domingo, 30 de julio de 2017

Fiat 500 Lounge 69cv, quiero un Abarth ya


Generalmente suelo escribir una introducción más o menos larga sobre un tema que poco parece tener que ver, antes de ponerme en faena y acabar contando cuatro impresiones personales del coche en cuestión. Sucede que no se me ocurre nada personal que comentar y que pueda hilar con el Fiat 500, por lo que iré directamente al grano: quiero comprarme un Abarth.

Tal que así

Como segundo coche durante las vacaciones, una vez se dejó de necesitar el espacio, había alquilado un Fiat 500. Nuevamente Avis intentó colarme otra cosa, en este caso un Opel Adam, pese a haberles pedido expresamente que me guardaran el 500, haber alquilado antes un coche carísimo (no voy a poner lo que costó el A4 porque prefiero olvidarlo), y sobre todo tener dos Fiat 500 aparcados en el garaje. De verdad, yo ya no sé si es que son tontos, o si lo hacen a mala fe. Pero en fin, conseguí que me dieran el 500, en mi caso una unidad nueva de paquete con escasos 2.000 kilómetros en el contador. Y qué maravilla, qué juguete.

Viniendo de un A4, lo primero que llama la atención, mucho más que la diferencia de tamaño, es la postura al volante. Y es que parece que vas de pie. Tardé unos treinta y cuatro segundos en hacerme a ella, no nos vamos a engañar. Lo segundo es la risa tremenda que te da al ver lo pequeñísimo de todo. Y es que no recuerdo haber conducir un coche tan pequeño nunca, si eso el Smart Roadster, o que dé esa sensación de pequeñez. 


Abro la cortinilla del techo solar y dejo entrar aún más luz en el habitáculo, luz que se amplifica con ese salpicadero y ese volante en color crema. Es algo que no he escrito en la prueba del A4, pero ciertamente por dentro todo era muy oscuro en el Audi, quizá demasiado. En el Fiat es todo lo contrario, tremendamente desenfadado y clásico a la vez, en mi caso con unos asientos en tejido de cuadros con la parte superior en polypiel crema, y cielo también en tonos claros. 

  
Nos ponemos en marcha, el motor 1.2 de 69 caballos anda… lo que puede andar el pobre. Pero suena bien y es voluntarioso. Acelerar en primera se puede hacer dejando la marcha y estirándola, o con muy buena suavidad cambiando pronto. De ambas formas el coche anda poco, pero en la primera te da así como sensación deportiva, que no es más que la sensación de querer el Abarth cuanto antes. En carretera se deja ir muy bien, y una vez lanzado tampoco resulta una potencia tan escasa como podría parecer. En autopista alcanza los 130 ó 140 con relativa facilidad, incluso con tres pasajeros a bordo. Como el coche es tan canijo y uno va adelantando a prácticamente todo el mundo, la sensación es la de ir mucho más rápido pero sin riesgo de multas. Eso sí, mejor que no le frene a uno nadie porque volver a ganar velocidad cuesta un rato, aún tirando de cuarta.

En curvas el coche es muy ágil, fallándole lógicamente la respuesta del motor. Es decir, volvemos a pedir el Abarth a gritos. En ciudad es delicioso, suave, silencioso, sin vibraciones, pequeño, ágil, capaz de meterse en cualquier lado. He dicho silencioso en ciudad, porque en carretera uno va con una escandalera dentro que no es ni medio normal, siendo muy notable el ruido del aire en el parabrisas. El ruido es tal que, a ritmo de autopista y pese a la escasa distancia entre mi mujer (detrás) y yo, tenemos que hablarnos a voces. No creo que sea esto algo ajeno a otros mini-coches, no obstante.


Subiendo un puerto de montaña como es el Angliru, las rampas obligan a meter primera. Eso te da igual, estás ahí para disfrutar de las vistas, cosa muy sencilla pues el coche tiene una visibilidad excelente. Se nota que el coche podría ir mucho más rápido, como seguramente vaya el Abarth. ¿He dejado ya claro que quiero uno? 

