sábado, 8 de abril de 2017

Renault Kadjar, un asco sin paliativos (actualizado)

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Nota previa: esta entrada es una actualización de la que publiqué en su momento, motivada por puntualizaciones que me hicieron algunos conocedores de la inmundicia con ruedas de la que voy a hablar.

De eso que miras el calendario, te pones a contar y pierdes la cuenta. Fue allá por abril de 2012 la última vez que había viajado a España, lo que hacían como cuatro años y medio sin pisar tierra patria. Para más detalle, no pisaba Europa desde noviembre de aquel mismo año. Y claro, uno al llegar pues como que se queda un poco sorprendido, no tanto por el general del país, sino por algunas particularidades que, con el tiempo, se habían fijado de forma diferente en mi cabeza. El vocerío y la mala educación en el aeropuerto no fueron, sin embargo, algo que no me pudiese esperar. Es tremendo.

Así, pero a voces

He de decir que este artículo lo empecé a escribir en septiembre del año pasado, que es cuando hice el viaje. Por designios del maligno, seguramente, lo he ido dejando y dejando. Creo que los motivos de tal desgana serán palpables en cuanto empiece a hablar del coche, si es que termino haciéndolo.

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Como decía, pese a mantener mi nacionalidad intacta, el shock cultural fue palpable. La primera sorpresa, realmente agradable, fue ver que los taxistas en Madrid, al menos los que yo cogí, eran personas amables y con ganas de ayudar. Tenía grabado un recuerdo de estafas, de descamisados, de coches de mierda, de radios horribles, etc… Y lo cierto es que pocos taxis había cogido yo en Madrid, pero aquella era la imagen. Suerte o no, el caso es que la sorpresa fue, como digo, sorprendente en lo positivo.
  
Taxis en Oviedo

Luego viajé a Asturias y en Oviedo sí que volví a tomar taxistas de todo pelaje. Desde el físico nuclear apasionado de los átomos, tal y como me contó en los 10 minutos de trayecto que hice con él, al fan de Paco Paesa relatando extasiado la azarosa vida del espía metido a diplomático, pasando por el elitista del Mercedes E que criticaba la calidad del programa de actuaciones de las fiestas de San Mateo, o uno realmente insolente y/o carapijo que devolvía aquellos recuerdos infames antes descritos. Lo que me llevó a pensar que quizá lo de Madrid había sido un espejismo.

--> Otra sorpresa, también agradable, fue constatar la longitud de los shorts que llevaban las chicas. Que una cosa es la típica tailandesa con shorts, y otra estas chavalas que parecen sacadas de Patpong, si me apuran. Qué gozada, qué firmeza muslil (cuando la hay), y qué cara de susto se le quedó a mi mujer al verlo por primera, por segunda, por tercera vez. Es que van, sencillamente, en culo. De eso tenemos alguna que otra australiana despistada por Laos y Birmania, pero no tanto. Hombre, las vietnamitas sí que tienden a vestirse cual trabajadora de sala de fiestas, pero ese es otro estilo. Lo difícilmente clasificable de la Asturias post-veraniega que viví era más bien un muestrario de piernas y nalgas, que siempre viene bien. Sobre todo cuando eres un tío, imagino.

Shorts

La cerveza no se me había olvidado, o casi. Suele pasar que, de regreso a Laos tras una temporada, el primer trago de BeerLao me sabe a gloria. Es claro y evidente que el primero de Mahou no podría ser menos. La compañía también ayudaba, todo sea dicho, y es que cenar con gente a la que no ves desde hace muchos años, pero con la que tienes trato a diario, pues como que mola. La comida, no obstante, tampoco es que la echase de menos, más que nada porque ciertas cosas las hago yo a menudo y, claro, como en casa en ningún lado.

--> En cuanto nos echamos a la carretera, una cosa que no dejó de sorprenderme en todo el tiempo fue la reducción alarmante de la velocidad del tráfico. Terrible, apocalíptico. No tanto en autopista, cosa que tampoco es que se note en exceso en comparación a años anteriores, sino en carreteras nacionales y en ciudad. Para bien en lo último, pero de dudoso comentario en lo primero. Y es que me resultó muy extraño el encontrarme en una recta con visibilidad, un camión lento delante, y ser el único de los cuatro coches que detrás de él circulaban (y el último, por cierto) que saliese a adelantar. Y que ello fuese en un pseudo todo terreno de gasoil es, cuanto menos, indicador de algo, especialmente cuando adelantas coches prestacionalmente más dinámicos (calificativo éste que suena muy a periodista del motor, ¿eh?). En general, la conducción en carretera me pareció pestosa, así de simple. Claro que, el coche, lo que viene a ser el vehículo en sí, tampoco es que ayudase.

