lunes, 19 de noviembre de 2007

Volvo XC90, el coche del Marqués

Días atrás, el Marqués de Vegagarcía se encontraba en la tesitura de tener que cambiar de coche. Por motivos que no vienen a cuento, este curioso personaje le había hecho más de 200.000 kilómetros en cuatro años a su Renault Scénic. Sí, Marqués pero en un Scénic. De hecho, ya era el tercero que compraba, y ninguno le había dado mal resultado.

Así, tras visitar varios concesionarios y constatar que los Mercedes B salen carísimos si se equipan como han de equiparse, que el Citroën C6 es una maravilla imposible de aparcar en su garaje, y que Toyota le dejaba un Avensis familiar muy bien equipado por 30.000 euros, y después de algunos días de meditación, por fin se decidió y se compró lo que realmente quería. El sábado por la tarde recibí una llamada: Volvo XC90. Bien. Rebien, de hecho.
















Esto ya es otra cosa…

Mis experiencias recientes con Volvo son de lo más desalentadoras. El S40 es para mí uno de los paradigmas de coche aburrido. Ni es lujoso, ni es divertido, ni llama la atención, y es todo tan artificial y aislado, que sólo le encuentro justificación para aquellos que aprecian el hecho de desplazarse de un lugar a otro sin absolutamente nada que excite, perturbe, trastoque, incomode o proporcione confort extremo. Porque además el que yo tuve alquilado era un azul ni claro ni oscuro. Aquello no podía ser más anodino, dentro del supuesto lujo y la supuesta distinción que se entendía del modelo.

El XC90, sin embargo, no tiene nada que ver. De entrada he de decir que es un coche que me gusta. De entre los SUV racionales, mis tres favoritos siempre han sido el BMW X3, este Volvo XC90, y un auténtico todo terreno (aunque no lo parezca) como es el Porsche Cayenne. El de Volvo no es un gran todo terreno, ya que ni tiene reductora ni mucho menos diferenciales bloqueables, que son esas cosas que tanto aprecian quienes se meten por sitios imposibles a destrozar coches y caminos. Personalmente dudo que me hiciesen falta, aunque de tener un Cayenne no les haría ascos. Que no sea capaz de pasar por esos pedreros llamados “trialeras” me trae sin cuidado, sobre todo tras ver cómo se comporta en el uso que yo quiero de un coche así, que es curiosamente el mismo que le dará mi amigo el Marqués de Vegagarcía: ir y volver a cualquier sitio con confort, distinción, capacidad, pero sin aburrirse hasta el extremo.

















Por fuera todo es una cuestión de verlo y decidir. A mí me parece discreto y bonito, especialmente en este color azul tan oscuro. Por dentro, tras las últimas impresiones causadas en mí, mayoritariamente de risa infinita, por el Dodge Nitro, podría exagerar y llamarlo “la perfección del lujo sobrio”, pero tampoco es para tanto. Los acabados, el equipamiento, el tacto, las distancias, y todo aquello que uno puede observar en el interior de un coche equivalen a lo que esperamos a día de hoy de un familiar de 60.000 euros, sin querer con ello justificar ese precio, pues ni lo he hecho nunca ni lo voy a hacer ahora. Los asientos resultan confortables, de calidad, tanto por forma como por tapizado y dureza. Cierto es que se puede echar en falta algo más de sujeción para el conductor, pero éste no ha de olvidar que no va en un deportivo pequeñajo parecido a un kart, sino en un todo terreno más próximo a un camión. Detrás el espacio es muy amplio, como debe de ser. Y más atrás hay dos asientos plegables minúsculos que imagino permanecerán discretamente guardados en sus sitios correspondientes. Así, el maletero que nos queda no es especialmente profundo, sí con una boca de carga muy alta, y aunque bastante ancho tengo mis dudas sobre cómo acomodará el equipaje de cinco personas sin que uno termine yendo con todo a la vista.
















En este maletero uno puede levantar una tapa extraña, que hará de separación hacia la mitad. Supuestamente sirve para acomodar las bolsas de la compra, aunque entiendo que quien tenga este coche hará compras bastante más grandes que las que caben en ese hueco. Y más abajo está el kit anti-pinchazos, dado que el coche carece de rueda de repuesto. ¿Error? ¿Fallo? Pues miren, yo nunca he pinchado más que con la bici, nunca he cambiado una rueda, pago un seguro con asistencia en carretera y, la verdad, si el kit funciona correctamente, bienvenido sea.
















Ya en marcha, cómodamente instalado detrás, la suavidad es exquisita. Las suspensiones trabajan muy bien y no se aprecia un excesivo balanceo en las curvas, aunque eso haga que los badenes de velocidad sí se sientan con una ligera sequedad, muy habitual en los grandes coches hoy en día pero en absoluto similar a la de un BMW Serie 5. La sensación de velocidad a ritmos legales es inexistente, por lo que el viaje pasa a ser una tertulia animada por el paisaje que sí se ve desde estos coches tan altos. No es necesario en ningún momento elevar la voz para hablar con los ocupantes de las plazas delanteras, a pesar de que se sientan bastante lejos de nuestros respaldos. Sí, como he dicho, la amplitud trasera es excelente, a lo que ayuda la configuración de los SUV con sus asientos más elevados. La claridad interior, favorecida por el tapizado beige, es suprema. Puede que en días muy soleados se echen en falta unas cortinillas parasoles traseras. Tendré que comentárselo al Marqués.
















