viernes, 6 de marzo de 2009

Alfa Romeo MiTo, pequeño gran coche

Me van a permitir que la introducción surrealista o, en principio, fuera de contexto de este artículo, con objeto de hacer un giro y pasar a hablar del coche en sí, me la salte. Porque lo sucedido con Europcar hace unas semanas supera cualquier cosa que pueda inventarme ahora mismo.

Por ponerles en situación, hace tiempo planeé una escapada a Ljubljana, que además de ser una ciudad muy pequeña con un par de J en su nombre, es un sitio muy bonito y que queda realmente lejos de mi Oviedo actual. Viendo las combinaciones de transporte, me decidí por volar desde Santander a Bergamo (véase artículo sobre Ryanair, el bus con alas), conduciendo entonces desde Bergamo hasta Eslovenia con un coche de alquiler. Resumiré lo ocurrido con Europcar de forma esquemática:

Alquilo por Internet un VW Tiguan; me entero de que Europcar no permite sacar a Eslovenia al Tiguan, so pena de quedarme sin cobertura de seguro por incumplir condiciones de contrato; llamo a Europcar para confirmar, no me confirman; envío un e-mail; vuelvo a llamar, me dicen que sí; envío un fax a Bergamo para que me lo digan por escrito; envío otro e-mail; llamo a Europcar y me dicen que no; nadie responde ni a fax ni a e-mails; cambio el alquiler a un Alfa MiTo; hago todo lo posible, y lo imposible, por confirmar que el MiTo sí puede circular por Eslovenia; me lo confirman; pido que me den cualquier cosa excepto un Astra si el MiTo no estuviese disponible; llego a Bergamo y pregunto qué coche tengo: “it’s an Opel Astra, sir”; la desesperación es en mí; peleo por otro coche; me dan un Nissan Xtrail, pese a negarme a pagar suplementos; el Nissan tiene 96.000km; no lo cojo y vuelvo a pelear; salgo finalmente de allí, una hora más tarde, con un Alfa MiTo al que le quito las pegatinas de la fábrica: el coche tiene 9 kilómetros en el marcador y 6 días de edad.














Campo de batalla…

Bien, al coche. Alfa Romeo MiTo 1.6 JTDm de 120cv, de un color terriblemente homosexualín, o no. Pequeño gran coche he titulado este artículo, pero esto sólo se puede entender cuando pasemos a comentar el modo D del sistema DNA que incorpora. Antes vamos con todo lo demás.

Por fuera es atractivo, es cuco, es molón. Eso es un hecho, está claro. A la gente le llama la atención, no es un coche con paragolpes y protecciones, tiene un aspecto relativamente dinámico y, a la vez, parece un osito de peluche al que estrujar. Sé de varios a los que la mera presencia de ese coche les provoca ganas de estrujarlo… en una prensa de desguace. Pero eso no quita para que el coche resulte mono a la inmensa mayoría de la gente. Eso sí, no es tan pequeño como parece en las fotos (afortunadamente).














Perdido cerca de Ursna Sela, en un sitio llamado Hudičev, en Soteska (por lo visto).

Por dentro, seamos realistas, es un coche bien terminado, con una visibilidad relativa bastante normal, unos materiales aparentes y bien rematados, unas plazas traseras que no probé (así que no hablaré de ellas), y unos asientos delanteros que, como siempre con Alfa Romeo, resultan realmente buenos. Y es que uno se pregunta por qué Alfa lleva haciendo asientos tan buenos desde hace tantos años (hablo de los años 80, ya), y otras marcas siguen poniendo esos sillones de banquetas cortas y respaldos blandos que resultan insoportables para cualquier persona de dimensiones humanas y gusto por la conducción.














Foto de catálogo, no le hice fotos por dentro.

