miércoles, 14 de octubre de 2009

Jaguar XJ, las primeras impresiones son las que quedan.

Quienes me conozcan un poco sabrán cuál ha sido desde siempre mi unicornio automovilístico, que no es otro que el (pongan aquí el calificativo que les merezca) Aston Martin Lagonda. Verdadero escaparate de una tecnología que nunca funcionó, genuino ejemplo de cómo ha de ser una berlina deportiva británica, la materialización de que muchos metros de longitud de coche no siempre garantizan que se pueda viajar cómodamente sin antes quitarse las piernas y dejarlas en casa, o cómo hacer que el coche más feo y problemático del mundo sea para muchos, incluido yo, el sueño imposible y lo primero a comprar con un boleto premiado de la lotería más gorda de la historia. En rojo, cuero beige, o directamente todo negro.












Aston Martin Lagonda.


El Jaguar XJ40 no es mi unicornio. Y no lo es porque hay muchos, nada más, y eso le hace tan alcanzable como dar un paseo en pony en una feria. Y los ponys ni son esbeltos ni tienen un cuerno en la cabeza. Pero eso no le quita atractivo. Mírenlo, piensen en conducir una berlina de lujo desde la altura de un deportivo, vean esa línea esbelta, admiren su nula fiabilidad. Es maravilloso.














Habitual Jaguar XJ usado, en foto idílica.

Su sucesor, la serie conocida como X300, fue al mismo tiempo una puesta al día y el inicio de la pérdida de personalidad del modelo, que alcanzó el culmen con la generación que está a punto de ser sustituida. Una pena, porque se trataba (se trata, de hecho) de un coche muy tecnológico e infinitamente mejor fabricado que todo lo anterior, confortable, silencioso, de fácil acceso, serio, y que en las versiones R aportaba una estética realmente bruta y agresiva, mezclando el clasicismo de sus líneas con toques deportivos y radicales. ¿Éxito? Ninguno. Puede que Jaguar diga que ha vendido las unidades esperadas, puede que se cumpliesen objetivos, puede que haya sido un producto rentable (observen que he dicho lo mismo de tres formas diferentes, es para ir acostumbrándome a sufrir reuniones de trabajo). Pero, pese a ser “un cochazo”, para muchos ha pasado sin pena ni gloria. ¿Ustedes lo comprarían? Yo no.











Soso, insulso.

Y ahora llega esto, una versión crecida del maravilloso XF, queriéndonos decir que es el Jaguar del futuro. Habrá que mirarlo bien… Y para mirarlo bien, nada mejor que asistir a una première para vendedores, prensa y bloggers. Sí, blogueros, esa gente que escribe notas sobre coches y las pone en webs plagadas de publicidad, y a los que lee la gente, no como a mí. Allí estábamos unos cuantos, sin saber muy bien lo que nos íbamos a encontrar. Y nos encontramos con unas formas cubiertas con una sábana negra, un pequeño catering, gente de traje conversando y paseando, música curiosa, y demás cosas que suele haber en este tipo de presentaciones.














Ambiente general previo.

Por fin, se dio comienzo al acto y Raquel, product manager (que es como se llama ahora al responsable de producto) del Jaguar XJ en España, comenzó una impecable exposición sobre las virtudes del diseño y fabricación del coche. Porque las hay, sin duda. Ah, yo Jaguar lo pronuncio con jota, me resulta muy ridículo hablar de un “yaguar equis jota” y no de un “yaguar ex-yei”.














¡Cuidado, que el gato te está mirando!

El diseño es tremendamente fluido, y conservando líneas propias de la saga XJ de Jaguar como los abultamientos del capot-motor, logra romper con todo lo anterior. Es un XF más grande, cierto, pero al mismo tiempo no lo es. Podría ser un coche japonés, podría ser un Citroën a falta de personalizar con los complementos de la marca, podría ser cualquier cosa… pero sigue siendo una berlina deportiva británica, y eso está ahí, es el ADN del coche. El perfil es alto, quizá demasiado alto. Lo bueno es que, como no se parece en nada al anterior XJ, no tenemos por qué echar de menos la escasa altura típica de modelos anteriores. El frontal es agresivo, muy felino, pero lo suficientemente simple para seguir siendo elegante. La trasera es rotunda, sin más. Detesto el logo de Jaguar puesto en la tapa del maletero, pero es comprensible. El montante trasero pintado de negro se hace raro, y la pregunta es cuánto tardarán en pintarlo del color de la carrocería. Y digo esto porque es algo que se ve pegote en cuanto nos salimos un mínimo de una visión totalmente trasera del coche. En ésta, ayuda a ensanchar el coche y parece una prolongación del grueso marco de la luneta. Fuera de ésta, como digo, se ve una pieza rara. En vista cenital, no obstante, el resultado es sencillamente acojonante.














