lunes, 27 de agosto de 2007

La Maison Bleue, un riad en Fez

Conducir un clásico puede ser una experiencia apasionante. Lo que te queda es el conjunto de todo ello. Puede haber una avería, dos o tres… puede ser un coche con unos asientos blandos y cómodos a priori, puede ser un armatoste gigantesco con un motor sin potencia, o un cacharro canijo en el que no te explicas cómo demonios entraban siete personas y se iban de viaje. Ese aroma a aceite, gasolina, humo y piezas gastadas; esa chapa vieja y dura; ese volante de aro fino que cuesta horrores moverlo en parado; esas ruedas sin agarre… Hay muchas cosas que recordar, generalmente todas ellas malas, pero lo que suele quedar es la impresión general, y ésta tiende a ser buena.

En realidad, se le perdonan todas esas cosas por ser un clásico. Nadie admitiría una berlina actual no ya sin elevalunas eléctricos, sino sin asientos confortables adaptados al cuerpo. Al conducir un viejo Mercedes de lujo, o un antiguo Renault popular, uno se da cuenta de que los diseñadores de antaño se debían de basar en los cuerpos de extraterrestres del Area 51 para trazar las formas de los asientos. O quizá utilizasen mutilados de la Segunda Guerra Mundial, gente sin cabeza, enanos de brazos largos, perros Caniche, o vaya a saber Usted qué.


Y estos ya parecen elaborados, ojo.

Buscar un hotel clásico, capaz de proporcionar una estancia inolvidable en un ambiente auténtico, y encontrarlo, puede ser como conducir un Bentley Speed Six desde Varsovia a Nápoles: será bonito, pero igual sale todo bien que absolutamente todo mal, y hay muchas posibilidades de que sea todo muy incómodo. Que haya gente que perdone no ya fallos, sino ausencias vergonzantes sólo por ser un clásico, puede ocurrir. La diferencia es que, a día de hoy, un Bentley de los años 20 es una joya histórica, y un viaje en él una aventura excéntrica, mientras que un viejo hotel de superlujo anclado en los años indefinidos se convierte en un mero timo, un robo, una basura. Por eso siempre me ha dado miedo ir a un sitio de ambiente clásico, por eso siempre busco el hotel más moderno y renovado de entre las opciones disponibles (dentro del tipo de establecimiento deseado). A uno le vienen a la mente los imperdonables fallos del aire acondicionado del parisino Crillon, los ruidos de las tuberías del madrileño Ritz, los gastadísimos tapizados y el viejo y ajado aspecto del Sofitel Astoria de Bruselas, sobre el que ya escribí en este blog, y muchos otros ejemplos. Cosas que puedes pasar por alto cuando pagas poco y te quedas una noche en un sitio que has elegido por obligación, pero fallos imperdonables que de seguro te arruinarán una estancia en un sitio seleccionado, una ocasión especial, y una factura de varios cientos o incluso miles de euros.


Hombre, para una vueltecita sí, pero para hacer 3.200 kilómetros...

Este verano me encontré en la vicisitud de localizar y reservar un establecimiento de ese tipo en Fez, Marruecos. Miedo me daba… Afortunadamente, ahora sé que acerté. O acerté yo, o hubo la suerte del siglo, que eso nunca se sabe… Pero la impresión general es que el Riad Maison Bleue ha sido todo un descubrimiento. No conozco otros Riads en Fez, pero es que creo que no me hace falta.

Como digo, pasamos una noche en familia este mes de Agosto en dicho Riad, y lo cierto es que no puedo más que recomendarlo al más alto nivel. Su localización es sencillamente perfecta, nada que ver con los nuevos resorts de la zona moderna de la ciudad. Situado justo en una de las puertas de la Medina, el acceso al hotel se hace increíblemente sencillo incluso desconociendo por completo la ciudad. Quizá las puertas sean algo difíciles de encontrar, que nadie busque grandes letreros luminosos, pero una simple llamada al hotel sirvió para que el responsable me reconociese inmediatamente y enviase a alguien para acompañarnos. Segunda advertencia: que nadie se espere ese “alguien” como un joven botones uniformado de exquisita educación y formidable mezcla de timidez y discreción; aquel hombre parecía más bien un desocupado enviado por el jefe a cambio de una propina. ¿Y qué más dará? Estamos en Fez, no en Ginebra, y este hotel es para quien busca una experiencia 100% Fez. Que nadie busque un personal “ultra-high” con corbatas de Façonnable y gemelos Mont Blanc, que se cree importantísimo porque “conoció” a Madonna el mes pasado.


Un detalle del patio interior.

Una vez dentro, fuimos recibidos con té a la menta, el clásico té moruno, e instalados en el maravilloso patio interior para rellenar las fichas de registro. Sí, estamos en un país del Tercer Mundo que vive bajo una dictadura inaparente, y en todas partes hay que rellenar papeles con las mismas preguntas. No importa, en ese patio y tras 5 horas de viaje por unas carreteras terroríficas, uno se siente en la gloria. Teníamos reservadas dos suites, una con cama grande y otra con dos camas separadas. Qué gozada, qué escaleras de acceso, qué maderas, qué colores, qué cestas de frutas esperándonos… pero fundamentalmente qué autenticidad de todo el conjunto. La primera suite era una gran habitación con una zona salón con dos sofás y una mesa, y una preciosa cama con baldaquín, además de un cuarto de baño con una luz natural filtrada por las ventanas de colores. La segunda suite era más espectacular, contando con un primer nivel distribuido como salón, unas pequeñas escaleras, un nivel con otra pequeña salita, y tras un par de escalones y de forma abierta, la zona de las dos camas separadas. El cuarto de baño, de nuevo, dejaba entrar una luz rojiza espectacular.


