miércoles, 12 de diciembre de 2012

Haciendo fotos

¿Qué demonios hacen en el cajero? ¿Qué tipo de operaciones? ¿Por qué siempre tardan tanto y por qué siempre me toca un lento delante? ¿Existen otras personas tan rápidas como yo? No se explica… A mí es que creo que me viene de familia, un talento innato que, además, fue potenciado con prácticas durante la infancia. De hecho, aún recuerdo el código de seguridad de la tarjeta 4b de mi madre.

Telebanco está en la calle, telebanco cuatrobé....

Yo voy, meto la tarjeta, elijo opción, tecleo el código y el cajero me da el dinero que le pido. Retiro la tarjeta, el dinero y el recibo, y me voy. Por eso no entiendo que, cada vez que voy a un cajero y éste está ocupado, la persona que me precede tarde tantísimo tiempo. Que no es hacer un pit-stop de Formula1, pero parece que en vez de sacar dinero se están pidiendo, y tomando, un café vienés.

El otro día me pasó algo parecido en un McDonald’s, no había explicación lógica alguna por la que el tipo que tenía delante tardase tantísimo, más tras la constatación posterior de que su pedido no era para alimentar un orfanato o a una excursión de turistas jubilados (que los jubilados comen muchísimo cuando viajan, ojo), sino un simple menú de algo con un refresco normal. Ahora que, para lenta, la chica de gafas que está en uno de los puestos de inmigración del aeropuerto internacional de Yangon. No falla, es tocarte ella y esperar, esperar y esperar. No sé en qué consiste. Evítenla, antes de ponerse a la cola, si van a Birmania, oteen la zona y avístenla, para a continuación elegir otro mostrador.
 
Generalmente se tarda más en pedir que en comer
 
Pero hay algo mucho peor que un cajero ocupado, una cola de comida rápida que resta credibilidad al concepto de comida rápida, o que se tiren 20 minutos para controlarte un visado, o como me pasó ayer mismo en un bar de Luang Prabang, que se olviden de hacerte la mitad de tu pedido y que, cuando por fin te lo entregan, falte la primera mitad. Y ese algo peor es un turista haciendo fotos.

No quiero dármelas de profesional de la fotografía, pero es innegable que no se me da mal del todo y que sé lo que hago, cuándo lo hago y, más o menos, cómo lo hago. Y queda claro que, si no se practica, no se aprende. Pero es que no puedo con ellos, y hay varias razones que paso a explicar.

No siento ninguna envidia por quien se pasea por la calle cargando con una Canon EOS 5D Mark III con una lente de serie L, o el equivalente en otras marcas, configurada en modo automático y disparando en formato jpg. Y no siento envidia porque ya estoy curado de espantos, sobre todo tras haber visto un turista de Singapur carretando con una Hasselblad 45 y disparando auténticos horrores. Nota: esa cámara Hasselblad sale por unos 45.000 dólares. Pero también es cierto que si pongo este párrafo es por una mera justificación de cara al lector desprevenido e inexperto, porque evidentemente me trae sin cuidado lo que otros piensen. Y bueno, todos hemos empezado de alguna forma, y yo soy el primero en haberlo hecho así como digo.

Habiendo puesto ya la parte políticamente correcta y explicativa, lo que realmente me saca de quicio es lo mucho que molestan todos esos turistas cuando tú quieres hacer una foto, y lo mucho que tardan. Es verlos y desesperarme. El modo automático me trae al pairo, cada uno que haga lo que quiera y como pueda. Es el conjunto global. Son esos parasoles puestos cuando no hay sol, o inexplicablemente puestos al revés (¿para que la cámara Reflex descomunal ocupe “menos”?). Son esos filtros anti-nada para, supuestamente, proteger un objetivo de mierda, que te hacen preguntarte si también llevarán filtros en las pupilas. Son esas bolsas llenas de accesorios que nunca se utilizan. Son todas esas cosas que yo también he hecho hace tiempo, y que por eso critico. O más que criticar, denuncio de la única manera que puedo, en privado, por escrito y sin referirme a nadie, pues de hacerlo en público y ad-hominem podría llevarme una buena hostia, y no es plan.
 
