sábado, 5 de mayo de 2012

Hotel Xiengthong Palace, Luang Prabang


Un año hacía desde que dejé Luang Prabang para venirme a Yangon, y lo cierto es que echaba de menos esa pequeñísima ciudad laosiana. Como suele pasar cuando alguien se va de un lugar que le deja recuerdos positivos, se tiende a idealizar el sitio, uno se queda con las cosas buenas y olvida las malas, se hace una imagen mental del lugar que, generalmente, no se ajusta a la verdadera realidad. Nos pasa a todos los que cambiamos de ciudad cada cierto tiempo, en nuestra memoria se forman ideas positivas de los sitios en los que estuvimos a gusto, y corremos el riesgo de desengañarnos al regresar.

¿Es el caso de Luang Prabang? Cierto, sólo me he quedado cuatro días, pero cuatro días en los que he llegado incluso a ver posibles casas para comprar y establecerme allí. El sitio sigue siendo maravilloso, pequeño, familiar, sencillo, acogedor, bonito, limpio… Limpio, claro, en comparación con Yangon y teniendo en cuenta que es una ciudad asiática, pero limpio.

 El Mekong

Pasear por la calle, circular en moto entre el tráfico, los restaurantes frente al Mekong o al Nam Khan, las calles renovadas, el nuevo centro comercial chino tan terrible, el nuevo Airbus de Lao Airlines, el Hummer de Mr. Lee, promotor del campo de golf, laosianos con cada vez más medios, la nueva telefonía 3G… y la hospitalidad de la gente, la tranquilidad con la que se hace todo, el ritmo de vida más pausado. En definitiva, cosas que acaban por dar una calidad de vida maravillosa (para quien le guste). Y a formar esa impresión, o en mi caso a reafirmar esa idea, sin duda contribuyó el hotel en el que nos hospedamos: Xiengthong Palace.

Tráfico habitual junto al Nam Khan

He de decir que Luang Prabang está llena de plazas hoteleras, cada vez más, para todos los bolsillos, desde el mochilero que gasta más en cerveza que en dormir, al viajero de lujo a quien no le importa gastar 500 dólares o más por noche en el alojamiento, sin olvidarnos de aquellos que directamente aparcan su jet privado en el aeropuerto y se encierran en una villa con piscina privada del hotel Amantaka,  del que salen en pantalón corto y camiseta, con gafas de sol y gorra, al estilo de Jude Law y Sienna Miller hace un par de años.

Luang Prabang es un destino turístico de moda, y hay muchísimas razones para que lo sea.
Para mí, además, ha pasado a ser un destino residencial, y es el hotel Xiengthong Palace el que más ideas me ha dado sobre cómo me gustaría que fuese mi casa.

Xiengthong Palace

Se trata de un hotel muy nuevo, casi a estrenar, promovido por una agencia de viajes de la zona y dirigido por un grupo hotelero de Bangladesh, si no me equivoco. Son pocas habitaciones, 26, distribuidas en pequeños bloques dentro de la finca, rodeando un patio en el que han puesto una especie de estanque con aires de piscina, aunque no utilizable como tal. A un lado, el templo de Wat Xiengthong; del otro, una callejuela sin tráfico, paralela a la calle principal (Sakharine Road); y al otro lado, sencillamente el Mekong en todo su esplendor.  Algunas habitaciones tienen vistas al río, otras al patio interior, la nuestra era con vistas a esa callecita lateral.

Vista hacia el Mekong

Me resulta difícil ponerme a describir el hotel existiendo como existe su página web, y digo esto porque es uno de los pocos casos en los que la web resulta realista, ajustada a lo que (de momento) hay. ¿De momento? Bueno, es lo de siempre, el hotel es nuevo y aunque todo parece de muy buena calidad, su evolución dependerá del mantenimiento que se le haga. Confiemos en que sea bueno.

Conviene, antes de juzgar, saber lo que se paga por los sitios. En este caso, hablamos de menos de 100 dólares por noche (precio de oferta), con lo que hay que valorar en consecuencia. Sin embargo, he de decir que muchas cosas se situaban por encima de hoteles de renombre con precios considerablemente más altos, bien en la misma Luang Prabang, bien en otros destinos “exóticos” de Asia, por no comparar con hoteles en España, no digamos ya en Inglaterra, cosa imposible debido a los costes y a las disparidades en el nivel de vida. Lo único “bajo par”, para mi gusto, es el buffet de desayuno. Ni los croissants están al nivel de otros locales u hoteles de la ciudad, ni los productos del buffet son de calidad destacable. Pero el zumo de naranja es excelente, y hay una cocinera dispuesta a preparar cosas al momento. Digamos que, como era de esperar, es aquí donde el precio pagado se ajusta a la realidad del producto, lo que tratándose de un hotel completo, deja muchísimas cosas por encima del nivel esperado, y eso es bueno.

