sábado, 3 de marzo de 2012

Toyota Harrier, conduciendo por Birmania

Es la segunda vez que me pongo a redactar este artículo. Creo que tanto tiempo sin escribir apropiadamente en Español me ha oxidado un poco la neurona, pero intentaré lograr algo decente y publicable acerca del último coche que he conducido, y del lugar en el que lo he conducido.

En estos países como Birmania, las empresas de alquileres de coches no existen tal y como se conocen en el resto del mundo. Es muy raro conseguir algo sin conductor, y la mayoría de las agencias no son más que pequeñas empresas familiares con tres o cuatro coches o furgonetas que alquilan a turistas, con su correspondiente chófer y, muchos, con guía. No resulta fácil lograr la libertad de ir por donde a uno le dé la gana, cuando quiera, y sin cargar con un chófer. Chófer que, siendo birmano, es muy probable nos cause cuatro infartos y tres anginas de pecho por la forma de conducir.

Furgona con chofer, nada apetecible

Pero resultó que en cierto hotel de la ciudad en el que estaba comiendo el sábado pasado, tenían un panfleto de alguien con una flotilla de coches inmundos en alquiler. Bueno, no todos inmundos, pues había un Toyota Harrier blanco con muy buena pinta. Como seguramente desconozcan, el Toyota Harrier es el coche que Lexus vendió en España a finales de los años 90 con el nombre de Lexus RX300.

Curioso fue llamar desde el hotel y que el teléfono sonase en el hotel mismo. La propietaria de la agencia estaba allí comiendo. En unos minutos se arregló el asunto y se concretó un alquiler de 100,000k kyats por día, recibiendo el coche a las ocho de la mañana del domingo, entregándolo pasadas las nueve de la noche. En el precio iría incluida la gasolina. Me gusta la gasolina…

A ellas también les gusta la gasolina, qué horror…

El coche era sencillamente perfecto. En un estado de deterioro propio de los coches de lujo que terminan en el Tercer Mundo, es decir, bien, indicaba algo más de 130.000km. Totalmente equipado, al nivel de los Lexus europeos, y por desgracia sin los accesorios birmanos clásicos, que incluyen fundas de felpa para todo tipo de componentes, fundas de asientos de personajes animados japoneses o clubes de fútbol ingleses, ambientador (que sí se había quedado puesto), funda de plástico para el volante de cuero (en fin…), tapetes de ganchillo sobre los asientos, puertas plastificadas, dos o tres juegos de alfombras diferentes puestos a la vez, etc… La verdad es que el coche venía de lo más occidental, un gran alivio.

Las impresiones de conducción se corresponden con un coche elevado pero no muy grande, con motor V6 de gasolina y cambio automático de cuatro velocidades, tracción total, buenos frenos, japonés y 13 años encima. Es decir, sencillamente perfecto, como ya he dicho. No es que me guste repetirme, pero es la realidad. Tan perfecto que resultaría aburrido en cualquier circunstancia normal, pero que en Birmania es un gran alivio, otro.

Toyota Harrier, foto no contractual

Conducir un coche así le hace a uno plantearse la compra de coches nuevos. Es evidente que un coche nuevo siempre tendrá ventajas respecto a uno usado, pero si la depreciación del usado es grande… Este Toyota tenía todo el equipamiento que se puede necesitar de un coche, todo funcionaba perfectamente, y a día de hoy se pueden encontrar unidades por poco más de 10.000 euros, que es el precio de cualquier utilitario insufrible coreano.

Evidentemente, es cosa de cada uno el decidirse por un modelo u otro, pero no me queda ninguna duda de la bonanza de un coche así, lo que me lleva a concluir, sin probarlo, que seguramente el Porsche Macan, cuando salga a la venta, sea el coche más equilibrado del mundo (sin tener en cuenta el precio), por no decir uno de los mejores, y que habiendo conducido modelos como Volvo XC90 o Porsche Cayenne, el tamaño inmediatamente inferior (Volvo XC60, Range Rover Evoque, etc…) se hace realmente ideal.

