jueves, 31 de enero de 2008

De Usted

Me contaba el otro día un responsable de la Recepción de uno de los mejores hoteles parisinos que, en cierta ocasión, estando con unos amigos en un cóctel en los jardines de la residencia de un conocido inversor japonés, fue testigo de un hecho insólito, digno de la mayor muestra de disimulo posible. Al parecer, dicho señor, recién regresado de uno de sus múltiples viajes a Andalucía, había confundido una botella de aceite de oliva virgen con otra del exquisito vino licoroso PX de Pedro Ximénez, y tras servir las respectivas copas, se disponía a hacer un brindis en honor de sus invitados. Invitados que, imagino debido a las costumbres asiáticas y probablemente presa de un ataque de caspa, no lograban encontrar el momento en el que parar semejante atropello. Por fin, alguien pudo detener el despropósito y la anécdota fue recordada durante meses. La velada fue agradable, y el propio “causante” se ríe de aquello a veces, cuando pasa por el hotel.


Buen lugar para reír las gracias de alguien…

Este tipo de equivocaciones, como hechos simpáticos que son, carecen de toda importancia y se quedan en recuerdos entrañables de las personas. Como cuando Carmen Sevilla apareció presentando el Telecupón en zapatillas. Como cuando Pedro Delgado llegó tarde a la salida de una contra-reloj del Tour de Francia. Como cuando yo mismo, siendo bien pequeño, jugando al Trivial pronuncié en un aproximado inglés el nombre de Hernán Cortés (por entonces para mí un tal Sir Herman Cortes). O como cuando la madre de unas amigas no dejó de preguntar por el hermanín al niño de una paciente, hasta que la señora pudo aclararle que estaba gorda, no embarazada.

Hay otras equivocaciones que son fruto de una gran ignorancia, y que en determinadas ocasiones merecen un grandísimo desprecio por el sujeto. Que quien se cree algo por haber tenido un cierto éxito empresarial coma croquetas con cuchillo no puede producir más que asco. Pero no asco por el agravio a la croqueta, pues quien ha viajado y ha visto de todo está curado de espantos. Asco por semejante personaje venido a más y que aún pretende dar muestras de una supuesta educación.


¡Diga que sí, hombre, a cuchillo!

“Bueno, quizá no tuvo las oportunidades que tuviste tú”, podrá responder alguno. Y estará respondiendo mal, porque desconoce las oportunidades que yo haya tenido en ciertos ámbitos, se arriesga en demasía con la educación que hayan podido recibir los del cuchillo, pretende justificar comportamientos injustificables basándose en una cierta empatía hacia el criticado, y, sobre todo, se dirige a mí tratándome de tú. No quiero decir que se me deba de tratar de Usted, ni mucho menos. En este blog hay artículos cortos con una redacción coloquial a más no poder, así que ese no es el caso. El caso es que, en muchísimas ocasiones, no se sabe tratar de Usted a la gente.

Basta ver algún fragmento de programas “del corazón” españoles para captar lo que trato de decir. Pero como no quiero obligarles a ello, permítanme reproducir un par de conversaciones entre “periodista” (con perdón) y famoso. La primera sucede entre una imbécil e Isabel Pantoja, y se transcribe:

- ¿Dígame?
- Hola, Isabel, mira te llamo de Telecinco… es para saber qué tal estás, como hace días que no sales de casa…
- Señorita, haga usted el favor de no volver a marcar este número.
- Bueno, Isabel, perdona… lo siento, eh? Un saludo…


¡Señor, qué cruz!

La segunda no sé si calificarla como más sangrante aún, pero desde luego que pone el nivel muy muy alto. Intervienen una gilipollas que se escuda en que está haciendo su trabajo, un mascachapas que sujeta una cámara, y el Conde de Salvatierra, hijo de la Duquesa de Alba, y se resume en:

- Hola, Cayetano, que vienes para el concurso…?
- Haga usted el favor de dejarme en paz, no me moleste.
- Perdona Cayetano, era por si te podíamos hacer unas preguntas…
- Que le estoy diciendo que no me moleste, que deje de grabarme y que me deje tranquilo.
- Lo siento, Cayetano… es cierto que hay una reconciliación con Genoveva? Podrías decirnos algo…
- Oiga, mire, haga el favor, y déjeme.

Y así continua hasta que el pobre Cayetano, sin perder en ningún momento su educación y sus buenas maneras, termina amenazando con separar la cabeza del cuerpo al “periodista” (con perdón), para enfado y aspavientos de los demás “periodistas” (de verdad, lamento mucho llamarles así) que comentan en tertulia lo sucedido. Con dos cojones.

