Hace tiempo, durante unas brevísimas vacaciones en Asturias, tuve la oportunidad de probar este hotel. Bueno, oportunidad… más bien obligación por motivos logísticos en mi apartamento ovetense, que se pueden resumir en “no hay cama”. Así, tras intentar dormir en un sofá, a los 15 minutos agarré las Páginas Amarillas y llamé al hotel, en el que me presenté al poco rato para pasar la noche y dormir, fundamentalmente dormir.
Esto puede ser algo normal, cierto. No lo es tanto cuando se hace a las 2 de la mañana y sin poder avisar a nadie más, así que tuve que dejar notas escritas indicando mi paradero.
Pues bien, allí llegué y se me dio la habitación 608, sexta planta. El hotel ocupa un edificio construido en un solar sobre el que antes se levantaba un bloque de pisos. Es un hotel muy pequeño, moderno, con una fachada “de diseño”, y un aspecto interior que pretende mezclar el Louis XV con la modernidad más absoluta. En parte, recuerda a grandes hoteles “boutique” como el Sanderson londinense o el Pershing Hall parisino, aunque es evidente que tira de materiales y acabados algo más contenidos, adaptados a los precios que cobra por habitación. Dos cosas en el hall son mejorables, así a primera vista. Una el luminoso de Sushi-Bar con los colores de la bandera italiana, que la verdad no pega ni con cola. Otro, más sutil y menos notable, son las bombillas de las lámparas de lágrimas de su hall. Parecerá una tontería, pero unas bombillas tipo Baccarat, de cristal transparente, dan una luz mucho más bonita y no rompen la armonía de la lámpara, dándole un aspecto mucho más lujoso y ostentoso que con esas bombillas de cristal traslúcido que transforman una lámpara y objeto de decoración en un mero porta-bombillas.
Esto puede ser algo normal, cierto. No lo es tanto cuando se hace a las 2 de la mañana y sin poder avisar a nadie más, así que tuve que dejar notas escritas indicando mi paradero.
Pues bien, allí llegué y se me dio la habitación 608, sexta planta. El hotel ocupa un edificio construido en un solar sobre el que antes se levantaba un bloque de pisos. Es un hotel muy pequeño, moderno, con una fachada “de diseño”, y un aspecto interior que pretende mezclar el Louis XV con la modernidad más absoluta. En parte, recuerda a grandes hoteles “boutique” como el Sanderson londinense o el Pershing Hall parisino, aunque es evidente que tira de materiales y acabados algo más contenidos, adaptados a los precios que cobra por habitación. Dos cosas en el hall son mejorables, así a primera vista. Una el luminoso de Sushi-Bar con los colores de la bandera italiana, que la verdad no pega ni con cola. Otro, más sutil y menos notable, son las bombillas de las lámparas de lágrimas de su hall. Parecerá una tontería, pero unas bombillas tipo Baccarat, de cristal transparente, dan una luz mucho más bonita y no rompen la armonía de la lámpara, dándole un aspecto mucho más lujoso y ostentoso que con esas bombillas de cristal traslúcido que transforman una lámpara y objeto de decoración en un mero porta-bombillas.
Exterior del hotel, llama la atención junto a las terribles edificaciones colindantes...
La habitación es minúscula, cierto, pero muy correcta y funcional. Hay dos cosas que busco en una habitación de hotel cuando lo que necesito es pasar una noche: una buena cama y una buena ducha. El resto… es accesorio, y me gusta que pase desapercibido por su buen funcionamiento, como es el caso en el Hotel M. Con respecto a la cama, se trata de una queen-size (una matrimonial española clásica, para entendernos) con colchón de latex, de una firmeza muy correcta y con unas sábanas confortables y adecuadas. ¿Qué más se puede pedir? Evidentemente, una cama un poco más alta es preferible (tanto por facilidad para subir y bajar, como para hacerla considerando la salud de las camareras de pisos), pero en una habitación tan pequeñita ocuparía demasiado volumen. Otros equipamientos como la televisión, el DVD, el minibar, la caja fuerte… resultan imprescindibles y en su caso hicieron lo que mejor deben de hacer: funcionar y estar a mi disposición.
