lunes, 2 de marzo de 2009

Hotel Antiq, Ljubljana

Me da la sensación, por lo que he ido viendo en páginas Web, que los países del Este, miembros del antiguo bloque comunista, todavía tienen mucho de aquello en sus establecimientos hoteleros de lujo. Esos grandes bloques de hormigón, al más puro estilo del ya desaparecido Hotel Russia de Moscú, con sus habitaciones cuadradas equipadas con una cama incómoda, un ventanal, dos mesitas, un escritorio, una butaca, una tele… y poco más. Una pomposidad similar a la de los grandes coches Volga o ZIL, con sus imitaciones relativamente conseguidas de los Cadillac y Buick americanos. Y seguramente una falta de calidad similar a la de aquellos coches.














Ljubljana, foto no contractual porque me pilló muy mal tiempo.

Ljubljana es la capital de Eslovenia, que aunque parezca mentira no es ningún país báltico, ni ninguna escisión de Prusia o de Polonia. Eslovenia fue la primera república en separarse de la antigua (y grandiosamente artificial) Yugoslavia. El General Tito, por nombrar una curiosidad, murió en Ljubljana. Y seguramente esquiase y pasase días invernales y veraniegos en Bled. Sirva esto para ilustrar el por qué Eslovenia siempre fue la zona pija de Yugoslavia, por lo que Ljubljana cuenta con tres o cuatro grandes hoteles comunistas. Uno de ellos está catalogado como cinco estrellas, y se llama Hotel Lev. No merece la pena, se lo digo yo. Un hall propio de los años 60, lo mismo que las habitaciones, pero con unos precios sorprendentemente occidentales y capitalizados. Grand Hotel Union Executive y Business, Premier Hotel, Central Hotel, Austria Trend… Sinceramente, tras haber estado viendo sus precios y sus páginas Web, tras haber pasado por allí a verlos, y tras valorar mucho las diferentes opciones sigo sin encontrar motivos para ir. Bueno, más que para ir debería decir para gastar el dinero allí.

Y es que, rebuscando por Internet, la opción preferente apareció de una forma con la que se hacía inevitable elegir otro. Podría haber ido al Hotel Mons, con un aire muy moderno y londinense, pero luego resultó estar realmente lejos del centro (todo lo lejos que se puede estar en una ciudad de 600.000 habitantes, claro), y ser más un motel que un hotel.















Hotel Mons, por ejemplo. Si tan solo estuviese en el centro...

Soy de la opinión de que, cuando se va de vacaciones a un país desconocido (aunque similar, no olvidemos que Eslovenia pertenece a la zona Euro), conviene olvidarse de las exigencias parisinas, madrileñas o londinenses. Primero porque estamos de vacaciones, y segundo porque hay que ser realista y consecuente con lo que se paga. Por ese motivo evité el Hotel Lev y su fastuosidad. Quería huir de tanta tontería a la que me he ido acostumbrando en estos cinco estrellas, y perdonar cualquier pequeño detalle por el hecho de pagar mucho menos o de estar en un establecimiento más familiar. No quiero decir que todo el mundo deba de perdonar el encontrar el teléfono desconectado en la habitación, o alguna lámpara desenchufada, o no lograr una conexión a Internet con el ordenador propio durante la estancia. No se confundan, no me he vuelto “blando” juzgando hoteles. Pero a veces hay que ser, cuanto menos, igual de honesto que el establecimiento. Y cuando el hotel no es honesto (sirva de ejemplo esa cantidad de grandes hoteles que actualmente viven de su nombre y facturan 7 ó 10 euros por un botellín de agua), entonces hay que ir a muerte exigiendo producto. Pero es que el Hotel Antiq no pretende esas cosas…














El lobby.

Una auténtica joyita, eso es lo que es este hotel. Puede resultar tremendamente kitsch, espantoso, excesivamente antiguo, lo que quieran, pero es una joya. Primero por su situación, en pleno casco antiguo de la ciudad, siendo el único de los hoteles de categoría en la zona. Es sencillamente imbatible, más si tenemos en cuenta que pese a no tener parking, el personal del hotel siempre parece dispuesto a facilitar lo que sea, como por ejemplo abrir el acceso a la zona peatonal donde (milagros de los países recién europeizados) aún se puede aparcar sin pagar. Abrir la ventana por la mañana y ver la colina del Castillo de Ljubljana, o no tener ningún ruido de tráfico ni de nada durante la noche y la mañana. Llegar andando por calles peatonales, o caminar treinta metros y estar en el río. O un acceso sencillísimo, una vez que el navegador lo localiza. Pleno casco histórico, sencillamente.














Acceso a internet gratuito, en la primera planta, patio interior. Bonito, ¿no?