Si la carrocería es algo que cada uno podrá juzgar de acuerdo con sus gustos, yo no me atrevería a hacer lo mismo sobre la tecnología de fabricación del coche. Primero porque no soy ingeniero, pero fundamentalmente porque, tal y como te lo venden, no parece posible hacerlo mejor. El coche es entero de aluminio, como ya sucedía en la generación anterior, lo que le hace ligero. Y la ligereza, además de en las cosas que ahora están de moda como el consumo o el rendimiento de los motores, se nota en la conducción, en las inercias que llega a coger el coche en carretera. Siempre y cuando el chasis sea bueno, pero no hay motivos para creer que no lo vaya a ser.

Además de esto, hay todo un despliegue de gadgets en el interior. Desde una pantalla de navegador con dos ángulos de visión, lo que permite que el pasajero vea una película o la televisión mientras el conductor ve el navegador, la palanca de cambios que emerge cual periscopio al arrancar, las luces de lectura que se encienden y se apagan con sólo acariciarlas, etc.… a un cuadro de mandos formado por una pantalla de alta definición en la que aparecen animaciones de los controles habituales, y que tiene cosas tan magníficas como la mayor iluminación de los números conforme las agujas de los indicadores pasan junto a ellos, o cómo se muestran las diversas informaciones, o el color rojo del que todo se tiñe cuando hacemos eso que llaman conducción deportiva. Juguetes, cierto, pero juguetes de lo más entretenidos.

Por dentro no es amplio. No voy a decir que los asientos son cómodos, porque es evidente que lo tienen que ser, pero no es amplio. El espacio detrás es bastante justo y, aunque luego entren las piernas sin mucho problema, siempre apetece tener más sensación visual de amplitud. Delante no se va mal, pero al ser todo tan masivo, se echa en falta un poco más de anchura. Pero lo peor es la altura al techo, por mucho que éste venga de serie tapizado en alcántara. Yo no llego al metro ochenta de alto, y me siento demasiado cerca del techo detrás, y del montante del parabrisas delante. Con el asiento regulado a mi gusto, el parasol pasa demasiado cerca de mi cabeza al bajarlo, y tengo la sensación de ir a comerme el larguero de la puerta. El techo solar ayuda a calmar un poco la situación, pero no lo consigue. Es lo que tiene diseñar parabrisas tan grandes y tumbados.













Este es el de batalla larga, claro.


















La realidad del modelo normal, más de 5 metros de coche.

Eso sí, el aspecto es excelente, como lo es el diseño de todo el interior, cuyo salpicadero parece un yate una vez cerradas las puertas. Madera de calidad y cuero abundan en el interior, existiendo muchas opciones de personalización no sólo con colores, sino con terminaciones de la tapicería y de las molduras interiores. Es un habitáculo realmente bonito y personal, en el que apetece estar, y el volante invita a conducir. Parecerá una tontería, pero realmente es así. El volante de un Clase S no invita tanto como lo hace el de este XJ.

¿Qué sucede? Que todo esto se puede decir de cualquier coche nuevo, especialmente si se mira con ilusión. Sucede que todo esto lo dirán las páginas web y las revistas de todo el mundo, y los lectores serán felices. Yo no voy a quedarme ahí. El interior es pequeño, insisto. El coche es enorme por fuera, y pese a que haya quien diga que por obra y gracia de a saber qué cosas del diseño el tamaño final se disimula, el coche se ve descomunal. Descomunal y pesado, pero pesado en el sentido de robusto. No es un diseño ligero, aunque luego el coche sí lo sea. Y por dentro, todo ese tamaño exterior no se ve por ningún lado. Delante porque no cabe un V12. En el habitáculo, porque no se cabe como debería de caberse, con posibilidad de moverse, cruzar las piernas, etc.… Y detrás porque el maletero es tan ridículo como lo es su boca de carga.