Hablando de la ducha, sólo puedo decir una cosa: es quizá la mejor ducha de hotel que he probado nunca (y he probado unas cuantas). De forma oval y amplia, muy amplia, para tener plena libertad de movimientos. En azulejo bonito pero con suelo de madera de teka, que ni patina, ni enfría ni calienta. La grifería excelente, que hace lo que tiene que hacer una grifería: funcionar. Un chorro de agua amplio y agradable, con una presión correcta. En definitiva, una joya en la que relajarse antes de dormir o espabilarse por la mañana, o cualquier otra cosa que se le ocurra a la pareja de turno, porque el tamaño lo permite. Quizá los productos de baño no estén a la altura… A ver, me explico, no están a la altura del equipamiento, pero sí van en concordancia por lo que pagamos por la habitación. ¿Es preferible pagar 20 euros más, que en este caso es un incremento importante, por unos jaboncitos de Bvlgari o de Chanel? Creo que no, la verdad, aunque haya gente dispuesta a pagarlos eso no debe de ser lo habitual en la clientela del hotel.
Hablando de la ducha, sólo puedo decir una cosa: es quizá la mejor ducha de hotel que he probado nunca (y he probado unas cuantas). De forma oval y amplia, muy amplia, para tener plena libertad de movimientos. En azulejo bonito pero con suelo de madera de teka, que ni patina, ni enfría ni calienta. La grifería excelente, que hace lo que tiene que hacer una grifería: funcionar. Un chorro de agua amplio y agradable, con una presión correcta. En definitiva, una joya en la que relajarse antes de dormir o espabilarse por la mañana, o cualquier otra cosa que se le ocurra a la pareja de turno, porque el tamaño lo permite. Quizá los productos de baño no estén a la altura… A ver, me explico, no están a la altura del equipamiento, pero sí van en concordancia por lo que pagamos por la habitación. ¿Es preferible pagar 20 euros más, que en este caso es un incremento importante, por unos jaboncitos de Bvlgari o de Chanel? Creo que no, la verdad, aunque haya gente dispuesta a pagarlos eso no debe de ser lo habitual en la clientela del hotel.
Panorámica de la suite del séptimo piso
El hotel no dispone de restaurante, aunque sí de un “sushi-bar” que supongo funciona por el día, aunque ni tuve tiempo de verlo ni tampoco me interesó por mi alergia al pescado crudo. Eso sí, los desayunos son muy correctos. Delicioso zumo de naranja, sin duda. Es el producto que más destaco. Me habría gustado más variedad en zumos, quizá una jarra de zumo de pomelo, pero tampoco lo eché en falta y me parece que al resto de clientes les sucede lo mismo. Los productos del desayuno eran buenos, y el precio cargado muy honesto. Uno sabe que paga un precio limitado y que obtiene una variedad limitada. El servicio en el desayuno fue igualmente correcto, discreto, sencillo. Quizá no habría estado de más el proponer un periódico a aquellos clientes que, como yo, bajamos solos a desayunar.
Y es que, en España, el personal de los hoteles de lujo está todavía por pulir, y les faltan esos reflejos que hacen la diferencia. Proponer un periódico en lugar de dejarlos sobre una mesa; preguntar si se ha dormido bien al verte por la mañana, antes de preguntarte si has usado el minibar, o si se ha hecho buen viaje al verte llegar, antes de pedirte el pasaporte y la tarjeta de crédito; dado que mi llegada fue un poco precipitada, y conocidas las circunstancias de mi reserva, quizá un pequeño apunte en el perfil de mi reserva hubiese servido para que el personal de mañanas se interesase por mi noche, al tiempo que me podría haber propuesto el volver esa misma noche si no se arreglaba el tema en mi piso, propiciando una venta de forma discreta y eficaz; plegar la factura y entregarla en un sobre; despedir por el nombre del cliente de forma natural, elegante y a la vez “informal” (en el sentido de naturalidad, no en plan “enga, hasta otra Andrew, a ver si nos vemos y tomamos unas cañas!”); o acompañar a los clientes a las habitaciones, porque lo de “habitación 570, quinto piso, el ascensor está allí”, tratándose de un establecimiento pequeño y supuestamente “de lujo”, como que no (aunque no es el caso en el Hotel M).