El maletero, mi amado maletero, resulta suficiente pero tiene un acceso incómodo, por la excesiva altura del borde de carga, y la profundidad brutal del propio hueco, que hace que dejar una maleta dentro suponga elevarla mucho, para luego dejarla caer dentro. Me he acostumbrado al maletero con fondo plano y portón hacia abajo del XC90, con lo cómodo que resulta para dejar cosas, sentarse o meterse dentro, y éste del MiTo me resultó bastante inconveniente. Pero vamos, que mi historia con los maleteros es de sobra conocida… Como curiosidad, el Volkswagen Scirocco sufre del mismo mal de “las profundidades del maletero”.

El tacto de los mandos es bueno, con la dureza y precisión justas, si bien detesté el sistema del limpia-parabrisas, cuya regulación de intensidad es por rosca en vez de por posición de la palanca. Mi coche no traía sensor de lluvia, no obstante, y si lo traía no fui capaz de activarlo. Un buen volante terminado en cuero hacían olvidar el asqueroso (o normal, debería decir) tacto de la palanca de cambios. Que no, que a mí estas cosas no me terminan de convencer. O me ponen una caja dura como la de mi Mazda, o un buen cambio automático, porque lo que es disfrutar manejando el palitroque ese como que no. No obstante, sí es cierto que a un conductor habituado a coches “normales” le puede parecer precisa y directa. Desde luego que tiene un tacto mejorado respecto a un, por ejemplo, Nissan Qashqai, por hablar de otro coche que he estado viendo últimamente.














El hombre sin cabeza… (Photoshop mediante)

La amplitud interior, delante, es considerable. Ciertamente se viaja bien en el coche, pero a esto contribuye más el tacto del propio cacharro sobre las carreteras que otra cosa. Y es que se sujeta muy bien, independientemente de la velocidad que llevemos, y con la posición D del sistema DNA la dirección se vuelve tan dura que en las rectas autopistas del norte de Italia uno casi puede ir con las manos fuera del volante.

Eso sí, estos motores de gasoleo podrían ser, si por mi fuese, eliminados del planeta. Y no porque no funcionen bien, o porque sean ruidosos (que no lo son tanto), o porque no estiren… No, el problema viene por la gestión del acelerador, con ese recorrido pesado y largo que hace que el motor se sienta pesado y torpe en arrancadas. Quienes están de conducir estos coches no lo notan, pero cuando habitualmente te subes en coches con motores hipersensibles al acelerador, de esos que acaricias el pedal y ya lo tienes a 3.000 vueltas, de esos siempre dispuestos a acelerar, de esos que se sienten ligeros… pues estas cosas aceitosas no terminan de convencer. O al menos el MiTo no lo hizo en los modos de conducción normal. He podido ir comprobando, con el tiempo, que los coches con cambio automático disimulan muy bien esta característica (o defecto, según se mire) de acelerador y motor pesado. En un coche de pretensiones dinámicas, la verdad, me resulta difícil acostumbrarme a ello.














Con el control de tracción loco tras sacarlo de veinte centímetros de nieve.

El sistema DNA del que he hablado ya dos veces es un interruptor que, en sus tres posiciones, modifica los parámetros de gestión del acelerador y de la dirección (y creo que de los controles electrónicos de tracción y demás). D corresponde a un modo dinámico, N es un punto neutro, y A supuestamente es una gestión orientada a condiciones de baja adherencia. La realidad es que entre N y A no se aprecian diferencias en conducción normal aunque, por si acaso, en cuanto aparecen montones de nieve en los bordes de la carretera y el cielo se cae sobre uno, lo pones rápidamente y te sientes más seguro. En N y A el acelerador es lento y pesado, como digo, y el coche se muestra torpe. ¿Torpe? Bueno, mejor dicho se muestra normal, utilitario, insulso. Eso sí, la dirección se vuelve blanda y eso es de agradecer en las maniobras. Desconozco si en estos dos modos el coche entrega menos potencia, pero desde luego que lo parece.














El botón mágico.