Las puertas abren mal. Es decir, abren y cierran correctamente, pero a día de hoy no me explico que una gran berlina de lujo tenga tres posiciones fijadas en la apertura, de esas que, o pasas el tope, o la puerta se te cae en la cara cuando intentas salir. En el BMW Serie 7 nuevo basta empujar las puertas para que éstas se queden en el sitio en el que las dejamos. Eso es lujo y confort, lo otro no. Sin embargo, el acceso es cómodo, todo sea dicho.

Por dentro hay demasiado plástico. En el catálogo pueden decir que las esferas de ventilación son de aluminio, pero no tienen ni el tacto ni el aspecto de las de los Bentley Arnage. Parecen plástico, y eso no es bueno. Tampoco es bueno que la consola central vaya terminada con una pieza brillante plástica, y que el cenicero y demás que hay junto al apoyabrazos sea de simple plástico cromado, como el de las espadas de los disfraces de los niños. La madera va rematada por un ribete de plástico cromado, y los tiradores de las puertas son también de plástico. Cromado, pero plástico. ¿Y los seguros de las puertas? Parecen sacados de un Ford Fiesta de hace 15 años. ¿Y la pieza negra en la que van tirador y seguro? Eso parece ya de un Ford Escort. Sí, hay mucho cuero y las alfombrillas se sienten buenas y agradables, y el techo puede ir forrado en cuero, pero metal, yo lo que quiero es metal. Y no lo hay, y eso es malo. Es malo que el tacto de los controles no vaya más allá que el de cualquier otro coche, y que los mandos de los elevalunas sean tan horripilantes como simples. ¿Qué hay iluminación en leds azules? Genial, pero… ¿han visto la iluminación interior de un Clase S o de un Clase E de Mercedes? Y luego está ese terrible reloj central con sus agujas de leds, presidiendo el cuadro cual alarde tecnológico. Yo no quiero un reloj así, prefiero uno de verdad o que parezca de verdad. Sí, el equipo de audio es Bowers-Wilkins, lo cual me parece tan magnífico como irrelevante. Eso sí, se ve el logo de los altavoces.













La sensación global es muy buena. Tan buena como cierta es la de que no me compraría nunca este coche. Pese a ser una auténtica berlina deportiva británica y la materialización de que muchos metros de longitud de coche no siempre garantizan que se pueda viajar cómodamente sin antes quitarse las piernas y dejarlas en casa, y pese a tener esa carga tecnológica (que esperemos funcione), digo lo mismo que con el BMW Serie 7: que vayan trayendo el Mercedes.

¿En carretera? Habrá que esperar a que el coche funcione. O mejor dicho, a que tenga todo el software cargado y se pueda conducir. Bueno, y a que alguien me lo deje conducir, claro. A fin de cuentas, aún quedan cuatro meses para que salga a la venta.












Jaguar XJ: entre unos 80.000 y unos 150.000 euros, asqueroso diesel o glorioso gasolina de más de 500 caballos. Una berlina de superlujo para conducir, para disfrutar al volante. Pena que eso no lo haya podido hacer aún. Ahora vendrán de Jaguar a decirme que es metal lo que yo vi de plástico, y terminaré de quedar mal del todo. Y si lo es, que lo pongan mate y que se note. Y ahora me pondré a ver las fotos de catálogo y renegaré de todo lo dicho.

domingo, 4 de octubre de 2009

BMW X1, toma de contacto

Ya no saben qué inventar. Iba a poner aquí el típico párrafo revistero ñoño que rellena hueco y te deja como estabas a base de generalidades y frases tipo, pero me quedaré con ese “ya no saben qué inventar” tan clásico como realista, que pienso complementar con un “afortunadamente”.

Ayer tuve la oportunidad de hacer una breve toma de contacto con el nuevo segmento creado, o no, por BMW: el de los compactos Premium de tamaño grande y aptitudes camperas a precio bajo. A precio bajo el conjunto… y las aptitudes camperas, supongo, aunque lo del precio sea siempre algo bastante relativo cuando hablamos de BMW. Ya que estamos con el dinero, bastará una breve visita al configurador online para corroborar que un X1 con un motor adecuado, cambio automático y un equipamiento lógico en un coche caro, se nos pone (sin tener en cuenta descuentos en concesionario) en 50.000 euros, y eso sin meternos en navegadores o ruedas descomunales. Es demasiado, sin duda, o quizá no.












