Esta mañana mi madre, como suele hacer después de escudriñar la prensa, me mandó un email con un link a un artículo de El Mundo que me podría interesar. Pese a ser entrado el mediodía aquí en Birmania, no había tenido tiempo aún de encontrarme con esa serie de frases adornadas con dos fotografías naranjas que El Mundo publica hoy en su edición digital. Una verdadera lástima de artículo que, como comprenderán, me veo en obligación de rebatir. Porque lo que no puede ser es que alguien escriba mentiras, pero mentiras de las gordas, y se quede tan ancho, cuando no directamente tenga la caradura de creerse interesante a base de manipular la realidad, por poca trascendencia que esa manipulación tenga para el país del que habla. Y rebato porque no me gustan los mentirosos, menos si cobran por ello.
El artículo empieza bien. Muy novelado, de hecho no me creo nada de lo que dice en su primer párrafo, pero es agradable de leer. Como puede que la cosa se alargue, en vez de hacer una valoración general del país en el que llevo viviendo un año, tras haber pasado otro en la vecina República Popular Democrática de Laos, voy a centrarme en datos concretos que el periodista de El Mundo pone a lo largo de su texto.
Como digo, el primer párrafo es bonito, muy peliculero. Si bien es cierto que hace años cada extranjero se decía tenía asignado un espía, si bien también es cierto que hace un año uno de cada cuatro taxistas, tras preguntarme de dónde era, alababa al gobierno español y criticaba al birmano esperando que yo entrase al trapo, y si bien tengo la certeza, porque he tratado con ellos, de que los servicios de inteligencia y contraespionaje birmanos funcionan a toda máquina, eso de cuatro periodistas emboscados y un local en a saber qué sitio es pura novela. Precisamente el viernes estuve cenando con un grupo de periodistas americanos, a los que despedí hoy tras, de nuevo, comer con ellos, y esto es algo que sucede cada semana. Ni emboscadas ni espías del gobierno, no seamos fantasiosos. ¿Por qué si no los artículos que se leen en otros medios son tan diferentes?
Las consideraciones sobre la legitimidad o no del gobierno se las dejaré a los expertos en política internacional. Yo lo que sé es que desde que se estabilizó la situación, pasado un mes desde las elecciones, las cifras del turismo en Myanmar han aumentado de forma impresionante, la estabilidad es palpable, la censura va desapareciendo y se aprecia un desarrollo y un cambio de actitud considerable. Hasta se toma la decisión de cancelar el proyecto de una presa en el río Ayeyarwaddy, que es como ahora se llama el Irrawady. Hace meses, mostrar una foto de Aung San Suu Kyi era casi motivo de cárcel, o sin casi, como dice el artículo. A día de hoy es primera, segunda, tercera, cuarta, quinta… página del Myanmar Times, periódico de más difusión en el país, publicado tanto en inglés como en birmano. Periódico, de hecho, moderno e interesante. Como moderna e interesante, y absolutamente budista, resulta la propia Aung San Suu Kyi en persona. Porque a día de hoy se la puede conocer. No es fácil, como no es fácil entrevistarse con cualquier líder, lo cuál no quiere decir que no sea posible.
Pero déjenme que entre en el meollo del día a día, y especialmente en las mentiras y las fotos naranjas. Señores de El Mundo, los extranjeros no pagamos un permiso especial al jefe de estación, sino que tenemos precios diferentes para la gran mayoría de transportes y accesos. Esto es así porque los locales no podrían entonces permitirse acceder a museos, viajar en tren, ni mucho menos volar. En todo el país, un extranjero siempre va a pagar más, y esto incluye servicios como la luz o el agua. En ciertos lugares, basta mostrar el permiso de residencia para obtener precio local, pero esto no sucede con los billetes de avión, por ejemplo. Que yo entiendo que uno es periodista, se va a un país remoto a relatar, y quiere hacer que su artículo suene interesante, exótico e incluso peligroso, pero no conviene faltar a la verdad, ni escribir basándose en la Wikipedia.
Los logros gubernamentales no se ven si no se buscan. Sin embargo, un paseo por las ahora fértiles orillas del Ayeyarwaddy, entre Mandalay y Bagán, nos dejará ver la cantidad de sistemas de irrigación que se han puesto en marcha, o los numerosos puentes que cruzan el río. ¿Hablamos de autopistas y aeropuertos? Es evidente que queda mucho por hacer, y se puede opinar que los esfuerzos no son todo lo justos que deberían. Pero no se puede decir que no se hace nada. ¿Qué los militares y su círculo acaparan la mayoría de la riqueza? Cierto es, también.
