miércoles, 16 de julio de 2014

Haciendo fotos II

Comentaba el otro día, por no decir el año pasado, la situación tan penosa que se da en eventos especiales o zonas turísticas del fotógrafo ocasional empeñado en sacar una foto, o dos, o setenta, de lo que está viendo para luego obtener unos resultados despreciables que enviar por email para molestia del destinatario, que ha de mirar esa foto de 4 megas de tamaño usando el desplazador para poder ver cada esquina.

Un asco, seguramente. O quizá no, quizá tampoco sea para tanto. Y es que un mal día lo tiene cualquiera, y a veces uno escribe cosas sin pensar en que eso puede molestar a muchos que nunca pretendieron dárselas de fotógrafo sino que sólo querían llevarse un recuerdo. Pido disculpas, pues, aunque mantengo mi recomendación de hacer una foto discretita y comprarse un buen libro con buenas fotos en papel para mantener un recuerdo duradero (y no una serie de unos y ceros en un ordenador).

Un buen recuerdo que mirar en cualquier momento

Y pido disculpas porque hoy voy a hablar de algo que puede ser incluso peor, algo que deja lo del no-aficionado turista o espectador en una nimiedad. Que no quita la molestia que supone tener que esperar a que Manolo y Serafín hagan esa foto interminable ocupando todo el plano y con los brazos extendidos (que digo yo que acabarán con agujetas), o el desperdicio que supone que Puri use su carísima réflex en modo automático sin luego procesar ni nada sus fotos. O toda esa gente que va a eventos para verlos a través de la pantalla del móvil, intentando hacer un video, en vez de en directo y dejando el video para la televisión de turno que haya ido allí.

No, queridos lectores, eso no es nada comparado con el fotógrafo neo-profesional. Especie muy abundante y que se manifiesta generalmente en foros de Internet, el fotógrafo neo-profesional es esa persona que ha descubierto el enorme placer que supone hacer fotos, se ha leído absolutamente todos los manuales, incluso ha hecho cursillos o los ha seguido por Youtube, y entiende la fotografía casi únicamente como algo académico sujeto a normas. Y digo casi porque suele haber excepciones, aunque quizá lo que deberíamos hacer es establecer diversas categorías del neo-profesionalismo.

La réflex y ese conflicto de los que se creen fotógrafos y hablan de los que se creen fotógrafos…

Una curiosidad de esta especie es que la inmensa mayoría de quienes hacemos fotos por gusto hemos pasado por ahí. La lástima es que muchísimos se queden en ese estado. La forma más sencilla de identificarles suele ser el momento en el que expresan lo siguiente: “el cielo está quemado”. Veamos a continuación algunas de sus características y porqué considero que es importante avisar a la población para evitar que se siga extendiendo la pandemia.

El modo manual. 
Muchos de estos fotógrafos (entendiendo por fotógrafo a quien hace fotos) son absolutamente talibanes del modo manual de sus cámaras, despreciando sin piedad a quienes utilizan (utilizamos) algún modo pre-programado que venga con la cámara (caso de algunas cámaras de iniciación) o incluso los de prioridad a la apertura o velocidad. Yo rara vez uso el modo 100% manual, y no he ajustado en mi vida parámetros como el balance de blancos. En aquellas ocasiones en las que la situación requiere de cierto parametraje, bien por ser espacios cerrados con una misma cantidad de luz que el modo automático no logra interpretar, o bien por querer hacer un determinado efecto, sí que he usado el modo manual. Pero generalmente me ha bastado con ajustar la apertura y el ISO, y dejar que la cámara calcule. Si yo veo que estoy de acuerdo con el cálculo, ¿para qué cambiar? ¿Se trata de hacerlo en pos de un neo-profesionalismo que haga ver que es uno quien decide, sea el que sea el resultado? No termino de verlo y, en la mayoría de los casos y de todas formas, habrá procesado posterior, con lo que tampoco es tan imprescindible el perfecto ajuste en muchas de las fotografías que tanto yo como mucha gente hacemos. 

