menores, pero quizá le metí demasiada ciudad o igual el coche venía con menos combustible del que yo le rellené, pues al repostar y hacer cálculos el consumo se fue a casi nueve litros a los cien. Haciendo luego un recorrido “tipo” con carretera y autopista, el consumo resultante es el que pueden ver en la siguiente foto. Cada uno sabrá decir si es lo correcto o no, yo no lo sé.

Consumos con memoria de pez

Empecé este artículo hablando sobre Singapore Airlines. Lo termino ahora mismo a bordo de otro avión, esta vez de la filial económica de Singapore: Silk Air. Si ésta es Seat o Skoda, la primera es Audi. Que viene a ser lo mismo, pero no lo es. No lo es ni de lejos. Y ojo que Audi no esté a día de hoy por encima de Mercedes y de BMW en estas gamas, porque es muy probable que sí. Este mismo A4… No, este A4 de alquiler no, pero uno con asientos de cuero y un motor de gasolina, a ser posible V6, me parece un coche definitivo, de los de comprar hoy y ya no vender hasta la jubilación. Por tamaño, por calidad. Si de siempre el A4 de primera generación con motor V6 2.8 y tracción Quattro me ha gustado, creo que esta nueva generación me supone la confirmación de esa idea. Y la confirmación de que los coches nuevos y buenos, son todos realmente muy buenos. Y de que en Singapore Airlines se viaja muy bien.

De ministro de defensa, como poco

Pd. Además de ser muy buenos, también requieren la lectura del manual de instrucciones. No fui capaz de hacer funcionar el navegador como tal, dejándolo en un simple mapa.

Bonus: bueno, lo de hacer las fotos en la gasolinera de la autopista, el día de ir a devolver el coche, con el móvil a lo cutre... es lo que toca, mis disculpas.

sábado, 8 de abril de 2017

Renault Kadjar, un asco sin paliativos (actualizado)

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Nota previa: esta entrada es una actualización de la que publiqué en su momento, motivada por puntualizaciones que me hicieron algunos conocedores de la inmundicia con ruedas de la que voy a hablar.

De eso que miras el calendario, te pones a contar y pierdes la cuenta. Fue allá por abril de 2012 la última vez que había viajado a España, lo que hacían como cuatro años y medio sin pisar tierra patria. Para más detalle, no pisaba Europa desde noviembre de aquel mismo año. Y claro, uno al llegar pues como que se queda un poco sorprendido, no tanto por el general del país, sino por algunas particularidades que, con el tiempo, se habían fijado de forma diferente en mi cabeza. El vocerío y la mala educación en el aeropuerto no fueron, sin embargo, algo que no me pudiese esperar. Es tremendo.

Así, pero a voces

He de decir que este artículo lo empecé a escribir en septiembre del año pasado, que es cuando hice el viaje. Por designios del maligno, seguramente, lo he ido dejando y dejando. Creo que los motivos de tal desgana serán palpables en cuanto empiece a hablar del coche, si es que termino haciéndolo.

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Como decía, pese a mantener mi nacionalidad intacta, el shock cultural fue palpable. La primera sorpresa, realmente agradable, fue ver que los taxistas en Madrid, al menos los que yo cogí, eran personas amables y con ganas de ayudar. Tenía grabado un recuerdo de estafas, de descamisados, de coches de mierda, de radios horribles, etc… Y lo cierto es que pocos taxis había cogido yo en Madrid, pero aquella era la imagen. Suerte o no, el caso es que la sorpresa fue, como digo, sorprendente en lo positivo.
  
Taxis en Oviedo

Luego viajé a Asturias y en Oviedo sí que volví a tomar taxistas de todo pelaje. Desde el físico nuclear apasionado de los átomos, tal y como me contó en los 10 minutos de trayecto que hice con él, al fan de Paco Paesa relatando extasiado la azarosa vida del espía metido a diplomático, pasando por el elitista del Mercedes E que criticaba la calidad del programa de actuaciones de las fiestas de San Mateo, o uno realmente insolente y/o carapijo que devolvía aquellos recuerdos infames antes descritos. Lo que me llevó a pensar que quizá lo de Madrid había sido un espejismo.

--> Otra sorpresa, también agradable, fue constatar la longitud de los shorts que llevaban las chicas. Que una cosa es la típica tailandesa con shorts, y otra estas chavalas que parecen sacadas de Patpong, si me apuran. Qué gozada, qué firmeza muslil (cuando la hay), y qué cara de susto se le quedó a mi mujer al verlo por primera, por segunda, por tercera vez. Es que van, sencillamente, en culo. De eso tenemos alguna que otra australiana despistada por Laos y Birmania, pero no tanto. Hombre, las vietnamitas sí que tienden a vestirse cual trabajadora de sala de fiestas, pero ese es otro estilo. Lo difícilmente clasificable de la Asturias post-veraniega que viví era más bien un muestrario de piernas y nalgas, que siempre viene bien. Sobre todo cuando eres un tío, imagino.

