No soy yo mucho de comentar noticias, pero hay cosas que acaban por hervirle la sangre a uno y, claro, lo mejor es dejar escapar el vapor para no terminar cual olla a presión llena de lentejas requemadas o, lo que sería mucho peor, explotando en la cocina.
Leo en un periódico nacional una noticia. Es la continuación de otras que surgieron hace tiempo en las que se hablaba de un cierto hotel en España que, según los titulares, había negado la entrada a un grupo de discapacitados psíquicos, que es como se denomina a la gente que tiene retraso mental certificado por médico (porque sin certificar hay muchos, qué duda cabe). Bueno, seamos correctos pero sin buenísimos, a gente que tiene una enfermedad que es una verdadera putada.
Leo en un periódico nacional una noticia. Es la continuación de otras que surgieron hace tiempo en las que se hablaba de un cierto hotel en España que, según los titulares, había negado la entrada a un grupo de discapacitados psíquicos, que es como se denomina a la gente que tiene retraso mental certificado por médico (porque sin certificar hay muchos, qué duda cabe). Bueno, seamos correctos pero sin buenísimos, a gente que tiene una enfermedad que es una verdadera putada.
Leyendo la prensa, como quien dice
La realidad, o lo que se daba a entender de la lectura de la noticia, es que el hotel nunca había denegado el acceso a sus instalaciones, sino la cotización de la reserva. Es decir, un hotel recibió, como reciben millones de hoteles en el mundo cada día, una petición de reserva para un grupo. Y como millones de hoteles en el mundo hacen cada día, la denegó. Y la denegó por los motivos que fuesen, quizá porque no le interesaba en ese momento ese grupo, quizá porque no se sentía preparado para acoger ese grupo, o quizá porque no le dio la gana al director, que para eso es director y sabe cómo y cuándo llena el hotel.
Pero resultó que era una asociación que trabaja con enfermos de Síndrome de Down, y se inició una campaña de desprestigio contra el hotel, llamándoles de todo por discriminar a una minoría. Tócate los cojones, que se suele decir.
No contentos con eso, y arengados por los comentarios de la masa social en las interwebs y en la calle, se ha llegado al punto de que ahora la noticia es que van a denunciar al hotel. Y los subnormales, no refiriéndome a los del grupo de turistas sino a los comentaristas de noticias, dando palmas con las orejas. ¡Bien! ¡Viva! ¡Abajo la discriminación! ¡Tolerancia cero! ¡Hijoputas, que los maten!
Manifestaciones
Definitivamente, subnormales todos. Verdadero país de subnormales. Ahora me denunciarán a mí, supongo…
Conviene puntualizar, de nuevo, que el hotel no niega la entrada a ese grupo, sino que niega la cotización de la reserva. Lo que pasa es que la gente no lee, pan y circo, y ahora el malo malísimo es el hotel. Por descontado, no les propongas a ellos el restaurante donde esté ese grupo, porque no entrarán.
Es en estas ocasiones en las que me alegro de no trabajar en España. Si además de esta subnormalidad manifiesta unimos las demás dificultades propias del sector, lo normal es que uno salga corriendo lo más lejos posible. La ley de protección de datos, que de lo mierdera que es no merece ni las mayúsculas, es un buen ejemplo. Es decir, que a mí me bombardean a llamadas compañías telefónicas o eléctricas en cuanto llego a España y enciendo mi móvil, pero luego un hotel tiene miles de dificultades para hacer bien su trabajo, que incluye mantener una base de datos con informaciones relevantes.
La clientela esa que asegura haber viajado por todo el mundo, ¡por todo el mundo! sin que nunca antes les hayan pedido la tarjeta de crédito en el hotel tampoco se queda corta, pero no debemos olvidar el complemento perfecto que supone el cliente típico español, que arrasa en los hoteles con todo lo que para él se supone que ha de ser gratis: albornoces, toallas, zapatillas, pilas del mando a distancia, jarrones, platos, cubiertos, perchas, cosas del minibar, vasos, etc… No exagero, recuerdo cuando puse unas perchas forradas en seda negra en uno de los hoteles en los que he trabajado, en Birmania, y a la mañana siguiente nos faltaban dos en una habitación. Habitación ocupada por una sinvergüenza española que, además, aseguró no haber tomado nada del mini-bar pese a haberlo hecho.