Un click más y serás el anticristo.

Para la gran mayoría de usuarios de cámaras réflex o con ajustes manuales, las mediciones de la propia cámara serán siempre adecuadas y, si no lo son, bastará con hacer los ajustes. Lo que no es lógico es perder una foto por ponerse a ajustar mil parámetros.

Evidentemente esto no se aplica a determinado tipo de fotografía, pero entonces volvemos a lo que he dicho: salvo que las condiciones de luz sean fijas y/o yo quiera hacer un efecto determinado, los diversos modos semi-automáticos o incluso los automáticos valen. Pero valen perfectísimamente, y una foto no tendrá menos mérito por haber sido hecha según lo que la cámara definiese, si el resultado es bueno y es el que queríamos.

El equipo no es importante, lo que importa es el fotógrafo. 
Tan cierto como falso, nunca siempre se puede estar de acuerdo con esta afirmación a la que no le falta razón, no le sobra razón. Siempre me llama la atención que la mayoría de la gente que dice esas cosas lo dice disparando ellos con unos equipos para nada despreciables. Si bien es cierto que sin una persona detrás que diga lo que hacer, enfoque, encuadre y dispare en el preciso momento la foto no saldrá bien (o saldrá diferente), no podemos negar lo innegable: para determinadas fotografías el equipo es fundamental. Fotos de interior en un palacio de deportes con primeros planos de baloncestistas, fotos en un concierto, fotos de coches de competición en circuito, fotografía de estudio… Sin un buen equipo, adecuado para ello, el resultado no podrá pasar de mediocre a bueno. ¿Por qué si no los fotógrafos profesionales invierten cantidades enormes de dinero en sus equipos? Es tan sencillo de entender como pretender que se pueda hacer fotografía submarina sin una cámara submarina, o que se pueda competir en el mundial de rallyes con una Ford Transit.

Hombre, se puede, pero de ahí a ganar algo…

El cielo está quemado.
Una forma de decir “no me interesa el sujeto, sino el resultado técnico”. Y esa es otra de las características de la gran mayoría de estos neo-profesionales. Condicionar el sujeto a la técnica es arruinar la fotografía. Un ejemplo palpable es toda esa inmensidad oceánica de fotos cliché técnicamente bárbaras, perfectas, espectaculares, pero que no dicen absolutamente nada. Que el cielo esté quemado quizá sea consecuencia de que el cielo era el que era, y evidentemente resulta irrelevante si el sujeto es cualquier otra cosa que no sea el cielo.

Considero que la fotografía ha de contar una historia. Sin historia sólo hay imagen, una imagen que puede ser más o menos bella, más o menos nítida, o más o menos dificultosa de obtener. Ojo, no quiero decir que la técnica no sea importante, por supuesto que lo es, como lo es el equipo. Tampoco quiero decir que la macro-fotografía, aunque me parezca aburrida, carezca de historia, de sujeto o de razón de ser. No es eso, pero cada cosa en su momento y en su lugar.

No pretendo comparar diversos tipos de fotografía y decir cuál es mejor que cuál. Eso es ridículo y viene a ser como decir que el vino de Ribera del Duero es mejor que el algodón egipcio. Sé que suena exagerada la comparación, pero los propósitos de una fotografía de un insecto pueden ser totalmente dispares a los del retrato de un anciano o el paisaje de una isla volcánica. Incluso en el mismo ámbito se pueden obtener historias muy diferentes, véase una imagen pura y detallada de la coagulación de la sangre en una herida de bala, o la escena dramática de un suicidio por tiro en la sien.

