domingo, 24 de abril de 2011

Audi A1, concentrado de tontería

Qué pena, de verdad, qué pena. Es que ponerse a escribir sobre el Audi A1 sin haber conducido también al mismo tiempo un Mini y un Citroën DS3, te deja la sensación de que te estás limitando mucho y de que, pongas lo que pongas, el texto va a quedar cojo, falto de ese algo que dan las comparativas. Comparativas que dicen algunos son odiosas, pero en este caso creo que totalmente necesarias. Es que circulando por París, como ha sido mi caso, no pasan diez minutos hasta que aparece un Mini o un DS3 con conductor similar y con tus mismas intenciones, que es hacer de la ciudad tu circuito y transportarte en modo pijo por las calles del XVIème Arrondissement en un sprint constante de semáforo a semáforo, pero con estilo y con cierta desgana, cosa que imagino es lo que a uno le sucede cuando se puede gastar todo ese dinero en un coche tan pequeño. Y te imaginas cómo sería hacer eso en el Mini o en el Citroën, mientras miras el símbolo del volante del Audi.

El DS3, si lo quieres tú también tienes que molar...

Empecemos por fuera, y yo diré que me gusta, ¡vaya que si me gusta! Quizá en rojo con los arcos del techo gris, que es esa combinación que inexplicablemente aparece por todas partes, el coche se vea raro. El frontal, clónico de Audi, creo que le resulta atractivo a casi todo el mundo. En el color burdeos del coche que yo he tenido estos días, la carrocería se ve elegante, compacta y equilibrada. Sinceramente, las combinaciones con decoración deportiva tipo Audi Quattro me parecen fuera de lugar en estas formas, porque el coche no lo veo tan agresivo como el DS3, ni tan personalizable como el Mini. Tonos oscuros, aunque no por disimular las formas, sino por mera cuestión de elegancia, es lo que creo mejor le van al Audi A1.

Las puertas abren decentemente, el maletero es lo suficientemente cómodo de acceso, y poco más podemos decir, pues hablamos de un coche realmente pequeño, de estos que en una mirada lo has visto ya entero. Al lado de un Ibiza, por aquello de comparar con la misma base mecánica pero a mitad de precio, las diferencias son notables y creo que gana el Audi. Se ve bueno, que es algo que también importa.


El interior es pequeño, pero eso ya lo teníamos que haber adivinado de antemano. Sin embargo, las plazas delanteras se sienten muy cómodas, y uno no va especialmente comprimido, ni tampoco chocando con el acompañante. Detrás ha de ser otro mundo, ciertamente, pero tampoco es algo que me preocupe, y tampoco es que me haya sentado detrás, ni siquiera intentar acceder, pero sí puedo decir que el hueco para las piernas detrás de mi asiento no se veía minúsculo. Los asientos resultan cómodos, de una dureza perfecta y con buena capacidad de sujección. La tapicería de cuero se hace obligatoria, dándole al coche el tacto general que merece. Todos los mandos se sienten buenos, como bueno se siente el salpicadero. Buen tacto de volante, buen tacto en parado de la caja de cambios, ajustamos todo y nos preparamos para arrancar. Comienza la verdadera prueba, pues los coches se fabrican para que sus ocupantes se puedan mover por los sitios, y esas cosas. Comienza la prueba y comienza el descenso a la realidad.


De entrada, el embrague, y por tanto los demás pedales, quedan inexplicablemente desplazados a la derecha, hacia el centro del vehículo. Te acostumbras en seguida, pero resulta raro. Que eso te pase en un Testarossa es lógico y normal, pues los Ferrari de hace años eran coches construidos de forma aproximada en los que lo importante siempre era el coche, por encima del conductor, pero en un Audi moderno de tracción delantera... Poner primera no cuesta nada, claro. El problema es que aquello está mucho más cerca de un Renault Clio diesel que de un BMW Serie 1 en tacto en general. La visibilidad no es mala, en el sentido de que hay retrovisores y esas cosas, pero tampoco me pareció buena, y menos en el estresante tráfico de motos de París. Ponemos primera como lo haríamos en un Opel Corsa, con poca sensación de verdadero contacto, y echamos a andar. El tacto es sencillamente de coche pequeño, de utilitario, todo ello. Dirección, frenos, estabilidad, cambio, etc... coche utilitario de ciudad.

Coche caro, hotel caro, pero alquilado en una low-cost.