 Haciendo fotos

Es ese inexplicable tiempo que se tarda en hacer una foto que, en el mejor de los casos, podríamos calificar como “de viaje de estudios de EGB” (eso se lo debo a mi tía Margarita). No sé, es el conjunto, son los brazos estirados mirando a una pantallita canija para hacer una aberración. ¿Recuerdan aquellos anuncios de “lo que crees que pasa, lo que en realidad pasa” de campañas antidrogas? Deberían de hacer uno sobre la toma de fotografías en zonas turísticas y, especialmente, en eventos y acontecimientos de esos que son importantes y a la gente le gusta, por motivos que nadie entiende, fotografiar con sus cámara digitales (cuando no directamente con el iPad, que no se puede ser más ridículo).

En ese anuncio, lo que el turista cree que hace es una sesión cual Mario Testino. Esa sensación se crece cuanto más grande y voluminosa es la cámara. La patética realidad no es tanto la escasa calidad fotográfica de lo que haya podido captar, sino el hecho de perderse el acto en sí por hacer una puta foto como las que hay a millones en Internet, a un par de clicks desde Google, Picasa, Flickr y demás galerías. Esto es especialmente apreciable en eventos como las procesiones nocturnas de Semana Santa, un concierto (también nocturno), o la procesión matutina de los monjes en Luang Prabang (donde no sólo hay restaurantes erráticos, como ven). O cuando va a pasar por la calle Obama o el Papa.
   
Foto de mierda en un concierto, ¿por qué la haces? 
 
Porque además son situaciones con unas características que hacen difícil hacer fotos. Pero no, ellos se empeñan. Y estiran los brazos al aire sujetando la cámara, o el móvil, o el iPad, o el radiador (véase abajo), e insisten. Y se ponen en medio, y joden.

Fiestas que se nos van de las manos...

El otro día por la mañana, participando en la citada procesión de los monjes, hubo un momento en el que no pude más y me acabé marchando a casa. Filtros, parasoles, modos automáticos, accesorios, etc… no son nada comparado con el mayor de los males: el flash. La situación era penosa, daba vergüenza absoluta ver a un grupo de turistas rodeando la fila de monjes y haciendo fotos con flash, sin parar, cual paparazzi con famoso, metiéndoles la cámara encima y disparando uno tras otro. Que si el resultado final fuese bueno, pues sin dejar de ser una molestia y una aberración turística fuera de lugar, al menos se obtendría algo. Pero es que luego lo que sale de la tarjeta de memoria es pura mierda intrascendente. Abogo por la prohibición absoluta del flash, y al que le salte “por error”, se le quita la cámara y que se aguante, por inútil. “Ay, perdón, no me di cuenta…” cállese, señora, se queda usted sin cámara.

La cosa se pone peor cuando te ven y te dicen que esa cámara tuya ha de sacar muy buenas fotos. Y sí, es cierto, las hace muy bien siempre y cuando yo le diga lo que tiene que hacer, no voy a ponerme aquí con la soplapollez esa de que el fotógrafo es mucho más importante que el equipo, que lo es, como dejando entrever que el equipo no importa, pues vaya que si importa. Pero se pone aún peor cuando, encima, te dicen que ellos mismos con esa cámara también lo harían. Falso. O más precisamente, falso si hablamos de adultos, pues cada vez que he dejado la cámara a la muchachada por aldeas birmanas o laosianas, me sorprendo de las buenísimas imágenes que captan. Y se ofenden cuando les dices que ni de coña (es lo que tiene ser realista).
 
Foto hecha un por un niño sin experiencia ni educación alguna, a su amiga Thin Thin en Yangon
 
Y luego llega el momento, el terrible momento, del visionado de la foto que, generalmente, es enviada por email. Como era de esperar, no sólo no hay nada que ver en ellas, sino que encima vienen a tamaño real. Porque las cámaras actuales tienen un número de megapíxeles desproporcionado, que da una resolución inútil, fuera de lugar y que, sencillamente, molesta. Pero no, es como si esas cosas sólo me molestasen a mí y, si eso, a dos o tres personas más. A ellos les da igual andar con el desplazador de un lado al otro de la pantalla.

Por favor, queridos turistas. Ustedes no van a un restaurante y se empeñan en cocinar. No van a un hotel y limpian la habitación. No van a una tienda de ropa y sacan la Singer y se ponen a hacer patrones allí mismo. Yo entiendo que todo el mundo quiere llevarse un recuerdo fotográfico de los sitios a los que se va. Con uno basta, no estorben. Se hacen la foto y se quedan a mirar lo bonito que es aquello. Y, luego, se compran un buen libro con buenas fotografías de la zona.

O hagan lo que les dé la gana, yo qué sé, a mí déjenme en paz. Y apaguen la cámara.

No hay comentarios:

 
free web hit counter