Cuando no se saben hacer bien las cosas, pasa lo que pasa.
Pasa que tu cliente se va si lleva 25 minutos esperando por ti para que le enseñes un apartamento. Estando como está el mercado inmobiliario, no parece la mejor opción. Pero cuando no se saben hacer bien las cosas, acabas enviándole tres veces un mensaje al móvil de tu cliente, como si fueses un adolescente enfadado, en el que sólo te falta amenazarle con ponerle sin admisión en el Messenger.
Semejante chorrada me pasó a mí la semana pasada. Allí llegué yo a la cita a la hora en punto, a las 20:20. A las 20:25 el señor de la inmobiliaria me llamó, para indicarme que llegaría siete minutos tarde. Se agradece siempre que alguien te avise. A las 20:32 su plazo terminaba, y no aparecía. Esperé hasta las 20:42, pero me dije que, de irme, lo haría a una hora redonda, así que a las 20:45 me subí (o mejor dicho, me bajé) en mi coche e inicié la marcha. A fin de cuentas el piso no me iba a gustar. A las 20:46 el hombre marcó mi número, y obtuvo una hermosa respuesta por mi parte. Al colgarle yo, me volvió a llamar, no obteniendo respuesta. Y luego empezaron a llegar sus mensajes.
Hay una noticia por los periódicos sobe el cierre de agencias inmobiliarias, ¿verdad? Pues eso mismo.

Poco os queda…
Cuando no se saben hacer bien las cosas, pasa lo que pasa.
Pasa que llegas a un conocido hotel a desayunar con unos clientes alojados en el mismo, y la responsable de la recepción te niega el aparcamiento en el frente del hotel, excusándose en que sólo se puede dejar el coche 10 minutos. Pasa que después te invita a usar (y pagar) su parking propio. Pasa que acabas aparcando en ese glorioso parking vacío, y desayunando con la anécdota flotando en el aire.
Y sobre todo pasa que, cuando uno se quiere ir y estando la máquina en reparación, en lugar de levantar la valla y dejar salir al cliente que ha estado sólo 25 minutos aparcado, se le exhorta a esperar y pagar. Si, además, la máquina sigue sin funcionar y uno tiene que volver a la recepción, enfadarse y llegar tarde a una cita, se obtiene lo que los franceses llaman “la totale”. Un operario me abrió la valla y pude salir.

Eso mismo, un euro por nada.
Jefa de Recepción, que para Barceló Hoteles significa “no tengo ni puta idea de nada, pero manejo muy bien el Yielding” (que es eso que te permite cambiar precios al antojo del simulador de ocupación). Así son las cosas, y cuando no se saben hacer bien, sucede que la última impresión que se lleva el cliente es negativa.
Como dije, hoy he desayunado en el hotel Barceló Cervantes, de Oviedo. Supuestamente es un cinco estrellas, acogido a su selección Premium. Bien, vale, muy bonito. Porque sí, el hotel es realmente bonito. Tan bonito como cierto es que supone una vulgar copia de los grandes Boutiques londinenses, tipo Sanderson, Halkin o Metropolitan. Pero da igual, eso la gente que paga 100 euros por noche no lo sabe.

No, esto es el Sanderson, no se confundan
Un personal joven e inexperto, dirigidos por una persona que no sabe hacer las cosas como hay que hacerlas, por muy bien que se sepa el himno de Barceló, no puede dar una sensación de profesionalismo. Y es lo que pasa. Pero da igual, y aquí repito la frase con la que cierro el párrafo anterior.
El desayuno no es malo. No es bueno. En realidad no es malo porque es un desayuno buffet con cierta variedad, muy bien presentado, en una sala bonita con la cocina a la vista, y sobre todo porque propone un zumo de naranja exprimido al momento. Y eso es de agradecer. Pero la bollería es sencillamente mala. Unas magdalenas, unos bizcochos y unas galletas recién sacadas de una pasta que les llega congelada y que va al horno, unos pocos cereales, algún surtido de pan, poquísimo surtido salado, y nada más.
El desayuno no es caro. No es barato. En realidad no es caro porque no sé lo que costó. Y no lo sé no ya porque hayan pagado mis amigos, sino porque la persona de la Recepción fue incapaz de darme un precio fijo y real, o al menos igual que el que me habían dado semanas atrás por teléfono. Es lo que tiene pretender hacer las cosas sin saber hacerlas. Es lo que tiene no ser profesional.

