lunes, 11 de febrero de 2008

Puerto

Una llamada a deshoras me dio la sorpresa: “oye, que nos vamos a París la semana que viene, ¿estarás?”. Pues sí, daba la casualidad de que sí. Y se organizó. Porque es curioso lo de mucha gente y sus dudas sobre qué visitar en esta ciudad, como si no hubiese guías editadas, páginas web, reportajes en televisión y cientos de películas que muestran la ciudad desde todos los puntos de vista. Uno ya se ha resignado hace tiempo a escuchar las mismas preguntas cada vez que viene alguien por primera vez, y responder se ha convertido en una especie de botón de play para soltar el mismo discurso.

De cualquier forma, una visita es siempre de agradecer, además, por las oportunidades que da de volver a aquellos sitios que siempre me gustaron y a los que dejé de ir por trabajo, falta de tiempo, falta de compañía, o simplemente olvido. Y más si quien viene, pese a hacerlo acompañada de su americano y gran novio, tiene un atractivo real combinable con las luces de la ciudad de cara a hacer fotos, que sonará muy cursi, pero ayuda bastante cuando toca salir a dar un paseo y preparar un regalito a modo de souvenir fotográfico.
















Es que esto es muy bonito.

¿Y dónde comer? La compañía impuso el sitio, y no precisamente porque eligieran ellos. Alguien norteamericano con cierto nivel sociocultural, en un día de semana, una fría y soleada mañana de invierno, las terrazas ya casi puestas para que el parisino de turno se siente a pasar esa mezcla de frío y calor (más frío que calor) tan propia del entretiempo… Nada como una buena brasserie para calmar el hambre del mediodía. Y digo bien mediodía, porque la comida se sirve a partir de las 12.

Las brasseries son los típicos cafés parisinos que siempre vemos por las calles residenciales. Sitios con mucho cobre pulido y que sustituyen las tragaperras españolas por un despacho de tabaco y juegos de lotería. Café au lait, Perrier-mente, cervezas de “pression” que llaman, Coca Cola en botellas de 33cl… mal servicio, terrazas imposibles en aceras estrechas con vistas al tráfico, y unos precios inversamente proporcionales al tamaño ridículo de las mesas. Sí, pero es lo que hay, es a donde se tiene que ir.
















La elegida en esta ocasión fue Le Café du Trocadero, evidentemente situada en la plaza del Trocadero, al final de la Avenida Kléber y frente a la Torre Eiffel. ¿El menú? Las tres especialidades parisinas clásicas: pavé de salmón con arroz y ensalada, tartare con patatas fritas, y steak-haché (carne de hamburguesa) frito en mantequilla con su típica ensalada y salsa de mostaza. De nuevo, es lo que hay, y es lo que se tiene que pedir. Estamos en París, no en Kinshasa. Al estar en una zona de negocios, de cierto (ciertísimo, más bien) nivel, la calidad es buena. Sin embargo, la verdad es que en casi cualquier brasserie se come y se cena (pronto) bien.

Media hora, agua con gas, café y a la calle. El ritmo de vida lo impone. El ritmo y el maître, claro, que necesita renovar las mesas como sea para sacar más facturación. Y se paga lo que sea sin mirar mucho la cantidad, que es lo que se hace cuando vas a comer por disfrutar de la compañía y del entorno, y no quieres que te siente mal la comida.

Agradable, ¿verdad? Pues no. Ayer estuve comiendo en Puerto, que es un pueblecito bastante alargado, a las afueras de Oviedo entre Las Caldas y Soto de Ribera. El acceso es fácil, pero si no se sabe dónde está no se llega, y hay mucha gente que no sabe ni dónde está ni lo que hay allí. ¿Y qué hay? Pues un pequeño restaurante con cocineros venidos a más, de los que pasaron de servir potes y fabadas a recetas más elaboradas, servidas en platos de curiosas formas y tamaños, pero sin caer por ello en la sublimación de huevo semicrudo, en deconstrucción de pomme de terre, bañado con jugo de oliva arbequina, afortunadamente. Raciones desproporcionadas y precios razonables, pero fundamentalmente con esto delante:
















Click para ver la foto en grande.

¿Y si el verdadero lujo fuese el espacio? Ese era el slogan de los anuncios del Renault Espace. No seré yo quien reniegue del Oscietra, del Dom Perignon Rosé, y del comedor de Les Ambassadeurs o del servicio de habitaciones del Ritz madrileño, pero… ¿Qué pasa cuando, en ocasiones, Renault tiene razón? Pues que la tiene, ni más ni menos. Como en Puerto.

