domingo, 28 de septiembre de 2008

¡Toma, toma, toma!
















Y ya. Que se callen todo esos que saben bien quienes son.

Clásicos

Estoy pensando en tunear un mueble de IKEA que tengo a base de espejos rotos en forma de mosaico, pero no termino de decidirme. Y no lo hago porque no deja de ser un mueble blanco con mucha fuerza, y la técnica temo que me lo estropee. Bueno, y porque me da pereza. Además, tras haber visto unas mesas de la serie Lack cubiertas de espejo, cual mueble vintage acojonante, he pensado en hacer lo mismo con mi mesa de centro (diseñada por mí), pero me lo desaconsejan por incompatibilidad “reflectil” con mi televisor. Así que al final acabaré pintando de plateado un armario de mi señora madre, todo sea por curar mis ansias de tuneo de mobiliario. También me he hecho un suelo de madera para mi bañera, a base de madera de ipé, pero no cabe y tengo que recortarle los bordes… es magnífico.


Recién robada de la obra, claro.

Pues resultó que ayer, de la que volvía de plantear todas estas cosas, me encontré con un rally de clásicos, todos en concentración aparcados en una calle, esperando al reagrupamiento de participantes. Por lo general, los dueños de coches clásicos tienden a ser increíblemente retrasados y arrogantes. Es un fenómeno que sigo sin comprender, pues no importa el tipo de chatarra que conduzcan, lo de ellos siempre es lo mejor. Aunque de personas que hablan de números de chasis en vez de modelos de coches, poco se puede esperar.

El caso es que, tras ver los coches participantes, incauto de mí me acerqué a unos que tenían aspecto de organizadores o algo a preguntar si entre los coches habría algún Fiat X 1/9, por rememorar viejos tiempos. Con un cierto desdén se me respondió que no, que eran todos anteriores a 1968. Ya, claro, por eso allí había un Porsche 911 3.2 SC de principios de los 80, un Porsche 914 (fabricado a partir de 1969), un MGB de defensas plásticas (1977)… Uno de los participantes preguntó “¿Fiat qué?” Con ánimo de pique apostillé: “un Ferrari 154 GTS… es decir, la mitad de un 308”. Ese comentario, hecho a mí por un inglés millonario coleccionista de Ferrari, como era de esperar no surtió ningún tipo de simpatía entre los individuos aquellos, añadiendo uno con cierta soberbia “bueno, es una forma de consolarse…”


Igual es que los pre-68 eran los dueños…

Lo siento, de vez en cuando me gusta reírme de la gente. Decir que el Fiat X 1/9, diseñado por el mismísimo Marcello Gandini, se fabricó entre 1973 y 1989, y era un coche tan asequible como los Triumph Spitfire o los MGB que participaban en el rally, así que no habría estado en absoluto fuera de lugar, salvo que por tener un Aston Martin DB5 uno se convierta en imbécil, claro, y sienta alergia a coches más baratos.

Y es que es eso, los dueños de clásicos son así. Tomen como ejemplo lo sucedido hace días en el foro de un club del que soy miembro. Alguien hizo el chiste con un anuncio de hace años (muchos) en el que Emerson Fittipaldi glosaba al Seat 127. Se ve que algún miembro de un foro dedicado a esa inmundicia automovilística andaba leyendo el nuestro (desconociéndose los motivos para tal visita), y no tardó en publicar el asunto en su foro. Allí se nos puso a caldo, que si niños pijos, que si esos coches tal, que si los suyos mejores… ¿En qué cabeza cabe preferir un Seat 127 a un Lotus Elise? En ninguna, claro. O en la de un descerebrado. Puedes tener ambos, puede caerte simpático un modelo antiguo, pero la realidad es que los coches antiguos son sencillamente peores que los coches modernos.


Ufff….

Anécdota: el otro día volvía yo del trabajo, atardeciendo, por esa carreterucha estrecha que cojo a diario, descapotado, pasándomelo bomba. Delante de mí circulaba un detestable pero novísimo Peugeot 207, cuyas luces inferiores delanteras se iluminaban para el lado interior de las curvas, según las iba tomando. Maravilloso. Dentro del asco que pueda dar conducir un coche normal actual, la verdad es que hay ciertas cosas que resultan agradables. Esas cosas que sirven para conducir mejor, como unos limpiaparabrias de los que limpian el parabrisas, o frenos que hacen eso tan útil de frenar. O esos faros. Quiero unos faros de esos. Y eso que mi coche sólo tiene 6 años!

Y todo esto viene porque, como suele pasarme en Septiembre, me dio hace días por comprarme un Maserati Biturbo. Más concretamente un 4-24, negro, cuatro puertas, cuadrado, maravilloso. Maserati Biturbo, para quienes no sepan italiano, significa Grandísima Mierda, pero es un auto que me apasiona. Y es que a mí me apasionan los coches malos. La realidad es que yo no quiero comprarme un Biturbo, sino que lo que quiero es un coche como el Biturbo pero en el que todo aquello que le hace “ir por los sitios” funcione y sea actual. Y eso no existe. Un Biturbo con un motor V6 moderno y fiable, una caja de cambios agradable, unos frenos de los de frenar, un arranque de los de arrancar, etc… Eso no existe. Afortunadamente tengo la experiencia suficiente como para saber que la compra de un coche de esos es un tipo más de suicidio, así que en cuanto llegue Octubre me olvidaré del tema, y sólo recordaré a un conocido que tuvo uno… y nunca lo llegó a usar.


Feo feísimo, pero es el que me gusta (hoy, mañana será otro).

Por las críticas vertidas en este blog, se habrán dado cuenta de que pocos coches actuales me gustan. Y es que yo no necesito un utilitario del tamaño de un Renault Espace, de la misma forma que no necesito salpicaderos plasticosos enormes o huecos bajo todos los asientos en los que meter peluches y linternas. A mí los que me gustan son los coches de lujo de hace 20 ó 30 años, cuyas proporciones eran las justas y necesarias para personas de tamaño normal, de las que usan trajes de la talla 48 y calzan un 43, con esposas ligeramente más pequeñas y, si se diese el caso, niños de peso de niño, no modelo rinoceronte-destroyer. Pero esos coches son, por lo general malos. Como todos los clásicos. Y los que me gustan a mí ya tenían fama de malos en su época.


Aston Martin Lagonda, tan magnífico como malo.

Digamos que los coches, para un hombre adulto heterosexual de unos 30 años al que le gusta conducir, pueden ser equiparables a las mujeres. Así, hay tantos tipos de señoras y señoritas actuales como modelos de coches, desde la yeni de barrio cual Astra GTC a la chica pseudo top-model al estilo del BMW Z4, sin olvidarnos de chicas normales interesantes y preparadas como pueda ser un Volvo C30. También hay coches monos y cucos, como un Nissan Micra CC, como mona y cuca puede ser una niña de 13 ó 14 años arreglada para salir con las amigas. La diferencia es que no está del todo mal visto que un hombre adulto conduzca esos cochecitos de peluche (yo no podría).

Los coches clásicos son señoras mayores, y los coches viejos son señoras viejas. Los/las hay interesantes, y de la misma forma que sería agradable pasar un rato con Sofía Loren, con Jane Fonda (la eterna pre-jubilada, que ya era vieja cuando hacía videos de aerobic), por ejemplo, a modo de Iso Grifo, de De Tomaso Mangusta o de Mercedes 600, todos acabaríamos “usando” más a menudo las versiones actuales. El típico cambio señora de 50 años por dos de 25, que por mucho que a mis lectoras les pueda sonar a comentario machista, hablando de coches es la realidad más absoluta.


Iso Grifo, aplíquese el pie de foto anterior.

Pero luego los hay que sencillamente son coches viejos e inmundos. Como el Seat 127, o más concretamente como el Seat 600. Y es que, por mucho que haya motorizado al país y sea un coche simpático, la mera idea de tener uno y de conducirlo me produce la misma repulsa que la de acostarme con Carmen Sevilla, con Marujita Díaz o con Sara Montiel, por mucho mito erótico nacional que hayan sido esas señoras.