Me gustaría saber por qué, en su enumeración de países vecinos, el articulista olvida a Laos., ya que hablamos de países pobres. Pero ese no es más que un pequeño detalle sin importancia y un tema que me toca en lo personal, así que no comentaré. Si diré que en todos los supermercados de Yangon, así como en muchas de las tiendas de las grandes ciudades, es posible encontrar absolutamente de todo. A precios elevados algunas cosas, pero de todo. La soberana mentira de que no hay tal o cual cosa clama al cielo. En cuanto acabe de escribir este texto, me pondré a hacer mi cena usando aceite de oliva Borges. Ni que decir tiene que en un país sin flujo eléctrico estable, y de una pobreza considerable, la mejor forma de conservar la leche es en polvo. Pero ya que estamos con la leche, también conviene decir que no forma parte de la dieta natural y habitual de los birmanos, salvo la condensada para hacer el delicioso y energético té local. De postre tomaré yogur local, excelente, por cierto, porque no me apetece pagar por los Danone y se me ha terminado el queso manchego marca “La flor de mi pueblo” que se puede comprar aquí. Podría beber Coca-Cola de Singapur o de Tailandia, si fuese capaz de diferenciar el sabor, o algún refresco local. Seguramente me tome una cerveza, puede que Carlsberg.
No, no hay roaming, y mi tarjeta SIM costó unos 1.000 dólares hace un año. A día de hoy cuestan la mitad, pero siempre puede uno alquilar un terminal analógico local (con bastante más cobertura que los GSM), y eso por cuatro duros en el aeropuerto, tan sólo presentando el pasaporte. Hablando de iPhones, se ven muchísimos. Yo opté por un Samsung Galaxy, porque soy muy bruto y los teléfonos se me caen cada dos por tres. Y ya que hablamos de internet, ¿desde dónde se creen ustedes que publico este texto? Cibercafés por todas partes, internet gratuito en hoteles, en bares, en centros comerciales, en el aeropuerto de Bagán, y con una censura de webs cada vez menor. Decir que ni los hoteles de cinco estrellas tienen internet es una puta mentira. Con t, han leído bien, no era con r.
He sido parado e interrogado por la policía de inmigración bastantes veces. En controles en carretera al pasar de una división (provincia) a otra, en los aeropuertos, en zonas remotas. ¿Problemas? Ninguno, en absoluto. No voy a poner aquí la foto hecha con los agentes de inmigración de la frontera entre Yangon e Irrawady, por motivos obvios.
Coches, mi especialidad. Para ser pocos los que tienen coche, se ve que salen todos a la vez cada vez que yo me quiero mover por Yangon o Mandalay, a la vista de los atascos que se forman. Copias baratas de marcas japonesas o coreanas. De verdad, entiendo que se quiera hacer una lectura amena, pero uno duda incluso de que el personaje que ha juntado las líneas del artículo haya estado en Birmania y/o haya investigado un poco. Desde hace unos meses, los particulares pueden/podemos conseguir licencias de importación. Serán coches usados, pero a día de hoy cualquiera que pueda permitírselo, podrá importar su coche. No son copias baratas, son modelos que en Europa nunca se han vendido, aunque puede que el periodista considere que el Toyota Harrier es una copia del Lexus RX300. Aquí mismo, en este blog, se puede leer una entrada sobre la conducción en Birmania a bordo de un Toyota Harrier.
Pocos que pueden permitírselo… si tenemos en cuenta la cantidad de gente que vive en este país, sí son pocos. Pero un paseo por Yangon, un simple paseo, nos abrirá los ojos a la pujante clase media que puede permitirse pagar 40.000 dólares por un BMW usado que en España no pasaría de 10.000 euros, o los 35.000 dólares que cuesta un Toyota Caldina de 5 años, o los 60.000 que se pagan por un Toyota Crown Majesta, por no hablar de la cantidad de Lexus RX570 que se ven. Hoy me he cruzado con un Porsche Cayenne Turbo y un Audi Q7. Son minoría, pero existen. Cosa distinta es en las zonas rurales, como en cualquier país en desarrollo.