Se come bien, no hay barullo si se va pronto, no hay prisas, no hay stress, no hay nada más que una roca gigantesca, un río al fondo, un coche que pasa por la carretera y paz. A 15 minutos de Oviedo. Y da igual lo que se pida, estoy plenamente convencido de ello, porque será bueno y abundante. No es, sin embargo, un sitio barato… pero no importa. No importa porque se disfruta, y también porque si se comparten raciones, algo que no está mal visto, no como en París, tampoco hablamos de un precio excesivo o inalcanzable.
















Revuelto de Sabadiego con tortos de maíz, delicioso y sencillo.

Y cuando piensas que hasta allí has llegado por una carretera perfectamente asfaltada y llena de curvas entrelazadas, que has comido cosas sencillas y deliciosas, que estás sentado en medio de una tranquilidad en la que todo te da igual, que estás al lado de casa aunque no lo parezca… Entonces te haces la pregunta y obtienes la respuesta de forma automática:

¿París? Sí por los cojones, que en asturiano quiere decir “ni de coña”. ¿Volver a París? De momento lo dejo para vacaciones, si acaso.

Nota: a un par de kilómetros, entre Caces y Las Caldas, está el restaurante La Alezna, galardonado con una estrella Michelin. Cené allí hace algún tiempo… de lo más recomendable. Platos de diseño, cocina y servicio muy cuidados, y un ambiente íntimo. Conviene reservar con cierta antelación.

Café du Trocadero: 8, Place du Trocadéro, 75016 Paris. Tel : +(33) 1 44 05 37 00. Ideal para una comida de negocios, por ejemplo… o no.

Chema, Casa de comidas. La Arquera 184, Puerto, Asturias. Tel: +(34) 985 79 82 00. Si bien cada plato puede parecer caro, las raciones son muy abundantes. Tienen también un menú clásico asturiano absolutamente bestial. Me informan que el vino de la casa es totalmente a evitar, no obstante.

La Alezna, www.lalezna.com. L'alezna. La Rienda, nº 14 – 33174, Caces, Asturias. Tel: +(34) 985 79 83 55.

Tontos y delincuentes

Cuando estoy en España tengo la sana costumbre de desayunar viendo La Mirada Crítica, de Telecinco. Y digo sana porque parece de los pocos programas aprovechables de la televisión. De hecho, casi parece más un programa de radio clásico mañanero, tipo Carlos Herrera o Luis del Olmo, pero con la enorme ventaja de no tener que soportar los sermones habituales del presentador de turno, de no caer del lado de ningún signo político en sus tertulias, y de tener algo que ver, que siempre es agradable aunque te “obligue” a estar pendiente de la pantalla.


Tiene cara de niño, pero es un tipo preparadísimo.

Bueno, tampoco es que me sea imprescindible verlo… sencillamente me gusta. Como me gusta ver la publicidad que ponen entre medias y que da título a este artículo. Tontos y delincuentes. O quizá más bien pobres e hijos de puta, pero entendido con la moderación necesaria en la primera parte y con la mayor animadversión en la segunda, aunque eso sea algo que a muchos les cueste. Porque no, no me refiero a una misma persona, sino a dos bien diferenciadas.

Y es que no pasa nada por admitir que se es pobre, queriendo decir con ello que se tienen unos recursos económicos limitados e inferiores a lo que se entiende como “clase acomodada”. No pasa nada, porque no se es mejor por disponer de más dinero ni peor por ir achuchado cada mes. Así que, que nadie se sulfure cuando se dice “pobre”, faltaría más.

Sin embargo, todo el mundo debería de estar de acuerdo con el calificativo de delincuentes referido a los anunciantes que copan las mañanas televisivas. Los anunciantes, quienes emiten los anuncios y quienes permiten que existan “empresas” de ese tipo. Sí, me refiero a los bancos de usura que anuncian préstamos de dinero rápido y fácil, a tipos de interés superiores al 20%, con dos cojones. Sí, me refiero a toda esa mierda de mensajes al número de turno para obtener tonos, fondos, juegos y demás chorradas inútiles, pero a precio de oro. Sí, me refiero a los vendedores de inutilidades en cómodas mensualidades…


Desde tan sólo 50 euros al mes…

Juntemos ahora a quien no tiene ni recursos económicos ni, por desgracia, muchas luces para estas cosas. Quien, además, se encuentra demasiado apurado económicamente al tiempo que aburrido. El cóctel está servido. Creamos unas necesidades de gasto que se escapan a las posibilidades del espectador, y a continuación le ofrecemos dinero supuestamente fácil bajo unas condiciones usureras que deberían de ser sencillamente ilegales. O quizá sea al revés: les ofrecemos dinero fácil y les damos pistas en lo que gastárselo. Y venga, a forrarse a base de “tontos”. Sin olvidar un pequeño detalle en forma de acento sudamericano en las voces de ciertos anuncios. Ahí, “atacando” a las víctimas más fáciles.