Monsieur Doisneau, votre ciel est brulé

Pero me van a disculpar todos los fotógrafos clínicos, considero que lo que ellos hacen son imágenes y no fotografía., en el sentido de contar la historia. Imágenes excelentes, pero sin alma, con un propósito que es documentar un estudio, más que mostrar una visión. Y ese es el problema, que el cielo está quemado en mi foto y en la tuya no, pero con mi foto transmito vida (o muerte, o lo que sea que haya querido transmitir) y yo cuento lo que vi y cómo lo vi, mientras que tu insecto sobre pétalo de flor con pieza oxidada y libro con un anillo entre las páginas cuya sombra forma un corazón mientras un anciano camina de espaldas no es más que un puro cliché, técnicamente encomiable, pero sin historia ni originalidad. Aunque el cielo te haya quedado azul turquesa.

El encuadre académico.
Uno de los errores que solemos cometer los que empezamos en la fotografía, considerando que uno está prácticamente empezando toda su vida, es limitar los encuadres a lo académicamente perfecto, y no ir más allá. Lo bueno, lo maravilloso, es que en muy pocas ocasiones oiremos al neo-profesional criticar un encuadre diferente. Salvo que exista un verdadero problema de encuadre, como el que tenía una abuela mía que fue capaz de sacarme una foto en la que yo no salí, en cuyo caso los comentarios son necesarios. O quizá no, quizá sea cuestión de buscar nuevas perspectivas aunque, eso sí, sin olvidarnos del sujeto.

Regla de los dos tercios, o los tres cuartos, o los cinco sextos…

Sin embargo, el error del neo-profesional es limitarse como he dicho a ese encuadre, a una misma forma de hacer las fotos. Es muy palpable en cuanto ves galerías de diversos aficionados, incluido yo, todas las fotos parecen hechas desde el mismo sitio, a la misma altura y en la misma posición, que suele coincidir con la localización natural de la cabeza del fotógrafo, como es lógico. Me falta aire por la derecha, hay demasiado suelo, me sobra el aire como a Rosana cuando tú no estás aquí… Puede ser que sea así, puede ser que no sea así.

En ocasiones no hay foto.
Es así, señoras y señores, a veces no hay foto. Y donde no la hay, no nos empeñemos en sacarla. Si ya tienes doscientas ochenta y ocho fotografías de una amapola, no hagas la siguiente. Eso es algo que todos debemos de aprender, y es algo que debemos tener en cuenta cuando un neo-profesional nos haya hecho sus comentarios habituales sobre nuestra foto y veamos las suyas. En ocasiones no hay foto, y donde no la hay no conviene forzarla. Ese forzado es una característica de muchos neo-profesionales, y es algo que debemos evitar.

El procesado.
Entramos aquí en un tema peliagudo que requeriría dieciocho entradas separadas en el blog. Y es que ya no es el cómo hacer la foto, donde el fotógrafo neo-profesional nos dará muestras de su superioridad en cuanto a técnica y, supuestamente, en cuanto a resultados. No, aquí ya entramos en cómo finalizar el producto, aquello que verán los demás, pudiendo encontrarnos con básicamente tres personajes:

El que no procesa nunca, o dice no procesar nunca, o dice no procesar por zonas, o dice hacer un retoque mínimo, o dice no alterar la esencia de la foto… Miente, evidentemente. Todos procesan, porque para eso son neo-profesionales, y de hecho en la fotografía química también se procesa, que es lo que supone revelar un negativo. Todos procesamos, que para ello está el software y a todos nos gusta dar un toque personal a nuestras fotos. Eviten leer a esta gente, o eviten hacerles caso. Ese mínimo procesado lleva generalmente una máscara de enfoque, un ajuste de blancos, algún efecto, un viñeteado falso y una corrección de colores, cuando no directamente corrección de aberraciones cromáticas (que ellos justificarán al ser fallo del objetivo, no achacable al fotógrafo -¿pero cómo? ¿no quedábamos en que lo importante era el fotógrafo? ¿tu objetivo crea aberraciones?-). Todos procesan. El tema es que estos neo-profesionales no nos dirán nunca su secreto.
Lightroom