Claridad excelente

Al volante, el XC90 se comporta muchísimo mejor que su hermanito S40. No podía ser menos, claro está. La sensación de filtración absoluta desaparece. Cuando uno da una curva, siente que es él quien está dando la curva. El coche inclina menos en curvas lentas que aquel S40, y si bien se es consciente del tamaño que se lleva entre manos, hay también una relativa sensación de agilidad que no me esperaba. No quiero decir que se conduzca como un 206 o un Serie 1, pero sí por ejemplo como un Golf. El motor, de cinco cilindros diesel, resulta voluntarioso aunque no especialmente potente. La recuperación a base de reducción automática desde 80 hasta 120 es rápida, pero no en exceso. El peso del coche se nota, qué duda cabe. Aunque algo rumoroso en maniobras, y no especialmente fino bajo fuerte carga de acelerador, lo cierto es que por debajo de 2.500 vueltas y ya lanzados, el ruido que hace es imperceptible, quedando oculto por un escaso ruido de rodadura y algún otro aerodinámico cerca del techo. Por encima de ese régimen ya se deja sentir, estirando hasta cinco mil vueltas con ganas. De cualquier forma, los ritmos legales hacen al coche circular por debajo de ese régimen, y tampoco hablamos de un coche que invite a circular a toda velocidad.
















260… mejor que no.

El cambio automático, de seis velocidades y con posibilidad de uso secuencial, es excelente, como no podía ser de otra forma. Quienes reniegan de los cambios automáticos por convertidor de par, generalmente nunca han probado una caja moderna como esta que equipa el Volvo Xc90. Su uso automático es extremadamente suave, y su uso manual lo suficientemente rápido para el tipo de coche del que hablamos. De hecho, imaginándome este coche con caja manual, no termino de ver a un conductor medio realizando la maniobra más rápido que cualquier conductor, por novato que sea, con este cambio automático.
















En el puesto de conducción la palanca queda muy a mano siempre.

En autopista no es un coche que invite a circular rapidísimo. Por ejemplo, el Saab 93 del que ya he hablado en el blog, admite ritmos de locura con total garantía, pero este XC90 se siente más cómodo a ritmos semi-legales. 140 es una velocidad ideal por autopistas viradas, pero no veo el punto de tomar curvas rápidas a más velocidad. El coche es bastante alto, y aunque va muy bien sujeto, ni los pasajeros ni el conductor se van a sentir a gusto a más velocidad. Y de cualquier forma, tal y como están las cosas… no creo que convenga mucho emular a Walter Rohrl.

Las maniobras por ciudad son sencillas. Si bien el tamaño de la carrocería es más que considerable, la visibilidad es muy buena en todos los ángulos, y el cambio automático nos deja concentrarnos más en observar huecos, medir distancias, seguir indicaciones, y todas esas cosas que uno hace cuando intenta salir de un sitio desconocido. Cierto, no es un Seicento, pero tampoco es un coche excesivamente complicado.
















Se ve grande, porque es grande… pero no tanto.

Al llegar de vuelta a casa, la sensación que queda es positiva. Sí, quiero uno para mí, y a ser posible lo quiero ya. Aunque sea el típico coche de chalet adosado, con todo lo que ello suele conllevar, me gusta. ¿Qué no podré hacer auténtico todo-terreno? Me es indiferente, y además creo que sí lo podré hacer. Estaré limitado en caminos de cabras, pero si el todo-terreno es circular por cualquier terreno, se tierra, arena, piedras, cemento o asfalto de circuito, creo que tendré muchas posibilidades de lograrlo, y además de una forma cómoda en cualquier circunstancia.

Quien no entiende y critica tanto el concepto y el objeto de estos coches, es probable que no tenga las ideas claras. Un XC90 permite viajar con más amplitud que la berlina equivalente, con una capacidad de carga considerable, la posibilidad de dos plazas extra, la capacidad para sortear algún que otro camino, tracción a las cuatro ruedas, y la distinción de un coche considerado “de prestigio”. Sí, a un precio alto tanto en compra como en mantenimiento, pero pudiendo pagarlo, ¿qué más dará? Yo lo tengo claro, y a día de hoy prefiero un buen SUV a cualquier sustituto que sé que no me podrá dar todo lo que me da el todo terreno.

Volvo XC90 D5, un gran coche familiar.




















Espacio más que considerable detrás.
















El acceso es muy cómodo.







































Asiento para niños integrado, buenísima idea de mejor factura.
















Maletero modular. La bolsa de Ikea no va incluída.
















Un motor de esos que no se tocan, porque no hay nada que tocar.

4 comentarios:

Rafa dijo...

Yo al principio también renegaba, pero después de viajar en uno (el modelo anterior) he de decir que es mucho mejor para el uso que le da: 5 personas normalmente y caminos malos. Mejor que cualquier berlina equivalente.

liberalgeciras dijo...

Tengo un XC90 con 2000 Km motor diésel. Cuando acelero entre 100-120 Km/h con unas 2000 rpm, se escucha un ruidillo, como si alguna pieza estuviera desajustada. Lo he llevado al servicio oficial (primer intento. Lo han escuchado también, pero no han dado con la solución. ¿Tienes idea de lo que le puede pasar? Gracias.

Sir Andrew Vickerman dijo...

Ni idea, no me ha parecido notar ese ruido. Algo así sí sentí en el Audi A3 tdi, quizá sea "algo" de los diesel.

Anónimo dijo...

El ruido ya lo han encontrado. Es el flexor del catalizador. Al parecer tiene holgura. Me van a cambiar la pieza.
Saludos cordiales.

 
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