Carretera nacional, evidentemente

He dicho que había dejado este artículo a medias desde septiembre. Habría querido olvidarme del coche, me temo, pero es deuda con el lector el comunicar mis desvaríos y también convendrá darle uso a las fotos y a las notas que del evento hice.

Lo cierto es que me gustaría seguir escribiendo de otros temas. De hecho, ahora mismo estoy en un avión bastante viejuno de Bangkok Airways, con destino a Yangon, y me queda casi una hora y media de vuelo por delante. Eso es mucho, especialmente cuando vas encajonado junto a una alemana vegana, y tras tres señoronas birmanas que se han pedido un menú especial hindú que huele que pica. Al menos la azafata es una monada y no para de sonreír, pero no le voy a hacer caso a su oferta culinaria, ya cenaré en casa.

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En fin, que me lío y esto es más alargar la agonía que otra cosa, así que mejor cierro el asunto del Renault Kandajar y describo la aberración. O quizá no, dado que antes de continuar seguramente convenga explicar los motivos por los que caí en semejante ignominia. Y es que, como ya creo haber comentado en otra ocasión, alquilar un coche en Asturias es una tarea imposible. Primero, nunca hay coches interesantes. Pero es que eso es si los hay. Sucedió que quise alquilar justamente antes de un puente, y por más que busqué, no encontré nada ni en Oviedo ni en Gijón. Así de simple. tuve que ir al aeropuerto, y ahí sólo tenían coches Europcar y Hertz. Se estaban "desflotando", según me explicó uno de los trabajadores. Que no es que dejen de flotar, sino que envían sus flotas de coches de vuelta a Madrid, o a donde quiera que los hayan traído, y se quedan con unos mínimos para tirar el resto del año hasta la siguiente temporada. Y claro, así llega uno un día y se encuentra con ese panorama desolador. Y tiene que alquilar un Kadjar pues, de lo presente, es lo más grande y con mejores vistas que parece haber en el parking. Y viniendo de turismo con gente de fuera, qué menos que coger algo desde lo que se pueda ver el paisaje.

Vamos, pues, con el coche. A modo de resumen: es el coche más ofensivo que he conducido nunca. Otro resumen posible: debería de haber cogido el BMW 116d de tres cilindros, esa fue la sensación que tuve al devolver el Renault. Y me voy a explicar, porque así leído no parece tener mucho sentido.

Renault Kadjar, publicitario

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De entrada el coche es feo. No se sabe lo que es, si familiar inflado, monovolumen levantado, todo terreno agachado, o bloque infecto asalchichado con ínfulas. En realidad, visto desde ciertos ángulos, no es tan feo. Pero es anodino a más no poder. Y es grande, de eso no cabe duda. O quizá sí la quepa, no lo sé. Lo que es cierto es que por dentro no es tan grande, o no lo parece. O quizá sí. Es tal la desgana que produce que uno sólo sabe que va en un Renolón gigante cual oficinista de siderurgia en fin de semana, dicho esto con todos mis respetos al colectivo administrativo de las empresas del metal, pero es que no se me ocurría otro trabajo más aburrido.

Interior, pero en plan catálogo que todo luce más y mejor

Los asientos son un ni fu ni fa, vas ahí montado y te crees algo, supongo, pero no provoca ninguna ilusión el subirse en ellos. Son duros, que es lo que le da como sensación de calidad, pero en realidad no lo son tanto, es sencillamente un coche nuevo. El resto del interior es puro Renault, con piezas y botones que se diría ya venían en los Clio y Espace de hace 15 años, y todo con ese tacto gomoso y plastiquero. 