A ver, entendámonos. Estos coches tienen unos precios, hablando tanto del 500 como del Abarth, relativamente asequibles. Son caros para lo poco coche que son, sin duda, pero no hablamos en ningún caso de unas cantidades de dinero exageradas o inasumibles. El tacto (del Fiat) es delicioso en todo momento y permiten llevar a tres pasajeros mientras todo el mundo se muere de risa. Si incluso fuimos de picnic y a la playa con él. Trato de pensar en otros coches que me permitan eso con tanto nivel de risas y se me ocurren el Toyota GT86 y algún Porsche viejuno. O un Ferrari Mondial, por ejemplo. Claro que tampoco los voy a comparar, sólo hablo de comicidad del asunto. Aunque si estuviese hablando del Abarth…


¿Cosas negativas? Dejando de lado lo inherente al coche, creo que los dos únicos detalles que no me gustaron fueron los mandos de intermitentes y limpias, que quedan demasiado lejos del volante, y el propio mando de las luces, de una calidad bastante escasa. Porque lo demás es sencillamente esperable en un coche tan pequeñajo y a priori simple. Ni el equipo de sonido suena a gloria, ni la pantalla multimedia es excelente, ni las puertas van forradas en plásticos blandos. Porque el coche es lo que es.


Pero la diversión al volante, el tacto de la palanca de cambios, la visibilidad, la agilidad y la risa que provoca la situación hace que el precio pagado merezca la pena. Es que además el coche es bien cuco. Creo que esta unidad que tuve yo tiene una combinación de colores ideal, sin caer en demasía en una estética femenina pero conservando el look clásico que requiere el coche.

Por lo demás, el coche gastó poca gasolina, o quizá no. No lo sé, rellené una vez a tope y luego otra un pelín para completar. Da igual, la diversión que proporcionó lo compensa todo. Creo que es un clásico “smile car”, uno de esos coches en los que sólo abrir la puerta y sentarte en él ya te provoca una sonrisa. Conduciéndolo, esa sensación, al menos para mí, se confirma. Siempre y cuando uno sea consciente de en lo que va, claro, porque a fin de cuentas es una pelotilla con materiales básicos, asientos que terminan por resultar considerablemente incómodos, y un motor con menos potencia que la generada por un ratón en una rueda de esas que les ponen en las jaulas.

  
Poco importa si te lo estás pasando bien, y eso es lo que hicimos con él mi familia y yo. Así que vayan trayendo el Abarth. Me da igual la versión e incluso el color (pero si puede ser azul oscuro, pues que sea azul oscuro, que es más mejor).

Y, para terminar, el maletero.


Audi A4 2.0 TDI, la opción

Singapore Airlines es otro mundo en las compañías aéreas, y más si comparamos con las asiáticas tirando a domésticas, que son las que más uso. De hecho, había escrito que es “prácticamente otro mundo”, pero creo conveniente eliminar cualquier tipo de duda a este respecto. Y me explicaré.


La amabilidad del personal de facturación, un embarque perfectamente ordenado, la bienvenida a bordo, el cómo pasan revisando que todo el mundo haya hecho lo que nadie escucha cuando te dicen que lo hagas antes de despegar, el servicio una vez en vuelo… Bueno, pongo esto ahora que voy volando y esperemos que no me echen por encima el café o algo…

Singapore Airlines

En esta ocasión vuelo en Turista, qué se le va a hacer. Porque la clase Business es realmente carísima, y a fin de cuentas hago un vuelo solo, sin familia, y de dos horas. Lo que se tarda de Bangkok a Singapur. El espacio es suficiente y, pese a ir el avión prácticamente lleno, viajando solo como viajo no me han puesto a nadie a mi lado, lo que es bastante de agradecer. Ahora mismo están empezando a servirnos la comida, han traído unos sándwiches de jamón y queso para el par de niños pequeños que van en los asientos de al lado, menú infantil, y han pasado también menús especiales. Lo que me traigan me debería de ser un poco indiferente, son poco más de las diez de la mañana y ya he desayunado en casa antes de salir. 

Lo que pasa es que luego viene el personal tan atento, y te ofrecen bien sean noodles con marisco o huevos revueltos con cerdo, la fruta, el zumo, etc… y caes, claro que caes. Porque todo bien servido y con cubertería de verdad, pues como que sabe mejor. Del café no hablaré, ni me gusta ni soy capaz de apreciarlo, esa es una asignatura pendiente que me queda (junto con la de apreciar el cognac).

