domingo, 17 de abril de 2016

Honda CRV, mis condolencias

Ciertamente llevaba tiempo sin escribir, pero es que no me da para mucho más. Un amigo suele decir que odia a los que responden con un “estoy muy liado” cuando van a quedar para cualquier cosa. Más concretamente, quienes siempre dicen estar muy liados. No es que sea mi caso, pero ha habido otras prioridades y, claro, a uno le gusta escribir pero cuando no da, no da.

Una de las prioridades cumplió nueve meses hace unos días y, como en casa seguimos siendo incorregibles, no ha habido manera aún de encontrar y aceptar un pediatra que nos quede cerca, así que cada vacuna supone volar a Bangkok. La ventaja es que podemos aprovechar para comprar cosas necesarias, como galletas de importación o calcetines negros “de vestir”, cosas que suelen ser imposibles de encontrar en donde vivimos. Otra ventaja es la posibilidad de alquilar coches y conducirlos, aunque sea sólo por Bangkok y alrededores. Lo malo es que generalmente te dan coches viejunos y anodinos, carentes de cualquier interés. Pero eso es sólo generalmente, pues hace meses tuve la oportunidad de usar un Honda CRV relativamente nuevo (porque estaba impecable pero pasaba de los 80.000km), del que pasaré a hablar a continuación, si es que me atrevo.

Lo CRV

Y hablo de atreverme porque, a la vista está en el retraso en la redacción de este artículo, el coche me resultó tan apetecible como un trozo de queso fresco así, a palo seco. Que sí, que con hambre comes de todo, pero un poco de membrillo, o mermelada, o yo qué sé… un algo que te dé gustirrinín, como el cilindrín que dicen que tienen los hombres, que cantaban Las hermanas Sisters (los de La Trinca con faldas).

Porque hay quesos así blancos y sin mucha historia que sí apetecen. En Bangkok suelo comprar un “cottage cheese” australiano bastante logrado. Con un poco de miel, hace un postre socorrido, o incluso una cena si te has pasado comiendo en algún buffet de restaurante de hotel, o de esos de ponerse hasta el ojete de comida japonesa. O el Halloumi chipriota, ahí a la parrilla, tan salado él y con ese tacto un poco gomoso pero que casi te sustituye a un filete. En Yangon venden uno, curiosamente también de origen australiano, que si bien sale por una pasta (de ahí la comparación con el filete), de vez en cuando apetece y se agradece. Un repollo salteado con ajo y algo de embutido, y tienes una cena deliciosa. Además, es un queso que aguanta muy bien cualquier cerveza así como los tintos ligeritos típicos de Sudáfrica (que viene a ser lo más bebible a precio aceptable por aquí).

Halloumi a la plancha, que sólo de verlo da hambre

Pero, sin duda, de estos quesos “simples” que podemos comprar en Yangon, me quedo con un Gorgonzola dulce. El propio envase pone “ma come fano a farlo così buono”. Y es que seguramente sea un producto industrial de supermercado, pero qué coño, está buenísimo. Ese sí que entra a palo seco, ese sí que apetece comerlo sin pan ni nada.

En Luangprabang la cosa es distinta, al haber sido colonia francesa Laos tiene muy buena oferta quesera. Y hacen queso de cabra (que nunca me gustó, por cierto). Pero no es consistente y sí que sale por una verdadera pasta. A los típicos Brie y Camembert, se les suelen unir de cuando en cuando quesos más elaborados y curados, e incluso una vez pude comprar un St. Marcellin.

¿Y qué tiene todo esto que ver con el Honda CRV? A priori poco, pero es que sinceramente, ponerme a recordar semejante artefacto me produce bastante desgana. Podría hacer una similitud con el mercado quesero laosiano: no siempre disponible y caro. Y es que el coche no es de los habituales para alquilar, sale bastante carillo y, sorprendentemente, me hizo unos consumos de “gasohol” (lo que quiera que sea eso) de alucinar, en plan 15 litros o más a los cien, algo totalmente injustificable. Pero es que tampoco es bueno, o quizá sí lo sea pero desde luego no de mi gusto.