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El maletero es pequeño, sobre todo si tenemos en cuenta el tamaño del coche. No sólo eso, la boca de carga queda muy alta y el portón  se abre entero hacia arriba. Creo recordar que en el otro SUV que tenía Renault, uno así como muy feo que parecía que le había mordido el culo un caballo, la tapa se abría mitad hacia abajo y mitad hacia arriba, como en el Range Rover o en el anterior XC90 (desconozco si el actual es así, pues no he visto ninguno aún). Esa es una solución más apropiada en estos coches, al menos te permiten sentarte a comer el bocadillo de sardinas o la empanada en el área de descanso del monte más cercano a tu domicilio, o en el parking de la gran superficie a la que ir de paseo los fines de semana. Pero, sobre todo, es pequeño. Y viene con trampa: debajo del suelo hay otro espacio vacío que, en realidad, no sabes con qué llenarlo: no cabe una maleta, no cabe una bolsa de viaje, tampoco cabe la compra salvo que hayas comprado cajas de varitas de merluza congeladas o varios packs de latas de refresco de naranja. Porque la gente que compra estos coches come y bebe esas cosas, quiero creer.

Maletero con silla

Miren la foto adjunta. Sé que no es costumbre en mí el centrarme tanto en el maletero, pero es que esto es impresentable. Lo gris con ruedas y tejido como marrón rojizo es una silla de bebé. No hablamos de silla de gemelos o del trono del mismísimo Rey en el exilio de Laos. Es una simple silla, marca Cool Kids y que, por los 300 dólares o menos que costó, desde aquí recomiendo a quien la pueda y quiera comprar. No cabe. La bolsa de al lado es una bolsa de cosas de bebé, normal y corriente. Con esas dos cosas, todo el maletero usable queda ocupado, excepto el aire por encima de la bandeja y esa especie de sótano maleteril que se esconde bajo el suelo.

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En conducción la cosa se muestra asquerosa y morrona, como no podía ser de otra manera. El motor tira lo que tira, que no está mal, pero todo se acaba ahí. El placer es nulo. Yo soy mucho de valorar el placer por lo que es la conducción, pero también por lo que significa el viaje. Por ejemplo, en el XC90 todo era un poco el horror en carretera, pero lo compensaba con un gran confort, un buen silencio de marcha y, por qué negarlo, esa buena sensación que se te queda cuando lo aparcas, lo cierras y, al irte, lo vuelves a mirar. Porque si no miras tu coche al alejarte de él cada vez que lo aparcas, sencillamente no tienes el coche que deberías. El Renault Kandajar este no lo quieres mirar, como tampoco quieres que te vean bajarte de él.

Cuadro tocando las narices
  
En marcha todo es ofensivo, más allá de las miserias de la respuesta del motor o del tacto de todos los mandos. No hay cuentavueltas, sino un rollo que pone ECO y un semicírculo verde que se torna en otro color cuando aceleras. ¿Pero qué porras es eso de ECO? Vas en casi dos toneladas de chapa y plástico movidas por un motor cancerígeno que funciona mal, atufa y da asco, y se atreven a llamarlo “ECO”. En el centro unos números gordos te dicen lo rápido que vas, lo que es bueno porque cuanto más rápido vayas, menos tiempo vas a estar ahí metido, y debajo unos más pequeñitos te cuentan lo que el ordenador considere que te ha de contar, aunque a veces te salen mensajes. “Desabrochado el cinturón trasero”.

Me comunican que ese modo ECO puede ser desactivado y que el coche anda y se muestra como coche. Me cuesta creer que el comportamiento vaya a cambiar. Estos modos ECO, normal y Sport en realidad tienden a ser algo como "mal", "muy mal" e "intolerable". Pero como desconozco las posibilidades de configuración del Kadjar, lo dejaré aquí.

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Y el coche pita por todo. Es un no parar. Que si la puerta, que si las luces, que si el cinturón, que si mil cosas más. ¿Pero qué cojones? Yo no quiero un coche que me ande pitando cual niño repipi, no lo soporto.

Cuadro diciendo que cambies de marcha
  
Recuerdo que el coche tenía un sistema de arranque en pendiente, que es un truño que hace que se te cale el coche si pretendes salir como sale la gente que sabe usar los pedales de un coche con cambio manual. También te dice que cambies de marcha, siguiendo criterios que pasan por mantener el motor a regímenes ridículos.

--> Miren, voy a dejarlo aquí porque, sinceramente, no tengo nada más que escribir. Hace tiempo que lo conduje y, ciertamente, lo he olvidado. Ese es quizá el mejor resumen del coche este: prescindible. Un asco sin paliativos.




 
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