martes, 2 de julio de 2013

Motivos para no volver a un hotel

Antes de nada, advierto que son motivos bastante pijoteros, pero ya me conocen...

Hace unas semanas, publiqué una entrada sobre motivos por los que rechazar un hotel, llamándome mucho la atención el caso de un supuesto agente de viajes que rechazaba hoteles en cuanto le pedían una tarjeta de crédito. Hoy voy a comentar esos motivos que hacen que uno, habiendo depositado su confianza en cierto establecimiento, decida no volver por allí.

Sucedió en Bangkok, ciudad con una oferta hotelera de lujo realmente amplia, para todos los gustos. Y sucedió que le quise dar tres oportunidades a un hotel, que de barato no tiene ni tenía ni tendrá nada de nada, creyendo que era la mejor opción para mí. Y sin duda lo era, o lo parecía. Pero ha resultado que no y, de hecho, no tengo pensado volver por allí.
  
Ahí hay por lo menos 60 hoteles, y un helicóptero

Que se olviden de recogerte en el aeropuerto es algo que con una buena sonrisa, una buena oferta y un perfecto servicio de traslado de vuelta, que incluye asistencia con trámites de devolución de impuestos y tal, más si todo eso es gratis, se solventa. Porque llegar al aeropuerto y esperar tu coche, y no encontrarlo, es una terrorífica forma de empezar la estancia, estancia que el cliente que reserva el coche del hotel, pagando generalmente muchísimo más que si fuese en taxi, espera empiece en el momento en el que se aparece por el hall de llegadas del aeropuerto, y no cuando se entra en la recepción del hotel.

Que no haya quien te siente en el restaurante para el servicio de desayuno, que luego lo hagan, pero que al volver tú del buffet te encuentres con una enorme señora hindú sentada en tu sitio y siendo servida tu té, se toma con filosofía, unas risas, y al final queda en anécdota. Ver al personal atendiendo a una señora tailandesa y olvidándose de los demás ya comienza a ser un poco inconveniente, pero como uno ya es mayor se las arregla solo.
 
Aquí no te sientan, pero tampoco te quita el sitio una señora enorme y, además, tomas algo con un tipo que se parece a Eddie Jordan

Que pese a hacer tu reserva con el propio Director General del hotel, ser tu tercera estancia, haber intercambiado una decena de emails sobre forma de mejorar el servicio en ese sitio, ir recomendado, etc… te pidan de nuevo el pasaporte (yo no necesito visado en Tailandia, no hay porqué pedirlo si hace un mes que me he quedado), la tarjeta de crédito, la dirección, el email, el teléfono, y casi la talla de pantalones cuando todo eso debería de estar ya en su sistema,  directamente resulta molesto.

Que luego te digan que tu up-grade a habitación Club no incluye los beneficios de la habitación Club, suena totalmente ridículo e incluso ofensivo. Que el Director General no haya venido a saludar, teniendo todos los datos del vuelo de llegada, ni haya una nota o alguien en recepción saludando, ya como que no.

Que te vuelvan a dar exactamente la misma habitación es falta de luces pudiendo obtener comentarios de otro tipo de alojamiento. Que esa habitación se sienta húmeda y calurosa en lugar de fresca y ventilada es malo, pero peor es descalzarse y notar la moqueta mojada de lo que uno espera fervientemente que por favor sea sólo agua. Y ya, que en la habitación no haya frutas de cortesía ni esas galletas tan ricas de las dos primeras veces, y no las haya hasta bien entrada la tarde, da a entender que ese hotel no funciona bien los domingos, que es cuando descansan los jefes de departamento si el Director les ha puesto a todos a descansar el mismo día.
 
Uno pisa sobre mojado y se cree más aquí que en donde debería de estar alojándose

Y luego uno va a la piscina, a esa maravillosa piscina a relajarse, pero se encuentra con dos orientales de tamaño cachalote haciendo lo propio: nadar a lo largo, bien pegados al borde y por tanto jodiendo toda la piscina, en una competición de ver quién logra ir más lento y salpicando más, creando auténtico oleaje que sería clasificado por Paco Montesdeoca como fuerte marejada o incluso arbolada.
 
Si Paco dice que marejada, es marejada.

Esa piscina en la que sigue sin haber un servicio de bar, o alguien que te sirva un vasito de té helado y te dé una toalla resfrescante, dos detalles que lo hacen todo y que no cuestan nada en un hotel de más de 300 USD la noche en Tailandia.

El principal motivo, pues, para no volver a un hotel en mi caso no es un detalle, sino algo que sólo puedes achacar a la manera de gestionar el establecimiento. Sólo he puesto algunos ejemplos, cosas que pueden pasar en los mejores hoteles del mundo y que, de hecho, yo como empleado he visto. Pero también he visto una manera de resolver que fidelizó al cliente. Lo que de verdad nunca en mi vida había visto es un semi-upgrade y un personal que casi te perdona la vida al hacer tu check-in en la sala club a la que, al parecer, no tienes acceso -que no hablamos de la sala club del Lebua, ojo, o la de Etihad en Abu Dhabi, sino más bien de la sala Vip del aeropuerto de Luang Prabang con decoración moderna-.
 
Sala VIP
 
En definitiva, estuvo bien mientras duró y echaré de menos a la maravillosa conserje que tienen. Pero a ella sola, porque pese a saber que un paquete debería de haber llegado a mi nombre al hotel y debería de habérseme entregado durante aquella fatídica estancia, nadie en el hotel me lo recordó ni parecían estar al corriente.

Más perdidos que un pulpo en un garaje. Y yo para eso prefiero pagar tres veces menos y quedarme en otro sitio igualmente bueno. Detalles, presencia, detalles, más presencia y más detalles. Algún día lo aprenderán, o quizá no.

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