miércoles, 9 de enero de 2008

Extras

No acostumbro a comprar mucha prensa escrita, la verdad. De hecho, mi modus operandi suele ser siempre el mismo: sala de espera de un aeropuerto o una estación de tren, justo antes de salir compro lo que vea interesante, me lo ventilo en el trayecto, y luego queda disponible bien para ser releído durante el resto del viaje, bien para ser depositado en la pila correspondiente de mi casa, quedando a disposición precisamente hasta que se vaya a la basura.

Antes sí. Cuando era pequeño compraba todos los meses alguna revista de coches o de bicicletas. Y ahí siguen en el trastero, haciendo lo que mejor hacen las colecciones de cosas, que es ocupar sitio y guardar polvo. Llegado el momento algo haré con ellas, pero ahora da pena reciclarlas. A día de hoy, sigo sin ver el interés de comprar prensa escrita especializada en ciertos temas, sobre todo si hablamos de coches, motocicletas o pornografía.


Es bonito, pero si no lees algo puedes acabar desquiciado…

Puedo entender que la gente se compre revistas del corazón. De verdad, hay que entenderlo, ha de haber formas variadas de gastar el dinero, y en las peluquerías son muy agradecidas. O de moda, de decoración, de animales… ¿Pero revistas de coches? ¿Y revistas porno? Imagino que dentro de la pornografía habrá varios grupos, en plan publicaciones temáticas sobre bisexualidad, homosexualidad, hombres negros con mujeres blancas, hombres blancos con mujeres chinas, mujeres pelirrojas con animales a manchas, depilados y peludas, sadomasoquismo con polypiel, fantasías extrañas con disfraces y gelatinas… Y lo digo porque en Internet todo eso debe de existir, e imagino que bien diferenciado. Quizá la revista porno se compre en homenaje a los años del recorte del Interviú o del Private que más o menos todos los hombres hemos tenido. Yo, la verdad, no entiendo ese homenaje existiendo la red. Pero bueno, alguno habrá así de “romántico”, con perdón de la expresión.

Y con los coches pasa tres cuartos de lo mismo, sólo que para ver páginas de automoción no hace falta cerrar la puerta con llave ni manejar el ratón con una sola mano. Y eso es una gran ventaja. Desde que en Internet uno puede, no ya ver las páginas de los fabricantes, sino seguir miles de noticieros, leer cientos de pruebas como las de las revistas españolas (es decir, puros publirreportajes), ver videos, participar en discusiones y pedir opiniones a la gente, etc… la compra de prensa escrita, para mí, sólo se ve justificada por la necesidad de lectura intrascendente en ciertas ocasiones. Y la ocasión por excelencia es la que todo el mundo sabe: ir al cuarto de baño. Por tanto, debemos de dar gracias a Internet por haber acabado con el monopolio de lectura de los botes de geles y champús.


Miren qué curioso…

Sin entrar en detalles escatológicos, el otro día estaba yo leyendo una revista francesa de hace tres o cuatro años en la que venía un pequeño artículo sobre la configuración actual de los coches llamados “Premium”, y lo escandalosa que puede llegar a resultar la factura final del equipamiento extra añadido al coche. Era un artículo corto y que pasaba totalmente desapercibido en la revista, pero sin desperdicio. En el párrafo inicial dice:

“La escena sucede en un concesionario BMW, bajo una batería de focos halógenos que iluminan un Serie 5 negro. La berlina impone, con sus grandes llantas, su suspensión rebajada y toda suerte de artilugios electrónicos de último grito en su interior. Justo delante, un pequeño letrero presenta dos tarifas, separadas por una lista de equipamiento opcional larga como una página de listín telefónico. 530i Première, precio base: 42.200 €. Modelo expuesto: 75.750 €. O sea, 33.550 euros suplementarios. No, no se trata de un Mini Cooper S entregado como complemento, sino simplemente la suma a pagar por disfrutar de lo último en equipamiento”.

La frase es desoladora, pero totalmente cierta. Por el precio del equipamiento opcional te puedes llevar otro coche caro. Y no sólo es BMW quien realiza estas prácticas, sino también Audi, Mercedes, Porsche… y prácticamente cualquier fabricante de coches de lujo, a excepción de los japoneses. Y a excepción del mercado norteamericano, donde los coches se venden cargados de equipamiento y al instante, no estando generalmente dispuesto el comprador a esperar más de 2 días por él. Aquí es todo diferente, y si esperamos 8 meses a que nos entreguen nuestro Mercedes, se considera buena señal, cuando lo único que podría ser bueno es el hecho de llevarse el coche como uno quiere.


Salir con un Clase E así, sale todavía por más pasta de la que están pensando.