Y quiero ese Biturbo, qué coño.






lunes, 22 de septiembre de 2008

El futuro llegó... y se tuvo que ir

Como quien va a la panadería y descubre con horror que, pese a ser el único sitio abierto de toda la zona, no venden cervezas. Como quien madruga un día para ir a recoger los papeles del seguro, sólo para darse cuenta de que ese día es festividad local y todo está cerrado (excepto la panadería abstemia). Como quien pretende pasar por el IKEA a comprar un escurridor Gjördskifg sin fijarse en que es sábado por la tarde y, por tanto, aquello es más una manifestación de “familias por el consumismo” que una tienda de muebles.

Vámonos!

Hace años, curiosamente ya no recuerdo cuántos, una conocida casa de automóviles creo una división de coches guays, pequeños, diferentes, inteligentes, chulos, modernos, futuristas, pseudo-ecológicos… en definitiva, coches listos, que en inglés se dice Smart. El concepto era magnífico, la idea perfecta, y el producto… bueno, el producto tuvo su rollo. Y lo sigue teniendo, más o menos, a día de hoy.

Con el tiempo, esta marca sacó al mercado el que tendría que haber sido el ejemplo a seguir para los coches compactos destinados a familias jóvenes y dinámicas (como el dúo, pero en joven). Era el Smart Forfour, para cuatro, una versión extendida de su cochecito Fortwo, basado igualmente en un chasis ultra-rígido de aluminio, unos motores pequeños, una carrocería de piezas de plástico, y un interior fardón y simpático. El conjunto creaba un coche ligero, poco potente, de escaso consumo, de estética diferente, sin excesos, con el tamaño ideal y que, además, permitía ser equipado a lo grande, con su tapicería de piel y su techo panorámico. En definitiva, el coche del futuro. Bueno, el coche del futuro de la gente rica, porque lo cierto es que era considerablemente más caro que sus rivales generalistas.


Y sin embargo, era un coche cool. Y lo era porque no despertaba odios estúpidos como lo hacen los Golf GTI o similares, no era un "coche gay”, no molestaba a la vista, era en definitiva un coche listo, un coche smart. Y yo tuve uno. Bueno, de alquiler, pero lo tuve. Pequeño, negro, techo panorámico, ruedas lógicas, motor minúsculo de tres cilindros que sonaba como una Cirila (Citroën 2cv). Una gozada.

El futuro llegó, pero no se pudo quedar. Pese a ser un coche reciclable, duro, vistoso y muy amplio; pese a ser un coche con consumos contenidos no ya en gasolina, sino también en neumáticos y otros componentes; pese a ser un coche ideal para cualquier familia, se tuvo que ir. Básicamente por dos motivos: uno económico y otro circunstancial ligado al primero.

Quienes no podían pagar ese alto precio de adquisición, seguían comprando compactos generalistas, ya que pagar en torno a los 24.000 euros por un coche tan “poca cosa”, quizá fuese algo exagerado; por otra parte, quienes sí podían pagar precios altos se iban a por los coches caros, buscando status, calidad aparente, aspecto y todas esas cosas que se buscan en ocasiones… y que acaban generando asco y desprecio por parte de la masa conductora, que cura su frustración por no haber podido llegar al tope de gama con un amplio repertorio de insultos y pirulas varias. Algo que, en el tiempo en el que tuve el Smart, no sufrí en absoluto.

Manolo, mejor este que es más grande y más barato.

Pero es que, además, era la época del todo terreno, del éxito directo, de comprarse el coche más grande y potente posible, de gastar. ¿Cómo iba uno a llevar un coche de 1.000kg y ruedas de 14 pulgadas pudiendo llevar uno de 2.000kg y ruedas acojonantemente enormes? Había que tener un SUV. De hecho, a día de hoy sigue habiendo que tener un SUV.

Tuvimos al futuro delante, pero como era muy parecido al pasado más reciente de coches ligeros y sencillos, lo dejamos sentado en una esquina y nos pusimos a bailar con la más golfa, con aquella que nos prometía ser más por estar a su lado. En el caso de los todo terreno de lujo hablaríamos de una chica de aspecto modelo de catálogo del Venca (porque no dan para más), con la que creíamos que entraríamos en las mejores discotecas y seríamos observados por todos. En el caso del compacto de mierda geteí con faldones y spoilers (lo que de toda la vida fueron alerones), sería una Yeni cajera del Mercadona con cinta en el pelo, pendientes de aro, botas peludas y minifalda vaquera. Y chicle en la boca. Una chica con la que obtendríamos seguramente sexo oral (oral no precisamente de “hablado”, que los cerebros no dan para mucho…), que en una relación de pareja, si es lo único que hay, es equiparable a lo que puede dar un Opel Astra GTC en términos de placer de conducción. O sea, puede correr mucho, pero poco más.

Yo casi prefiero aventurarme a ver lo que es el futuro… a tener a esto.

Y se fue. Una lástima.

Hace meses caí en una Web de un fabricante alemán que tiene un coche concepto sencillamente genial. Intenten abstraerse de la realidad de los coches que pululan por nuestras carreteras, y piensen en un coche perfecto. Bueno, pues ahora olviden ese gran coche ultra-seguro (por destrucción del adversario) y ultra-potente con 0 consumo (cosa imposible), y escuchen la propuesta de este fabricante: unos 500kg de peso, motores minúsculos de 50cv, cuatro plazas, consumo de menos de 2 litros de gasoil cada 100 kilómetros, seguridad por su estructura de acero, ruedas del tamaño justo para tener buen agarre y escasa resistencia. No suena muy apasionante, cierto, pero como medio de traslado individual de un sitio a otro parece una solución buena. Eso sí, si les digo que su precio de venta se estima en unos 15.000 euros… ¿no es para ir pidiendo uno ya? Pues no, por desgracia no.

Ello es…

Por desgracia, pues nos hemos ocupado de llenar las carreteras de armatostes descomunales que prácticamente nos harían volcar al adelantarnos. Hemos seguido un camino, equivocado o no, que condicionará mucho el downsizing (reducción de tamaño) que pronto se pondrá de moda. ¿Cómo alguien va a comprar un, por ejemplo, Fiatord Megancus IV si es más pequeño que su antecesor el Megancus III? ¿En qué cabeza cabe pasar de coche grande a coche pequeño? ¿Cómo permitir que la gente crea que andamos pelados de pasta y que por eso pasamos a comprar un utilitario en vez de una berlina? Una lástima, la verdad.

Pero lo cierto es que escribo esto por el sencillo motivo de que no me puedo permitir un Hummer y un Cayenne. Bueno, no seamos tan radicales. Me gustaría tener un Loremo, que es como se llama esa especie de Biscuter moderno, pero iría contra mis principios poder comprar un Cayenne Turbo S y no hacerlo. Por eso no creo que haya que ir tan lejos, y me conformaría con que los coches “normales” siguiesen aquel ejemplo que quiso dar el Smart Forfour y dejasen de crecer cual adolescente americano bebedor de litros de leche y comedor de piernas de vaca.

Agh!

A ninguna familia normal le debería de interesar tener ruedas de 17 pulgadas en anchura 245, más que por cuestiones estéticas, en sus coches de consumo reducido. No se necesitan espacios modulares con 7 asientos, maletero ultra-deslizante con tomas eléctricas, compartimentos ocultos bajo el compartimento oculto del asiento, doscientos caballos famélicos o intercomunicadores para hablar de una fila de asientos a la otra. Una familia normal, de las que pagan hipoteca y hacen cosas como ir los fines de semana a pasear por la gran superficie, no necesita de todas esas cosas en un coche. De hecho, a mí me basta con un Porsche 911, que tiene cuatro asientos.

Aprovecho la ocasión para mostrar mi desesperación máxima ante la falta de utilidad del editor de textos de Blogger, al tiempo que pido disculpas a mis lectores por el desastre que supone en cuanto a aspecto general el desbarajuste de los saltos de línea.

martes, 2 de septiembre de 2008

La Mirada Terminal

Ocho y media de la mañana, día Dos. Lo intento de nuevo. He decidido renunciar por segundo día consecutivo a mi sesión matinal de piscina en beneficio de la televisión. Y en beneficio del beneficio de la duda, aunque con tanto beneficio por aquí y por allá, esto parezca la casa de beneficencia o un banco, y la verdad es que nada de ello. Nada de nada, no de nadar, porque no nado nada. Me juego mi salud y mi forma física (tómese esto muy a la ligera) por darle una segunda oportunidad a María Teresa Campus y su secuestro del programa “La Mirada Crítica”, en Telecinco.