6,3 litros por kilómetro son 15,8 a los 100…
  
Bueno, vamos con el coche. Honda CRV 2.0 a gasohol, tracción delantera y cambio automático, fabricado en Tailandia. Habitabilidad decente y relativamente acorde con el tamaño exterior del coche. Visibilidad muy buena. Anda poco y gasta mucho, pero al menos el motor es suave. Fin de la prueba.

Entiéndaseme, si se tratase de hacer una prueba de esas de revista, sencillamente iría al archivo de pruebas y copiaría muchas frases variadas, cambiando el nombre del coche. Tal es la desgana y la “anodinidez” de todo ello que uno se plantea si hablar o no hablar. Y, de hecho, deja pasar los meses, como es mi caso.

El comportamiento en carretera es eso, anodino. Todo pasa desapercibido porque todo funciona. En ningún momento piensas que vas en un gran coche, o que el coche es una mierda, ni te hace extraños ni nada. Es, en ese sentido, un vehículo de transporte de pasajeros perfecto. No está ahí, pero te lleva y te trae y, lo más seguro, nunca te dejará tirado. Y tiene mil huecos por dentro en donde dejar cosas, porque se entiende que los padres de familia oficinistas que conducirán este coche siempre llevan muchas cosas que dejar en muchos sitios.

Puerta con huecos
  
Otra de las características del coche es que está diseñado para gente con una pierna más corta que la otra. Eso me parece algo muy positivo, hay que evitar las discriminaciones y si uno tiene una pierna corta, o por los motivos que sea decide ponerse una, está bien que también pueda comprar un coche a su medida. Conviene, no obstante, mirar primero qué pierna es. Si se trata de la izquierda, el coche tendrá que ser inglés o tailandés. Mejor tailandés, claro, que hace mejor tiempo y la vida es más barata.

Lamentablemente, para gente con dos piernas iguales el coche resulta incómodo. Pero incómodo de narices. No tanto como un infame Toyota Vios que también alquilé hace tiempo, que me dio dolor de tobillos al conducirlo, pero suficiente como para descartarlo. Hay un algo en la forma del salpicadero, concretamente esa curva hacia el centro, que te obliga a ir como doblado, así en escorzo, si no quieres dejarte rodilla y media en la conducción. O serán mis formas antropomórficas malamente desarrolladas, no sé, pero no se explica que con el volante sacado del todo (es decir, acercado), y el asiento en una postura normal, no como si fuese yo un reguetonero de Puelto Lico o un cani conduciendo camino del Mediamarkt, la cosa me quede tan incómoda. Y subiendo el asiento es incluso peor.

Interior del vehículo 

Decía antes que el coche tiene buena habitabilidad. Que quede claro que sigo pensando lo mismo que pensaba hace años sobre los maleteros, pero cuando vienes de viaje y traes la sillita de la niña y el equipaje de tres personas, y alquilas uno de esos SUVs, esperas poder meterlo todo sin problemas. Y no, no es tan, tan grande. De hecho, todo queda muy arriba, y esos falso suelos y huecos escondidos no sé muy bien para qué sirven, pero desde luego que no para meter maletas.

Estoy tratando de escribir algo más, pero no se me ocurre. El coche es un coche de contable para uso normal de este tipo de coches: ir al supermercado y circular por ciudad. Siendo partidario de los SUV y de las escapadas al campo, en este caso conviene ser realista. El coche es para lo que es, con usos que incluyen el poder mirar desde más arriba a los que van en taxi, pero con mucha envidia a los que van, por ejemplo, en el Toyota Harrier.

En el atasco, ambiente seguramente habitual del modelo
  
Funciona muy bien, todo queda a mano, se va de manera confortable en un coche que transmite la solidez habitual de los coches nuevos de cierto nivel, y seguramente a Europa llegue con miles de accesorios interesantes. Pero es también la desgana absoluta, de ahí mis condolencias. 

Descanse en paz.
 
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