Que un Porsche pueda ser equipado hasta el extremo, incluyendo la parte trasera del retrovisor interior forrada en cuero, o los flancos inferiores del hueco de las puertas en fibra de carbono con leyenda personalizada iluminada en distintos tonos, me parece perfecto. Pero que comprando un compacto con motor de cuatro cilindros alcancemos cifras superiores a los 45.000 euros es escandaloso. O quizá no, no lo sé. Quizá lo escandaloso sea el hecho de doblar el precio. La primavera pasada se me presentó un BMW 120i impecable. Era un modelo de exposición, y en su equipamiento contaba realmente con todo lo necesario. O todo lo que tú crees necesario cuando te presentan esa lista de opciones. Tapicería de cuero en un tono amarillo casi blanco (“lemon”, lo llaman), pintura exterior negra brillante, cambio automático, navegador, interior en madera negra, asientos deportivos, techo solar, y muchos otros “gadgets” absolutamente apetecibles. El coche costaba esos cuarenta mil euros, pero todavía se podía superar el precio añadiendo kits estéticos y deportivos de la propia casa.

Esa política de equipamientos es defendible dado que uno se puede hacer el coche a su gusto, prescindiendo de cosas que realmente no necesita o no quiere, instalando aquello que sí considera útil para sí mismo, y dejando un coche totalmente personalizado. Y aunque los coches hoy en día vienen muy bien equipados, pagar un suplemento por la pintura metalizada o por el climatizador cuando te estás comprando un producto ya de por sí caro es, sencillamente, impresentable. Y es que nadie que se quiera gastar un 60% de más en un coche con respecto a la competencia debería de mirar por los 700 euros de suplemento por la pintura metalizada, sino comprar el coche en el color que le guste. Porque si alguien pretende ahorrar ahí, gastándose lo que se va a gastar en un coche nuevo, lo más sensato es que se vaya del concesionario y vuelva a la escuela.


Otro que tal.

El nuevo Audi A4, en su versión 2.0 TDI, que será la más vendida, puede alcanzar los 64.000 euros a base de quitamiento (link). Y ojo, no hablamos tampoco de incorporar un botón de teletransporte, otro para que el coche no consuma nada, asientos en piel de prepucio de cebú alsaciano o acabados en plata de Ley propios de Galería del Coleccionista. No, sólo se trata de instalar al coche la tecnología que ofrece la marca en seguridad, comportamiento y confort, una pintura personalizada y un interior lujoso. Diez millones largos de pesetas, y seguimos con un 4 cilindros de gasoil con cambio manual. El precio base se vuelve anecdótico.

Sí, todo es mucho más sencillo: no pongas ese equipamiento. O hazte a la idea de que los coches de lujo, en realidad, son muchísimo más caros que los coches normales. Yo me hice a esa idea hace ya tiempo, pero me sigue resultando sorprendente la diferencia tan brutal que puede llegar a existir, y lo fácil que resulta que esa diferencia exista. Y es que cuando te ves con la lista de equipamiento opcional delante, irremediablemente empiezas a necesitar la práctica totalidad de las propuestas. Hagan la prueba, pero tómenselo con humor cuando BMW o Mercedes les propongan equipar el coche con alfombrillas, o les muestren como equipamiento de serie las luces traseras, y eso es totalmente verídico. “Luces traseras de diseño vanguardista”, decía un catálogo de hace años.


Así queda uno…

BMW 120d Coupé. Un coche de cuatro plazas, cuatro ruedas y cuatro cilindros que cuesta 30.727 euros, que ya está bien. Pintura metalizada, asientos deportivos de cuero, alfombrillas, paquetes de compartimentos e iluminación, sistema de fijación de asiento infantil, triángulo de emergencia, volante multifuncional, faros de xenon, alarma, sensor de lluvia y luces, acceso y arranque sin llave, y no creo estar instalando nada exagerado, nos vamos a 36.920 euros. Es decir, un millón de pesetas más. Puesto como a mí me gusta, como merece, son 46.077 euros. O sea, el coste del modelo de base más un Ford Focus. Bueno, vale, sería capaz de bajar equipamiento hasta los 42.033 euros… Qué locura.

1 comentario:

Antonio Jiménez dijo...

Es asombroso lo que le cobran a uno por las opciones en coches "buenos". En BMW, Mercedes, Audi... el modelo básico trae aire acondicionado y radio, y a veces ni radio. Al menos que incluyan la pintura metalizada.

Eso sí, comparto la opinión que, si se compra uno un coche así nuevo, que lo haga a su gusto. De momento mi situación económica no me permite hacerlo y me veo obligado a recurrir al mercado de 2º mano (es lo que tiene ser estudiante de una familia normal).

Por otro lado le agradezco la oportunidad de comentar en su blog, señor Vickerman, y le felicito por su elección de coche. El MX-5 es lo que yo espero de un coche para un adulto sin hijos: un Lotus Elan con fiabilidad mecánica japonesa y lo pequeños lujos de los años 90.

 
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