¿Y los que arrasan en el buffet de desayuno porque “es gratis”? Sí, esos que mezclan cosas imposibles y llenan los platos hasta arriba, cuando no directamente se hacen bocadillos o sacan piezas de fruta para así pasar el día.
¡Es gratis!
Mi favorita, no obstante, es esa ridiculez propia de países de retrasados llamada “hoja de reclamaciones”. Sí, esa con la que amenazan los clientes enfadados, generalmente por nimiedades, en lugar de hablar directamente con el responsable y buscar una solución al asunto del que se trate, aunque en ocasiones la solución pasa porque ese cliente no vuelva a viajar en su vida. Esa que nunca nadie ha sabido si sirve para algo, por otra parte.
Pero volvamos al asunto, porque hay cosas que no me quedan claras. Es decir, yo he intentado reservar en ocasiones en ciertos hoteles, y me han dicho que no. El motivo suele ser estar completo, lo estén o no. Yo como hotelero he negado cotizaciones de reservas de grupos porque no me interesaban las condiciones que me pedían, tanto de tarifas como de fechas, como de equipamientos y servicios. Y nunca ha pasado nada. ¿Por qué este revuelo con esta reserva de un grupo de minusválidos? ¿Cuál es el motivo por el que un hotel deba de aceptarlos? Yo no soy ni mejor ni peor hotelero por no querer grupos de jubilados en mi hotel, ni por ello condeno a los jubilados a no tener vacaciones. Sencillamente no me interesan como clientes. ¿Por qué han de hacerlo? ¿Por qué han de hacerlo un grupo de minusválidos con unos requerimientos específicos?
Pero volvamos al asunto, porque hay cosas que no me quedan claras. Es decir, yo he intentado reservar en ocasiones en ciertos hoteles, y me han dicho que no. El motivo suele ser estar completo, lo estén o no. Yo como hotelero he negado cotizaciones de reservas de grupos porque no me interesaban las condiciones que me pedían, tanto de tarifas como de fechas, como de equipamientos y servicios. Y nunca ha pasado nada. ¿Por qué este revuelo con esta reserva de un grupo de minusválidos? ¿Cuál es el motivo por el que un hotel deba de aceptarlos? Yo no soy ni mejor ni peor hotelero por no querer grupos de jubilados en mi hotel, ni por ello condeno a los jubilados a no tener vacaciones. Sencillamente no me interesan como clientes. ¿Por qué han de hacerlo? ¿Por qué han de hacerlo un grupo de minusválidos con unos requerimientos específicos?
Me parece maravilloso que disfruten, que no implica que quiera sumarme a su viaje
Voy más allá: ¡igualdad! Efectivamente, eso es lo que piden y es lo que merecen. Igualdad relativa, claro. Más bien es igualdad de oportunidades. Me parece perfecto, bastante jodido es tener esa enfermedad como para que encima se te pongan más dificultades en tu vida diaria. Pero la igualdad no ha de anteponerse a la imposibilidad, y yo como hotelero no soy responsable de que una persona requiera X cuidados, como de que un grupo requiera X instalaciones. Y no me refiero a un grupo de disminuidos psíquicos, sino a un simple grupo pidiéndome una sala de reuniones que no tengo. Por ley, los hoteles han de tener un número de habitaciones adaptadas a minusválidos. Muy bien, pero esa debería de ser la última intromisión del gobierno en los establecimientos privados. ¿Por ley está un hotel obligado a aceptar una reserva de un “colectivo en riesgo de discriminación”? ¿Pero qué clase de tontería es ésta?
Ahora la culpa es del hotel. ¿No hay otros hoteles? Pues que vayan a esos otros hoteles dispuestos a acogerles. ¿Desde cuándo un establecimiento privado tiene la obligación de aceptar reservas de clientes? Porque, repito, no hablamos de negar la entrada sino de negar la cotización de la reserva. Quizá yo esté algo descolgado del tema en España, pero me parece realmente terrible que sea así.