Bien, es agradable regresar de las vacaciones bloggeras y encontrarse con algo que criticar. Sustituyan el pronombre indefinido “algo” por el sustantivo con calificativo “grandísima mierda” al leer la frase anterior.


Se abre el telón…

“La Mirada Crítica”, por ponerles en situación, era mi programa de cabecera, el que me acompañaba durante el desayuno, la ducha, el aseo y demás antes de salir hacia la oficina. ¿Por qué? Básicamente porque terminaba, y sigue terminando, a mi hora de salir de casa, pero también por tratar la actualidad de forma totalmente imparcial, ofreciendo siempre opiniones especializadas desde bandos contrapuestos, con noticias atractivas sin caer en el amarillismo, con debates tranquilos y agradables, y con el repaso de prensa del grandísimo Giosto Maffeo, leyendo los titulares más destacados de los periódicos más importantes, tanto nacionales como internacionales, sólo con la intención de leer, sin en ningún momento opinar.

Primero presentado por Montserrat Domínguez en sus inicios, después por el excelente periodista Vicente Vallés, de quien nunca supimos datos personales ni filiaciones. Ambos se limitaban a presentar los temas, con una sonrisa cuando era necesaria, con seriedad si se requería, a presentar a los contertulios o entrevistados, y nada más. Nada más y nada menos, pues a la vista de lo que se puede observar en televisión, esa labor parece realmente complicada.

María Antonia Iglesias

Ahora lo presenta María Teresa Campus, la madre que la parió. Bien, Telecinco, bien. Ustedes tenían unos informativos presentados por Pedro Piqueras, que lo hace bien porque tiene tablas y parece pasar del tema; por Hilario Pino, que es malo como el solo pero que, al menos, está buenorro y tiene estilo; y por Vicente Vallés, que tendría cara de niño, pero lograba un programa plural que nunca se casaba con nadie y en el que nunca se oía una voz más alta que la otra. Incluso tuvieron a Angels Barceló, capaz de provocar en el público masculino heterosexual los mismos efectos que causa Hilario Pino. Tenían un cierto estilo, complementado por uno de los programas más plurales de las noticias.

Y ahora tienen “La Noria Morning Edition”. Esta mañana, a las 10.14 exactamente, la emisión de Telecinco se componía de unas ciertas imágenes acompañadas por las voces de cuatro tertulianos (qué asco me da esa palabra), una presentadora vociferante, y una señora de 80 años al teléfono cuyo máximo deseo era recuperar el cuerpo de a saber qué pariente muerto en actos de guerra, en la Guerra Civil. Cojonudo. Este ha sido el detonante de mi abandono. Les dejo, no quiero volver a ver semejante basura televisiva mientras desayuno. Me vuelvo a CNN+.

María Antonia Iglesias

Ayer fue el primer día. Lo intenté, lo juro. Me duró hasta que escuché la temida frase de “¿me dejas hablar?”. Creí no poder más, pero tomé un trago de zumo de melocotón y uva marca Carrefour, me hice fuerte, y seguí. Y luego apareció Miguel Ángel Almodóvar, a hablar con voz seria y aspecto interesante pero desinteresado, del tema que tocase cual experto absoluto. Más asco aún. Cambié de canal y me asomé a la ventana pensando incluso en saltar. ¿Dónde estaban mi Vicente y mi Giosto? Me incliné sobre el alfeizar y me balanceé hacia el exterior. Vecinos asustados, gente parándose, se va a tirar… bueno, no, sólo me incliné para ver si llovía, y en vez de tirarme a mi propia terraza, salí por la puerta, que es una acción mucho más digna, a ver si mi mesa de jardín estaba seca. Luego me fui apesadumbrado a la oficina.

Ya lo he comprendido todo. Ustedes, señores de Telecinco, querían hacer una reedición de las mesas de debate de los programas de La Campus y de (pónganse en pie) Ana Rosa Quintana, AKA “Ar”, y lo han conseguido. Han logrado adelantar el vociferio un par de horas. Sólo espero que mañana tertulien por ahí el paparazzi ese que va de cachas y que tiene los ojos mediocerrados (cerrados del todo se los dejaría yo), el Conde Lequio, la Esteban, y dos o tres ex-concursantes del Gran Hermano.

Esto no viene a cuento, pero es bonito. Novo Mesto, en Eslovenia.

María Antonia Iglesias, Miguel Ángel Almodóvar, Alfredo Urdaci, Isabel San Sebastián… sí, definitivamente son los mejores sustitutos de aquellas otras personas que participaban antes mientras se tomaban un café. Sin duda ahora comprenderemos mejor las noticias y los sucesos. Los sucesos, porque van a tener sección de sucesos. Creo que es justo y merecido cambiar una sección de tecnología de futuro, siempre alegre, por una de sucesos y crímenes sin resolver.

Háganme el favor e impídanme la entrada a sus instalaciones, especialmente si voy armado. Puto asco, rediós! María Teresa Campus y compañía, ¿serían ustedes tan amables de fallecer? Si no pido tanto… Morirse es bien fácil…

martes, 24 de junio de 2008

Logan II

"La gente compra el Logan porque les parece el producto adecuado a sus necesidades, tanto físicas como económicas, incluyendo en estas últimas unas valoraciones del dinero algo particulares, sin olvidar el motivo pasional de estrenar un coche".

Esa frase la escribí en respuesta a la pregunta de por qué se compran los Dacia Logan, planteada en un famoso foro automovilístico. Creo que resume bastante bien y de forma correcta y respetuosa los motivos que pueden llevar a alguien a comprar un Logan, pero lo cierto es que suena a definición científica o social, de esas que te dejan exactamente igual que como estabas al principio.

Las necesidades físicas quedan descritas directamente en la publicidad del Logan: “hace lo mismo que los demás coches, pero por sólo siete mil y pico euros”. El tema es que esa frase, en un examen tipo test, acepta tanto la respuesta de Verdadero como la de Falso.

















Y es que el coche hace lo que los demás, en tanto en cuanto te lleva de un sitio a otro con la libertad y movilidad que da el transporte privado. Lo que sucede es que no hace las cosas como los demás, y he ahí el punto diferenciador. Terminaba la primera parte de la entrada sobre el Dacia Logan, con una duda planeando sobre mi cabeza: ¿realmente necesitamos más de lo que nos da Logan? Como con cualquier producto, cuando la función está cumplida, todo lo demás podría ser prescindible. Es muy loable que alguien prescinda de todas esas otras cosas para, así, poder permitirse otras que considera más importantes. De hecho, es incluso estúpido no seguir ese comportamiento. Sin embargo, se suele dar entre los defensores y compradores de Logan un componente de crítica feroz ante cualquier otro producto, así como una justificación constante de su compra.

Yo no soy quién para negar las razones personales de cada uno en sus adquisiciones, pero de la misma forma que ellos hacen esas consideraciones, espero que me permitan no comulgar con ellas. Esas manidas excusas de “yo no compro por aparentar”, de llamar pijo a quien ha decidido gastar más dinero en otro producto, de creer que cualquier otro producto se compra por “ser más”… lo siento, pero nunca podré aceptarlas. Evidentemente hay gente que compra lo que no puede pagar. De la misma forma que hay gente que puede pagar lo que compra... y aún así ha de aguantar las consideraciones morales y pseudo-económicas del vecino que, como siempre, asegura haber hecho la mejor adquisición. Pero son consideraciones que están fuera de lugar, y que, además, se desmontan rápidamente desde el momento en el que se desmonta la supuesta economía del Logan. Y sí, este párrafo es además aplicable a cualquier cosa que se pueda comprar, desde un tarro de mermelada a una camisa, pasando por la grifería de los cuartos de baño o algo tan común como un teléfono móvil.
















Pero antes de pasar a comentar el ahorro mágico que parece suponer comprar un Logan, déjenme responder aquí a alguien que aseguró que su Logan era un señor coche.