He puesto estos dos ejemplos no por tratarse de personas famosas, sino por mostrar hasta donde llega la ignorancia y la falta de educación de buena parte de la sociedad actual. Soy miembro de un club de automóviles deportivos en cuyo foro acostumbramos a tratarnos de Usted. Incluso en persona o por teléfono lo hacemos, para risión multilateral, evidentemente. Mi padre a veces trataba a mi madre de Usted por puro cachondeo. En el colegio los profesores eran Don Luis, Doña Evangelina, Don Arturo… y de esto les aseguro que no hace tantos años. Probablemente haga los mismos años que esos…. esos de las cámaras y los micrófonos fueron al colegio. Esos y muchas otras personas que te encuentras en cualquier lado. ¿Qué ha sucedido para que pierdan el Norte y olviden una norma básica de respeto?

Como muchos de ustedes sabrán o han podido deducir, tras años de domicilio en París domino el idioma francés. Idioma que, como el español, cuenta con esa figura del “vous” que facilita enormemente las conversaciones, haciendo posible dirigirse a un desconocido sin por ello molestar, aunque sea para resultar impertinente. Por algo es el idioma de la diplomacia, que como todos sabemos es el arte de insultar sin perder la compostura. Llama la atención lo reservados que son los franceses en general para pasar al tuteo en relaciones comerciales o personales “no íntimas”. Más o menos como sucede en España (ironía).


A punto de aniquilarse, pero sonríen.

Hace tiempo tuve que ponerme en contacto con Movistar. En un tono dinámico y juvenil, una señorita me inquirió “¿en qué puedo ayudarte?” Imagino una reacción asustada ante mi primer “señorita, personalmente me gusta que se me trate de Usted cuando hablo por teléfono con alguien que no conozco, y más aún cuando llamo por un problema”, pero es que todo aquello era impresentable. Pretendían darle un tono coloquial y amigable al asunto tratándome de tú, como si ello no fuese posible utilizando fórmulas de cortesía propias de los negocios. Y como si ello fuese necesario, por otra parte.

Otra vez, una conocida comentaba su incapacidad para tratar de Usted a la gente, fuesen clientes o fuesen sus superiores. Que lo dijese con humildad y sinceridad es algo que se agradece y que le honra. Que al mismo tiempo le restase importancia y se jactase de ello, por desgracia le hace perder todo lo recuperado. No, no y no. Porque no se trata de evitar el tuteo a toda costa y de forma forzada en pos de un supuesto respeto, que es lo que algunos podrían interpretar. Todo consiste en aplicar a cada momento la fórmula correcta para no caer en lo chabacano. Porque, por norma general, quienes se sienten incapaces de tratar de Usted a la gente, tampoco consiguen mostrar respeto y educación tuteando, haciendo de ciertas relaciones (generalmente comerciales) un trance insufrible en la que uno no desea más que finalizar cuanto antes. Porque esos indocumentados oyen a la Infanta Doña Pilar tutearme, como tutea a todo el mundo, y creen que ellos lo pueden hacer. Y las cosas no son así, porque ni pueden ni, sobre todo, saben.


Doña Pilar: Andrew, ¿qué te parece este teléfono?
Andrew: le sienta a Usted de maravilla, doña Pilar.

Los ingleses no tienen el trato de Usted, y son capaces de mostrar ese respeto de cuya falta me quejo. Uno puede hablar con un Lord usando las mismas palabras que cuando se dirige a su colega de trabajo, pero con ciertos matices logrará darle la solemnidad necesaria a la conversación. Uno puede llegar a un hotel en el Park Lane londinense y, evidentemente, no sentirse molesto cuando el recepcionista le pide “your credit card”, como no se sentirá molesto en la recepción del Hôtel de Paris monegasco al solicitársele “votre carte bancaire”. Que en España se empeñen en tratarte como si fueras de la familia en cualquier circunstancia, evidentemente, resulta molesto. El problema es que a la gente parece darle igual el tema, y se cae en el esperpento. Valle Inclán tenía razón.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No has volado con vueling? Es la compañía del tuteo... a mí me llamó la atención.

Antonio Jiménez dijo...

Me temo que darle la razón. EL problema es que los mascachapas que constituyen la mayoría de la población de este país confunden el respeto con la pleitesía o el servilismo. Tiene narices que con 20 años haya usado más el tratamiento de Vd. (lo uso cuando lo creo conveniente y no dejo de usarlo hasta que el interfecto me diga que puedo tutearle) que mucho "universitario" de 40.

Spain is different... indeed!

Anónimo dijo...

Mi madre (francesa) sigue tratando de Usted a su mejor amiga. Se conocieron hace más de 40 años !!! Y no son de la clase alta burguesa, créanme! Qué quire que le diga, amí me parece un poco exagerado. Sin embargo yo misma (francesa) sigo tratando de Usted a mis suegros (españoles), a los que conozco desde hace 18 años, por más que se empeñaron en decirme entonces que les tratara de Tu. En cambio ellos mismos trata(ba)n de Usted a sus respectivas madres. ¡Qué lío, oiga!
Y a mi vecina de 80 años tampoco me sale decirle TU, lo siento, y eso que la costubre española del Tuteo sistemático se me ha pegado mucho... Un saludo. Cécile.

 
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