Con el modo D el coche pasa de tener 120cv a 7.800cv, aproximadamente. De hecho, a igualdad de presión sobre el acelerador, en cuanto se pasa a D el coche acelera, echándonos el cuerpo hacia atrás si no estamos prevenidos. La respuesta del gas es mucho más directa, más parecida a los aceleradores de coches de gasolina. El coche está siempre voluntarioso para acelerar, y si lo llevamos entre 2.000 vueltas y unas 3.000, lo cierto es que la reserva de potencia es espectacular. Lástima que por debajo no haya tanta respuesta, pero es que si así fuese estaría escribiendo sobre un Bentley, no sobre un coche pequeño con un motor de poca cilindrada. Y lástima que en el modo D la dirección se vuelva tan sumamente dura. Y es que la respuesta del gas es ideal y adictiva, y maniobrando por ciudad uno quisiera tener esa respuesta de motor pero sin renunciar a una dirección cómoda y blanda. Porque, como digo, en modo D el volante queda demasiado rígido, forzadamente rígido me atrevería a decir. Sí, hay tacto directo en carretera de curvas, pero puede incluso llegar a fatigar.














En la gasolinera más vieja de Italia, antes de devolverlo.

En los 1.400 kilómetros que le hice al coche, más o menos, la conclusión a la que llegué me dejó un poco mosqueado. Y es que, dejando de lado consideraciones estéticas, el único atractivo que le veo al coche es su sistema DNA.
Tendría que probar una versión de gasolina, porque desde luego que en esta versión, pese a ser como digo lo que realmente te llama del coche, no parece del todo bien resuelto. Sí, el comportamiento del coche es muy bueno, es divertido, anda bien y gasta poco, y no es un coche por el que haya que pagar mucho dinero, pero… Hombre, es diferente al Grande Punto, con el que comparte plataforma y muchas cosas, y la diferencia se nota y se siente (y se ve), pero… Sí, un Clio es mejor, tan simple como eso. Mejor porque, además, es más barato, pero no es un coche que mole como sí mola el MiTo. No es un coche guay en versiones normales. No es un coche con “alma”.

Es que le falta ese punto final, ese toque definitivo en el ajuste del coche. Es bueno, pero la posible mejora se hace tan palpable que duele, que fastidia que lo hayan hecho “mal”. Mal, o no como a mí me gustaría. No se entiende que ayer, circulando con un Tiguan TDI de 140cv (20 más que el MiTo), automático, voluminoso y pesado, el coche se sintiese muchísimo más cómodo para maniobrar en cruces y desviaciones, con una dirección suave y mucha respuesta al acelerador, y no excesivamente más torpe en una conducción normal.

Por otra parte, también pude comprobar que, sin faros de Xenon, el coche no alumbra absolutamente nada. Tampoco es que frene de manera gloriosa, o como me gustaría esperar en un coche moderno y de talante supuestamente deportivo. Eso sí, como digo a alta velocidad se tiene sobre la carretera más que bien. El Pasante de Mestre, que es una autopista recién inaugurada entre Venecia y Padua, y que recuerdo elevada sobre pilares en su práctica totalidad, lo convertí en mi circuito de velocidad aprovechando la idiosincrasia italiana. Pocas veces circulé por debajo de 180 kilómetros por hora, y las sensaciones se correspondían con algo más grande que un MiTo. Básicamente por la dureza de la dirección, imagino, que me hacía partícipe de cada giro que abordaba.













Mini Clubman, el furgoneto.

En definitiva, se trata de un coche atractivo, con el componente pijo del Mini pero con más gusto a Italia que una pizza Margherita y una birra Peroni. El problema está en que, aunque la pizza y la birra son ricas y a veces apetecen, hay comidas mejores y, fundamentalmente, cervezas mucho mejores. Eso sí, son más caras, como más caro es el Mini Clubman, que es el que realmente me gusta. Que no tiene DNA, vale, pero me gusta más. Que es más caro ya lo sé, ya lo he dicho. Es mejor (o al menos para mí).

Alfa Romeo Mito 1.6 JTDm 120cv. Realmente va muy bien y anda como un cañón. Lástima que yo prefiera otra cosa. Y no es caro, creo que por 18.000 euros o así se compra.

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