Evidentemente, es un error pensar así. Un coche que hace su función es un coche, punto. Si no la hace, no es un coche, sino un desastre. Los coches han de servir para lo que se diseñan. Lograr ese objetivo no ha de ser tomado como un triunfo, o una excepción merecedora de halagos y piropos. Porque digo yo que cuando haces algo, lo haces para hacerlo bien....

Que para ellos sea magnífico, pues tanto mejor. Sucede que yo tengo un televisor Philips realmente bonito, plano, de 23 pulgadas. Un buen televisor de una mejor estética, porque en temas de características técnicas imagino que será como cualquier otro del mismo rango. De ahí a decir que es un señor televisor, dista lo que hay entre mi aparato y una Bang-and-Olufsen de 853 pulgadas con passepartout aerodinámico, sonido maxi-surround y mando por telekinesia. ¿Qué hay cosas peores? Pues claro, pero…















Y sin embargo, que exista el Chateau Petrvs o los Muton Rothschild de a cinco mil euros la botella en tienda, no hace que el Vega Sicilia Tinto Valbuena sea precisamente malo. Y todos coincidiremos en que un Enate Carbenet-Suavignon de poco más de 30 euros la botella tampoco es malo, así como en que un Condestable o demás vinillos de 2 euros son, una vez que se conocen el resto, infumables.

Con los coches pasa algo similar. Un Petrvs sería un Supercar como un Enzo; los buenos deportivos y descapotables más populares, tipo 911, Boxster, Elise, Z4, etc... podrían ser ese Vega Sicilia, sea un Único o sea un Valbuena; mi MX5 pasaría por un Pesquera o ese Enate, o qué coño, un Viña Esmeralda de Torres, que es una delicia al alcance de cualquiera (sea para diario en caso de disponer de posibles, o sea para una fiesta ocasional); el Logan es un Don Simón. Y un Don Simón no es un señor vino, aunque los pueda haber peores (Tata Índico, como ejemplo automovilístico, o muchas chatarras rodantes de decimocuarta mano).

Así que lo siento, no es un señor coche. Y es que tampoco es eso lo que pretendían sus creadores, ni mucho menos quienes se decidieron a comercializarlo en nuestro país, en nuestro mercado. Porque nuestro mercado tiene un nivel de exigencia que sitúa lo bueno a una altura que Logan no alcanza en el cómo lo hace, aunque sí lo logre en el qué hace.
















Es cuestión de cada uno el valorar si le gusta el cómo lo hace de las opciones asequibles (más caras) de la oferta automovilística. Habrá quien no lo haga y se decidirá por un Logan, y a mí me parecerá perfecto. Pero que no venga luego a decir nada, con esa manía tan hispánica de justificar cada gasto ante cualquier crítica que pueda surgir.

Volviendo al tema de la supuesta economía o ahorro loganiano, y así cerrando este artículo, decir que alguien en unas condiciones normales se compra un Logan por ahorrar, es (y permítanme recurrir a esta analogía tan vulgar pero tan cierta) como decir que folla por la virginidad. Partamos de la base de que un coche normal nunca es una inversión, sino un gasto. Y que es un producto que, en cuanto se matricula y sale del concesionario, viene a perder aproximadamente un 20 por ciento de su valor, a lo que hay que sumar una devaluación constante hasta un mínimo irrisorio, generalmente superado por los gastos que generaría la venta.

Siempre habrá quien diga que no piensa vender el coche en muchísimos años. Enhorabuena, si además vive en un entorno rural y lo que está haciendo es sustituir un viejo Alfasud por el Logan, habrá encontrado la compra perfecta. O quizá no.












¡Ya va siendo hora de cambiarlo, abuelo!

Pongamos algunos ejemplos de otros productos, y pensemos en una economía doméstica justa, en la que se ingresa lo que se gasta (que no al revés, observen el matiz), salvo en los meses en los que los gastos son superiores. Bien. Si los recursos son escasos, lo que habrá que hacer es maximizarlos, gastándolos de la forma más eficiente posible. Si la leche Carrefour me sienta igual que la Pascual, ahorraré 30 céntimos por litro comprándola. Si los pantalones de GAP en rebajas me duran lo mismo que los Diesel o los Armani Jeans, y no son feos ni pasados de moda, tendré que conformarme con ellos y ahorrar ahí, y seguiré yendo a la moda. O si eso tampoco puedo, compraré los más baratos y, si voy a la moda, será de casualidad.

Lo que no puede ser es ir tan justo tan justo, y pretender estrenar coche. El coche nuevo es un lujo, no un artículo de primera necesidad, porque es de las pocas cosas que nada más haber sido comprado, su precio baja un 20%, como he dicho. Si en vez de 10.000 euros y un coche nuevo me gasto 5.000 y me llevo uno usado, he ahorrado un buen pico. Pensando en la gente que cambia de coche cada cierto tiempo (no cada ciertas décadas), y que además justifica su compra por su escasa capacidad económica o de ahorro, ¿qué hacen comprándose un coche nuevo?

La compra de un coche nuevo es un acto totalmente pasional, pues existe un amplísimo mercado de segunda mano lleno de coches que no pierden mucho valor y que funcionan perfectamente, siendo generalmente mejores productos que los Logan. Parece que Mr. Ahorro Sensato de Compramaestra se nos vuelve un poco hipócrita cuando mira hacia el lado de los coches nuevos, en vez del lado de los usados. ¿No quedamos en que queríamos ahorrar dinero?















La cuenta es sencilla: un Logan vale unos 9.000 euros, y con cinco años igual logramos venderlo por 4.000 euros. Habremos ido perdiendo mil euros anuales, sin contar con el coste de oportunidad de dicha cantidad, es decir, lo que podría haber generado en inversiones seguras. No olvidemos que estamos hablando de una economía en la que mil euros supone una cantidad muy importante (tanto como para mirar coches baratos del mercado). Si hubiésemos comprado un Megane Classic, por no salirnos de la marca, con unos 10 años, habríamos gastado unos 4.000 euros, que supondrían un ahorro de 5.000 euros con respecto al Logan, sin contar con los costes de la más que probable financiación de la compra del coche nuevo. Vendido a los cinco años, todo lo que nos dieran sería pura ganancia con respecto a la compra del Logan. Vendidos ambos a los 10 años, seguiría habiendo una diferencia considerable, más si hemos aprovechado la diferencia inicial de compra para generar intereses.

Pero claro, no se quiere renunciar al hecho de estrenar coche nuevo. Eso, le pese a quien le pese, no es economía ni es ahorro. Y lo mismo sucedería de irnos a por coches más modernos de la misma gama. Creo que un Logan es una magnífica compra a largo plazo, y más cuando se compra usado y uno se ahorra esa devaluación inicial. Es cuestión de cada economía el mirar si el thrill de estrenar coche compensa el gasto extra.

Quienes compran barato para poder invertir en otras cosas, puede que estén cometiendo el mismo error, aunque en su caso se entiende que sí están en condiciones de pagar ese suplemento por estreno de coche.

Y digo esto porque, a día de hoy, el mercado de usados tiene coches lo suficientemente baratos como para que el ahorro sea importante, lo suficientemente modernos como para que no sean unas cascarrias insufribles, y lo suficientemente sencillos mecánicamente para que sean reparados en cualquier lado.















Que no son así todos…

Volviendo al ejemplo de los vinos, en este sentido vemos que no es válido, en tanto en cuanto no existe el vino de segunda boca… aunque lo cierto es que hay bebidas más baratas que hidratan igualmente, siendo una muy conocida… llamada agua.

A mí no me la dan con queso, aunque sea queso rumano. Y como no vivo en los Cárpatos y me gusta tanto conducir como velar por mis intereses económicos, como darme caprichos, prefiero otras cosas. Allá cada cual con sus gastos y sus dineros, de cualquier forma.