Salón de la segunda suite.

Cierto, los minibares no están equipadísimos, las botellas de agua son de plástico, no hay secador de pelo profesional, los productos del baño no son Bvlgari o Chanel, no hay interruptores modernos con regulador, la ducha no es de hidromasaje y desconozco si hay conexión a Internet. De nuevo insisto: estamos en Fez, no en Frankfurt. Y sin embargo, todo funcionaba, algo que no puedes asegurar en la mayoría de los hoteles de tipo Palace de Europa, y las televisiones estaban programadas en el Canal Internacional de TVE. Un detalle estúpido, o como lo quieran calificar, pero un detalle que muestra que se preocupan e intentan dar lo mejor de sí mismos, en la medida de las posibilidades del establecimiento.

El propio hotel nos proporcionó un guía para visitar la Medina, algo absolutamente imprescindible. Por una tarifa ridícula para los estándares europeos, a los 10 minutos teníamos a nuestra disposición a un chaval discretísimo, que hablaba un español más que correcto, y que nos enseñó la Medina de forma eficaz y honrada, llevándonos a donde nosotros queríamos ir, más que a los sitios a los que él tenía interés de ir (por las comisiones), y dejándonos para comer en un restaurante que, aún siendo de seguro un sitio de turistas, se descubrió como un sitio excelente y a precios irrisorios. En definitiva, una mañana perfectamente acompañados y guiados, sin duda gracias al hotel.


La Medina... meterse de novato sin guía puede ser la locura.

La cena y el desayuno los hicimos en el Riad también. Quedándose una sola noche, no tiene sentido buscar un sitio fuera para cenar contando con el afamado restaurante del hotel. Afamado y caro carísimo para los niveles marroquíes, pero aún a un nivel alcanzable para Europa (unos 50 euros por persona). La decoración de la mesa era excelente, el servicio discreto y eficaz, la iluminación relajada y atrayente, la animación musical divertidísima y en su justa medida, pero qué comida… Unos entrantes clásicos marroquíes en cantidades abundantes pero sin excesos, un plato de apariencia pesada pero nada más lejos de la realidad, perfectamente condimentado… y uno de los mejores postres que en la vida tomé. Aquello era una especie de pasta de repostería muy dulce y horneada, como en crèpes rotos o milhojas, todo bañado en una crema ligera con aroma a azahar, que hacía imposible el no tener más sitio en el estómago. Gula pura y dura.

El viaje y la Medina nos habían dejado agotados, y las dos suites cumplieron con su cometido: proporcionar el confort necesario para una noche reparadora. A veces te encuentras con camas blandas, colchones algo gastados, aires acondicionados que no funcionan correctamente, habitaciones ruidosas, y todas esas cosas que hacen que no descanses como en tu casa. Sorprendentemente fresco y tranquilo, el patio hacia el que estaban ambas suites orientadas facilitó aún más el descanso. El desayuno del día siguiente sólo lo puedo calificar de alucinante. No esperaba un buffet, sino un desayuno servido, y así fue. De entrada un cuenco de arroz cocinado, entre dulce y picante, dispuesto para alimentar y preparar el estómago para la selección de dulces. Servido caliente, triunfó entre mis acompañantes… personalmente hace tiempo que prefiero los desayunos enteramente dulces y algo salado a media mañana, antes que el gran desayuno de hotel que te deja saciado hasta las 5 de la tarde, así que opté por probarlo y no terminarme el plato. Después, una variedad de pastas, tostadas y crèpes marroquíes, a acompañar con mantequilla, mermeladas o miel, deliciosas. Y todo con café y un excelente zumo de naranja exprimido al instante, como sucede en cualquier lugar de Marruecos. Así uno queda perfectamente listo para iniciar el viaje de vuelta.


El arroz... algo sospechoso, pero no estaba mal.

El Riad Maison Bleue dispone de un segundo hotel, imagino más moderno y grande, con spa y piscina. No lo consideré necesario para una noche, ni lo eché de menos. Quizá quedándose más días se haga apetecible, así que es un equipamiento a valorar también. La factura fue correcta, y en ningún momento se tiene la impresión de estar pagando más de lo debido, algo que generalmente sucede cuando te alojas en un gran hotel que sigue viviendo de las rentas de su nombre.

En definitiva, vinimos a Fez en busca de una experiencia 100% auténtica, y la encontramos, y eso es quizá lo que más pesa en mi valoración. Dar mi enhorabuena al equipo del Riad Maison Bleue, y expresar mi agradecimiento por su hospitalidad es lo mínimo que puedo hacer. Recomendar este pequeñísimo hotel es algo obligado.

Riad Maison Bleue, Fez. Unos 200 ó 300 euros por noche en un lugar sobrio, clásico y a la vez perfecto, que no es poco.

La Maison Bleue
2, Place de L'Istiqlal
Batha 30.000
http://www.maisonbleue.com/

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