¿Estaré yo confundido? Es que me llamó mucho la atención que aquello fuese tan “vulgar” en conducción, esperaba algo más... algo más... no sé, algo más, sencillamente. Por eso tendría que haber conducido los otros dos, para poder certificar, o no, el tacto de coche menor que tiene el A1. El que sí conduje hace tiempo fue el Alfa MiTo, que ya lo tenía casi olvidado, con el modo on-off en el que tenemos un coche duro y potente, excesivamente duro de dirección en ciudad, y un montón de hierro con asientos y formas agradables, movido por un ratoncillo que da pedal mientras los amigos de Iñaki Perurena, a los que también tiene que mover el ratón, te ayudan para que puedas mover el volante con una pestaña.

Luego, puesto en la calle, no es para tanto...

Pero quizá eso dé igual cuando reducimos el uso del coche a lo que es su terreno natural: la ciudad y sus alrededores, o la juventud dorada de ir a la playa en verano con el cochecito y el carnet sacado de hace 10 minutos, o el uso de señora con posibles, señora que como es lógico nunca distinguirá un coche de otro por mero desinterés. Es un coche simpático, elegante y con estilo, no se le puede pedir más. O quizá sí, porque realmente cuesta un dineral, pero ese es otro tema. No sé, quizá si se pinta de racing y el dueño tiene alergia a ir en un Renault Clio Sport, cosa evidentemente mucho más deportiva, la cosa cambie... pero lo dudo.

Mi coche, con su motor 1.6 diesel de 90 caballos, andaba lo que cualquier coche turbodiesel de 90 caballos: poco a bajas vueltas y relativamente bien en cuanto sopla el turbo. La media de consumo obtenida, 4,9 litros a los cien kilómetros, calculados como suelo hacer relacionando los litros que entran en el depósito con los kilómetros recorridos, me parece bastante baja, conseguida seguramente gracias al sistema start-stop, con un apagado de motor imperceptible y una arrancada que hace dudar de la durabilidad del sistema con el paso de los años. He dicho apagado imperceptible, por la paz en la que queda uno cuando el motor se apaga. No porque sea ruidoso o vibre, sino por el ruido y la vibración. Me explico: el motor no suena a horrible diesel de los años noventa, afortunadamente, pero suena grave, con una presencia continua que no llega a molestar, pero que se agradece cuando desaparece; además, no llegan vibraciones al volante o a la caja de cambios, ni mucho menos al asiento, pero sí que noté una vibración bastante desagradable en el pedal del freno, de las de decir “estoy en un utilitario, no en un Audi”.

Espacio para equipajes, tampoco me pareció pequeño...

La pregunta: ¿merece la pena? Si se puede pagar, sí. Sé que he dicho lo mismo del BMW 116d, pero es que no se me ocurre otra respuesta. ¿Por qué no comprar el coche que a uno le gusta si no hay problemas para ello? Las dudas surgen al ver la cantidad de alternativas que existen, a precios más bajos, o la cantidad de dinero a desembolsar por algo tan pequeño, pero deberían desaparecer si el Audi A1 es el coche que nos gusta y el coche que se adapta a nuestras necesidades, y lo podemos pagar. Desde luego, para moverse por París me ha resultado un coche ideal.

Y como ésto lo escribo, como con la prueba del BMW 116d, sentado en relativo confort en un Airbus A380 de la compañía Singapore Airlines, mientras un bebé francés de poco más de un año no para de gatear por debajo del asiento para desesperación de su madre, y sin posibilidad de entrar en el configurador de la web de Audi para alucinar viendo los precios en los que nos ponemos con un A1 “ideal”, no hablaré del precio. Bueno, sí, que uno puede gastarse 42.000 euros en un A1, si se lo propone. Y eso es bueno cuando se trata de dar imagen, porque... es de lo que se trata con estos coches, ¿no? Y también de que dentro de algunos años el precio de segunda mano será más cercano al de un coche “normal”, y quien no dé importancia a llevar lo último sino a llevar una marca (y unos acabados interiores, ojo, no nos olvidemos de esto porque el coche malo no es, en absoluto), podrá comprárselo y decir “tengo un Audi repijo”.

Prueba del Audi A1, un artículo a terminar antes de que mi vuelo alcance la noche cerrada de Oriente, sobre un coche que nunca me plantearía comprar, pero que me ha gustado considerablemente más que la comida que me han servido hoy. Y el consumo de 4,9 litros es de 150 kilómetros al 70% de ciudad pura y dura, y 30% de autopista, que cada uno saque la conclusión que necesite sacar de ahí.

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