El coche por fuera es más feo que la muerte negra, todo sea dicho. Se ve raro, demasiado alto al suelo por debajo, demasiado bajo en conjunto por arriba, con un morro alargado, unas luces que no se sabe muy bien de dónde salen, y un aspecto en general que no sabrías si calificar de compacto grande, de familiar, de SUV, de SAV, de SOS, de SICAV o de SOF, que es la Sociedad Ovetense de Festejos. Yo no me atrevo a clasificarlo a primera vista, porque esa primera vista me deja descolocadísimo.

Visto en la calle, el coche se ve grande. Largo, mejor dicho. No se ve un todo-terreno compacto, como sucede con el Audi Q5, por ser el BMW considerablemente más bajo “por arriba”. Tampoco se ve un micro-todo-terreno, como pasa con el Volkswagen Tiguan, por ser el BMW considerablemente más largo, al menos en apariencia. Más que largo, alargado.













Es raro, sí, pero me gusta, y no tengo ninguna duda de que va a ser un éxito. Fundamentalmente por ser BMW, no nos vamos a engañar, pero una vez habiéndolo probado, la realidad es que es un coche muy bien fabricado y que apetece usar e incluso poseer.

El interior es bueno, muy bueno. El salpicadero se ve muy bien terminado, todo ajusta con extremada solidez y precisión, todo en él es moderno y, aunque seguramente las haya, no se aprecian piezas discordantes como sucedía con los primeros Serie 1. Las puertas tienen una apertura y un cierre muy sólidos, los asientos son duros, el volante tiene el tamaño perfecto en diámetro y grosor, y todo se ve a una escala de calidad acorde con el producto en sí. No hay falsetes, que tanto se ven a día de hoy en los coches de las casas llamadas generalistas. Sí, alguien podría hablar del aspecto de la consola trasera, pero yo no veo nada nuevo en un BMW por malo, sino que sigue en la línea habitual de la marca.













Decir que todo queda muy a mano es una tontería. Es lo lógico que todo quede muy a mano, habría que ser muy inútil o haber sido transportado desde un centro de diseño de coches baratos de 1967 para hacer a día de hoy un coche malo ergonómicamente, y más un coche de precio elevado. Sin embargo, sí que es cierto que el espacio trasero no es especialmente amplio, como no resulta cómodo el acceso. Esto es si lo comparamos con el X3, coche más grande, pero también con el Volkswagen Tiguan u otros modelos similares. Puede que haya algún compacto más amplio, lo desconozco por pura falta de interés en ese tipo de coches, pero yo sigo viendo un espacio lógico y apropiado, pues no hablamos de una gran berlina.














Los asientos bien, gracias. Siempre será mejor optar por los que BMW llama deportivos, aunque yo los llamaría sencillamente mejores. De cualquier forma, el asiento básico con la tapicería básica ya transmite un buen grado de solidez y calidad, a la altura del resto. Conviene precisar que los coches caros son mejores que los coches baratos por detalles así. Vale que un Nissan Qashqai cuesta la mitad, pero por dentro es la mitad, ni más ni menos. También se puede optar por una tapicería de cuero que convertirá el coche en un producto de lujo, frente a la funcionalidad de la de serie. Es muy extraño, porque yo creo que necesitaría esa tapicería, pero tras haberlo conducido no me atrevo a decir que sea obligatoria, por puro feeling del coche en general.













La toma de contacto fue breve y por ciudad. Habrá que esperar a que alguien me lo preste, o a que esté disponible en alquiler y yo lo necesite. De comportamiento en carretera, no obstante, ¿merece la pena hablar? Quien haya conducido un Serie 1 sabrá qué esperar de este X1, sin más. Es decir, un comportamiento muy superior a todo lo demás que pueda haber en el mercado en este rango de tamaños (que no precios). Sobre las aptitudes campestres tampoco creo que haya que probarlo para saber que seguramente el coche será capaz de hacer muchísimo más de lo que su comprador tipo le exigirá. Sí puedo comentar que tiene una buena altura libre al suelo, que imagino es el dato más importante en este tipo de vehículos, por encima de ángulos de ataque y salida, o de reductoras inexistentes.