Todos estos que claman evidentemente preferirían estar en un hotel sin ningún grupo de retrasados mentales a su alrededor. Aunque lo nieguen, es la realidad. Te dirán “no, a mí me da igual”, pero si les toca la primera noche y al segundo día el grupo se va, se quedarán más tranquilos. Es así, no hace falta que sea un grupo de disminuidos o de jubilados, basta con que sea un simple grupo más ruidoso o numeroso que el suyo.
Ahora la culpa es del hotel. ¿No hay otros hoteles? Pues que vayan a esos otros hoteles dispuestos a acogerles. ¿Desde cuándo un establecimiento privado tiene la obligación de aceptar reservas de clientes? Porque, repito, no hablamos de negar la entrada sino de negar la cotización de la reserva. Quizá yo esté algo descolgado del tema en España, pero me parece realmente terrible que sea así.
Todos estos que claman evidentemente preferirían estar en un hotel sin ningún grupo de retrasados mentales a su alrededor. Aunque lo nieguen, es la realidad. Te dirán “no, a mí me da igual”, pero si les toca la primera noche y al segundo día el grupo se va, se quedarán más tranquilos. Es así, no hace falta que sea un grupo de disminuidos o de jubilados, basta con que sea un simple grupo más ruidoso o numeroso que el suyo.
Negar esta reserva no es discriminación, por lo visto, aunque te pidan gimnasio y piscina y tú no tengas.
Por descontado, si el hotel niega la reserva al Real Madrid aquí no ha pasado nada. Como mucho llamar tonto al director, que en españa ya sabemos que todo el mundo sabe hacer el trabajo de otros muchísimo mejor.
Estoy viendo la picaresca, que es como se llama al robar y a la hijoputez típica española, confundiendo mala educación y delincuencia con inteligencia, de reservar sin decir nada, a ver si cuela. Lo veo venir, como quien reserva para dos y se plantan 4 en la habitación. Y todavía la culpa será del hotelero por discriminar. Pues muy bien.
Estoy viendo la picaresca, que es como se llama al robar y a la hijoputez típica española, confundiendo mala educación y delincuencia con inteligencia, de reservar sin decir nada, a ver si cuela. Lo veo venir, como quien reserva para dos y se plantan 4 en la habitación. Y todavía la culpa será del hotelero por discriminar. Pues muy bien.
4 comentarios:
He visto unas fotos que has colgado de Sapa en forocoches y no me he podido resistir... no por la calidad de las fotos sino por la cantidad de gilipollexxx que dices. Haznos un favor y retirate.
Pues qué pena que no puedas comentar en Forocoches, ¿no? Yo te pasaría una invitación de las decenas que tengo, pero no me da la gana.
De todas formas, gracias por la visita al blog.
Negar una cotización es cerrar la puerta al grupo que pide alojamiento. Me parece cínico decir que no es lo mismo que negarles la entrada, por favor. Si un hotelero niega la cotización a un grupo de 30 negros merecería las mismas críticas. No puede haber discriminación si el cliente va a pagarte lo mismo que el blanco, lo mismo que el no discapacitado, el feo o el guapo. En incidentes como éste a uno le apetece desearle al gerente de turno que baje Dios y lo haga negro por una temporada, que le otorgue la dicha de una pierna menos por unos meses, que le prive de un ojo hasta 2016... no sé, que le permita conocer por qué demonios una persona es menos persona según algunos gerentes cuando tiene la mala pata de perder alguna funcionalidad. Sus argumentos no tienen defensa posible. Me disculpará.
Pues mire, no le voy a disculpar. Si yo no quiero alojar a un grupo, no tengo ningún motivo por el que dar razones a absolutamente nadie. Bueno, quizá a mis superiores.
Como explico, puedo negar la cotización por estar completo, o por esperar otro negocio más provechoso, o por no querer grupos en esa fecha, o porque no me da la gana vender y punto. Si mi hotel no está preparado para atender a un grupo de discapacitados, no los tomo.
Pero claro, como son discapacitados nos dan pena.
Como he dicho, también, si mi hotel niega la cotización al Real Madrid, que también sería un grupo, en vez de un hijo de puta pasaría a ser el tonto del pueblo. Y es exactamente lo mismo.
Todo ello dicho desde el punto de vista de un hotelero con cabeza. Ahora bien, si el tío puede y prefiere no meterse en líos, podría llegar a ser criticable... tanto como entendible.
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