Y es que, en España, el personal de los hoteles de lujo está todavía por pulir, y les faltan esos reflejos que hacen la diferencia. Proponer un periódico en lugar de dejarlos sobre una mesa; preguntar si se ha dormido bien al verte por la mañana, antes de preguntarte si has usado el minibar, o si se ha hecho buen viaje al verte llegar, antes de pedirte el pasaporte y la tarjeta de crédito; dado que mi llegada fue un poco precipitada, y conocidas las circunstancias de mi reserva, quizá un pequeño apunte en el perfil de mi reserva hubiese servido para que el personal de mañanas se interesase por mi noche, al tiempo que me podría haber propuesto el volver esa misma noche si no se arreglaba el tema en mi piso, propiciando una venta de forma discreta y eficaz; plegar la factura y entregarla en un sobre; despedir por el nombre del cliente de forma natural, elegante y a la vez “informal” (en el sentido de naturalidad, no en plan “enga, hasta otra Andrew, a ver si nos vemos y tomamos unas cañas!”); o acompañar a los clientes a las habitaciones, porque lo de “habitación 570, quinto piso, el ascensor está allí”, tratándose de un establecimiento pequeño y supuestamente “de lujo”, como que no (aunque no es el caso en el Hotel M).
Recepción del hotel, espectacular
El hotel dispone de un Spa urbano, situado en el sótano e incluyendo un pequeño circuito de deporte y relajación. La decoración y el ambiente conseguido es excelente, aunque el equipamiento tiene algunos fallos realmente importantes. La sauna no estaba a temperatura, y al ser eléctrica por resistencia, calienta mucho en un punto concreto en lugar de hacerlo en toda la cabina; el baño turco carecía de aromas; el jacuzzi era una “simple” bañera de hidromasaje que hay que llenar, como la que se pueda tener en casa; la “ducha de niebla” no logré hacerla funcionar, y el plato de ducha era mejor en mi habitación. No creo que merezca la pena pagar el suplemento de uso del Spa.
En definitiva, me pareció un hotel a precios honestos con servicios y equipamientos correctos, pero mucho más bonito y personal que la competencia que tienen en Oviedo. ¿Recomendaría este hotel? Sin duda alguna, sí. ¿Recomendaría el Spa? La verdad, no. ¿Recomendaría este hotel como hotel con Spa? No, pues para clientes que buscan un Spa con hotel sin importarles la situación, el Hotel M se ve superado por el Palacio de la Llorea, del que hablaré en otra entrega más adelante. Pero eso no hace peor al Hotel M, y entre alojarme en los nuevos Tryp o AC, o hacerlo en éste, la elección es clara: un hotel más pequeño, más personal, igualmente equipado y bien situado, y muchísimo más bonito.
Precios: unos 100 euros por noche entre impuestos y desayunos.
Hotel M , C/ Comandante Vallespín, 33013 Oviedo – Asturias.
http://www.mhotel.es/
tel: +34 985 27 40 60
5 comentarios:
Pero que chic eres. Puaj.
Da gusto leerte -aunque veo que no hay quien opina lo mismo-, especialmente gracias a tu gramática y ortografía intachables. Desde que se pusieron de moda los blogs, cualquier pseudo-analfabeto puede permitirse el lujo de ir presumiendo de página web en la que contar sus miserias en un lenguaje destructivo para la cultura y la vista.
Reconozco algunos de tus artículos como a un nivel social -por decirlo de alguna manera- muy por encima del que yo 'gasto', pero la forma de contar las cosas los hacen mucho más cercanos. Me seguirás teniendo por aquí :)
Señor Anónimo, me alegra que le guste mi blog. Gracias por leerme.
Andrew,
Le aconsejo desactivar los comentarios anónimos. Ganará mucho en limpieza.
Por lo que veo, la factura no ha sido nada cara, teniendo en cuenta que no hubo reserva previa.
Lo de los colchones me ha dejado impresionado.
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