Los innumerables controles que… lo siento, pero para contar mentiras insidiosas sobre un país, y quedarse tan ancho, mejor no venir. Una vez, UNA, me han parado conduciendo en Birmania. Porque atravesaba una frontera regional y era extranjero. A los locales no se les para. Y no tuve que pagar absolutamente nada. Na da. Pero claro, el periodista está en Birmania y hay que hacer que la cosa suene difícil. Otros controles son los que nombro más arriba, en fronteras o por verte extranjero en zonas extrañas, pero no porque uno no pueda ir, como explico a continuación, sino por hacer un poco su trabajo.
Turismo vetado, como digo, en absoluto. A día de hoy hay que pedir permiso para acceder a muy pocas zonas, como por ejemplo Putao. ¿Qué sucede? Que uno pide permiso con antelación, y lo obtiene. Oh, cosa rara. Como pasa con los visados. Considero, y lo digo por experiencia propia, más sencillo acceder a Birmania que a los Estados Unidos. Pero seguro que ningún juntaletras se atreve a decir que el turismo está vetado en el país de las oportunidades, aunque haya que entrar desnudo y decir con la cabeza gacha gracias cuando el agente de inmigración te pone el sello.
Las consideraciones del gulag y demás las voy a dejar de lado, al no tener datos concretos, como de seguro no los tiene tampoco el periodista. Sí diré que la numerología es una pieza importantísima de la vida local, no se trata de ningún invento de los militares. Aquí cada evento se calcula en base a las fechas y a los números, como se calculan las parejas para noviazgo y matrimonio, siempre mirando las fechas y horas de nacimiento.
Termina hablando de los espías, de nuevo. Yo no me he sentido espiado nunca. Ni cuando salgo con mi cámara negra con objetivo blanco a hacer fotos por la calle, cual National Geographic. Fotos naranjas, si hace falta, aunque para fotos naranjas con monjes vestidos de color azafrán, lo mejor es sin duda Luang Prabang durante los meses de Marzo y Abril.
Y ahora me van a permitir una valoración sobre este país. País que, personalmente y por motivos absolutamente propios, no me termina de gustar. Es esa tremenda diferencia entre ricos (que son muchísimos, y muy ricos) y pobres en Yangón la que me parte el alma y me impide disfrutar, sumada a ciertas características de los birmanos de ciudad. Pero soy consciente de que es como juzgar a Francia por los parisinos o a España por los madrileños. Este es un país tremendamente variado pero con una cosa en común: la amabilidad de la gente. Esa sonrisa permanente, esas ganas de complacer y de invitar, esas cosas de las que el periodista no habla en su artículo, para que así su mamá piense que está en un sitio peligroso y duro. No, de eso mejor no hablar.
Ese pasear por Bagán cámara en ristre, entrar sin querer en los terrenos de una vivienda y acabar tomando un té con galletas con la señora de la casa. O que te invite a un té el dueño de la choza frente a la que has parado el coche para hacer una foto del paisaje. O el que se te acerquen tres tíos con una pinta terrible… para pedirte por favor que les hagas una foto. Que todo el mundo te sonría, que las cosas se vean de diferente manera, la aceptación de ser pobre mediante el disfrute de cada momento. El desembarcar en un pueblo perdido y que vengan todos los niños a verte y a tocarte los brazos, extrañados y divertidos por ver lo blanco y peludo que eres, mientras los mayores preparan algo de comer para ofrecerte. Que el taxista te ofrezca un cigarrillo o una bola de betel-nut para mascar. Que la chavalería te ofrezca su bebida, que los perros callejeros sean seres absolutamente tranquilos. La seguridad que se siente paseando por el centro del atiborrado barrio hindú de Yangon, o las decenas de locales caros que abren cada mes en Yangón para disfrute de la población pudiente. Como el centro comercial Junction Center que abrió en Yangón el viernes pasado, en el que poder comprar prácticamente de todo, sea original o sean copias realmente graciosas.
O la deliciosa cocina birmana, o el vino que se hace de los viñedos de Inlay, en los que cultivan uva tempranillo. O de lo cómodo que resulta el longyi, la prenda tradicional birmana tanto para hombres como para mujeres. No, de esas cosas es mejor no hablar, que ya lo hacen los demás. Mejor me invento cuatro parodias que suenen bien y queden exótico/peligrosas. O puestos a hablar de cosas negativas, el creciente problema de la prostitución asociada al turismo chino y de negocios, que se ve en cualquier club nocturno de los grandes hoteles de Yangon, algo totalmente contrario a las creencias tradicionales del país, equivalente a que en España abriesen restaurantes que sirviesen carne de perro.