Desayuno, foto real

Un vistazo al interior del avión termina por convencerme. La moqueta está en perfectas condiciones, la pantalla da mil posibilidades de entretenimiento, casi no hay ruido ni barullo de gente (repito que el avión va prácticamente lleno). Y esto sin haber entrado hasta ahora en los uniformes del personal y lo exageradamente perfecto de la educación y estética de los hombres y, especialmente, de ellas. Con tanta perfección, a uno le da un poco de coraje recordando otros vuelos en compañías europeas. Las comparaciones son, en este caso, ciertamente odiosas.

Dentro de un rato aterrizaremos en Singapur. Me tocan dos horas de espera para conectar con mi próximo vuelo, con SilkAir. El aeropuerto de Singapur es el único del mundo en el que la policía del inmigración me ha llamado siempre por mi nombre, y eso sin haber sido detenido, claro. Permítanme contar cómo fue mi última vez aquí, saliendo de Singapur hacia Hong Kong, porque merece la pena. Decir de entrada que Singapur no es precisamente un aeropuerto pequeño, como comprenderán. Pues bien, está organizado de tal manera que, en aquella ocasión y volando con Cathai Pacific, el coche me dejó a menos de 20 metros del mostrador de facturación, en donde no pasé más de cinco minutos. De ahí, unos pocos pasos a un control policial en el que el agente de Policía me dijo “Buenas tardes, Sr. Conde, ¿qué tal se encuentra hoy?” mientras examinaba mi pasaporte, inmediatamente seguido de un “que tenga usted un buen viaje, y hasta la próxima”. Tremendo. Y ya estás dentro, pero dentro de un lugar tan limpio como la propia ciudad, pero climatizado. De nuevo, tanta perfección llega incluso a asustar.

Llevaba mucho tiempo conduciendo coches ya ajados, como mi anterior Nissan Gloria que, pese al lujo de su interior y la suavidad de su mecánica, así como a su potencia exagerada, no dejaba de tener ya 17 años con muchos de ellos circulando por Birmania. O los coches básicos de alquiler en Bangkok que, si bien son buenos coches y tienen su punto, no alcanzan niveles de refinamiento de las marcas europeas. O SUVs y Pick-ups de diversa procedencia. Necesitaba conducir algo moderno y europeo, lo echaba de menos. Por eso en mis recientes vacaciones en España no pude evitar alquilar un BMW Serie 3 con cambio manual. Lo que pasa es que, como siempre, las casas de alquiler en Asturias nunca tienen lo que dicen tener, como si fuesen proveedores de bebidas en Birmania (eso da para otro artículo…), y en su lugar me intentaron colar un Audi Q3 en un estado interior bastante lamentable. Coche rechazado, y de ahí salí con un Audi A4 2.0 TDI con cambio automático.

Lo Audi

Como ya llevo escrito bastante en esta prueba, intentaré ser breve en lo que respecta al coche en sí. Las cosas que no me han gustado, primero: el motor TDI, si bien es extremadamente silencioso en movimiento, sigue siendo tractoril al arrancar, por ciudad o en los parkings; el FAP asusta cuando se pone en marcha (suena a piezas rotas debajo de los pies y sale un horrible olor a goma quemada de la aleta delantera derecha); que el coche no es mío. Porque todo lo demás, y pese a la tapicería de tela del coche… Bueno, bueno, qué diferencia.

La postura al volante me ha parecido excelente. Mejor dicho, las posturas al volante, dadas las posibilidades de regulación de todo, especialmente el poder bajar tantísimo el asiento. Acostumbro a bajar el asiento al máximo en cuanto me siento en un coche, pero en este caso tuve que subirlo un poquito. El volante, los pedales y la palanca de cambios quedan a distancias perfectas, casi se diría que vas en un coupé deportivo. Y esto teniendo todos los demás mandos a mano y dejando un espacio más que suficiente en las plazas traseras. Plazas que resultan relativamente cómodas de acceso.

Al volante

Al frente, un volante de un tacto exquisito y un salpicadero perfectamente agenciado. Estoy tratando de describir una sensación, pero me es imposible. Quizá debería de llamarlo “aburrido”, por la simplicidad con la que todos los mandos caen a mano y la pulcritud del diseño, pero no quiero que nadie piense mal. Sobrio, quizás. Yo creo que es sencillamente excelente. Con el virtual-cockpit la cosa debe de ser ya magnífica. No tiene la estridencia de curvas y superficies del Serie 3, ni el lujo falsete pero aparente del Clase C, ni la enfermedad mental del Lexus IS. Es eso: sobrio y aburrido, pero al mismo tiempo perfecto. Como me resultaron sus acabados y sus materiales.