Dacia Logan. Todas estas consideraciones son pura y llanamente personales. Queda claro que ese producto no se adapta a mis necesidades. Como ha de quedar claro que no niego el derecho a disfrutar de un coche nuevo a nadie, y que hablo de ahorro en términos económicos, ya que a veces el ahorro en preocupaciones y tiempo que supone un coche nuevo (a veces), puede llegar a compensar el gasto extra que supone su compra.

viernes, 13 de junio de 2008

Fuera de lugar

Me he apuntado nuevamente a la piscina. Meses de (casi) nula actividad física o deportiva se terminan notando, no ya en el aspecto físico (que sí), sino sobre todo en el estado de forma tan patético en el que termina cayendo uno. Vale, no es tan, tan patético, hay gente mucho peor. Y en absoluto se puede decir que yo esté gordo, pero sí un poco “fondón”. Y claro, eso es muy peligroso, que uno ya tiene una edad en la que las barriguillas llegan para no marcharse nunca…

Nadar es seguramente el único deporte in-door que me gusta. El gimnasio me aburre demasiado como para querer volver, el futbito y demás sencillamente no me gustan, el squash siempre me ha dado miedo (por el peligro de recibir un pelotazo o, peor aún, un raquetazo)… ¿Hay alguno más? Debería de probar eso que llaman spinning, y que consiste en dejarse los hígados sobre una bicicleta estática mientras el monitor se desgañita para dejarse oír por encima de música techno. Habrá que probarlo, lo dicho, pero mejor más adelante, cuando esté un poco más en forma.



Mi sistema piscinero es sencillo: calentamiento a base de cuatro o seis largos, para luego machacar músculo a base de hacer largos sólo con las piernas, o sólo con los brazos, todo sin usar ningún tipo de flotador (que bastante tengo con el que se aprecia por encima de mi traje de baño). La piscina a la que voy ahora no tiene jardín, en plan solarium, como sí tenía la anterior. A cambio, tengo jacuzzi, sauna y baño turco. Se agradece terminar la sesión con una buena batida en el jacuzzi, que se ve está pensado para megagordos, para auténticos cachalotes capaces de quedar inmóviles entre las burbujas, porque yo floto de un lado a otro de tal manera que necesito agarrarme a lo que sea. Espero no agarrarme ningún día al cuerpo lozano de la jubilada de turno.

En esta piscina uno no se siente fuera de lugar. De hecho, no sé si existen piscinas cubiertas en las que alguien pueda sentirse fuera de lugar. La gente va a nadar a su ritmo (generalmente lento), y lo que menos abunda es la belleza corporal Danone de los parroquianos. Magnífico para ir y conseguir alcanzar un cierto grado de forma física. Además, da igual que se vaya con el Meyba, el Turbo, o las bermudas surferas. Bueno, probablemente en este caso, si el look californiano se acompaña de barriga abundante, espalda peluda y alopecia craneal, la cosa resulte un poco ridícula. Pero dudo que alguien lo comente. Estamos todos más o menos igual (de mal) como para cotillear sobre el resto. Les ahorraré detalles de los vestuarios masculinos, por motivos estéticos (además, debería de incluirme en ello, pues como ya escribí, la tengo pequeña –o eso creo – ).



Aquí iba la foto de un bañador Turbo de esos, convenientemente censurada por el servidor...

Fuera de lugar sería ir vestido de lagarterana, o con mobiliario de oficina al hombro, pero no se da el caso. Donde sí se da el caso, y a ver si empiezo ya con el tema del artículo, es en el entorno en el que paso buena parte del día en estos momentos. Yo, que me creía amante de los coches y de la buena conducción, siento cómo me quedo desplazado en cualquier conversación sobre el tema. Siento cómo todo el mundo parece ser un gran piloto y conducir excelsas máquinas, mientras yo me limito a ir de un lado a otro con un pequeño biplaza poco potente. Impresionante paradoja, en la que ñordos utiliarios se convierten en ejemplos, por encima de un roadster biplaza “de libro”.

Estoy rodeado de maravillas de la automoción que ofrecen las mejores sensaciones de la conducción más pura. Y lo peor, encima la mayoría son más potentes que mi coche. Máquinas deportivas a gasoil como SEAT León, VW Golf o Ford Focus, junto con auténticas balas casi de competición como Renault Clio 1.5 Dci, o Citroën Saxo, o Hyundai (o Hiunday, me niego a aprenderme semejante marca, y mucho más a buscar la escritura correcta) i30. Todos, absolutamente todos, montan ruedas más grandes que las mías. Y claro, entre lo del pito (y no me refiero al claxon), lo de los motores y lo de las ruedas, uno acaba sintiéndose inferior.



Pues sí, soy inferior, al menos cuando voy sentado en mi coche, pues voy bastante más abajo que ellos. Qué se le va a hacer. Y seguramente esos conductores tengan la poca cabeza como para circular mucho más rápido que yo… Y lo conseguirán, pues a fin de cuentas el SEAT León del que hablo tiene sus 140cv o así, que son “más” que los que yo tengo. Da igual que mi coche pese un tercio menos, yo ya estoy convencido de que anda menos. Andará mejor, sin duda, pero menos. Y eso frustra.

El caso es que ayer tuve que llamar a un amigo a la desesperada. No aguantaba más el stress de haber visto cómo presentaba un empleado su nuevo coche: León Cupra, blanco. Cuprarrrr, como digo yo que se leerá, a la vista de todas las R que hay desperdigadas por el coche. Señores, qué agobio! Doscientos cuarenta caballos que da el aparato en cuestión, a las ruedas delanteras, por supuesto. “Hombre, lo mismo que un S2000, pues ya debe de andar”, sucedió que yo dije de forma muy poco acertada. “Te aseguro que con un S2000 a éste no le sigues”, respondió el dueño del otro León. Estos domadores se ve que son la hostia. Y yo, que ya iba arrastrando complejos, me callé como un perro y llamé desesperado a mi amigo. Lástima que éste sea un ROBOC, y claro, poco pudo decirme.



Lo que realmente asusta es sentirse como un auténtico inútil, como un ignorante de todo aquello que es lo que más te gusta del mundo, en unas conversaciones que te son ajenas pues nada de lo que digas será tomado en consideración. Da igual que hayas conducido un Honda NSX, por ejemplo, o que te hayas subido en los mejores coches del mundo, que lleves toda la vida apreciando los coches. Nada de eso importa, pues a fin de cuentas no tienes “uno de esos”, no serás capaz nunca de apreciar lo que dan (afortunadamente, pienso).

Antes de irme pude preguntarle por las ruedas que llevaba. “De 18”. Sí, de 18 pulgadas. Creo que es lo único que saben decir sobre unas ruedas. Y yo con 14 pulgadas… voy mal, muy mal. Si es que hasta el Clio ese de mierda (sí, de mierda, como –casi- todos los Clios) tiene más rueda que mi coche… Sniff, será que soy pobre.



Definitivamente soy pobre. El propietario de ese León Cuprarrr es una bellísima persona. De verdad, tiene muy buen trato, es agradable, no es en absoluto presumido sino que destila modestia en lo que dice… es todo lo contrario a lo que se podría esperar. Bien, es albañil. A sus veintipocos años ya está casado y tiene un hijo. Trabaja de albañil durante el día, y por la noche o los fines de semana da extras de camarero en banquetes y eventos. Calculo que saque sus 2.000 euros netos al mes, que sumado a lo que pueda ganar su mujer, entiendo les ha dado para comprar el Cuprarrrr. Me alegro muchísimo por él. Yo sería la persona más feliz del mundo si tuviese esas aspiraciones y las viese cumplidas. Qué gozada.

Pero sigo sin explicarme por qué a mí no me ha dado para más que un MX5. Seamos realistas, si tengo el MX5 es porque creí sensato no querer llegar al Boxster. Y si tuviese un Boxster, sería por no llegar al 911. Y de tener un 911, sería por no poder llegar al 911 Turbo y al Ferrari (a la vez). Y si tuviese esos dos, sería por no poder llegar a esos dos más los dos supercars de turno. Y si…. Ad infinitum.



De cualquier forma, eso son consideraciones personales que, pasado el mal rato, dejan de tener importancia. Como debería dejar de tener importancia la exclusión en temas de coches que se siente en este entorno. De hecho, va a dejar de tener importancia tras el siguiente párrafo. Allá voy.