Es lo que hay. Tan cierto como cierta es esta otra foto naranja, cosecha propia de ayer.
El artículo empieza bien. Muy novelado, de hecho no me creo nada de lo que dice en su primer párrafo, pero es agradable de leer. Como puede que la cosa se alargue, en vez de hacer una valoración general del país en el que llevo viviendo un año, tras haber pasado otro en la vecina República Popular Democrática de Laos, voy a centrarme en datos concretos que el periodista de El Mundo pone a lo largo de su texto.
Como digo, el primer párrafo es bonito, muy peliculero. Si bien es cierto que hace años cada extranjero se decía tenía asignado un espía, si bien también es cierto que hace un año uno de cada cuatro taxistas, tras preguntarme de dónde era, alababa al gobierno español y criticaba al birmano esperando que yo entrase al trapo, y si bien tengo la certeza, porque he tratado con ellos, de que los servicios de inteligencia y contraespionaje birmanos funcionan a toda máquina, eso de cuatro periodistas emboscados y un local en a saber qué sitio es pura novela. Precisamente el viernes estuve cenando con un grupo de periodistas americanos, a los que despedí hoy tras, de nuevo, comer con ellos, y esto es algo que sucede cada semana. Ni emboscadas ni espías del gobierno, no seamos fantasiosos. ¿Por qué si no los artículos que se leen en otros medios son tan diferentes?
Las consideraciones sobre la legitimidad o no del gobierno se las dejaré a los expertos en política internacional. Yo lo que sé es que desde que se estabilizó la situación, pasado un mes desde las elecciones, las cifras del turismo en Myanmar han aumentado de forma impresionante, la estabilidad es palpable, la censura va desapareciendo y se aprecia un desarrollo y un cambio de actitud considerable. Hasta se toma la decisión de cancelar el proyecto de una presa en el río Ayeyarwaddy, que es como ahora se llama el Irrawady. Hace meses, mostrar una foto de Aung San Suu Kyi era casi motivo de cárcel, o sin casi, como dice el artículo. A día de hoy es primera, segunda, tercera, cuarta, quinta… página del Myanmar Times, periódico de más difusión en el país, publicado tanto en inglés como en birmano. Periódico, de hecho, moderno e interesante. Como moderna e interesante, y absolutamente budista, resulta la propia Aung San Suu Kyi en persona. Porque a día de hoy se la puede conocer. No es fácil, como no es fácil entrevistarse con cualquier líder, lo cuál no quiere decir que no sea posible.
Pero déjenme que entre en el meollo del día a día, y especialmente en las mentiras y las fotos naranjas. Señores de El Mundo, los extranjeros no pagamos un permiso especial al jefe de estación, sino que tenemos precios diferentes para la gran mayoría de transportes y accesos. Esto es así porque los locales no podrían entonces permitirse acceder a museos, viajar en tren, ni mucho menos volar. En todo el país, un extranjero siempre va a pagar más, y esto incluye servicios como la luz o el agua. En ciertos lugares, basta mostrar el permiso de residencia para obtener precio local, pero esto no sucede con los billetes de avión, por ejemplo. Que yo entiendo que uno es periodista, se va a un país remoto a relatar, y quiere hacer que su artículo suene interesante, exótico e incluso peligroso, pero no conviene faltar a la verdad, ni escribir basándose en la Wikipedia.
Los logros gubernamentales no se ven si no se buscan. Sin embargo, un paseo por las ahora fértiles orillas del Ayeyarwaddy, entre Mandalay y Bagán, nos dejará ver la cantidad de sistemas de irrigación que se han puesto en marcha, o los numerosos puentes que cruzan el río. ¿Hablamos de autopistas y aeropuertos? Es evidente que queda mucho por hacer, y se puede opinar que los esfuerzos no son todo lo justos que deberían. Pero no se puede decir que no se hace nada. ¿Qué los militares y su círculo acaparan la mayoría de la riqueza? Cierto es, también.