En marcha el coche se muestra muy sólido y rígido, muy ajustado. El motor, en mi caso un 2.0 diesel de 177cv responde con una inesperada (por mí) linealidad, y de forma contundente. El cambio automático, un cambio clásico de convertidor de par, funciona perfectamente y supone la primera opción a añadir al coche. Comprar esto con cambio manual es tan estúpido como comprar un Peugeot 308cc a modo de deportivo, o como beber Heineken en una taberna madrileña. Las reacciones al acelerador son instantáneas, no hay lag del turbo como sí sucede, por ejemplo, en el motor D5 del Volvo XC90. El coche se siente ligero, dentro de lo que cabe, y ágil (es un decir, no lo tengan en cuenta los lectores conductores de Lotus Elise o similares). Pero sobre todo hay algo que llama mucho la atención, y es el estar a bordo de un supuesto SUV, pero ir a medio camino entre la altura de cualquiera de éstos y un compacto normal, quizá un poco por debajo de cómo se va en el Tiguan. Esto es bueno, o malo, o bueno, o no lo sé. Habrá quien lo vea como una ventaja en carretera, por falta de inercias y conducción más “normal”, y habrá quien lo vea como una desventaja al perderse esa altura característica del SUV y sus indudables ventajas en acceso y visibilidad. Añadir, por otra parte, que no me apreció en absoluto ni ruidoso ni tosco, pese a ser la ciudad el enemigo natural de los turbodiésel en cuanto a confort.













Empecé diciendo que BMW ya no sabe qué inventar, afortunadamente. Esto es así, inventan coches que nos resultan extraños, pero que se terminan adaptando a la perfección a la racionalidad más absoluta… si nos olvidamos del precio. Un buen ejemplo es el X6, especie de todo-terreno no apto por campo, coupé de cuatro puertas, vehículo familiar de cuatro plazas y maletero pequeño, más rueda que un Cayenne Turbo S, e incluso con versión M, primera de la saga con turbo. Es la pura contradicción, porque además tiene una estética “peculiar”, pero analizado fríamente es el mejor SUV que un hombre de 40-60 años, casado y con hijos mayores, que nunca se mete por caminos más allá de unas roderas en la finca de Jaime o el acceso adoquinado a la cala donde Cuqui tiene atracado el barco, que busca un coche deportivo que no lo sea realmente, etc… puede comprar. Fríamente, a mí no me cabe duda.

Este BMW X1 es el mejor compacto del mundo. Se conduce como un compacto, pero con un tacto muy superior, propio de coches mucho más grandes. Tiene el tamaño interior de un compacto, y con esa tapicería de tela de serie lo parece aún más, pero se siente más sólido y mejor. Tracción total y altura libre, sin necesidad de ir en un pesado todo-terreno falso, o en una vulgaridad de Rav4 o Grand Vitara.















Hablar de racionalidad en un coche tan caro resulta muy poco evidente, lo sé, pero no pretendan que el X1 cueste lo que un Seat León. ¿El doble? Como si vale el triple, está tan por encima de todo lo demás que el precio como siempre, pudiéndolo pagar, es algo secundario.

Quiero uno, no me cabe la menor duda. Bueno, sí me cabe la menor duda, que no es tan menor. Quiero uno, pero no podría vivir con él siendo consciente de que me he gastado todo ese dinero en un coche casi-todo-terreno que ni siquiera apetece meter por una pista forestal, por muy bien que lo haga. Sería como comprarse un Audi A4 Allroad en vez del Q5. Pero si lo hubieran hecho más corto y un poco más alto, hablaríamos de otro coche. De un Tiguan, por ejemplo, que es más barato (y peor). Quiero uno casi tanto como quiero un Aston Martin V8 Vantage: con varias plazas de garaje que rellenar.

BMW X1 2.0d automático. El mejor compacto del mundo. También el más caro del mundo. No miren más coches si se deciden a comprarlo. Sobre todo, no miren el Mercedes GLK. Los precios parten de menos de 30.000 euros.
 
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