Generalmente suelo escribir una introducción más o menos larga sobre un tema que poco parece tener que ver, antes de ponerme en faena y acabar contando cuatro impresiones personales del coche en cuestión. Sucede que no se me ocurre nada personal que comentar y que pueda hilar con el Fiat 500, por lo que iré directamente al grano: quiero comprarme un Abarth.
Tal que así
Como segundo coche durante las vacaciones, una vez se dejó de necesitar el espacio, había alquilado un Fiat 500. Nuevamente Avis intentó colarme otra cosa, en este caso un Opel Adam, pese a haberles pedido expresamente que me guardaran el 500, haber alquilado antes un coche carísimo (no voy a poner lo que costó el A4 porque prefiero olvidarlo), y sobre todo tener dos Fiat 500 aparcados en el garaje. De verdad, yo ya no sé si es que son tontos, o si lo hacen a mala fe. Pero en fin, conseguí que me dieran el 500, en mi caso una unidad nueva de paquete con escasos 2.000 kilómetros en el contador. Y qué maravilla, qué juguete.
Viniendo de un A4, lo primero que llama la atención, mucho más que la diferencia de tamaño, es la postura al volante. Y es que parece que vas de pie. Tardé unos treinta y cuatro segundos en hacerme a ella, no nos vamos a engañar. Lo segundo es la risa tremenda que te da al ver lo pequeñísimo de todo. Y es que no recuerdo haber conducir un coche tan pequeño nunca, si eso el Smart Roadster, o que dé esa sensación de pequeñez.
Abro la cortinilla del techo solar y dejo entrar aún más luz en el habitáculo, luz que se amplifica con ese salpicadero y ese volante en color crema. Es algo que no he escrito en la prueba del A4, pero ciertamente por dentro todo era muy oscuro en el Audi, quizá demasiado. En el Fiat es todo lo contrario, tremendamente desenfadado y clásico a la vez, en mi caso con unos asientos en tejido de cuadros con la parte superior en polypiel crema, y cielo también en tonos claros.
Nos ponemos en marcha, el motor 1.2 de 69 caballos anda… lo que puede andar el pobre. Pero suena bien y es voluntarioso. Acelerar en primera se puede hacer dejando la marcha y estirándola, o con muy buena suavidad cambiando pronto. De ambas formas el coche anda poco, pero en la primera te da así como sensación deportiva, que no es más que la sensación de querer el Abarth cuanto antes. En carretera se deja ir muy bien, y una vez lanzado tampoco resulta una potencia tan escasa como podría parecer. En autopista alcanza los 130 ó 140 con relativa facilidad, incluso con tres pasajeros a bordo. Como el coche es tan canijo y uno va adelantando a prácticamente todo el mundo, la sensación es la de ir mucho más rápido pero sin riesgo de multas. Eso sí, mejor que no le frene a uno nadie porque volver a ganar velocidad cuesta un rato, aún tirando de cuarta.
En curvas el coche es muy ágil, fallándole lógicamente la respuesta del motor. Es decir, volvemos a pedir el Abarth a gritos. En ciudad es delicioso, suave, silencioso, sin vibraciones, pequeño, ágil, capaz de meterse en cualquier lado. He dicho silencioso en ciudad, porque en carretera uno va con una escandalera dentro que no es ni medio normal, siendo muy notable el ruido del aire en el parabrisas. El ruido es tal que, a ritmo de autopista y pese a la escasa distancia entre mi mujer (detrás) y yo, tenemos que hablarnos a voces. No creo que sea esto algo ajeno a otros mini-coches, no obstante.
Subiendo un puerto de montaña como es el Angliru, las rampas obligan a meter primera. Eso te da igual, estás ahí para disfrutar de las vistas, cosa muy sencilla pues el coche tiene una visibilidad excelente. Se nota que el coche podría ir mucho más rápido, como seguramente vaya el Abarth. ¿He dejado ya claro que quiero uno?
A ver, entendámonos. Estos coches tienen unos precios, hablando tanto del 500 como del Abarth, relativamente asequibles. Son caros para lo poco coche que son, sin duda, pero no hablamos en ningún caso de unas cantidades de dinero exageradas o inasumibles. El tacto (del Fiat) es delicioso en todo momento y permiten llevar a tres pasajeros mientras todo el mundo se muere de risa. Si incluso fuimos de picnic y a la playa con él. Trato de pensar en otros coches que me permitan eso con tanto nivel de risas y se me ocurren el Toyota GT86 y algún Porsche viejuno. O un Ferrari Mondial, por ejemplo. Claro que tampoco los voy a comparar, sólo hablo de comicidad del asunto. Aunque si estuviese hablando del Abarth…
¿Cosas negativas? Dejando de lado lo inherente al coche, creo que los dos únicos detalles que no me gustaron fueron los mandos de intermitentes y limpias, que quedan demasiado lejos del volante, y el propio mando de las luces, de una calidad bastante escasa. Porque lo demás es sencillamente esperable en un coche tan pequeñajo y a priori simple. Ni el equipo de sonido suena a gloria, ni la pantalla multimedia es excelente, ni las puertas van forradas en plásticos blandos. Porque el coche es lo que es.
Pero la diversión al volante, el tacto de la palanca de cambios, la visibilidad, la agilidad y la risa que provoca la situación hace que el precio pagado merezca la pena. Es que además el coche es bien cuco. Creo que esta unidad que tuve yo tiene una combinación de colores ideal, sin caer en demasía en una estética femenina pero conservando el look clásico que requiere el coche.
Por lo demás, el coche gastó poca gasolina, o quizá no. No lo sé, rellené una vez a tope y luego otra un pelín para completar. Da igual, la diversión que proporcionó lo compensa todo. Creo que es un clásico “smile car”, uno de esos coches en los que sólo abrir la puerta y sentarte en él ya te provoca una sonrisa. Conduciéndolo, esa sensación, al menos para mí, se confirma. Siempre y cuando uno sea consciente de en lo que va, claro, porque a fin de cuentas es una pelotilla con materiales básicos, asientos que terminan por resultar considerablemente incómodos, y un motor con menos potencia que la generada por un ratón en una rueda de esas que les ponen en las jaulas.
Poco importa si te lo estás pasando bien, y eso es lo que hicimos con él mi familia y yo. Así que vayan trayendo el Abarth. Me da igual la versión e incluso el color (pero si puede ser azul oscuro, pues que sea azul oscuro, que es más mejor).
Y, para terminar, el maletero.