Me gustaría saber por qué, en su enumeración de países vecinos, el articulista olvida a Laos., ya que hablamos de países pobres. Pero ese no es más que un pequeño detalle sin importancia y un tema que me toca en lo personal, así que no comentaré. Si diré que en todos los supermercados de Yangon, así como en muchas de las tiendas de las grandes ciudades, es posible encontrar absolutamente de todo. A precios elevados algunas cosas, pero de todo. La soberana mentira de que no hay tal o cual cosa clama al cielo. En cuanto acabe de escribir este texto, me pondré a hacer mi cena usando aceite de oliva Borges. Ni que decir tiene que en un país sin flujo eléctrico estable, y de una pobreza considerable, la mejor forma de conservar la leche es en polvo. Pero ya que estamos con la leche, también conviene decir que no forma parte de la dieta natural y habitual de los birmanos, salvo la condensada para hacer el delicioso y energético té local. De postre tomaré yogur local, excelente, por cierto, porque no me apetece pagar por los Danone y se me ha terminado el queso manchego marca “La flor de mi pueblo” que se puede comprar aquí. Podría beber Coca-Cola de Singapur o de Tailandia, si fuese capaz de diferenciar el sabor, o algún refresco local. Seguramente me tome una cerveza, puede que Carlsberg.
No, no hay roaming, y mi tarjeta SIM costó unos 1.000 dólares hace un año. A día de hoy cuestan la mitad, pero siempre puede uno alquilar un terminal analógico local (con bastante más cobertura que los GSM), y eso por cuatro duros en el aeropuerto, tan sólo presentando el pasaporte. Hablando de iPhones, se ven muchísimos. Yo opté por un Samsung Galaxy, porque soy muy bruto y los teléfonos se me caen cada dos por tres. Y ya que hablamos de internet, ¿desde dónde se creen ustedes que publico este texto? Cibercafés por todas partes, internet gratuito en hoteles, en bares, en centros comerciales, en el aeropuerto de Bagán, y con una censura de webs cada vez menor. Decir que ni los hoteles de cinco estrellas tienen internet es una puta mentira. Con t, han leído bien, no era con r.
He sido parado e interrogado por la policía de inmigración bastantes veces. En controles en carretera al pasar de una división (provincia) a otra, en los aeropuertos, en zonas remotas. ¿Problemas? Ninguno, en absoluto. No voy a poner aquí la foto hecha con los agentes de inmigración de la frontera entre Yangon e Irrawady, por motivos obvios.
Coches, mi especialidad. Para ser pocos los que tienen coche, se ve que salen todos a la vez cada vez que yo me quiero mover por Yangon o Mandalay, a la vista de los atascos que se forman. Copias baratas de marcas japonesas o coreanas. De verdad, entiendo que se quiera hacer una lectura amena, pero uno duda incluso de que el personaje que ha juntado las líneas del artículo haya estado en Birmania y/o haya investigado un poco. Desde hace unos meses, los particulares pueden/podemos conseguir licencias de importación. Serán coches usados, pero a día de hoy cualquiera que pueda permitírselo, podrá importar su coche. No son copias baratas, son modelos que en Europa nunca se han vendido, aunque puede que el periodista considere que el Toyota Harrier es una copia del Lexus RX300. Aquí mismo, en este blog, se puede leer una entrada sobre la conducción en Birmania a bordo de un Toyota Harrier.
Pocos que pueden permitírselo… si tenemos en cuenta la cantidad de gente que vive en este país, sí son pocos. Pero un paseo por Yangon, un simple paseo, nos abrirá los ojos a la pujante clase media que puede permitirse pagar 40.000 dólares por un BMW usado que en España no pasaría de 10.000 euros, o los 35.000 dólares que cuesta un Toyota Caldina de 5 años, o los 60.000 que se pagan por un Toyota Crown Majesta, por no hablar de la cantidad de Lexus RX570 que se ven. Hoy me he cruzado con un Porsche Cayenne Turbo y un Audi Q7. Son minoría, pero existen. Cosa distinta es en las zonas rurales, como en cualquier país en desarrollo.
Los innumerables controles que… lo siento, pero para contar mentiras insidiosas sobre un país, y quedarse tan ancho, mejor no venir. Una vez, UNA, me han parado conduciendo en Birmania. Porque atravesaba una frontera regional y era extranjero. A los locales no se les para. Y no tuve que pagar absolutamente nada. Na da. Pero claro, el periodista está en Birmania y hay que hacer que la cosa suene difícil. Otros controles son los que nombro más arriba, en fronteras o por verte extranjero en zonas extrañas, pero no porque uno no pueda ir, como explico a continuación, sino por hacer un poco su trabajo.