El tacto de la palanca de cambios me gustó mucho, es un mando agradable de coger y estéticamente mucho más conseguido que el plátano de los BMW. O eso creo. Sin embargo, la caja de cambios DSG no me terminó de convencer, siendo muy notables algunos cambios hechos bajo carga de acelerador o en reducciones algo fuertes. Confieso no obstante que era mi primera vez con un cambio de doble embrague. Se han confirmado mis sospechas: prefiero un buen convertidor de par. El sistema de conducción “a vela” sí me pareció algo interesante. En este punto no sé qué nota darle al coche, pues me parece que aquí debe de estar influyendo bastante el motor que, en mi caso, me resulta plenamente despreciable.

Por detrás

Dirección y suspensiones, muy bien. En ningún momento forcé el coche lo más mínimo, pero sí puedo decir que circulando por autopista a ritmos normales, se nota una conexión entre el volante y las ruedas a unos niveles nuevamente perfectos. En curvas, lógicamente, el coche se siente como lo que es: un tracción delantera montado con un motor de gasoil. Y ahí no podemos hacer nada. Pero el tacto en general del coche me resultó muy bueno, con ese punto superior a otros coches más “normales”. El aplomo es el que se espera de un coche de este tipo, es decir, excelente.

He nombrado primero de tres cosas que no me gustaron, voy a añadir otros dos detalles. Uno son los tiradores de las puertas, que me resultaron bastante incómodos de usar. El otro es el cielo del maletero, sin tapizar. Nimiedades en un coche con el que no encuentro motivos para pasar al modelo superior, pues tanto su tacto como su tamaño ya me resultan “suficientes”.

Maletero sin tapizar, pero sólo donde no se ve

El espacio interior es muy amplio, como lo es el maletero. De hecho, es tan amplio y el coche resulta tan grande por fuera que uno se pregunta qué sentido tendría comprar el A6 en su lugar. No me he puesto a comparar mediciones, pero si el A3 sedán actual es más o menos igual (si no más grande) que el primer A4, quizá este A4 actual haya superado ya a los Audi 100. Me da un poco igual, creo que tiene un tamaño perfecto.

Asientos traseros, sucios

En cuanto a consumos, pues un poco ni fu ni fa. No sé, esperaba unos consumos mucho menores, pero quizá le metí demasiada ciudad o igual el coche venía con menos combustible del que yo le rellené, pues al repostar y hacer cálculos el consumo se fue a casi nueve litros a los cien. Haciendo luego un recorrido “tipo” con carretera y autopista, el consumo resultante es el que pueden ver en la siguiente foto. Cada uno sabrá decir si es lo correcto o no, yo no lo sé.

Consumos con memoria de pez

Empecé este artículo hablando sobre Singapore Airlines. Lo termino ahora mismo a bordo de otro avión, esta vez de la filial económica de Singapore: Silk Air. Si ésta es Seat o Skoda, la primera es Audi. Que viene a ser lo mismo, pero no lo es. No lo es ni de lejos. Y ojo que Audi no esté a día de hoy por encima de Mercedes y de BMW en estas gamas, porque es muy probable que sí. Este mismo A4… No, este A4 de alquiler no, pero uno con asientos de cuero y un motor de gasolina, a ser posible V6, me parece un coche definitivo, de los de comprar hoy y ya no vender hasta la jubilación. Por tamaño, por calidad. Si de siempre el A4 de primera generación con motor V6 2.8 y tracción Quattro me ha gustado, creo que esta nueva generación me supone la confirmación de esa idea. Y la confirmación de que los coches nuevos y buenos, son todos realmente muy buenos. Y de que en Singapore Airlines se viaja muy bien.

De ministro de defensa, como poco

Pd. Además de ser muy buenos, también requieren la lectura del manual de instrucciones. No fui capaz de hacer funcionar el navegador como tal, dejándolo en un simple mapa.

Bonus: bueno, lo de hacer las fotos en la gasolinera de la autopista, el día de ir a devolver el coche, con el móvil a lo cutre... es lo que toca, mis disculpas.
 
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