Shorts

La cerveza no se me había olvidado, o casi. Suele pasar que, de regreso a Laos tras una temporada, el primer trago de BeerLao me sabe a gloria. Es claro y evidente que el primero de Mahou no podría ser menos. La compañía también ayudaba, todo sea dicho, y es que cenar con gente a la que no ves desde hace muchos años, pero con la que tienes trato a diario, pues como que mola. La comida, no obstante, tampoco es que la echase de menos, más que nada porque ciertas cosas las hago yo a menudo y, claro, como en casa en ningún lado.

--> En cuanto nos echamos a la carretera, una cosa que no dejó de sorprenderme en todo el tiempo fue la reducción alarmante de la velocidad del tráfico. Terrible, apocalíptico. No tanto en autopista, cosa que tampoco es que se note en exceso en comparación a años anteriores, sino en carreteras nacionales y en ciudad. Para bien en lo último, pero de dudoso comentario en lo primero. Y es que me resultó muy extraño el encontrarme en una recta con visibilidad, un camión lento delante, y ser el único de los cuatro coches que detrás de él circulaban (y el último, por cierto) que saliese a adelantar. Y que ello fuese en un pseudo todo terreno de gasoil es, cuanto menos, indicador de algo, especialmente cuando adelantas coches prestacionalmente más dinámicos (calificativo éste que suena muy a periodista del motor, ¿eh?). En general, la conducción en carretera me pareció pestosa, así de simple. Claro que, el coche, lo que viene a ser el vehículo en sí, tampoco es que ayudase.

Carretera nacional, evidentemente

He dicho que había dejado este artículo a medias desde septiembre. Habría querido olvidarme del coche, me temo, pero es deuda con el lector el comunicar mis desvaríos y también convendrá darle uso a las fotos y a las notas que del evento hice.

Lo cierto es que me gustaría seguir escribiendo de otros temas. De hecho, ahora mismo estoy en un avión bastante viejuno de Bangkok Airways, con destino a Yangon, y me queda casi una hora y media de vuelo por delante. Eso es mucho, especialmente cuando vas encajonado junto a una alemana vegana, y tras tres señoronas birmanas que se han pedido un menú especial hindú que huele que pica. Al menos la azafata es una monada y no para de sonreír, pero no le voy a hacer caso a su oferta culinaria, ya cenaré en casa.

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En fin, que me lío y esto es más alargar la agonía que otra cosa, así que mejor cierro el asunto del Renault Kandajar y describo la aberración. O quizá no, dado que antes de continuar seguramente convenga explicar los motivos por los que caí en semejante ignominia. Y es que, como ya creo haber comentado en otra ocasión, alquilar un coche en Asturias es una tarea imposible. Primero, nunca hay coches interesantes. Pero es que eso es si los hay. Sucedió que quise alquilar justamente antes de un puente, y por más que busqué, no encontré nada ni en Oviedo ni en Gijón. Así de simple. tuve que ir al aeropuerto, y ahí sólo tenían coches Europcar y Hertz. Se estaban "desflotando", según me explicó uno de los trabajadores. Que no es que dejen de flotar, sino que envían sus flotas de coches de vuelta a Madrid, o a donde quiera que los hayan traído, y se quedan con unos mínimos para tirar el resto del año hasta la siguiente temporada. Y claro, así llega uno un día y se encuentra con ese panorama desolador. Y tiene que alquilar un Kadjar pues, de lo presente, es lo más grande y con mejores vistas que parece haber en el parking. Y viniendo de turismo con gente de fuera, qué menos que coger algo desde lo que se pueda ver el paisaje.

Vamos, pues, con el coche. A modo de resumen: es el coche más ofensivo que he conducido nunca. Otro resumen posible: debería de haber cogido el BMW 116d de tres cilindros, esa fue la sensación que tuve al devolver el Renault. Y me voy a explicar, porque así leído no parece tener mucho sentido.

Renault Kadjar, publicitario

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De entrada el coche es feo. No se sabe lo que es, si familiar inflado, monovolumen levantado, todo terreno agachado, o bloque infecto asalchichado con ínfulas. En realidad, visto desde ciertos ángulos, no es tan feo. Pero es anodino a más no poder. Y es grande, de eso no cabe duda. O quizá sí la quepa, no lo sé. Lo que es cierto es que por dentro no es tan grande, o no lo parece. O quizá sí. Es tal la desgana que produce que uno sólo sabe que va en un Renolón gigante cual oficinista de siderurgia en fin de semana, dicho esto con todos mis respetos al colectivo administrativo de las empresas del metal, pero es que no se me ocurría otro trabajo más aburrido.