Turismo vetado, como digo, en absoluto. A día de hoy hay que pedir permiso para acceder a muy pocas zonas, como por ejemplo Putao. ¿Qué sucede? Que uno pide permiso con antelación, y lo obtiene. Oh, cosa rara. Como pasa con los visados. Considero, y lo digo por experiencia propia, más sencillo acceder a Birmania que a los Estados Unidos. Pero seguro que ningún juntaletras se atreve a decir que el turismo está vetado en el país de las oportunidades, aunque haya que entrar desnudo y decir con la cabeza gacha gracias cuando el agente de inmigración te pone el sello.
Las consideraciones del gulag y demás las voy a dejar de lado, al no tener datos concretos, como de seguro no los tiene tampoco el periodista. Sí diré que la numerología es una pieza importantísima de la vida local, no se trata de ningún invento de los militares. Aquí cada evento se calcula en base a las fechas y a los números, como se calculan las parejas para noviazgo y matrimonio, siempre mirando las fechas y horas de nacimiento.
Termina hablando de los espías, de nuevo. Yo no me he sentido espiado nunca. Ni cuando salgo con mi cámara negra con objetivo blanco a hacer fotos por la calle, cual National Geographic. Fotos naranjas, si hace falta, aunque para fotos naranjas con monjes vestidos de color azafrán, lo mejor es sin duda Luang Prabang durante los meses de Marzo y Abril.
Y ahora me van a permitir una valoración sobre este país. País que, personalmente y por motivos absolutamente propios, no me termina de gustar. Es esa tremenda diferencia entre ricos (que son muchísimos, y muy ricos) y pobres en Yangón la que me parte el alma y me impide disfrutar, sumada a ciertas características de los birmanos de ciudad. Pero soy consciente de que es como juzgar a Francia por los parisinos o a España por los madrileños. Este es un país tremendamente variado pero con una cosa en común: la amabilidad de la gente. Esa sonrisa permanente, esas ganas de complacer y de invitar, esas cosas de las que el periodista no habla en su artículo, para que así su mamá piense que está en un sitio peligroso y duro. No, de eso mejor no hablar.
Ese pasear por Bagán cámara en ristre, entrar sin querer en los terrenos de una vivienda y acabar tomando un té con galletas con la señora de la casa. O que te invite a un té el dueño de la choza frente a la que has parado el coche para hacer una foto del paisaje. O el que se te acerquen tres tíos con una pinta terrible… para pedirte por favor que les hagas una foto. Que todo el mundo te sonría, que las cosas se vean de diferente manera, la aceptación de ser pobre mediante el disfrute de cada momento. El desembarcar en un pueblo perdido y que vengan todos los niños a verte y a tocarte los brazos, extrañados y divertidos por ver lo blanco y peludo que eres, mientras los mayores preparan algo de comer para ofrecerte. Que el taxista te ofrezca un cigarrillo o una bola de betel-nut para mascar. Que la chavalería te ofrezca su bebida, que los perros callejeros sean seres absolutamente tranquilos. La seguridad que se siente paseando por el centro del atiborrado barrio hindú de Yangon, o las decenas de locales caros que abren cada mes en Yangón para disfrute de la población pudiente. Como el centro comercial Junction Center que abrió en Yangón el viernes pasado, en el que poder comprar prácticamente de todo, sea original o sean copias realmente graciosas.
O la deliciosa cocina birmana, o el vino que se hace de los viñedos de Inlay, en los que cultivan uva tempranillo. O de lo cómodo que resulta el longyi, la prenda tradicional birmana tanto para hombres como para mujeres. No, de esas cosas es mejor no hablar, que ya lo hacen los demás. Mejor me invento cuatro parodias que suenen bien y queden exótico/peligrosas. O puestos a hablar de cosas negativas, el creciente problema de la prostitución asociada al turismo chino y de negocios, que se ve en cualquier club nocturno de los grandes hoteles de Yangon, algo totalmente contrario a las creencias tradicionales del país, equivalente a que en España abriesen restaurantes que sirviesen carne de perro.
Es lo que hay. Tan cierto como cierta es esta otra foto naranja, cosecha propia de ayer.
Foto naranja
1 comentario:
El Mundo inventándose historias? Nunca visto antes... A veces tengo que mirar la barra de direcciones para comprobar si estoy en elmundo o elmundotoday.
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