Todas esas putas mierdas con ruedas no producen más que asco absoluto en todos los sentidos. No se trata de envidia, sino de verdadero asco por la máquina, como se tiene asco por los excrementos humanos ajenos en cualquier sitio, o las vomitonas. Nunca existirá ningún compacto cutre-guay de esos que pueda proporcionar las sensaciones de un descapotable biplaza, nunca. Y como son esas sensaciones las que todo el mundo reconoce como las más placenteras de la conducción “normal”, siempre estarán a la altura de los faldones del tunero de turno en la escala mundial del placer automovilístico. Da igual que puedan transportar gente y bultos, da igual que puedan hacer eso a ritmos de vértigo. Nada de eso importa. Sólo queda, pues, conseguir como sean los 156.000 euros que cuestan un Porsche 911 Turbo y unas orejeras… o renunciar a casi cualquier tipo de relación social automovilística en España. Como lo primero es harto complicado, y lo segundo también cuando realmente te gustan los coches, creo que voy a optar por guardar respetuoso silencio y dejar de compararme. Pero es que es tan difícil…



Nota: ahora entiendo cuando en una revista compararon un SEAT Ibiza TDI y un Porsche 911 Carrera. Si es que es normal.

lunes, 9 de junio de 2008

Logan

¿Han jugado alguna vez al Solitario Spider del Windows? Si no lo han hecho aún, por favor, no lo hagan. Llevo aproximadamente una hora esperando que se me dé una mano de cartas decente con la que poder terminar el juego, pero es imposible. A veces aparecen a la primera, y si ello sucede antes de ir a hacer lo que sea, uno sale con una confianza mayúscula, a la vista de la habilidad demostrada para crear escaleras del mismo palo con el menor número de movimientos posibles. La realidad es bien distinta: no salen buenas cartas aunque sea sin quererlas. El vicio se acumula, y uno termina solicitando nuevas manos con sólo ver las cartas iniciales. Una y otra vez, veinte partidas solicitadas, ninguna terminada… se pasa el tiempo y, oh sorpresa, ya es incluso demasiado tarde. El horror.















La locura

A veces sucede que el demasiado tarde es una ventaja. Sí, sonará algo contradictorio, pero a ciertos sitios conviene llegar tarde y así pasar el menor tiempo posible. Hay quien lo hace en las bodas, o en los funerales (que viene a ser más o menos lo mismo para esta gente, sólo que en categoría individual y con otra ropa por parte de los allegados). A mí me gusta hacerlo a las comidas, pero no por pasar el menor tiempo posible, sino por alargarlas lo que sea y así, al volver a la oficina, ver que ya queda menos tiempo para marchar a casa. Iluso de mí… que sigo creyendo que me voy porque lo dice un reloj…

A lo que iba, un sitio excelente para llegar tarde es un concesionario Renault. Y no lo diré por el Clio Sport, magnífico coche para quien lo quiera, o por el resto de la gama. No podría, pues los veo como unos vehículos excelentes (mejor dicho, buenos), en una gama variada, con una calidad contrastada, etc., etc.… O sea, un asco.















Ganas locas de conducir.

Pues no, nada que lleve Renault en el capó es más terrible que los coches que venden al lado: Dacia. Sería feliz si aquí se vendiese la versión Dacia del mítico R-12, porque hablaríamos de un coche neoclásico, duro, extremo, amplio, simpático… una basura inmunda, cierto, pero ideal para gente sin complejo ninguno y que da malos tratos a sus coches. Violencia de parque móvil, que se llama. Pero no, aquí venden un vehículo llamado Logan, en diferentes versiones, catalogado como coche barato, low-cost, económico, y demás milongas de marketing que se le quieran aplicar.

Analizaré primero el coche, para luego pasar al concepto, si me lo permiten.

Pues bien, Logan (porque el catálogo lo llama “Logan”, y no “el Logan”) supone una especie de viaje en dos sentidos: hacia el Este, más allá de Varsovia, Ljubljana y Budapest, y hacia atrás en el tiempo. Es un vehículo absolutamente COMECON, y eso, quieran que no, me emociona.
















Estéticamente estamos ante una aberración, se mire por donde se mire. Imagino que hacerlo más bonito costará más dinero. Por fuera y por dentro, claro. El viaje en el tiempo se acentúa al abrir las puertas y ver el espesor de éstas, el tapizado interior, los plásticos, los mandos… Uno cree estar de nuevo frente a un Clio II 1.9d, pero eso es bueno. Muy bueno, de hecho, pues el Clio II de primera serie ha demostrado ser un vehículo asqueroso, sí, pero duro, resistente, inmortal y por el que no se siente ninguna pena ante las diversas manchas que puedan caer en su tapicería.

Llama la atención lo elevada de la posición de conducción. El acceso es, pues, muy sencillo y cómodo. Las personas mayores apreciarán esto, sin duda alguna, como también apreciarán el tamaño de los botones (tres botones) de la consola central: dos elevalunas y “warning”. Ciertamente son enormes, muy visibles, muy accesibles, imposible de ser confundidos. La ruralidad del conjunto es patente en todos los detalles. Echo de menos que las puertas no dejen chapa a la vista, algo siempre de agradecer cuando buscamos lo más básico. La visibilidad es buena en todos los sentidos, por desgracia. Y digo esto porque, cuando uno ve, uno es visto también… Entiendo que el propietario de Logan carece de complejos sociales, y eso le honra (espero que me permita no compartir una parte de su postura).














Detrás la amplitud es palpable. Evidentemente no hablamos de un Mercedes Clase E, coche con el que algún iluminado quiso comparar a Logan en términos de amplitud trasera. Ante tal estupidez, prefiero hablar exclusivamente del vehículo rumano. Como digo, es amplio y capaz, con un asiento muy elevado y buen espacio para las piernas. No hablamos del asiento más cómodo del mundo, en el sentido en el que los de un Porsche 911 resultan menos confortables, por ejemplo, pero se puede ir en él. El maletero, mi amado maletero, es descomunal. Es una pena que nazcamos con piernas y cabeza, porque ahí detrás caben perfectamente seis o siete troncos adultos. No quiero ni imaginar la cantidad de legumbres y hortalizas que se pueden transportar. O sacos de sustrato, que es una carga muy agradecida también.















Comprendan que no pudiese ver nada más del coche en cuestión. Ante tal cantidad de horror, uno se bloquea y sólo piensa en salir cuanto antes, agarrar el coche que le haya traído hasta ahí, y conducir lo más lejos posible de aquello. Eso sí, antes de salir… catálogo. Glorioso catálogo, por cierto. Resulta muy curioso que cuando uno se interesa por un BMW, por ejemplo, la documentación se permita el lujo de tutearte, de tratarte con cercanía, confianza, amistad… con colegueo. Y digo que resulta curioso porque estás a punto de dejarte una fortuna en un coche. El catálogo del Logan (perdón, de Logan) trata de usted a sus lectores. Bueno, no siempre lo hace, pero al menos lo intenta. Leerlo te llena de optimismo, te hace ver la vida de otra forma y, sin duda alguna, apreciar muchísimo más lo que uno tiene.

Dentro de Logan todo está concebido para que sus viajes largos y cortos sean lo más placenteros posibles. La posición de conducción se puede regular con sus mandos fácilmente accesibles.

Grande.

Motores con buenas prestaciones, y una estabilidad ejemplar: Logan ofrece tranquilidad.

¡Magnífico!

Logan se ofrece en varios niveles de equipamiento. La unidad que yo vi (porque entiendan que no haya querido probarla, ya tuve un Clio II, no me hace falta más), creo que era el acabado Laureate. Si bien no me explico cómo puede existir una versión supuestamente lujosa de este automóvil, tampoco me explico por qué no se ven más las versiones Base, que ya no es que traiga poco equipamiento, sino que además incluye algo llamado “llanta de 15” con embellecedor medio”, y que no es ni más ni menos que un tapacubos central recién llegado desde el año 1973. Ese detalle es El Detalle, el no va más, la maravilla de las maravillas. Y puestos a tener un coche básico, se tiene básico de verdad.















Por cierto, Logan también dispone de una gama de accesorios de cara a hacerlo más útil o atractivo. “Para aportar una nota de deportividad al diseño de su Logan, elija el alerón aerodinámico. Disponible para las versiones Base y Ambiance”. ¿Es o no es maravilloso?