Y es que es una pena que se acabe pensando que “los pobres son tontos”. No, no es del todo así. Pero sí es cierto que alguien limitado económica y culturalmente puede acabar empobreciéndose aún más. Permítanme proponerles una hipotética situación: somos un joven matrimonio que se ha comprado un piso, un coche, los muebles, y además se ha dado un viaje y comprado un capricho por el aniversario. Como la cosa no está muy boyante, el piso comprado a precios inflados se paga en hipoteca a demasiados años; el coche es un Dacia Logan, que sale muy barato, a plazos, porque tenemos derecho a estrenar coche, o quizá sea un hermoso Opel Astra blanco; los muebles están a plazos; el viaje nos lo dimos al Caribe, que es donde va todo el mundo, y lo pagamos a plazos también; y el regalo de aniversario, que salió anunciado en la tele, se paga en cómodas mensualidades. Y como queremos lo último en el móvil, enviamos sms al 7mierda47 y tenemos “el despertador más loco”, la frase del momento, el tono más divertido, la linterna, el juego de Sonic, etc…

Y seguimos sin un duro. Entonces llamamos a Freedom Brokers (es necesario que el nombre esté en inglés, claro) para que nos reunifique deudas y estemos pagándolas hasta la tercera generación, con la ventaja de quedarnos en pelotas si dejamos de pagar, que siempre viene bien… si se vive en un área nudista. Y a Cofidis para tener algo de liquidez.


El negocio del futuro, dicen. Así quiebren…

Seguimos sin un duro porque entre todos nos metieron en la cabeza la idea de comprar el piso e hipotecar nuestras vidas por algo que no vale lo que nos pidieron. Porque, en lugar de comprar un coche usado barato nos empeñamos en comprar un coche nuevo por un precio que no podíamos pagar. Porque pese a todo ello, seguimos queriendo tener una vida que no nos corresponde, por mucho que los anunciantes se empeñen en que sí, como el maldito “comodín de la llamada” de los préstamos, gracias al cual uno puede comprarse una tele de 40” aunque no tenga ni para filetes. Seamos pobres o no, porque todo depende de con quién nos comparemos, nos negamos a aceptar que hemos sido un poco tontos. Una lástima.

¿Tontos? Pues sí, pero no sólo por las decisiones que hemos ido tomando, sino por haber enriquecido, además, a gente que lo único que quería era aprovecharse de nuestra situación. ¿Por qué a un rico no se le ofrecen préstamos al 25% de interés y a un pobre sí? ¿No hay algo contradictorio ahí? ¿Por qué esos anuncios copan la franja televisiva tradicionalmente ocupada por amas de casa o parados? Porque hay quien hace negocio a costa de ellos. Deleznable.


Cofidís, el timador en directo!

Lo de los coches “low cost” es algo que da para mucho, con discusiones de lo más variopintas cuando se saca el tema. Mi opinión sobre el Dacia Logan es sencilla: si no hay dinero para comprarse un coche nuevo “decente”, cómprense un coche usado más barato, salvo que no se quiera un coche decente. Porque si no hay dinero, lo poco que se ahorre es importante. Alguien puede decir que se compra un Logan porque le gusta, o porque sencillamente pasa de gastarse quince mil euros en otro coche que hace lo mismo. O porque le cabe en el garaje, o porque va a juego con sus pantalones favoritos. Lo que no se puede decir es que se compra porque sale rentable ya que “no tengo un duro”. Si no se tiene un duro, se va en bus o se compra un coche usado, no algo que irremediablemente pierde más de un 20% de su valor en el momento en el que sale por la puerta del concesionario.


Estrenar coche por el ahorro suele ser como f*llar por la virginidad.

Más grave es aún el hecho conocido de la compra del compacto diesel de turno, no obstante… Sin embargo, yo no puedo ni quiero llamar delincuentes a los fabricantes de coches. Ellos ofrecen un producto, y quien lo compre que se atenga a las consecuencias que ello pueda tener para su economía, como hacemos todos. Los verdaderos delincuentes son todos esos ofertantes de timos y engañifas, de puras estafas legalizadas, que juegan con la vida de la gente y, por extensión, con la economía del país.

Porque lo de los bancos de usura tiene un comentario simple a más no poder, a la vez que contundente: son todos unos hijos de….

Ejemplo de préstamo, tras haberme peleado con una de las webs más lentas que jamás he visto: 6.000 euros, a pagar en 48 meses con cuotas de 191 euros... suponen un coste total de 9.168 euros. Sí, más de la mitad de lo solicitado.
 
free web hit counter