Land Rover Evoque, foto tampoco contractual

Por caminos polvorientos, sin ninguna dificultad trialera, claro, mi Toyota Harrier se mostró excelente: confortable, capaz, sólido, seguro. Todo perfecto. Por carretera, sencillamente un turismo más, con la ventaja de la altura que permite una mejor visibilidad. Amplitud más que suficiente, capacidad ideal, y todo en un tamaño ni muy grande, ni muy ancho ni muy largo. Me ha gustado mucho, la verdad, entrándome unas ganas tremendas de subirme en un Land Rover Evoque en cuanto me sea posible, por no decir comprarlo.

Toyota Harrier, en otro ángulo

La conducción birmana resultó, como no podía ser de otra forma, sorprendente. No olvidando que mi permiso de conducir birmano me costase 50 dólares y firmar en un papel (convalidación automática-pagando, claro), te haces a la idea de que la gente aquí ha aprendido a conducir, si es que ha aprendido, de forma aproximada. La ciudad es un caos a vista del extranjero o del turista. Pero lo que pasa es que el extranjero o turista suele ser imbécil, y no darse cuenta de que no está mucho peor la cosa que en Londres, París, Madrid o Ginebra en un día de tráfico. Esto no es ni Hanoi ni El Cairo. Conducen mal, sí, pero no mucho peor que la masa conductora internacional. La dificultad son las condiciones de las calles y sus múltiples ocupantes, a los que no estamos acostumbrados. Bicicletas, trishaws, carros, niños, perros, señoras con cosas sobre la cabeza, señores en falda, autobuses en los que va un conductor conduciendo y un tipo con medio cuerpo fuera increpando a los demás, etc… no resultan más impredecibles o incómodos que el enjambre de scooters, motos y furgonetas de reparto que se mueven por cualquier ciudad, aunque sean más exóticos.

Autobús con increpadores

Pronto, tras pasar por grandes avenidas y calles que, de tener otras aceras, podrían ser la campiña inglesa (por el trazado, no por otra cosa), nos acercamos al puente que cruza el río Ayeyarwaddy (o Irrawaddy) y que nos adentra en el delta. Podría girar a la derecha y entrar en la FMI-City, una mega-urbanización espantosa, o a la izquierda y dirigirme hacia el club de golf de Phung-Laing, una auténtica maravilla de campo e instalaciones, pero no me apetece, así que continuo de frente. No pasan más de 10 kilómetros y el paisaje ciudadano da paso a campos de arroz y cabañas. Una gozada. Al poco tiempo, algo que parece un control militar, pero que resulta ser una ralentización para poder hacer ofrendas a la construcción de una pagoda. Continuamos.

La experiencia es magnífica, y nos damos cuenta de un detalle que no hace más que diferenciar nuevamente a este país de cualquier otra tierra conocida. En un correctísimo inglés, Rudiyard Kypling escribió: “this is Burma, and it will be quite unlike any other land you know”. Y es así, al hecho de tener una diferencia horaria de media hora con Tailandia, sumo también el ser el único país que conozco en el que se conduce por la derecha, con el volante a la derecha, y se adelanta por la derecha.

Conducción en bus, aún peor

Tiene su lógica, más o menos. Conducir por la derecha imagino que será una ruptura con el pasado colonial (no hace mucho que lo hacen). El volante a la derecha no es más que una consecuencia de comprar los coches usados en Tailandia o en Japón. Y lo de adelantar por la derecha, es decir, por la cuneta, resulta mucho más cómodo y seguro dadas las circunstancias.

De repente, te encuentras en una carretera ancha, circulando a velocidades elevadas, y adelantando por cunetas cual participante macarra de la Gumball. Y levantando polvo, claro. Toda una experiencia, que yo tengo pensado repetir, quizá mañana.

Toyota Harrier o Lexus RX300, usado, una buena compra como alternativa familiar a los horrores carísimos actuales.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Welcome again ¡!

Por cierto, si se va a usar el vocho principalmente para 1/4 de milla es mejor usar angostas al frente

P.D. Ainssssssss... those were days ...

Anónimo dijo...

. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
EN LA CONDUCCION DIARIA

Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

Ejemplo:

Ceder el paso a un peatón.

Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

Poner un intermitente

Cada vez que cedes el paso a un peatón

o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años

 
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