sábado, 8 de diciembre de 2007

Está en nuestra sangre

El otro día, mientras revisaba unos videos del programa de la BBC Top Gear en la que comparaban tres descapotables, Richard Hammond aseguraba que los ingleses saben perfectamente cuál es la receta exacta para fabricar roadsters, que habrán de ser ligeros, ágiles y, sobre todo, relativamente baratos. Justificaba su opinión en el hecho de que Inglaterra lleva esa receta en la sangre, y es que desde los inicios del automóvil deportivo, los ingleses se han mostrado como los mayores aficionados a conducir con el cielo por techo, algo paradójico a la vista del clima que padecen. Pero efectivamente, son los que más descapotables compran, y lo cierto es que resulta difícil ver uno con la capota puesta cuando deja de llover.


Esto es un roadster, inglés.

En muchas otras cosas los ingleses se muestran como los mejores ejemplos. Desde las cervezas de tipo Ale a la independencia de sus televisiones o la fuerza de la prensa amarilla, sin olvidar las señoras gordas de pelo rubio y alisado, los tatuajes en todo tipo de personas, las borracheras vespertinas, el mal comer, el humor negro, o el liberalismo sexual de sus jovencitas. Pero no cabe duda de que el coche tipo roadster es una buena muestra de la sangre anglosajona. MG, Triumph, TVR, Austin, Lotus… ellos lo inventaron.

De cualquier país se pueden nombrar muchos tópicos. Los alemanes son personas de bigote y pelo siempre pasados de moda, vestimentas espantosas con colores imposibles, jarra de cerveza en mano, y con una mente cuadriculada. Los franceses, además de chovinistas hasta el extremo y de tirar la fruta española en las fronteras, resultan amanerados para el español medio, y tienen unas costumbres horarias incompatibles con la vida que se conoce en el Mediterraneo, además de hacer Champagne y tener mujeres que no se depilan. Los italianos van siempre bien vestidos, aunque sean indigentes, y hablando a voces siempre están intentando seducir. Además, comen pasta, pizza y beben birras, punto. De los holandeses sólo se sabe que creen hablar inglés mejor que los ingleses, que fuman porros y consumen pornografía sin parar, y que viven en un país sin montañas. Los belgas no tienen personalidad, los suizos son aburridos, los rumanos son gitanos y las checas están todas buenísimas. Y los rusos, por poner otro ejemplo, son unos borrachos de vodka, fríos y calculadores, generalmente mafiosos, gordos y horteras que se casan con chicas excesivamente jóvenes y demasiado rubias, porque las rusas morenas y/o pelirrojas son lesbianas.


Esto es un ruso, ruso.

Evidentemente son todo tópicos, como lo son de España el ir vestido de torero, el comer permanentemente tortilla de patatas o paella, dormir la siesta, salir por la noche todas las noches, tener la piel morena… Y sin embargo bien es cierto que, cuando se vive en el extranjero, se llega a reconocer al instante al turista español, antes incluso de que hable.

Si hay algo que nos une, algo plenamente común al total de la población española, algo que realmente está en nuestra sangre… es el engaño, el timo, el robo.

Hace tiempo intenté comprar un coche usado en España. De hecho, era uno de esos roadsters tan populares entre los ingleses. Y a pesar de ser el vendedor alguien relativamente conocido, y haber visto el anuncio en la revista interna de un banco importante, me trataron de engañar. Cuando no son los kilómetros reales, es el estado y el historial del coche, su uso. Resulta curioso ver como la inmensa mayoría de los coches usados a la venta tiene unos ochenta mil kilómetros, ha dormido siempre en garaje, y era usado por la esposa de un médico (al parecer, las esposas de los médicos tratan muy bien a los coches que éstos les compran), un jubilado, una señora para hacer la compra, o un segundo coche para ir de vacaciones.


80.000km, como nuevo, siempre en garaje.

En esta ocasión el propietario aseguraba no haber tenido nunca ningún golpe, y presumía de llevar aún las cubiertas de origen. Examinando bien el coche, a la vez que el vendedor ponía gesto de circunstancias, se descubrió que el coche había recibido un golpe por detrás y estaba reparado. “¿Golpes? No, nada, ninguno… bueno, lo normal, pero nada… Lo normal”. Lo normal debe de ser accidentar coches y no decir nada de nada. La prueba del vehículo reveló un sospechoso sonido metálico procedente de la parte trasera del coche a cierto régimen de vueltas. Comentado el asunto en un foro inglés, y sin haber mencionado lo del accidente descubierto, la primera respuesta fue demoledora: “el coche ha sido golpeado por detrás y suena el diferencial. Olvídalo, vete a por otro”.

Siempre es la misma historia. Siguiendo con los coches, a un buen amigo le estafaron con un deportivo alemán. Sí, ese famoso Porsche 911 con cemento a modo de soldadura en el motor, comprado en un taller especialista en Porsche, para más INRI. Él hizo más o menos lo mismo para venderlo, creando un contrato de compra-venta blindado que no dejaba lugar a ninguna reclamación. Y a mi amigo no le tengo por un estafador... Pero si quería deshacerse de aquel muerto, tenía que seguir el procedimiento “habitual”: engañar, aunque sea diciendo medias verdades, sin mentir.