Interior, pero en plan catálogo que todo luce más y mejor

Los asientos son un ni fu ni fa, vas ahí montado y te crees algo, supongo, pero no provoca ninguna ilusión el subirse en ellos. Son duros, que es lo que le da como sensación de calidad, pero en realidad no lo son tanto, es sencillamente un coche nuevo. El resto del interior es puro Renault, con piezas y botones que se diría ya venían en los Clio y Espace de hace 15 años, y todo con ese tacto gomoso y plastiquero. 

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El maletero es pequeño, sobre todo si tenemos en cuenta el tamaño del coche. No sólo eso, la boca de carga queda muy alta y el portón  se abre entero hacia arriba. Creo recordar que en el otro SUV que tenía Renault, uno así como muy feo que parecía que le había mordido el culo un caballo, la tapa se abría mitad hacia abajo y mitad hacia arriba, como en el Range Rover o en el anterior XC90 (desconozco si el actual es así, pues no he visto ninguno aún). Esa es una solución más apropiada en estos coches, al menos te permiten sentarte a comer el bocadillo de sardinas o la empanada en el área de descanso del monte más cercano a tu domicilio, o en el parking de la gran superficie a la que ir de paseo los fines de semana. Pero, sobre todo, es pequeño. Y viene con trampa: debajo del suelo hay otro espacio vacío que, en realidad, no sabes con qué llenarlo: no cabe una maleta, no cabe una bolsa de viaje, tampoco cabe la compra salvo que hayas comprado cajas de varitas de merluza congeladas o varios packs de latas de refresco de naranja. Porque la gente que compra estos coches come y bebe esas cosas, quiero creer.

Maletero con silla

Miren la foto adjunta. Sé que no es costumbre en mí el centrarme tanto en el maletero, pero es que esto es impresentable. Lo gris con ruedas y tejido como marrón rojizo es una silla de bebé. No hablamos de silla de gemelos o del trono del mismísimo Rey en el exilio de Laos. Es una simple silla, marca Cool Kids y que, por los 300 dólares o menos que costó, desde aquí recomiendo a quien la pueda y quiera comprar. No cabe. La bolsa de al lado es una bolsa de cosas de bebé, normal y corriente. Con esas dos cosas, todo el maletero usable queda ocupado, excepto el aire por encima de la bandeja y esa especie de sótano maleteril que se esconde bajo el suelo.

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En conducción la cosa se muestra asquerosa y morrona, como no podía ser de otra manera. El motor tira lo que tira, que no está mal, pero todo se acaba ahí. El placer es nulo. Yo soy mucho de valorar el placer por lo que es la conducción, pero también por lo que significa el viaje. Por ejemplo, en el XC90 todo era un poco el horror en carretera, pero lo compensaba con un gran confort, un buen silencio de marcha y, por qué negarlo, esa buena sensación que se te queda cuando lo aparcas, lo cierras y, al irte, lo vuelves a mirar. Porque si no miras tu coche al alejarte de él cada vez que lo aparcas, sencillamente no tienes el coche que deberías. El Renault Kandajar este no lo quieres mirar, como tampoco quieres que te vean bajarte de él.

Cuadro tocando las narices
  
En marcha todo es ofensivo, más allá de las miserias de la respuesta del motor o del tacto de todos los mandos. No hay cuentavueltas, sino un rollo que pone ECO y un semicírculo verde que se torna en otro color cuando aceleras. ¿Pero qué porras es eso de ECO? Vas en casi dos toneladas de chapa y plástico movidas por un motor cancerígeno que funciona mal, atufa y da asco, y se atreven a llamarlo “ECO”. En el centro unos números gordos te dicen lo rápido que vas, lo que es bueno porque cuanto más rápido vayas, menos tiempo vas a estar ahí metido, y debajo unos más pequeñitos te cuentan lo que el ordenador considere que te ha de contar, aunque a veces te salen mensajes. “Desabrochado el cinturón trasero”.

Me comunican que ese modo ECO puede ser desactivado y que el coche anda y se muestra como coche. Me cuesta creer que el comportamiento vaya a cambiar. Estos modos ECO, normal y Sport en realidad tienden a ser algo como "mal", "muy mal" e "intolerable". Pero como desconozco las posibilidades de configuración del Kadjar, lo dejaré aquí.

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Y el coche pita por todo. Es un no parar. Que si la puerta, que si las luces, que si el cinturón, que si mil cosas más. ¿Pero qué cojones? Yo no quiero un coche que me ande pitando cual niño repipi, no lo soporto.

Cuadro diciendo que cambies de marcha
  
Recuerdo que el coche tenía un sistema de arranque en pendiente, que es un truño que hace que se te cale el coche si pretendes salir como sale la gente que sabe usar los pedales de un coche con cambio manual. También te dice que cambies de marcha, siguiendo criterios que pasan por mantener el motor a regímenes ridículos.

--> Miren, voy a dejarlo aquí porque, sinceramente, no tengo nada más que escribir. Hace tiempo que lo conduje y, ciertamente, lo he olvidado. Ese es quizá el mejor resumen del coche este: prescindible. Un asco sin paliativos.




 
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