Pero también es una joya por su trato personalizado, algo que podría parecer sencillo contando con sólo 16 habitaciones, pero que por experiencia sé que no siempre es así. Nejc, el chico rubio con aspecto de asesino balcánico de sangre fría que nos atendió todas las tardes, o Matjaz, otro chico igual de alto pero con menos pelo y que estuvo ahí todas las mañanas, te hacen sentirte en casa. Sí, es un cliché demasiado visto, el rollo americano clásico del “home away home”, pero es cierto. Sin olvidarme de los dos chicos que vi trabajando por las noches, con trato correctísimo y lo suficientemente internacional como para no inmiscuirse en mi vida privada ni tampoco comportarse como robots ausentes (cosa muy común de ver cuando se llega tarde a un hotel).














Como en casa.

Por motivos que no logro comprender, logré reservar el apartamento número 13 a un precio ridículo, propio de las habitaciones más pequeñas. Este apartamento es duplex, con un piso inferior que incluye un amplio salón comedor, baño, un cuartito en el que hay un sofá-cama, y una cocina que, en mi caso, estaba cerrada. Arriba queda el dormitorio, con su tejado abuhardillado a dos aguas. Lo malo: sí, la cama no era la mejor del mundo, y la ropa de cama podría ser de un dos estrellas; el sofá del salón tampoco era el más cómodo del mundo, y la tele era algo antigua; el minibar era una simple nevera y no tenía mucha variedad (aunque llenísima de alcohol); la habitación no parecía estar verificada por una gobernanta, con algún detalle a mejorar; el baño no era muy amplio para dos personas, pero sí más que en muchos cinco estrellas españoles; el acceso a la suite se hace saliendo al exterior, y si llueve te mojas; la calidad general del mobiliario y de los equipamientos es bastante modesta.














Bien bonito, limpio y útil, y con buena presión de agua, como debe de ser.

Bueno, vale, ¿y? En la suite hacía el suficiente calor como para sentirse muy a gusto pese a los 5 grados bajo cero del exterior. La cama era suficientemente cómoda, sin caer en excesos de heavenly-bed de Ritz-Carlton por la que pagas 200 euros más por noche, y aunque la ropa de cama no era mejor que la de mi propia casa, ¿es eso tan importante para un fin de semana en Ljubljana? Sofá incómodo, pero sofá. Sofá y salón con mesa de comedor, espacio y amplitud, de hecho. Amplitud, eso tan olvidado en los hoteles modernos. La tele no la encendí, evidentemente, y aunque no pudiese verla desde la cama, ¿realmente importa dadas las circunstancias? Creo que no. Sí importa cuando estás una noche en un hotel al lado del aeropuerto, pero ¿teniendo un día y medio para visitar un país? Lo dudo. Tampoco me importó que en el minibar no hubiese doble ración de cada bebida, siendo una habitación doble, porque como digo, en este hotel uno ha de olvidarse de las consideraciones “cuatrocincoestrelleras” habituales. Porque el trato es magnífico, porque la situación es imbatible, porque el precio no puede ser mejor, y porque para hacer las dos cosas básicas de uso de un hotel (sin entrar en temas privados), como son dormir y desayunar, cumple con creces. Con creces porque se duerme bien, pero también porque se desayuna muy, muy bien. Y es que el último día, siendo mi suite la única habitación ocupada del hotel, el desayuno especial que prepararon fue magnífico.














Desayuno especial, que llaman, por persona. Más el café, claro.

Claro que eché de menos el entrar en una habitación moderna con mobiliario de diseño y calidad superlativos, con un conector de audio para hacer sonar mi Ipod por toda la suite, con cincuenta productos Hermès en el cuarto de baño, con una carta de servicio de habitaciones amplísima, o con una ducha o baño de vapor en la habitación. Normal, creo que todo el mundo es capaz de echar de menos un George V parisino, como de cara a una cena ligera en casa siempre se echan de menos la ración de angulas, el platito de caviar o algo entretenido en la tele. Pero volvemos a lo de antes, a ser consecuente con lo que se tiene y con lo que se paga.














Vistas desde la suite hacia la colina, ¿no es maravilloso?

Salvo que mi presupuesto para una próxima escapada a Ljubljana aumente de forma considerable, creo que ya tengo hotel de culto en esa ciudad. Porque por 100 euros la noche (que se convirtieron en bastante menos por el descuento que me aplicaron cortesía de la casa), sé lo que tengo, mientras que por los 200 euros de los demás, mucho me temo que tendré que llevarme sorpresas. Además, pese a ser yo de la teoría de por qué gastar X si por el doble puedes quedarte en el Ritz, no me cuesta nada cambiar a la teoría opuesta.

Hotel Antiq, Gornji trg 3, Ljubljana. Teléfono +386 1 421 3560. http://www.antiqhotel.si/ No tiene ascensor… pero en su web sale un señor hablando cosas.

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