Buscando la idea...

Ibercorp, Banesto, Afinsa, Forum Filatélico, Gescartera.... desde el sector privado. La expropiación y venta de activos de Rumasa, las comisiones en la tramitación de licencias, todo lo que rodea al sector inmobiliario y de obras públicas, etc… desde el sector público.

Las comisiones en B de cualquier negocio, desde trabajos y reparaciones sin factura, a sobreprecios abusivos por conceptos extraños. Las trampas en las construcciones y obras, con empresas que facturan más material del utilizado tanto al Estado como a otras empresas, que a su vez repercuten ese coste ficticio en el comprador.

Los pisos con una parte en dinero negro, de siempre. Los constructores forrados en base a subir el precio de los pisos para así "ganar un poco más", como un conocido mío que, queriendo comprarse un Mercedes de 22 millones de pesetas, y teniendo en venta 22 pisos.... subió 1 millón el precio de cada piso, sabedor de que los iba a vender, sólo para comprarse el coche sin que le costase.

El colarse en las colas de cualquier lado. Reclamaciones ridículas en cualquier sitio. Descargas de todo tipo de contenidos pero protestas exacerbadas por el famoso canon de Autores. Redondeos del 66% con el Euro, ya saben, “un euro igual a cien pesetas”.


Todos así.

No declarar nada del minibar de los hoteles si no nos lo preguntan, o llevarnos el albornoz, una toalla, o incluso una manta o un cuadro, como me han contado algunos hoteleros. Cambiar la tapa de las cajas de langostinos congelados para llevarse los caros a precio de los baratos. Marabuntas en las rebajas y robos en las grandes superficies.

Esperar que la cajera se equivoque con la vuelta y salir corriendo. Protestar por la pizza no tan caliente como debería y obtener pizzas gratis. Pedir el forfait de niño en las estaciones de esquí, teniendo ya 17 años, perilla y tatuajes. Colar cocacolas y palomitas en los abrigos dentro del cine. Ir a ver a la tía abuela en Navidad para sacarle el dinerín habitual, y luego olvidarse... robar un chicle con 10 años…

Llamar por teléfono desde el trabajo, mientras navegamos por Internet. Salir a desayunar, a tomar el pincho, a comprarse un par de zapatos. Que la propia Ministra de Fomento llegue tarde a la votación en la que se la revocaría o se le confirmaría en el cargo. Escaquearse de alguna responsabilidad o tarea en cuanto se pueda.

Contratar en prácticas, como becarios, a titulados universitarios. Ofrecer puestos de aprendiz pero al mismo tiempo exigir experiencia previa. Salarios ridículos sin ninguna relación con los precios de las cosas, más parecidos a propinas que a verdaderas pagas.

Lo llevamos en nuestra sangre. Nos gusta robar, pero nos seguimos enfadando cuando nos roban.

Afectados de Afinsa y Forum reclamando ayudas estatales, aunque invirtiesen dinero no declarado. Fraudes a Hacienda, todo lo que se pueda y más. Parados que no trabajan por seguir cobrando el paro. Prejubilados haciendo trabajillos extra. Aquel 3% del gobierno catalán en comisión. Impuestos de transmisiones patrimoniales y tasas abusivas para cualquier tipo de trámite, aunque éste sea prescindible.


Mis favoritos.

Somos el país en el que más billetes de 500 euros hay, cuando por lógica no debería ser así.

A veces nos quejamos de la picaresca de los gitanos, del gitanillo que le manga 3 euros a los críos los sábados por las tardes en las zonas de fiesta, del que te vende kleenex, del que te limpia el parabrisas... Pero nos encanta robar. Sea robar en el sentido estricto de la palabra, sea engañar, aprovecharse del otro en cualquier situación, como una incorporación de autopista sobrecargada, un semáforo en ámbar, un cruce, la entrada del garaje aprovechando que alguien abre la puerta para salir, etc… El timo de la estampita, en la que la víctima pretende aprovecharse del gancho, es mi favorito, sin duda.

Cuando se han conocido otras culturas, otras formas de ver las cosas, cabe el consuelo de pensar que en todas partes cuecen habas. A fin de cuentas tampoco se vive tan mal en España, aunque haya ese peaje que pagar. Otros peajes en otros países desarrollados son aún peores, qué duda cabe.

Les dejo que sigan navegando desde el trabajo. Yo voy a ponerme el traje de luces y a dormir un rato la siesta, que luego toca comer paella y ver el fútbol.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué razón tienes... y cómo me jode que sea verdad. Vergüenza ajena da muchas veces.

Anónimo dijo...

Zas! en toda la boca!
:)

Andrea Arbizu dijo...

JAJAJA, GRACIOSOOOO!! AAH, Y... TE OLVIDASTE DE LOS ARGENTINOS, PERO.... DESDE EL FONDO DE MI ALMA TE DIGO "GRACIAS" PORQE NO NECESITAMOS QE NOS RECUERDEN COMO SOMOS!!! JAJAJA GENIAL TU OBSERVACION... ME ENCANTA LA GENTE RUSA... BUENA ONDAAAA!!

 
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