 Mesas en el restaurante

El diseño de la habitación es muy bueno, es como entrar en tu propia casa, con una puerta que da directamente a una preciosa escalera de madera por la que subir a tu dormitorio. Hay habitaciones en la planta baja, para quien no quiera andar trepando, pero creo que merece la pena el ligerísimo esfuerzo y acomodarse en el piso superior. Arriba, un dormitorio suficientemente amplio, con una terraza entera en madera, y un cuarto de baño amplio y equipado con bañera, ducha, un solo lavabo y el wc, que no queda cerrado o separado.

La ducha resulta amplia, la presión de agua es buena, el rango de temperaturas es excelente, la grifería es de calidad, las toallas son suficientes, los productos de aseo no están mal… y el suelo es el que quiero, sin duda, para mi casa. El aire acondicionado funciona bien y es silencioso, hay un iPod Dock disponible (y cargado con una música espantosa, todo sea dicho), kettle para hacerse un café o un té, caja fuerte en la que cabe un ordenador portátil, frutas, dos botellas de agua gratuitas cada día, minibar con cualquier cosa que se necesite, etc… Sí, son esas cosas que esperamos de cualquier hotel de cuatro o cinco estrellas, pero que no está de más nombrarlas, más si todo funciona correctamente y la experiencia nos dice que no todas están siempre disponibles en hoteles mucho más caros.

Habitación

Y hay internet, wifi, de velocidad y estabilidad suficiente, y gratuito. Como debe de ser, claro. En la recepción disponen de dos ordenadores públicos con acceso a internet, también. De nuevo cosas que damos por hecho, pero que siempre son de agradecer cuando vemos que están ahí y que funcionan, como funciona la seguridad, el personal de limpieza, la gente de recepción, el servicio del restaurante, como funciona todo.

Recepción

No creo que merezca la pena cenar en el restaurante, por cierto. En él comimos un día, costando más una comida sencilla para dos, con agua y sin postre, que la cena para tres la víspera en un conocido restaurante local (Tamarind), en el que además fuimos mejor atendidos. No fue mucho dinero, no obstante, pues la comida local de Luang Prabang es barata, incluso en sitios de mucha calidad. Pero ahí está, es bonito, las vistas son agradables y la comida no está del todo mal. Imagino que en plena temporada tendrán más ambiente en el restaurante y el bar, en plena temporada está todo lleno en Luang Prabang.
Patio interior

Que durante la estancia fuese mi cumpleaños y me lo felicitasen con letras formadas con recortes de hojas de bananero, colocadas sobre la cama, además de con un pastel que fue enviado por dos chicas del personal del hotel (no piensen mal, dos chicas uniformadas que cantaron un simpático “cumpleaños feliz”), es un detalle de los que te hacen guardar un buen recuerdo. Pero lo cierto es que, salvo por algunas cosas del desayuno tan sencillas de evitar como no cogiéndolas del buffet, y tan comprensibles a la vista del precio pagado (repito, algo menos de 100 dólares la noche por una habitación doble), no guardo más que recuerdos positivos de este hotel, lo que me lleva a recomendarlo sin lugar a dudas como una buena opción en Luang Prabang para quien prefiera carecer de piscina por el hecho de estar en pleno centro, o no quiera o no pueda pagar el triple por quedarse en La Résidence Phou Vao (olvídense de los demás de esos niveles, son sencillamente peores en todo), o le resulte imposible pagar los más de mil dólares por noche del Aman (que es, evidentemente, el mejor hotel del país si a uno no le importa dormir en un viejo hospital colonial reconvertido, cosa que a mí no me importa).

En definitiva, un buen hotel. El servicio puede que sea mejorable, pero creo que todos somos adultos para saber lo que queremos. Además, tienen un spa y, por lo visto, jacuzzi que yo no usé. Y por la mañana, los monjes pasan recolectando almas frente a las habitaciones que dan a la callecita esa lateral. No se puede pedir más.

Xiengthong Palace, Kounxoau Road, Ban Phonehueng, Luang Prabang. 
www.xiengthongpalace.com

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