En definitiva, estamos ante un subproducto perfectamente válido para la movilización de países o regiones en desarrollo, y que proporciona un nivel de utilidad general bastante elevado, lo cual puede hacerle igualmente válido para zonas desarrolladas y/o con un nivel de vida más elevado. Fíjense, sin haberlo pensado antes, creo que me ha salido el argumento principal del plan de marketing de Logan. Curioso.

La siguiente conclusión es absolutamente personal, y como tal ha de ser tomada:

Logan podría parecerme la aberración absoluta dentro de lo que yo considero que ha de ser un automóvil. Y digo que podría porque, tras verlo y pensando las cosas fríamente, tras ver fotos de regiones rurales de Cracovia, Albania o Bielorrusia, uno se pregunta: ¿realmente necesitamos más de lo que nos da Logan? Yo personalmente sí, claro que sí, pero porque me da la gana, no porque realmente lo necesite. Es un sentimiento bipolar: por un lado es asco absoluto hacia el coche en sí, pero por otro es admiración por hacerme ver la falta de argumentos con la que puede dejar Logan a toda esa horda de compactos y “berlinillas” generalistas con llantas de 18 pulgadas, motores pseudos-potentes, estética “resshulona”, y precios de locura. Sinceramente, antes que comprar un… un…. Bueno, un coche de esos, me compro un Logan.

Qué va, mentira, no me compro un Logan. Lean la segunda parte del artículo…

jueves, 22 de mayo de 2008

La vuelta al mundo en un mapa

Me van a perdonar que haga una entrada auto-aduladora de nuevo. Ya saben que no es mi estilo, pero quiero aprovechar la ocasión y el espacio para dar la bienvenida a toda la gente de nuevos países que me está visitando.

No tengo un número de lectores excesivo, y además éstos (ustedes) no acostumbran a dejar comentarios de los que generan conversaciones. Pero no por ello me siento menos satisfecho al comprobar la cantidad de gente que me lee.

La sorpresa al ver el mapa de visitantes que Statcounter me acaba de dar ha sido considerable. Tuve en el pasado gente de Japón, de Bahrein llega a veces la visita de una amiga, cada poco aparece el visitante misterioso de la Isla de Man, y aunque en el mapa esta vez no se aprecia, de vez en cuando alguien me visita desde el mar (imagino que será una plataforma petrolífera nigeriana).

En fin, aquí les dejo el mapa con las últimas visitas. A mí me ha hecho ilusión verlo. Tonto que es uno…














Click sobre la imagen para verla en grande.

Lo sabe todo... y conduce

No soy muy dado a personalizar mis críticas ni, por tanto, las entradas del blog, pero ayer la situación fue cuanto menos “acojonante”. Salir de casa dirección al trabajo conlleva atravesar media ciudad (lo que tiene vivir en el centro) y decidir si se va por la autopista o por la carretera antigua. Por motivos que no vienen a cuento, ayer tocó la carretera antigua.

De la Sabelotodo ya han podido leer una crónica hace algunas semanas. Por si no lo recuerdan, o por si yo no lo hubiera nombrado, dispone de un vehículo deportivo y prestacional, como evidentemente (no) es un Renault Clio dci. Sí, ella se lo cree, qué se le va a hacer. Lleva llantas de aleación…
















La máquina de la velocidad, con tambores detrás.

Salimos de la ciudad y embocamos una carretera de doble carril que a los pocos metros se bifurca, limitada a 90, y por la que la gente suele situarse en el carril que le convenga desde el principio, para evitar sustos, sorpresas o cualquier cosa. Cierto es que todos deberían de circular por la derecha, si aplicamos la norma a rajatabla. Cierto es que todos saben a dónde van, son muy pocos metros y no merece la pena andarse con cambios de carril injustificados.

Así, tranquilamente circulamos varios coches, hasta que por detrás aparece como una exhalación ella, adelantándonos por la derecha para al instante dar un volantazo y situarse de nuevo a la izquierda. No hablo de un cambio de carril lógico, sino de un puro e injustificado volantazo, que da más sensación de deportividad, imagino… ¿Velocidad? Unos 130, que para eso la carretera parece una autopista. No tarda en encontrarse con un lento bloqueándole el paso. Lento entrecomillado, claro, pues de 90 no baja. Los 300 metros que está tras él, no para de pisar el freno, sin separarse más de 10 centímetros del parachoques. Frenar en una carretera de doble carril equivale, en la mayoría de los casos, a no tener ni idea de cómo conducir, a no tener ni una pizca de previsión y, además, a carecer de cualquier tipo de respeto por el resto de usuarios de la vía.

Más y más freno, sobre todo cuando la carretera se limita a 60 y se acerca un cruce. El lento se desvía a la derecha, momento que aprovecha nuestro personaje para adelantar… en línea continua y en pleno cruce, con dos ovarios. Deberían de inventar un sistema radical contra este tipo de maniobras, como podría ser la amputación y posterior explosión de la cabeza. No es exagerado, es una mera eliminación de elementos no deseados, como hago en mi casa con las hormigas, o como se hace en la huerta con las naranjas podridas.




















¿Alguien gustaría de tenerlas en casa? Yo ya las he tenido... y paso.

Acelera como una posesa y pretende perderse en el horizonte. Lástima que la carretera no sea especialmente larga, y pronto se encuentra con una rotonda, a la salida de la cual, un nuevo coche la hace frenar. Yo, que he seguido a un ritmo constante cercano a los diferentes límites de la vía, no tardo en alcanzarla. En ese momento, aprovechando un trecho de línea discontinua, aprieta su pequeño motor para adelantar, justo antes de que el camión que viene de frente la aplaste como a una cucaracha. Enhorabuena, ha logrado un adelantamiento y llegará en primera posición al siguiente cruce. ¿Tiempo ganado? Unos 4 segundos.

Y es ahí cuando un nuevo vehículo parece estorbarle demasiado, así que no espera su turno y toma la desviación por el carril contrario, nuevamente acelerando. Durante un rato la pierdo de vista. La carretera es ahora estrecha y empinada, dentro de un bosque, una pista privada llena de curvas. Pero lo cierto es que es “mi pista”, y no perdono subir a buen ritmo, dando las curvas como mi coche merece. No tardo en alcanzar a verla entrando ya en el recinto, lugar en el que es frenada por un camión de transporte de vidrios. Se desvía para acceder al parking por el camino más largo, que pretende minimizar a base de acelerador. Yo espero pacientemente al camión, que al instante se aparta, y metros más adelante aparco mi coche.














Pero en gris plata, claro.

A la oficina llegamos exactamente a la vez. “¿No ves como no sirve de nada correr tanto?” le pregunto, inconsciente de mí. Con su mal carácter y su prepotencia habituales me responde de malas maneras un “¿de qué me hablas?”, que se podría traducir como un “cállate, gilipollas”. No es consciente de que yo haya venido detrás de ella. Como Dios, va a toda velocidad, jugándosela en cada maniobra, y no acierta a visualizar los coches que la rodean… ni mucho menos el mío, que es cuanto menos algo peculiar y que suele aparcar a su lado.

“Ah, no sé, yo conduzco siempre así, no tengo por qué cambiar”. Pues mira, monina, a ver si un día te das la hostia y dejas de dar por el culo con tu agilipollamiento… evidentemente no se lo digo, aunque lo piense.



















O relativizas, o acabas así con ella…

Así son, inconscientes, sabiondas, con un coche en absoluto pensado para ello, agresivas y siempre a la defensiva ante cualquier tipo de comentario, venga de quien venga. Lo siento, este tipo de gente me da mucho asco, me provoca repugnancia. Pena de Guardia Civil… aunque sólo fuese por la úlcera que le provocaría su reacción ante las verdades cantadas por la autoridad.

Como en la primera entrada, yo recomiendo mantenerse alejado. Como decía una crítica de un bodrio televisivo que leí hace años en un periódico, una película llamada “Samurai Cowboy”: La imposible mezcla de subgéneros que propone el título no nos incita a nada más que salir corriendo lo más lejos posible de semejante espanto.