También tenemos el que procesa por zonas creando unos efectos la mar de bonitos y llamativos. Sí, es el que obtiene unas imágenes espectaculares a partir de una imagen plana, la sube a su Flickr y recibe comentarios de “nice shot” o “great photo” por parte de sus amigos. Volvemos a lo anterior, es el mismo que habla de modos manuales y de equipo no importante, que se tira un par de horas frente al ordenador creando multicapas de enfoque con transparencias que ni la ropa de gala de Miley Cyrus y ajustes variopintos que consigue que su cielo, no quemado, sea asombrosamente verde y el césped le salga rosa, por no hablar de los efectos ópticos causados por los rayos de la luna. Aquí lo conveniente es no frustrarse, admirar las creaciones oníricas que nos presenten (muchas de ellas realmente bonitas, todo sea dicho), y continuar con lo nuestro.

Y por último está el que hace HDR, que no merece más que el absoluto desprecio. Aunque técnicamente diga no hacer HDR por no basarse en tres fotos diferentes, si el resultado es un HDR, es un HDR y no merece ni una letra más en este artículo.

La mezcla de procesos y técnicas se sienten como una gran contradicción, que hace a uno creer que los neo-profesionales realmente no saben a dónde quieren llegar. 

Los foros.
Otra característica de esta gente es que se suelen juntar por gustos. No ya por preferencias de cámaras, que pueden llegar a ser los peores, entre canonistas y nikonistas (a mí me molan más los olympistas, que me imagino haciendo fotos vestidos con pantaloncito de atletismo, camiseta de tirantes y dorsal), sino por estilo o aficiones. Nunca intenten presentar sus fotos de señoras saltando a la comba a un grupo en el que hagan paisajes nocturnos. Es más, nunca intenten presentar nada a un grupo ya establecido, aunque tenga temáticas muy heterogéneas. Resulta muy curiosa la negación hacia el nuevo que suelen tener los neo-profesionales, especialmente si el nuevo viene hablando claro y con una humildad más que relativa, por no decir “ausente”.  No merece la pena, los gurús del grupo siempre sacarán cualquiera de las armas aquí nombradas para dictaminar que las fotos del nuevo son peores que las suyas y, por tanto, los comentarios del nuevo son irrelevantes, despreciables, fuera de lugar. Y los demás les seguirán como ovejas, claro.

En realidad no merece nunca la pena meterse en comunidades de internet a comentar fotos o a obtener comentarios, salvo que uno quiera perder el tiempo, pasar la tarde o acabar enfadado. Vale más sacar la cámara y ponerse a experimentar, hacer una foto cada día, y disfrutar. A fin de cuentas, no nos vamos a ganar la vida con ello, como tampoco se la ganan esos neo-profesionales que ni son profesionales ni tan siquiera son tan novatos, muchos de ellos.

¿Y a dónde quiero llegar yo? A que cada uno haga lo que quiera, sin molestar a los demás. Es decir, que los turistas ocasionales que leyeron mi entrada Haciendo fotos, los neo-profesionales que estén ahora leyendo esta entrada, y probablemente cualquier otra persona, pueden proceder a olvidar lo leído y a seguir haciendo lo que quieran. O quizá no, quizá podrían reflexionar y suavizar un poco sus posturas. 

Giorgio Moroder dice durante el tema Giorgio de Daft Punk algo sobre la música: "una vez que liberas tu mente de conceptos "correctos" de música y armonía puedes hacer lo que te dé la gana". Evidentemente es algo bastante radical y no es tan sencillo como parece, menos en fotografía donde es complicado innovar salvo que uno invente la forma de hacer fotos utilizando un jamón atado a una bolsa de plástico, pero debería de ser algo sobre lo que los neo-profesionales se pongan a reflexionar, cuanto antes.

En cualquier caso, no hagan HDR.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Grandes articulos con grandes reflexiones, propias de alguien con mucho mundo y brillante pluma.
Fdo:
Sir Joseph Tower.
La bulla Palace.
De profesión Franizador.

David dijo...

Sencillamente brillante!!

Anónimo dijo...

Exacto!

 
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