Este es el sitio.
Porque cuando no se saben hacer bien las cosas, uno entra en la web de este hotel desde Google y a través de mi servidor, radicado en España, y todo el texto aparece en inglés. Y cuando busca información sobre precios, ve que no existe. Es un hotel sin precios, como está ahora de moda. Y eso es malo. O quizá no lo sea si, en lugar de querer ser un cinco estrellas con clientela de cinco estrellas, haces un cuatro subido de tono, bonito y bien situado, y te tiras al cliente de negocios o al cliente novato, volviendo pues al cierre del otro párrafo.
No es que me haya desilusionado este hotel. Primero porque no he dormido en él, y los hoteles se suelen usar para dormir. Pero segundo porque era lo que me esperaba, ni más ni menos.
Hotel Barceló Cervantes,
C/ Cervantes, 13. 33004 – Oviedo
www.barcelooviedocervantes.com
Viene a salir por unos 130 euros la noche, quizá algo más, a poco que se suman impuestos, parking, y cualquier otra cosa. Si se les llama, igual incluso darán precios.
Pasa que tu cliente se va si lleva 25 minutos esperando por ti para que le enseñes un apartamento. Estando como está el mercado inmobiliario, no parece la mejor opción. Pero cuando no se saben hacer bien las cosas, acabas enviándole tres veces un mensaje al móvil de tu cliente, como si fueses un adolescente enfadado, en el que sólo te falta amenazarle con ponerle sin admisión en el Messenger.
Semejante chorrada me pasó a mí la semana pasada. Allí llegué yo a la cita a la hora en punto, a las 20:20. A las 20:25 el señor de la inmobiliaria me llamó, para indicarme que llegaría siete minutos tarde. Se agradece siempre que alguien te avise. A las 20:32 su plazo terminaba, y no aparecía. Esperé hasta las 20:42, pero me dije que, de irme, lo haría a una hora redonda, así que a las 20:45 me subí (o mejor dicho, me bajé) en mi coche e inicié la marcha. A fin de cuentas el piso no me iba a gustar. A las 20:46 el hombre marcó mi número, y obtuvo una hermosa respuesta por mi parte. Al colgarle yo, me volvió a llamar, no obteniendo respuesta. Y luego empezaron a llegar sus mensajes.
Hay una noticia por los periódicos sobe el cierre de agencias inmobiliarias, ¿verdad? Pues eso mismo.
Poco os queda…
Cuando no se saben hacer bien las cosas, pasa lo que pasa.
Pasa que llegas a un conocido hotel a desayunar con unos clientes alojados en el mismo, y la responsable de la recepción te niega el aparcamiento en el frente del hotel, excusándose en que sólo se puede dejar el coche 10 minutos. Pasa que después te invita a usar (y pagar) su parking propio. Pasa que acabas aparcando en ese glorioso parking vacío, y desayunando con la anécdota flotando en el aire.
Y sobre todo pasa que, cuando uno se quiere ir y estando la máquina en reparación, en lugar de levantar la valla y dejar salir al cliente que ha estado sólo 25 minutos aparcado, se le exhorta a esperar y pagar. Si, además, la máquina sigue sin funcionar y uno tiene que volver a la recepción, enfadarse y llegar tarde a una cita, se obtiene lo que los franceses llaman “la totale”. Un operario me abrió la valla y pude salir.
Eso mismo, un euro por nada.
Jefa de Recepción, que para Barceló Hoteles significa “no tengo ni puta idea de nada, pero manejo muy bien el Yielding” (que es eso que te permite cambiar precios al antojo del simulador de ocupación). Así son las cosas, y cuando no se saben hacer bien, sucede que la última impresión que se lleva el cliente es negativa.
Como dije, hoy he desayunado en el hotel Barceló Cervantes, de Oviedo. Supuestamente es un cinco estrellas, acogido a su selección Premium. Bien, vale, muy bonito. Porque sí, el hotel es realmente bonito. Tan bonito como cierto es que supone una vulgar copia de los grandes Boutiques londinenses, tipo Sanderson, Halkin o Metropolitan. Pero da igual, eso la gente que paga 100 euros por noche no lo sabe.
No, esto es el Sanderson, no se confundan
Un personal joven e inexperto, dirigidos por una persona que no sabe hacer las cosas como hay que hacerlas, por muy bien que se sepa el himno de Barceló, no puede dar una sensación de profesionalismo. Y es lo que pasa. Pero da igual, y aquí repito la frase con la que cierro el párrafo anterior.
El desayuno no es malo. No es bueno. En realidad no es malo porque es un desayuno buffet con cierta variedad, muy bien presentado, en una sala bonita con la cocina a la vista, y sobre todo porque propone un zumo de naranja exprimido al momento. Y eso es de agradecer. Pero la bollería es sencillamente mala. Unas magdalenas, unos bizcochos y unas galletas recién sacadas de una pasta que les llega congelada y que va al horno, unos pocos cereales, algún surtido de pan, poquísimo surtido salado, y nada más.
El desayuno no es caro. No es barato. En realidad no es caro porque no sé lo que costó. Y no lo sé no ya porque hayan pagado mis amigos, sino porque la persona de la Recepción fue incapaz de darme un precio fijo y real, o al menos igual que el que me habían dado semanas atrás por teléfono. Es lo que tiene pretender hacer las cosas sin saber hacerlas. Es lo que tiene no ser profesional.
Este es el sitio.
Porque cuando no se saben hacer bien las cosas, uno entra en la web de este hotel desde Google y a través de mi servidor, radicado en España, y todo el texto aparece en inglés. Y cuando busca información sobre precios, ve que no existe. Es un hotel sin precios, como está ahora de moda. Y eso es malo. O quizá no lo sea si, en lugar de querer ser un cinco estrellas con clientela de cinco estrellas, haces un cuatro subido de tono, bonito y bien situado, y te tiras al cliente de negocios o al cliente novato, volviendo pues al cierre del otro párrafo.
No es que me haya desilusionado este hotel. Primero porque no he dormido en él, y los hoteles se suelen usar para dormir. Pero segundo porque era lo que me esperaba, ni más ni menos.
Hotel Barceló Cervantes,
C/ Cervantes, 13. 33004 – Oviedo
www.barcelooviedocervantes.com
Viene a salir por unos 130 euros la noche, quizá algo más, a poco que se suman impuestos, parking, y cualquier otra cosa. Si se les llama, igual incluso darán precios.