Pues eso.

lunes, 19 de mayo de 2008

Un día en el Salón

Si hay algo que a todos los aficionados a “los coches” nos gusta es un Salón del Automóvil. Cuando se tiene la suerte de vivir en la ciudad que organiza uno de los más importantes del mundo, la felicidad aumenta conforme se acerca la fecha. Y ya se está acercando. En pocos meses el recinto de Porte de Versailles de París acogerá una edición más del famoso Mondial de l’Automobile, exhibición de lo mejor de cada casa en un marco único que lo junta con… lo peor de cada casa.



















Racaille: dan asco.

Efectivamente, por desgracia las jornadas al público de una exposición como la parisina aglutinan una cantidad de gentuza que acaba con la ilusión del visitante humilde. Ya no es el tema de la imposibilidad de acercarse a los stands de Ferrari o Lamborghini (a los que, sencillamente, no se puede entrar), sino el hecho de encontrarse tapicerías sucias, botones arrancados, barullo por todas partes… y muchísima gentuza. Así no hay quien vaya, y al final acaba siendo más recomendable ver reportajes en Internet desde la comodidad del sillón favorito.

Yo sufrí dos ediciones en ese plan hasta que me decidí a acudir con acreditación de prensa, algo mucho más lógico. Y es que el salón para los periodistas no tiene nada que ver, sobre todo si no se va a trabajar y no es necesario obtener la primera y la mejor de las fotos del último prototipo presentado, enviarla y correr a la siguiente presentación. Sobre cómo se obtienen las acreditaciones no hablaré. Yo la tengo, es así de sencillo. Permítanme contarles cómo sucede una jornada de visita a una exposición privada, aunque no se tomen el texto como una incitación a la envidia y al odio, faltaría más.
















Todo comienza a una hora lógica. De nada sirve madrugar y correr al recinto de exposiciones para entrar el primero, ya que no hay ninguna obligación, y con dos días de prensa por delante hay tiempo de verlo todo. Así, hacia las 11 se hace una hora muy decente para salir de casa, caminar un rato y subirse en el excelente tranvía que recorre el Sur de la capital francesa. No más de 5 minutos de transporte y voilà, bienvenue au salon! La entrada es realmente diferente. Enseñando la acreditación se accede a algo que poco tiene que ver con una jornada pública. Dossier de prensa a retirar del stand de acogida, guardarropía gratuito a disposición, parking gratuito si fuese necesario, todo tipo de atenciones para que uno pueda ir allí y trabajar. O trabajar por amor al arte, como es mi caso.

El recinto está dividido en varios edificios o halls, cuya distribución es siempre la misma durante las distintas ediciones. El hall 1 acoge las principales marcas francesas e internacionales: Renault, Peugeot, Ferrari y compañía, Porsche, Mercedes Benz, el grupo Ford al completo… Tanto General Motos como el grupo Volkswagen cuentan con su hall propio, lo cual hace muy intuitiva y sencilla la visita. Lo ideal es marcarse un recorrido continuo y ver las marcas que por ahí “aparecen”, pues no tenemos que correr de presentación en presentación. No he nombrado a Citroën, y se preguntarán por qué. Es sencillo: la casa francesa ocupa el lugar central del hall 1, con el stand más grande y espectacular de todos. Es la auténtica estrella del salón, por encima del resto.
















Hace dos años su stand era bonito, pero hace cuatro era un espectáculo que hacía desaparecer el resto de la exhibición en cuanto enchufaban la música y el video: una maravilla adictiva que sigo buscando a día de hoy por Internet.

Visitar los stands es tarea sencilla: absolutamente todo está abierto y a disposición de los periodistas, se trate del stand de Skoda, sea el hermético stand de Ferrari. Así, uno puede subirse a las joyas automovilísticas sin ningún problema, tocar, fotografiar, abrir, cerrar, volver a tocar… Todo está permitido y siempre hay un representante de la marca dispuesto a explicar lo que sea o a recibir tus impresiones con atención. Uno pasa de ser un visitante más, pura chusma, como en las jornadas públicas… a un experto cuya voz se ha de escuchar y un fotógrafo para el que hay que hacer todo lo posible por facilitar que la foto del producto sea la mejor de todas. Así da gusto, claro.


























Venga, intenta salir de ahí...

En Aston Martin todo son risas cuando me quedo atrapado en las plazas traseras del Vanquish S. En Ferrari, pese a no presentar nada en exclusiva, las facilidades son enormes para poder hacer tomas espectaculares del 599GTB, al tiempo que los comerciales se interesan por las impresiones de las plazas traseras del 612 Scaglietti. Alfa Romeo exhibe su 8C, y todo son invitaciones a que pase el tiempo que vea necesario haciendo fotos al coche… y a la modelo. Audi presenta su R8 y dispone de dos unidades para mejor aprovechamiento del tiempo. Subirse a un Maybach, a un Bentley o a un Rolls Royce sin que a nadie le importe si vas a comprar o no. Estar junto al mismísimo Stirling Moss mientras se presenta el SLR 722 en el stand de Mercedes Benz. Todo esto y mucho más es lo que sucede en estas jornadas. Y todo esto y mucho más provoca saturación y, sobre todo, hambre.
















Las jornadas públicas del salón son un verdadero timo a la hora de comer. Al no poder abandonar el recinto, o vas cargando con el bocadillo, o no comes, o comes allí auténtica basura a precio de restaurante de la zona de Saint Germain. Y claro, eso no es operativo. Las jornadas de prensa ofrecen un sistema muy diferente. Ciertas marcas buscan atraer al periodista como sea, especialmente durante la comida. De siempre se ha dicho que Mercedes Benz es quien mejores platos da, pero hace dos años no fue así. Una marca que no presentaba nada, consciente del nulo atractivo no ya de su stand, sino de su gama en general, encargó el mejor catering de París y lo puso a disposición de la prensa sin ninguna medida, a lo grande. La casa era Nissan, y el catering Dalloyau. Unas porciones miniatura de auténticas exquisiteces, perfectamente servidas por auténticos profesionales en un ambiente distendido pero agradable, sin ninguna prisa ni presión… magnífico. Eso sí, la zona de refrigerio continuo del salón sigue siendo el bar de Mercedes Benz, auténtico punto de encuentro.
















¿Y qué sucede cuando se trabaja? Que de alguna manera hay que ponerse en contacto con la central y enviar ficheros. Para ello, se instalan en el recinto varios puntos de prensa con todo tipo de equipamientos. Yo opté durante la pasada edición por el del grupo Vokswagen, pese a que su cafetería me pareció excesivamente corriente (de hecho, la merienda la volví a hacer en Nissan). Una simple presentación de la acreditación, y todo queda a tu disposición para que hagas lo que tengas que hacer, en mi caso leer dos foros y conectarme al Messenger. Muy profesional, vamos.
















Hacia las 5 de la tarde el cansancio comienza a hacer mella. Es normal, todo esto satura cualquier cerebro, por mucha afición que haya. En un día de visita es fácil verlo todo, pero si se va sin prisas lo mejor es aprovechar las dos jornadas, centrándose en lo accesible el primer día y dejando el segundo para “lo demás”, incluyendo azafatas y curiosidades. Además, durante la tarde del segundo día ya comienzan a acudir visitantes VIP y los stands se preparan para su configuración “marabunta”, reordenando los coches y cerrándolos. El segundo día tampoco hay presentaciones, y los periodistas están mucho más relajados, siendo más sencillo estar más tiempo estudiando las fotos.
















El trabajo del informador no termina ahí. En casa, o en la oficina, o en el hotel, hay que clasificar fotos, retocarlas en lo que sea necesario, aplicar la marca de agua, subirlas al servidor y, en mi caso, redactar los mensajes del foro para que todo quede ordenado y fácilmente identificable. La satisfacción de verlo todo y de leer los agradecimientos compensa el esfuerzo, sobre todo porque el esfuerzo ha propiciado dos días inolvidables en el Mondial de l’Automobile.

A modo de anécdota, a la semana volví por allí. Al tener acreditación, la entrada es gratuita durante todo el salón. El horror.
















Adorando a sus Dioses: Lamborghini Murcielago LP640 Versace y el teléfono móvil con cámara.

















La cara del chico del stand lo dice todo: pavor.

Y ahora toca esperar a que llegue Octubre…
 
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